miércoles, 31 de marzo de 2021

Tres hermanos dominicos, dos monjas y un fraile: un fenómeno vocacional en cadena por «atracción»

La Iglesia crece por atracción, por un testimonio de vida y de fe que provoca en el otro un deseo de pertenecer, de ser, de tener aquello que da la felicidad de ese creyente. Y lo mismo ocurre en muchas ocasiones con la vocación religiosa. Incluso en el seno de una misma familia.

Esto es lo que ha sucedido con la familia Clarke y la espiritualidad dominica. Tres hermanos han acabado en la orden, dos chicas como dominicas de Nashville, uno de los grandes fenómenos vocacionales en EEUU, y un chico como fraile.

Todo fue en cadena y por esta atracción. Beatrice llevó en coche a su hermana pequeña para que visitara a las dominicas de Nashville, pero fue precisamente la hermana mayor la que acabaría primero como monja. Un año más tarde la seguiría su hermana. Y tras varias visitas a la comunidad y conocer en mayor profundidad la espiritualidad dominica fue Paul el que decidió seguir los pasos de Santo Domingo de Guzmán.

Los Clarke son 8 hermanos, tres son ahora religiosos, pero toda la familia coincide en que la fe de sus miembros se ha fortalecido en estos años y gracias a la bendición de Dios de concederles tres vocaciones a la vida religiosa.

La hermana Beatrice, la primera ingresar, recuerda que antes de comenzar su tercer año de universidad su hermana pequeña de 17 años le preguntó si podía llevarla a la Casa Madre de Santa Cecilia en Nashville. Lo que no sabía es que ella había dicho a las religiosas que Beatrice podría tener también una llamada.

Dos semanas después llegaron con el coche. “Aunque era mi hermana quien estaba interesada en la comunidad, y era ella quien había hecho todos los arreglos para nuestra visita, la directora de Vocaciones, la Maestra Postulante y la Maestra de Novicias estaban interesadas en mi discernimiento. Preguntaron lo que parecían ser preguntas ordinarias: ‘¿Cuánto tiempo has estado discerniendo?’, ‘¿Qué te atrae de la vida religiosa?’ y ‘¿Por qué te gustan las dominicas?”. Sin embargo, lejos de molestarle estas preguntas era como si en el fondo de su corazón deseara que se las formularan.

De este modo, la hermana Beatrice cuenta que “mi hermana era la parte interesada, y yo sólo era la amable hermana mayor que ejercía de chofer... pero sí, había estado discerniendo desde la Jornada Mundial de la Juventud en Toronto, y sí, me atraía la alegría de la vida religiosa, y sí, ciertamente me atraían las dominicas por su amor al Oficio Divino y su celo por las almas... pero no, esto no era para mí… al menos no todavía”.

Beatrice llegaba con ese freno en su interior, ese miedo a decir sí, dejando todo para el futuro, pero “el gozo confiado que presencié en una hermana tras otra fue un contraste refrescante con mi miedo. Su vida de oración común hablaba del origen de su fuerza y ​​su deseo de compartir el Evangelio testificaba que habían encontrado al Señor. Pero su libertad fue casi demasiado para mí. Con miedo de adentrarme en las profundidades, traté de minimizar la atracción que sentía por la alegría de las hermanas. Traté de asumir una actitud escéptica hacia su alegría, pero sabía que era un regalo de Dios”.

Pero meses después las evidencias pudieron con su escepticismo e ingresó como dominica. Era la primera Clarke. La hermana John Peter ingresó como dominica poco después que su hermana mayor.

Tras ella siguió su hermana John Peter. Desde niña había tenido una inquietud por la fe, los santos y por las misiones, aunque su vida ha acabado con una misión algo diferente a lo que había imaginado.

“Cuando tenía dieciséis años, leí las Confesiones de San Agustín y eso cambió por completo mi perspectiva sobre lo que significa vivir la fe. Me di cuenta con sorpresa y alivio de que incluso los grandes santos luchan contra las tentaciones y el mal genio. Me di cuenta de que Dios es más grande y más cercano a mí de lo que podía imaginar. Me di cuenta de que Dios desea darnos felicidad. Anteriormente, había pensado en vivir la fe tratando de no equivocarme, tratar de seguir las reglas, tratar de superar mis fallos, tratar de ser buena”, explica.

Gracias a un sacerdote joven muy activo empezó a ir a misa diaria y a la Adoración. Y así surgió la curiosidad de conocer a las dominicas de Nashville en aquel viaje en el que su hermana acabaría descubriendo su vocación.

Tras aquella visita, la hermana John Peter fue a la JMJ de Colonia y pasó por Roma. Allí visitó la iglesia dominica de Santa Sabina donde rezó en la celda de Santo Domingo por su hermana Beatrice que entraba ese día en el convento. Y entonces escuchó: “aquí también hay algo para ti”.

“La Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa Benedicto XVI confirmó que sólo Dios podía satisfacer mi deseo de felicidad”, recuerda. Le costó unos meses asimilarlo y darse cuenta que deseaba ir a Nashville pero no sólo para visitar a su hermana.

“En Nashville hablé con mi hermana Beatrice durante una tarde y ella me recordó la historia del joven rico. Ella me preguntó: ‘¿Dónde puedes ser feliz?’. Todo, desde las historias de los misioneros a San Agustín, hasta mi inquietud interior en la Jornada Mundial de la Juventud se unieron. No sé si articulé una respuesta antes de salir corriendo a buscar a la directora de Vocaciones y preguntarle si podía entrar, para seguir a Cristo siguiendo los pasos de Santo Domingo”, concluye.

Y tras ellas llegó Paul, hermano pequeño de las dos, y ahora fraile dominico. “Con dos hermanas mayores que ya eran dominicas pensé que estadísticamente no debería ser dominico. La cuota familiar de vocaciones parecía estar llena. Así me liberé de la carga y la molestia de una vocación religiosa. Sin embargo, resulta que la providencia de Dios no se basa en análisis estadísticos. Y mucho mejor para mí”, explica la tercera de las vocaciones de los Clarke.

De este modo, el hermano Paul relata que “una vez que mis hermanas entraron a Santa Cecilia y mi familia comenzó a hacer viajes regulares para visitarlas en la Casa Madre en Nashville, la gracia de sus vocaciones comenzó a infiltrarse en nuestra familia. La fe de toda la familia se profundizó y renovó. En Nashville, tuvimos la oportunidad de conocer a una creciente variedad de hermanas y frailes dominicos que parecían haber aprovechado alguna fuente secreta de alegría y libertad. Nunca antes había conocido a personas tan extrañamente felices”.

Para él esos años fueron una dura lucha. “Durante esos años de la escuela secundaria y la universidad, mientras sentía un impulso hacia la vida religiosa, me resistí a la idea de que mi propia felicidad pudiera implicar tal sacrificio. Estaba resuelto a ser el dueño de mi propio destino, el capitán de mi alma, etc. Aún así, mientras trataba de ignorar la promesa de Cristo de que ‘quien pierda su vida, la salvará’, seguí fascinado por la paradójica libertad que vi en la vida dominica”, añade.

Tras haber trabajado un tiempo en una editorial y en una empresa de construcción todo en su vida se dirigía a un mismo camino: los dominicos. “Los votos de mis propios hermanas mayores habían sido un poderoso ejemplo de la alegría de una vida consagrada a Dios. Además, y lo que es más importante para mí, habían demostrado que esa vida es posible”. Y decidió ser fraile dominico.

JUEVES SANTO, EVANGELIO Y LECTURAS

Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto. Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis».

Salmo 115 R/. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26 

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice:«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

PALABRA DE DIOS

lunes, 29 de marzo de 2021

HUMILDAD NO ES HUMILLACIÓN

Hay palabras que, aunque designan realidades distintas, a veces resultan intercambiables y su sentido depende del contexto en el que se utilizan. Así ocurre, por ejemplo, con estas tres: humildad, humillación, modestia. Entender la diferencia que hay entre ellas puede ayudar a comprender mejor esa virtud tan cristiana como es la humildad.

La humildad no es el gusto de humillarse. Es el reconocimiento de la propia realidad a la luz de Dios. A esta luz hay que reconocer nuestra pequeñez, nuestra pobreza y, si se quiere, nuestra nada. “Yo no soy nada por mí mismo, no puedo nada por mí mismo, sino solamente en la medida en que estoy, no solo sostenido, sino promovido en el ser por Aquel que es todo y que todo lo puede” (Gabriel Marcel). Así entendida la humildad es una categoría religiosa, y en eso se diferencia de la modestia. Esta última puede ser una actitud natural o profana, mientras que la humildad está relacionada con lo sagrado. Sin duda, en el terreno profano es posible calificar de humilde a una persona modesta, por ejemplo, a un científico consciente de los límites de su conocimiento.

La humildad se sitúa en otro orden: es un modo de ser. El científico, una vez que ha tomado todas las precauciones necesarias, puede mostrarse seguro y categórico con los resultados de su investigación. Pero la humildad no tiene nada que ver con las precauciones que se toman para no equivocarse. La humildad no tiene que ver con el error, sino con el reconocimiento de que soy criatura finita y, por tanto, que por mí mismo no puedo llegar a saberlo todo, a tenerlo todo, a ser dueño absoluto de mi vida. Eso es algo distinto a la humillación. Esta es siempre degradante, por ejemplo, cuando un gobernante cruel me impone castigos injustos e inmerecidos, o cuando alguien abusa de mí. Y si la humillación me la inflijo yo mismo entonces puede ser algo patológico.

En este sentido el canto del Magnificat, aunque a veces no se traduce adecuadamente, habla de la humildad de María, de su pequeñez, de su conciencia de que Dios es el que la hace grande. Y al mismo tiempo habla de cómo Dios derriba del trono a los poderosos, que suelen ser causa de mucha humillación. Como dice un salmo, refiriéndose precisamente a los humillados, “el Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre”. Porque Dios ama a los humildes y defiende a los humillados.

Un cristiano, ante las personas humilladas o sojuzgadas por los dictadores de nuestro mundo (sean del tipo que sean), no debe predicar humildad a los humillados, sino trabajar por su dignidad y su liberación. Y si predica humildad a los humillados (puesto que la humildad es una actitud ante Dios que debe vivirse en toda circunstancia de la vida), debe dejar claro que la humildad no se confunde con la humillación.

domingo, 28 de marzo de 2021

ÁNGELUS, DEL PAPA FRANCISCO

Basílica de San Pedro - Altar de la Cátedra

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos entrado en la Semana Santa. Por segunda vez la vivimos en el contexto de la pandemia. El año pasado estábamos más conmocionados, este año estamos más probados. Y la crisis económica se ha hecho más pesada.

En esta situación histórica y social, ¿qué hace Dios? Toma la cruz. Jesús toma la cruz, es decir, asume el peso del mal que implica dicha realidad, el mal físico, el psicológico y sobre todo el mal espiritual, porque el Maligno aprovecha las crisis para sembrar la desconfianza, la desesperación y la cizaña.

¿Y nosotros? ¿Qué debemos hacer? Nos lo muestra la Virgen María, la Madre de Jesús, que es también su primera discípula. Ella siguió a su Hijo. Ella asumió su propia cuota de sufrimiento, de oscuridad, de desconcierto, y recorrió el camino de la pasión, manteniendo la lámpara de la fe encendida en su corazón. Con la gracia de Dios, nosotros también podemos hacer este camino. Y, a lo largo del vía crucis cotidiano, nos encontramos con los rostros de tantos hermanos y hermanas en dificultad: no pasemos de largo, dejemos que nuestro corazón se mueva a compasión y acerquémonos. En este momento, como el Cirineo, podemos pensar: "¿Por qué justamente yo?". Pero luego descubriremos el don que, sin merecerlo, se nos ha concedido.

Recemos por todas las víctimas de la violencia, especialmente por las del atentado ocurrido esta mañana en Indonesia frente a la catedral de Makassar.

Que nos ayude la Virgen, que siempre nos precede en el camino de la fe.

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS,HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCiSCO

Basílica de San Pedro

Esta Liturgia suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro. Pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado. Es un sentimiento profundo que nos acompañará toda la Semana Santa. Entremos entonces en este estupor.

Jesús nos sorprende desde el primer momento. Su gente lo acoge con solemnidad, pero Él entra en Jerusalén sobre un humilde burrito. La gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para cumplir la Pascua con su sacrificio. Su gente espera celebrar la victoria sobre los romanos con la espada, pero Jesús viene a celebrar la victoria de Dios con la cruz. ¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? ¿Qué les sucedió? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él. El asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad. También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia... y tantas cosas más. Lo admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro.

¿Y qué es lo que más sorprende del Señor y de su Pascua? El hecho de que Él llegue a la gloria por el camino de la humillación. Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros, rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos. Jesús, en cambio —nos dice san Pablo—, «se despojó de sí mismo, […] se humilló a sí mismo» (Flp 2,7.8). Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra que sabe todo, enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de reyes que tiene por trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de todo. Verlo coronado de espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en persona, que es insultado y pisoteado. ¿Por qué toda esta humillación? Señor, ¿por qué dejaste que te hicieran todo esto?

Lo hizo por nosotros, para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal. Para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en el dolor y en la muerte. Para recuperarnos, para salvarnos. Jesús subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento. Probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentó en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas, y así las redimió, las transformó. Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.

Pidamos la gracia del estupor. La vida cristiana, sin asombro, es monótona. ¿Cómo se puede testimoniar la alegría de haber encontrado a Jesús, si no nos dejamos sorprender cada día por su amor admirable, que nos perdona y nos hace comenzar de nuevo? Si la fe pierde su capacidad de sorprenderse se queda sorda, ya no siente la maravilla de la gracia, ya no experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, ya no percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación. Y no tiene ninguna otra salida más que refugiarse en el legalismo, en el clericalismo y en todas esas actitudes que Jesús condena en el capítulo 23 de Mateo.

En esta Semana Santa, levantemos nuestra mirada hacia la cruz para recibir la gracia del estupor. San Francisco de Asís, mirando al Crucificado, se asombraba de que sus frailes no llorasen. Y nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? ¿Por qué? Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y nos creemos incluso fracasados. Pero detrás de todos estos “tal vez” está el hecho de que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos da la gracia del estupor.

Volvamos a comenzar desde el asombro; miremos al Crucificado y digámosle: “Señor, ¡cuánto me amas, qué valioso soy para Ti!”. Dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Ésta es la grandeza de la vida, descubrirse amados. Y la grandeza de la vida está precisamente en la belleza del amor.  En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo. Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena.

Hoy el Evangelio nos muestra, justo después de la muerte de Jesús, la imagen más hermosa del estupor. Es la escena del centurión que, al verlo «expirar así, exclamó: “¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!”» (Mc 15,39). Se dejó asombrar por el amor. ¿Cómo había visto morir a Jesús? Lo había visto morir amando, y esto lo impresionó. Sufría, estaba agotado, pero seguía amando. Esto es el estupor ante Dios, quien sabe llenar de amor incluso el momento de la muerte. En este amor gratuito y sin precedentes, el centurión, un pagano, encuentra a Dios. ¡Realmente este hombre era Hijo de Dios! Su frase ratifica la Pasión. Muchos antes de él en el Evangelio, admirando a Jesús por sus milagros y prodigios, lo habían reconocido como Hijo de Dios, pero Cristo mismo los había mandado callar, porque existía el riesgo de quedarse en la admiración mundana, en la idea de un Dios que había que adorar y temer en cuanto potente y terrible. Ahora ya no, ante la cruz no hay lugar a malas interpretaciones. Dios se ha revelado y reina sólo con la fuerza desarmada y desarmante del amor.

Hermanos y hermanas, hoy Dios continúa sorprendiendo nuestra mente y nuestro corazón. Dejemos que este estupor nos invada, miremos al Crucificado y digámosle también nosotros: “Realmente eres el Hijo de Dios. Tú eres mi Dios”.

sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Ramos,Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):

Pasión de nuestro Señor:

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+ «Tú lo dices.»

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:

S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»

C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. «¡Salve, rey de los judíos!»

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:

+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»

C. Que significa:

+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. «Mira, está llamando a Elías.»

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN:

Hoy la liturgia pide que seamos muy breves en nuestro comentario a la Palabra, que es la auténtica protagonista, especialmente el relato de la Pasión, narrada este año por San Marcos.  Daré pues solamente unas pinceladas, sin entrar en matices:

En primer lugar una invitación a tomarnos en serio las palabras de San Pablo en la segunda lectura. Es frecuente entre nosotros mirar a Jesús como alguien que tenía claro que su misión era «morir por nosotros» en la cruz, con esa muerte dolorosa que hoy hemos meditado, porque así lo habría pedido/querido su Padre Dios. Y como era Dios, «ya sabía» que a los tres días iba a resucitar victorioso de la tumba... y asunto resuelto, misión cumplida. Esta es una verdad de fe bastante incompleta.

En cuanto a las razones históricas de su condena y de su muerte están muy bien descritas por el evangelista: Jesús y su proyecto del Reino estorban a las autoridades religiosas, que lo tachan de blasfemo, de intentar alterar sus ideas religiosas, sus interpretaciones de las Escrituras, y sus «cargos» de poder. El Pueblo, por su parte, esperaba a alguien que les solucionara sus problemas concretos de todo tipo... Y lo aclaman a su entrada en Jerusalem y le gritan «Hosanna» (=que Dios tenga piedad y nos salve). Pero al verse decepcionados por este «Hijo de David», que llega en un humilde pollino, y en actitud pacífica... acaban prefiriendo la libertad de un criminal, que la de un justo inocente, dejándose manipular por las autoridades. Políticos, como Pilato, lo que quieren es «dar gusto a la gente» y evitarse problemas y responsabilidades. Y con respecto a sus discípulos, tienen miedo, se duermen, huyen, le traicionan, se esconden, desaparecen de escena: «ni sé ni entiendo de qué hablas».

viernes, 26 de marzo de 2021

Ramos para el rey de los pobres

La Semana Santa comienza con la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un borrico y aclamado por la gente. ¿Qué clase de gente le aclama? ¿Los mismos que unos días después pedirán su crucifixión? Probablemente no. Los que aclaman a Jesús en la periferia de Jerusalén son los peregrinos que le han acompañado en su viaje hacia la ciudad santa. Así se comprende que los habitantes de Jerusalén se sorprendan del alboroto y se pregunten qué es lo que está pasando.

Jesús entra en Jerusalén a lomos de un borrico que nadie antes había montado y que los discípulos toman prestado. Estos detalles resultan sumamente significativos. En ellos está presente el tema de la realeza del Mesías, heredero del trono de David, y sus promesas. Jesús reivindica el derecho del rey a requisar medios de transporte, un derecho conocido en toda la antigüedad. El hecho de que se trate de un animal sobre el que nadie había montado remite también a un derecho real. Y sobre todo se hace alusión a unas palabras del Antiguo Testamento que confieren al episodio un sentido profundo: “tu rey viene a ti humilde, montado en un asno” (Mt 21,5). El caballo es expresión del poder de los poderosos; el burro es el animal de los pobres. El que viene es el rey de la paz, el rey de los pobres. Jesús no apoya su realeza en la violencia. Porque la violencia solo destruye. Sólo el amor humaniza y salva.

Los discípulos echaron mantos encima del borrico y la ayudaron a montar. También esto tiene un sentido de entronización real. Los peregrinos que han venido con Jesús se dejan contagiar por el entusiasmo y alfombran el camino con sus mantos, gritando: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor”. Estas palabras del salmo 118, que pertenecían a la liturgia de Israel para los peregrinos, las ha conservado la Iglesia en su liturgia. Como bien dice J. Ratzinger, el Domingo de Ramos no es una cosa del pasado. Así como entonces el Señor entró en la ciudad santa a lomos de un asno, así la Iglesia lo ve llegar siempre nuevamente en cada eucaristía, bajo la humilde apariencia del pan y del vino.

Sumergidos todavía en el sufrimiento de la pandemia, nos aprestamos a celebrar los acontecimientos centrales de la historia de la salvación. Es importante que vivamos la semana santa con sobriedad externa y la alegría que brota de la fe.

jueves, 25 de marzo de 2021

EL DOLOR DE LA VIRGEN DOLOROSA

El misterio de la participación de la Virgen madre dolorosa en la pasión y muerte de su Hijo es probablemente el acontecimiento evangélico que ha encontrado un eco más amplio y más intenso en la religiosidad popular, en determinados ejercicios de piedad (Vía crucis, Vía Matris...) Y, en proporción con los demás misterios, también en la liturgia cristiana de oriente y de occidente. Es curioso cómo estas tres dimensiones de la piedad están idealmente unidas en la liturgia de rito romano en el Stábat Mater, atribuido a Jacopone de Todi, secuencia nacida en un contexto de intensa religiosidad popular, utilizada de varias maneras en los ejercicios piadosos y, aunque de forma facultativa, presente en la liturgia de las horas y en la liturgia de la palabra de la misa del 15 de septiembre de la Virgen de los Dolores. Esta singularidad revela que las tres áreas de piedad que hemos señalado, dejando aparte ciertas intemperancias ocasionales, reflejan agudamente lo esencial del misterio evangélico.

Pero el dolor de la Virgen, aunque encuentra en el misterio de la cruz su primera y última significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida de su Hijo en los que la madre participó personalmente. En general, se suele considerar el dolor de la Virgen en la infancia de Jesús y no sólo en su pasión. La meditación cristiana captó y en cierto modo fue codificando progresivamente a lo largo de los siglos siente sucesos dolorosos, siete episodios bíblicos en los que está atestiguada expresamente o intuida por la tradición la participación de María. Se recuerda la subida al templo de José y de María para presentar allí a Jesús a los cuarenta días de su nacimiento, con la relativa profecía del anciano Simeón: “Una espada atravesará tu alma” (Lc. 2, 34-35). Espada que es, “según parece, la progresiva revelación que Dios le hace de la suerte de su Hijo”; espada que penetrando en María le hará sufrir; espada que penetrando en María le hará sufrir; espada símbolo del camino doloroso de la Virgen, que en la tradición posterior será asumida como signo plástico de los dolores sufridos por la madre del redentor y representada luego en número de siete puñales clavados en el corazón de la Virgen. El camino de fe de la Virgen se vio muy pronto marcado por un nuevo suceso doloroso: la huida a Egipto con Jesús y José (Mt. 2, 13-14). Y una vez más, durante la infancia de Jesús, el suceso de la pérdida en Jerusalén y la búsqueda ansiosa y dolorida de María y de José (Lc 2, 43ss), que se concluirá con el hallazgo del Hijo en el templo, nuevo motivo de meditación y de interpretación sobre la voluntad de Dios en el corazón de la madre. La contemplación de la tradición ha querido descubrir en la subida de Jesús con la cruz al Calvario la experiencia síntesis del camino de fe de la madre, y aunque los evangelios no mencionan nada de eso, la piedad tradicional ve también la presencia de María en el encuentro de Cristo con las mujeres (Lc 23, 26-27). Como ya se ha dicho, es en el acontecimiento de la crucifixión donde encontramos el significado primero y último de la Dolorosa: “Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo que él amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre” (Jn. 19. 25-27a). Y una vez más la devoción de los fieles quiso prolongar la participación amorosa de la madre en la muerte redentora del Hijo recordando, como en un díptico, la acogida en el regazo de María de Jesús bajado de la cruza (Mc 15, 42), acontecimiento objeto de atención particular por parte de pintores y escultores, y la entrega al sepulcro del cuerpo exánime de su Hijo (Jn 19, 40-42a).

miércoles, 24 de marzo de 2021

PARA ORAR EN LAS DIFICULTADES DE LA VIDA

 Dios mío gracias por estar aquí; siempre presente, dando paz y amor, perdonando e iluminando. ¿Qué sería de mi sin tu aliento y sin tu amor? Yo sería un cauce sin agua, un cuadro sin colores, una planta sin sol.

Tú, Señor, eres mi fuerza, la respiración de mi alma, mi fuente de energía, mi inspiración y mi descanso. ¿Por qué me olvido de ti? ¿Por qué te busco sólo cuando estoy rodeado de sombras y con las esperanzas rotas? No me dejes, Dios mío, háblame, tócame, despiértame. No permitas que me aleje de ti y naufrague en el mar del desespero.

Sé luz en mi mente, paz en mi corazón, sabiduría en mis decisiones, amor en mis relaciones. Te necesito, Señor. Tu calmas mi desasosiego y alejas los duendes del mal; contigo es fácil aceptar las asperezas y soportar el dolor. Contigo puedo ser comprensivo con los que me ofenden, fuerte ante el dolor y amoroso con todos. Dame paciencia conmigo mismo y con los demás, una paciencia que me aleje de la ira y el desaliento. Eres mi esperanza y mi fortaleza, mi baluarte y mi descanso. En ti todo lo puedo, y con tu amor los fardos son llevaderos. Tú me libras de las aguas turbulentas, apaciguas mis males y conjuras mis temores. Te amo, Señor, te adoro, te bendigo y te doy gracias.


AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico

Catequesis 27. Rezar en comunión con María

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy la catequesis está dedicada a la oración en comunión con María, y tiene lugar precisamente en la vigilia de la solemnidad de la Anunciación. Sabemos que el camino principal de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. De hecho, la confianza típica de la oración cristiana no tendría significado si el Verbo no se hubiera encarnado, donándonos en el Espíritu su relación filial con el Padre. Hemos escuchado, en la lectura, de esa reunión de los discípulos, a las mujeres pías y María, rezando, después de la Ascensión de Jesús: es la primera comunidad cristiana que espera el don de Jesús, la promesa de Jesús.

Cristo es el Mediador, el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2674).  Es el único Redentor: no hay co-redentores con Cristo. Es el Mediador por excelencia, es el Mediador. Cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados (cf. Hch 4,12). Jesucristo: el único Mediador entre Dios y los hombres.

De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar a la Virgen María, la Madre de Jesús.

Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús. Las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odighitria, aquella que “indica el camino”, es decir el Hijo Jesucristo. Me viene a la mente ese bonito cuadro antiguo de la Odighitria en la catedral de Bari, sencillo: la Virgen que muestra a Jesús, desnudo. Después le pusieron una camisa para cubrir esa desnudez, pero la verdad es que Jesús está retratado desnudo, a indicar que él, hombre nacido de María, es el Mediador. Y ella señala al Mediador: ella es la Odighitria. En la iconografía cristiana su presencia está en todas partes, y a veces con gran protagonismo, pero siempre en relación al Hijo y en función de Él. Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él (cf. CCE, 2674). Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa indicación, en las bodas de Caná: María dice “haced lo que Él os diga”. Siempre señala a Cristo; es la primera discípula.

Este es el rol que María ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre: ser humilde sierva del Señor, nada más. A un cierto punto, en los Evangelios, ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera “señal” (cf. Jn 2,1-12), y después en el Gólgota, a los pies de la cruz.

Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. También la primera antífona latina — Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor. Son expresiones de amor como la de un hijo a su madre —algunas veces exageradas—. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor.

Y así empezamos a rezarla con algunas expresiones dirigidas a ella, presentes en los Evangelios: “llena de gracia”, “bendita entre las mujeres” (cf. CCE, 2676s.). En la oración del Ave María pronto llegaría el título “Theotokos”, “Madre de Dios”, ratificado por el Concilio de Éfeso. Y, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro, después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Ahora, en las situaciones concretas de la vida, y en el momento final, para que nos acompañe —como Madre, como primera discípula— en el paso a la vida eterna.

María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo. Si alguno se encuentra solo y abandonado, ella es Madre, está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado.

María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre allí, junto a nosotros, con su ternura materna.

Las oraciones dirigidas a ella no son vanas. Mujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos. Las escucha como Madre. Como y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre.

Saludos

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a confiar nuestras súplicas al Salvador a la poderosa intercesión de María, la Reina Madre que lleva ante el trono de su Hijo nuestro ruego, pues somos sus hijos queridos. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. 

LLAMAMIENTOS

Me he enterado con dolor de la noticia de los recientes ataques terroristas en Níger, que han provocado la muerte de 137 personas. Recemos por las víctimas, por sus familias y por toda la población, para que la violencia sufrida non haga perder la confianza en el camino de la democracia, de la justicia y de la paz.

En estos días, grandes inundaciones han causado graves daños en el Estado de Nuevo Gales del Sur, en Australia. Estoy cerca de las personas y las familias golpeadas de nuevo por esta calamidad, especialmente a los que han visto sus casas destruidas, y animo a aquellos que están trabajando para buscar a los desaparecidos y llevar ayuda.

Hoy es el Día mundial por la lucha contra la tuberculosis. Que esta ocasión pueda favorecer un impulso renovado en el cuidado de tal enfermedad y una mayor solidaridad con quienes lo sufren. Sobre ellos y sus familiares invoco el consuelo del Señor.

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la oración con María. Estamos en vísperas de la fiesta de la Anunciación y esto ya nos indica que la vía maestra de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. No podríamos entrar en esa intimidad con Dios si el Verbo no se hubiera hecho carne y no nos hubiese comunicado el Espíritu Santo para poder llamar a Dios «Padre».

Cristo es el mediador, el único mediador, el puente a través del cual llegamos al Padre. Nuestra oración es siempre por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu. Cualquier otra referencia encuentra en esta verdad su sentido. Si María ocupa un puesto privilegiado en este itinerario es porque nos indica el camino hacia su Hijo. Las manos, los ojos, los gestos de María son un catecismo viviente, que nos muestran cómo adorar a Jesús en el pesebre, cómo seguirlo en el servicio a los hermanos y cómo acompañarlo en el extremo sacrificio de la cruz.

A los pies de la cruz, Jesús quiso además extender la maternidad de María a toda la Iglesia, colocándonos bajo su manto. De este modo comenzamos a pedir su intercesión con expresiones directas sacadas de la Sagrada Escritura: “Llena de gracia”, “Bendita entre las mujeres”, o con el título de “Madre de Dios”, proclamado por el Concilio de Éfeso. Ella pide por nosotros pecadores en cada circunstancia, como en Caná, y no deja de estar junto a la cruz de su Hijo, al acompañarnos en la hora de la muerte. Aquellos que, como durante esta cruel pandemia, se encuentran solos y desamparados, en ella hallan la ternura de la Madre que nunca nos abandona.

La Anunciación del Señor

Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: "keharitoméne", «llena de gracia» (saludo del Ángel).

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y "La llena de gracia", representando a todos los necesitados de Redención, responde: "génoitó", hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en un interview: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesua, "el Señor salva". Y lo hace. ¡Otro ejemplo!

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la lglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad!Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales.«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios»

Hoy celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor. Dios, con el anuncio del ángel Gabriel y la aceptación de María de la expresa voluntad divina de encarnarse en sus entrañas, asume la naturaleza humana —«compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado»— para elevarnos como hijos de Dios y hacernos así partícipes de su naturaleza divina. El misterio de fe es tan grande que María, ante este anuncio, se queda como asustada. Gabriel le dice: «No temas, María» (Lc 1,30): el Todopoderoso te ha mirado con predilección, te ha escogido como Madre del Salvador del mundo. Las iniciativas divinas rompen los débiles razonamientos humanos.

«¡No temas!». Palabras que leeremos frecuentemente en el Evangelio; el mismo Señor las tendrá que repetir a los Apóstoles cuando éstos sientan de cerca la fuerza sobrenatural y también el miedo o el susto ante las obras prodigiosas de Dios. Nos podemos preguntar el porqué de este miedo. ¿Es un miedo malo, un temor irracional? ¡No!; es un temor lógico en aquellos que se ven pequeños y pobres ante Dios, que sienten claramente su flaqueza, la debilidad ante la grandeza divina y experimentan su poquedad frente a la riqueza del Omnipotente. Es el papa san León quien se pregunta: «¿Quién no verá en Cristo mismo la propia debilidad?». María, la humilde doncella del pueblo, se ve tan poca cosa... ¡pero en Cristo se siente fuerte y desaparece el miedo!

Entonces comprendemos bien que Dios «ha escogido lo débil del mundo, para confundir lo fuerte» (1Cor 1,26). El Señor mira a María viendo la pequeñez de su esclava y obrando en Ella la más grande maravilla de la historia: la Encarnación del Verbo eterno como Cabeza de una renovada Humanidad. Qué bien se aplican a María aquellas palabras que Bernanos dijo a la protagonista de La alegría: «Un sentido exquisito de su propia flaqueza la reconfortaba y la consolaba maravillosamente, porque era como si fuera el signo inefable de la presencia de Dios en Ella; Dios mismo resplandecía en su corazón».


lunes, 22 de marzo de 2021

“Un Dios que es amor, no que rivaliza con el ser humano”

 El domingo 14 de marzo, tras la celebración de la eucaristía -en la que hubo un recuerdo especial por las víctimas del COVID-19- tuvo lugar el acto académico con motivo de la celebración del día de Santo Tomás que, como es habitual en el Aquinas, se traslada a después del período de exámenes universitarios. El Acto fue presidido porfray Jesús Díaz, O.P., prior provincial de la Provincia de Hispania y presidente del Patronato del Colegio Mayor. Acompañándole en la presidencia del acto, estuvieron otros miembros del Patronato, además del director, D. Ignacio Antón, O.P.: fray Moisés Pérez, O.P., profesor de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, y el profesor D. Javier Sierra, antiguo colegial y uno de los dos representantes de la Universidad Complutense en la Junta del Patronato. También en la presidencia, fray Javier Garzón, OP, capellán del Colegio Mayor.

Solo volviendo a Dios podemos superar nuestra inclinación al tener y al poder

fiesta-santo-tomas-2021-sariego  Jesús Díaz dedicó su discurso a resaltar algunas de las aportaciones más importantes del pensamiento del Aquinate al desarrollo de un humanismo teocéntrico. Tomando como referencia el texto de la conferencia que fray Jesús Espeja, O.P no pudo llegar a impartir en el Colegio Mayor en la misma celebración del curso pasado a causa de la pandemia, Jesús Díaz señaló cómo el humanismo de Santo Tomás no otorga al ser humano un valor absoluto, encerrándolo en sí mismo, como sucede con los humanismos modernos, sino que “lo considera la realidad más valiosa precisamente porque está abierto a la trascendencia”. Este humanismo teocéntrico nos enseña que solo volviendo a Dios podemos superar nuestra inclinación al tener y al poder, solo volviendo a la experiencia cristiana de Dios, “un Dios que es amor, no que rivaliza con el ser humano”.

Una comunidad que rechace tanto el individualismo como el gregarismo

  Por su parte, Ignacio Antón centró su intervención en la noción de Bien Común de Santo Tomás: “Santo Tomás se aleja tanto del totalitarismo naturalista como del individualismo contractualista planteando una síntesis intermedia: solo podemos desarrollarnos plenamente y llegar a ser felices viviendo en sociedad, pero el hombre es la causa eficiente libre de dicha sociedad, no una causa meramente determinada a actuar en sociedad”, señaló. E, inspirándose esta doctrina, invitó a los colegiales a hacer del Aquinas una comunidad que rechace tanto el individualismo como el gregarismo, y en la que se busque juntos “la felicidad de todos y cada uno, pues en ella ha de estar la mía propia”.

  En representación de los colegiales intervino D. Álvaro Incháusti, quien señaló que los colegiales “tenemos la suerte de vivir en este Colegio Mayor y poder aprovechar todo lo que nos ofrece para contribuir a construir una sociedad mejor desde el estudio”.

  Durante la celebración del acto se entregó el Trofeo Santo Tomás al equipo ganador del torneo deportivo interno disputado durante el sábado y se hizo mención especial a los colegiales ganadores del XI Torneo de Debate de Colegios Mayores, los cuales lograron el ansiado título que en ediciones anteriores tanto se había resistido.

  La comida en los jardines y posterior sobremesa, conforme a las medidas sanitarias exigidas, sirvieron para completar la alegría que supuso poder tener una celebración conjunta en estos sombríos momentos que provoca la pandemia.

domingo, 21 de marzo de 2021

Lágrimas en la vuelta de la Misa a Melilla

Sin ningún informe que señalara a los templos como lugares de contagio, Melilla cerró las iglesias los domingos. Tras cinco semanas sin Misa dominical, la medida fue revocada a principios de marzo

Eduardo Resa no daba crédito a lo que estaba leyendo. En el Boletín Oficial de Melilla (BOME) del martes 26 de enero «se decía que “una vez que se ha consensuado esta medida con las autoridades religiosas, se va a proceder a cerrar las mezquitas los viernes, las sinagogas los sábados y las iglesias cristianas los domingos”». El sacerdote, que ejerce de vicario episcopal de Melilla, se quedó estupefacto. «¿Con qué autoridad han consultado? Yo soy aquí la máxima representación de la Iglesia y a mí nadie me ha llamado», pensó. La medida establecía el cierre de todos los templos de 8:00 a 00:00  horas los domingos y una reducción del aforo hasta el 25 % el resto de días. «Esto también me sorprendió, porque no había informe que señalara los templos como lugares de contagio y porque, además, el aforo en gimnasios y salas de juego estaba al 30 %».

Dos días después, el propio Resa se plantó en el despacho del presidente de la ciudad autónoma y le entregó un escrito de protesta redactado de acuerdo con los servicios jurídicos de la diócesis de Málaga. El argumento principal, aunque no el único, era la vulneración del derecho fundamental a la libertad religiosa, garantizado por el artículo 16 de la Constitución. Por ello, en el escrito se pedía que se «reconsidere el cierre» de las iglesias, porque «contra todo procedimiento y sin añadir un ápice a la lucha contra la pandemia, solo conseguirá menoscabar de modo esencial la libertad religiosa de los fieles cristianos».

Pero el vicario no estaba dispuesto a que esto pasara y encontró un resquicio en la normativa para que los fieles pudieran cumplir con el precepto dominical. El toque de queda concluía a las 06:00 horas y el templo debía cerrar a las 08:00 horas según el BOME, por lo que había una horquilla de dos horas para celebrar la Eucaristía. De esta forma, el también párroco del Sagrado Corazón de Jesús puso una Misa a las siete de la mañana. «Pensaba que no iba a venir nadie», confiesa Resa, «pero cuál fue mi sorpresa cuando el primer día aparecieron más de 40 personas, y eso que había un temporal que hacía hasta peligroso salir a la calle». Los otros cuatro domingos que ha durado el cierre, el número de fieles ha sido incluso mayor y «hemos rozado el aforo máximo», lo que para el vicario revela «el tremendo amor de los melillenses por la Eucaristía».

Madrugón dominical

Por ese amor, y también por manifestar públicamente su fe, Alejandro Villegas ha sido uno de los fieles que ha acudido los cinco domingos que ha durado el cierre a la Misa de 7:00 horas celebrada por el sacerdote. Y lo ha hecho acompañado de su madre y de su abuela de 86 años. «Nos levantábamos a las seis de la mañana, desayunábamos rápido y luego nos íbamos al coche a por mi abuela para bajar a Misa», recuerda este joven de 25 años. «Nos teníamos que pegar un buen madrugón, pero no tardamos ni un segundo en decidirlo y la verdad es que fue una alegría», confiesa.

Sin embargo, la alegría no ha sido completa hasta que el Gobierno de la ciudad autónoma ha dado marcha atrás, cosa que hizo el 1 de marzo. «El cambio de parecer se produjo después de una reunión con el Colegio de Médicos», asegura Resa. Poco después se aprobó el decreto 311 en el que pone que los templos no tienen nada que ver con la situación epidemiológica. «Lo recibimos con una emoción enorme. Inmediatamente pasamos al horario habitual de Misas y en la primera se me saltaron varias veces las lágrimas», concluye el sacerdote. 

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este quinto domingo de Cuaresma proclama el Evangelio en el que san Juan relata un episodio que ocurrió en los últimos días de vida de Cristo, poco antes de la Pasión (cf. Jn 12,20-33). Mientras Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de pascua, algunos griegos, llenos de curiosidad por lo que estaba haciendo, expresaron su deseo de verlo. Se acercaron al apóstol Felipe y le dijeron: «Queremos ver a Jesús» (v.21). «Queremos ver a Jesús», recordemos este deseo: «Queremos ver a Jesús». Felipe se lo dice a Andrés y luego juntos van a decírselo al Maestro. En la petición de aquellos griegos podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres,  en todo lugar y tiempo, dirigen a la Iglesia y también a cada uno de nosotros: “Queremos ver a Jesús”.

¿Cómo responde Jesús a esta petición? De un modo que lleva a reflexionar. Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (vv. 23.24). Estas palabras no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto.  Como diciendo: si queréis conocerme, si queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir, mirad la cruz

Cabe pensar en el signo de la cruz, que a lo largo de los siglos se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos. Quien también hoy quiere “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y culturas donde el cristianismo es poco conocido, ¿qué ve en primer lugar? ¿Cuál es el signo más común que encuentra? El crucifijo, la cruz. En las iglesias, en los hogares de los cristianos, incluso colgado en el pecho. Lo importante es que el signo sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante.

También hoy mucha gente, a menudo sin decirlo implícitamente, quisiera “ver a Jesús”, encontrarlo, conocerlo. Esto nos hace comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades. Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se entrega en el servicio, de una vida que toma sobre sí el estilo de Dios —cercanía, compasión y ternura— y se entrega en el servicio. Se trata de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes, no con condenas teóricas, sino con gestos de amor. Entonces el Señor, con su gracia, nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades o persecuciones, o pretensiones de legalismos o moralismos clericales. Esto es terreno árido. Precisamente entonces, en la prueba y en la soledad, mientras muere la semilla, es el momento en que brota la vida, para dar fruto maduro en su momento. Es en esta trama de muerte y de vida que podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor, que siempre, repito, se da en el estilo de Dios: cercanía, compasión, ternura.

Que la Virgen María nos ayude a seguir a Jesús, a caminar fuertes y felices por el camino del servicio, para que el amor de Cristo brille en todas nuestras actitudes y se convierta cada vez más en el estilo de nuestra vida diaria.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy en Italia se celebra la Jornada de la memoria y el compromiso en recuerdo de las víctimas inocentes de las mafias. Las mafias están presentes en varias partes del mundo y, aprovechando la pandemia, se están enriqueciendo con la corrupción. San Juan Pablo II denunció su “cultura de la muerte” y Benedicto XVI las condenó como “caminos de muerte”. Estas estructuras de pecado, estructuras mafiosas, contrarias al Evangelio de Cristo, cambian la fe por la idolatría. Hoy recordamos a todas las víctimas y renovamos nuestro compromiso contra las mafias.

Mañana es el Día Mundial del Agua, que nos invita a reflexionar sobre el valor de este maravilloso e insustituible regalo de Dios. Para nosotros los creyentes, "hermana agua" no es una mercancía: es un símbolo universal y una fuente de vida y salud. ¡Demasiados hermanos, muchos, muchos hermanos y hermanas tienen acceso a poca agua y quizás contaminada! Es necesario garantizar el agua potable y el saneamiento para todos. Agradezco y animo a quienes, con diferentes competencias y responsabilidades profesionales, trabajan por este objetivo tan importante. Pienso, por ejemplo, en la Universidad del Agua, en mi patria, en quienes trabajan para sacarla adelante y hacer que la gente comprenda la importancia del agua. Muchas gracias a los argentinos que trabajan en esta Universidad del Agua.

Os saludo a todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, con un recuerdo especial para los enfermos y las personas solas. Deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

sábado, 20 de marzo de 2021

Domingo 5 (Ciclo B) de Cuaresma

 Evangelio (Jn 12,20-33): En aquel tiempo, había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Él les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

»Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre». Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré». La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí». Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.

PALABRA DE DIOS

Compartimos:

Hoy escuchamos un pasaje evangélico cuyas palabras —de la mano del discípulo amado— debieron transmitir un fuerte coraje en el camino de la fe durante las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos. En aquellos días de las fiestas judías, algunos griegos acudieron a Jerusalén para rendir culto y quisieron ver a Jesús. Pidieron ayuda a los discípulos.

“Ver a Jesús” no significa simplemente mirarle, cosa que probablemente pretendían aquellos griegos. “Ver a Jesús” es entrar totalmente en su modo de pensar; significa entender por qué Él tenía que sufrir y morir para resucitar. Como el grano de trigo, Jesucristo tiene que dejarlo todo, incluso su propia vida, para poder traer vida para Él y para muchos otros.

Si no captamos esto como el núcleo de la vida de Cristo, entonces no le hemos visto realmente. En palabras de san Atanasio, sólo podemos ver a Jesús a través de la muerte mediante la Cruz con la cual Él trae muchos frutos para todos los siglos. “Ver a Jesús” quiere decir rendirse ante una inmerecida muerte que trae los dones de la fe y de la salvación para la humanidad (cf. Jn 12,25-26). Mahatma Gandhi refleja la misma idea diciendo que «el mejor camino para encontrarse con uno mismo es perderse en el servicio a los demás». Las palabras de Jesús recuerdan a sus discípulos que deben seguir sus pasos, incluso hasta la muerte. El grano, por supuesto, realmente no muere sino que se transforma en algo completamente nuevo: raíces, hojas y frutos (la Pascua). De manera similar, la oruga deja de ser oruga para transformarse en algo distinto —y a la vez— frecuentemente mucho más bonito (una mariposa).

Y, si nosotros queremos “ver a Jesús”, tenemos que andar su camino. «Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor» (Jn 12,26). Esto supone recorrer con Jesucristo y con María todo el camino del Calvario, dondequiera que se encuentre cada uno de nosotros. Jesús, que dejó todas las cosas por nosotros, nos llama a estar con Él todo el recorrido, imitando su entrega y procurando que se cumpla la voluntad de su Padre.

jueves, 18 de marzo de 2021

LECTURAS Y EVANGELIO, “ José, hijo de David, no temas acoger a María ”

 Lectura del segundo libro de Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán:«Ve y habla a mi siervo David:“Así dice el Señor: Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré tu reino. Será el quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

Salmo 88,R/. Su linaje será perpetuo.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13. 16-18. 22. Hermanos:

No por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero el mundo. Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Según está escrito: «Te he constituido padre de muchos pueblos»; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia». Por lo cual le fue contado como justificación.

Evangelio según san Mateo 1, 16. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Después del destierro, los judíos daban mucha importancia a las genealogías, a la procedencia de los antepasados, así pretendían demostrar su pertenencia al pueblo del Israel y a un clan familiar determinado: de la tribu de Leví, de la tribu de Benjamín… Por eso aquí, aunque se den saltos temporales, y se nombre a antepasados de dudosa catadura, -en qué familia no hay garbanzos negros- Mateo quiere subrayar el hecho de que Jesús es descendiente del rey David. Algo de ello ocurre entre nosotros: Fulano es de la familia de…; sus antepasados son… El Latinoamérica esto es evidente a cada paso.  Continuamente están diciendo: es de la familia de los…, procedemos de… Como si el apellido o lugar de los orígenes familiares diese más empaque y fiabilidad; bien sabemos que no. Herencia secular muy respetable; pero si tú no, no…

Mateo hace lo mismo. Hay que entroncar a Jesús en una familia real. El Mesías, como dije, no puede proceder de una familia sin cierto rango divino; había de tener cierto abolengo. Sumadas, son 42 generaciones anteriores hasta José, cuyo padre, abuelo de Jesús, se llamaba Jacob.

Lo importante es que José aceptó a María en una situación extraña, poco común y deseó rechazarla en secreto; gracias a que en sueños un ángel (soñar en la Biblia, ¡qué bien vienen!) le puso sobre aviso de quién era aquel Hijo. Recapacitó, recapituló y aceptó aquella paternidad subrogada, podríamos decir. José supo sustituir muy bien a Dios y se nos muestra, en lo poco que sabemos, como un padre amoroso y ejemplar. Hay una especie de juego trinitario, analógico, entre Dios/José, Hijo/Jesús, Espíritu/María. Los evangelios no son muy explícitos con José. No hagamos mucho caso, o ninguno, a los evangelios apócrifos (apócrifos/secretos), aunque se hayan puesto de moda.

San José, la sombra luminosa

San José, un hombre enamorado que daba seguridad y reflejos de luz a todo el pueblo. Un hombre sencillo que, ante las circunstancias tan dolorosas como misteriosas que se le presentaron, prefirió "creer, amar y perdonar" fiándose del Señor y poniéndose a su servicio dejando que condujese su vida.

San José, una antorcha que iluminaba toda relación humana y que, luchando en la oscuridad de las tinieblas, iba forjando su fe con una espera paciente en la respuesta de Dios.

San José, un hombre espiritual, un maestro de oración, que escuchaba y seguía la voluntad del Padre por encima de todo. Un hombre fiel que cuidaba a sus grandes amores: Jesús y María. Un contemplativo en la acción práctica  de cada día, enseñando con palabras y obras.

Modelo de trabajo, con una dedicación intensa haciendo extraordinarias las tareas ordinarias con una alegre ejemplaridad en el cumplimiento de su deber. San José, fue protector y adalid de la Sagrada Familia, buscando siempre la confianza y la apertura a los demás en el olvido de sí mismo, desplegándose en los pequeños detalles familiares y en las labores cotidianas.

Ejemplar educador, partía siempre de una experiencia profunda de oración que se hace vida, con un equilibrio interior, de discreción y silencio lleno del Espíritu de Dios y de entrega diaria, como una sombra que ilumina y protege. Dios actúa siempre a través de eventos y personas, y eligió al hombre prudente y sencillo como una pieza fundamental para llevar a cabo una bella historia de salvación y amor.  

Dios confió en José, el humilde carpintero, porque conocía el fondo de su ser, su valentía para afrontar el reto de formar una familia modelo, amando y respetando. En él, el silencio se vuelve obediencia porque la obediencia exige, ante todo, escucha y, San José, hace silencio para poder escuchar el querer de Dios, su voluntad de Amor. Pero, como muchas veces no es fácil discernir ese querer, incluso en el silencio, él siempre cuida de ser fiel; pues, principio es de sabiduría, que de lo que no se entiende, mejor es callar.

Dios nos ayudará a hacer que nuestra familia sea como la suya: un nuevo Nazaret.  Es allí, en su silenciosa fidelidad, donde San José se sabe en las manos de Dios y cuidado por ellas. De ahí que su fidelidad se transforme en cuidadora de todo lo que, como él, está puesto en esas manos de amor.

De este modo, San José se convierte en fiel custodio a quien se le confía

la misión de cuidar de Jesús, que como ningún otro estará puesto en las manos del Padre. El camino de San José es pues otro modo de caminar hacia la Pascua, de transitar desde el silencio. Desde un silencio obediente a lo que en el propio corazón se escucha. Desde un silencio cuidado, que se cuida y se busca con el deseo de aprender lo que la Palabra enseña en su camino. Pues cuando la Palabra con mayúscula se hace carne, la carne debe aprender a hacer un Silencio con mayúscula. 

El camino de San José es el camino de un silencio que, gustando su fidelidad, busca recrearla, oxigenarla, y hacerla nueva. Es el camino de un silencio que respeta. Que no se apresura a llenarse de juicios y pensamientos en los que el misterio del otro es un dato ya conocido. Es el camino de un silencio que no es mutismo, que no se cierra a la palabra, sino tan sólo se abstiene de ella a fin de hacerla más fecunda todavía.

Pidámosle que nos enseñe a trabajar como él: sin prisa, pero sin pausa, con ejemplaridad confiada, alegre en el cumplimiento de cada día. Gran Patriarca, cuida a nuestras familias, como lo hiciste con María y Jesús.

Sor María Pilar Cano, O.P

miércoles, 17 de marzo de 2021

En la cárcel, con su sangre, escribía oraciones y criticaba el comunismo: poetisa cristiana y mártir

Lin Zhao es una joven cristiana ejecutada por la dictadura comunista china a los 36 años, en 1968. Había sido una comunista fervorosa, pero los abusos que vio la hicieron crítica y la devolvieron al cristianismo de su infancia.

Encarcelada y torturada como opositora durante 8 años, desde la prisión escribía sus críticas con su propia sangre, a falta de tinta. También escribía poemas y oraciones y rezaba por sus perseguidores. Fue mártir de Cristo, y un ejemplo para muchos cristianos en China. Los lectores españoles pueden leer su historia en Cartas de Sangre (Editorial Encuentro), de su biógrafo, Lian Xi.  

De niña fue a una escuela cristiana

Lin Zhao nació en China el 23 de enero de 1932, durante la guerra civil entre comunistas y nacionalistas. Sus padres la llevaron a una escuela cristiana, fundada por misioneros metodistas. “Aquella escuela”, explica el autor del libro, “atraía a un importante número de familias más interesadas en las posibilidades materiales de sus hijas que en las espirituales”.

Lin Zhao recordaría años después aquella escuela como uno de los pilares más importantes en su vida, y destacó “la profundidad de emociones que despertó en mí una imagen de Nuestra Señora”. Al cabo de poco tiempo, decidió bautizarse. Pero las doctrinas comunistas no tardaron en penetrar los muros de aquella escuela cristiana.

Una comunista adolescente y fervorosa

La madre de Lin Zhao fue durante mucho tiempo una ferviente activista del comunismo, conocida incluso como “la mujer de rojo”. Sin embargo, el fuego de la revolución se fue apagando en la madre a medida que iba creciendo en la muchacha.

Lin Zhao tuvo desde la infancia una marcada vocación por el periodismo y la poesía. A la temprana edad de 15 años publicó su primer ensayo, Entre generaciones, donde criticó a la generación precedente como "un manojo de hierba podrida ocupada en ganar dinero y hacerse con tierras”. Frente a ellos, se encontraba “la juventud, cuyo deber es cambiar nuestra sociedad a otra” –la comunista–  “donde no haya corruptos, y solo haya una sociedad generosa y personas de buen corazón”.

Con 17 años, Lin ya era miembro del Partido Comunista, y comenzó sus estudios en la Escuela Vocacional de Periodismo, que le convertiría en una de las más destacadas periodistas de la China Comunista.

Con 18 años, instigaba juicios y ejecuciones

A los 18 años, en 1950, con cargos políticos y periodísticos, se unió como voluntaria a los equipos encargados de implantar la Reforma Agraria. 

En una carta escrita en 1951, relató que durante la ejecución de una docena de personas, “puse de mi parte para que fuera su fin, desde recopilar la documentación hasta organizar el juicio público. Miré a todos los ejecutados uno a uno, especialmente a un vil tirano. Al ver que había perecido de aquel modo”, cuenta Lin, “me llené del mismo orgullo y júbilo que aquellos que habían sufrido su explotación en sus propias carnes”.

Pero a medida que ocupaba más cargos de relevancia en periódicos y organizaciones Lin percibía cada vez más la corrupción del Partido. Al principio, pensaba que se debía a "hombres débiles" que no vivían "el verdadero comunismo". 

En el ambiente universitario de 1955 surgió un movimiento universitario pidiendo la apertura a ciertos derechos democráticos como la libertad de expresión. Lin se sumó a esa corriente. La respuesta del gobierno no se hizo esperar, y Mao dio comienzo a la "Campaña Antiderechista": durante años, miles de intelectuales fueron purgados del partido, encarcelados y ejecutados.

El retorno a la fe... y la crítica al Partido

A finales de los años 50, Lin entabló una relación con el que pronto sería su prometido, Gan Cui, al tiempo que retomaba la fe cristiana de su infancia. Esto motivó su ruptura definitiva con el Partido y el comunismo, que plasmó en su poema Gaviota, comenzando así una cruzada personal contra el Partido. Pocos meses después todos los relacionados con el diario fueron detenidos y encarcelados.

“Desde el mismo día de mi arresto me he presentado ante esos comunistas como un miembro de la resistencia”, escribió ella, “defendiendo a cara descubierta la libertad frente al comunismo y la tiranía”.

Una resistencia basada en su fe cristiana

“El cristianismo se convirtió en la piedra angular de la rebelión de Lin Zhao contra el régimen del Partido Comunista”, relata Lian Xi. “Se convenció de que la resistencia que ofrecía frente a aquel `demoníaco partido político´ era una misión divina que ninguna tortura podría parar”.

Desde 1968, Lin Zhao abrazó los barrotes de varias cárceles, pero el trato en todas ellas fue similar. “Las palizas eran comunes, y cuando era necesario, se las encargaban a otros reclusos que querían ganarse el favor de los guardias. Una de las guardias era particularmente agresiva, y perdí la cuenta de cuanto pelo me arrancó”, escribió.

Solo protestó por ello una vez. “Todo el que está siendo atacado puede ejercer el derecho a la autodefensa”, respondían las autoridades de la cárcel. Pero ella estaba esposada.

Palizas diarias, frío, hambre y tuberculosis

“Me torturaban continuamente en una infinidad de crueles modos distintos. Me vuelve loca el solo pensar en ello. Dios mío”, escribió, “¿qué clase de mundo es este?”.

Durante años, pasó inviernos sin mantas o ropa de abrigo, con lo justo de comida para no morir, pero febril y pálida por su escasez. A ello se unía una agresiva tuberculosis que le debilitaba. Las palizas eran diarias y, por último, la aislaron del resto de internos. Una y otra vez, sus captores le invitaban a ceder, a aceptar el comunismo y a renunciar a sus creencias. Lejos de ceder, Lin se aferró cada vez más a su lucha contra el régimen y a su fe cristiana.

“De no haber abrazado el soplo del Espíritu de Cristo, habría tenido mil motivos para clamar una sangrienta venganza contra el Partido Comunista”, escribió.

Rezaba por Mao y su conversión al Padre Celestial

“Recé por el alma de Mao y su conversión. Soy cristiana, después de todo. El Padre Celestial, por su puro amor misericordioso, siempre le facilitaría una salida, pero de él dependía tomarla o no”, escribió.

“Soy cristiana, y mi interés político no reside en pedir su cabeza. A lo mejor el cielo le concede el perdón. En cualquier caso, como soldado de Cristo, tengo que seguir la voluntad del Padre Celestial, y lo que Él pide no es su insignificante cabeza”.

La tuberculosis iba minando su salud, pero no su voluntad, y su fe crecía por momentos. Cuando le fueron a administrar la medicación, se negó. “Como cristiana, mi vida pertenece a Dios, y estoy dispuesta a recibir medicamentos de manos de los misioneros que me bautizaron, pero no de los funcionarios del partido”.

Las cartas de sangre

En octubre de 1967 las autoridades le prohibieron recibir visitas de su familia, y decidió que la lucha contra el régimen continuaría con su propia sangre.

Aquel año, Lin comenzó a extraerse sangre de los brazos con la que escribió cientos de miles de palabras, componiendo cartas, notas, poemas y diarios en los que expresaba la importancia de la fe y escribía contra el gobierno. Durante 5 meses, redactó 137 páginas.

Nadie en China había osado mostrar semejante oposición al gobierno. Las autoridades no podían permitirse continuase su cruzada, y Lin comenzó a comprender la naturaleza de su encarcelamiento.

Condenada por la política, pero también por su fe

“Quiero aprender a someterme a la voluntad del Señor, y entregarle todos mis sufrimientos, mis esperanzas y mis sueños para que mi corazón y mi alma se conviertan en un templo sagrado en el que alabe al Señor”, escribió en una de las cartas a su madre. “Si es Su voluntad que muera como mártir, obedeceré de buen grado!”.

No tendría que esperar mucho. Acusaban a Lin como la principal implicada en la Banda Contrarrevolucionaria de las Juventudes Libres de China, de rumores y de conspiración contra el gobierno. Delitos que, en la mayoría de los casos, se pagaban con la muerte.  

El 16 de abril de 1968, el Comité de Control Militar aprobó su sentencia de muerte. “La criminal contrarrevolucionaria Lin se ha negado a declararse culpable e hizo alarde de una actitud extremadamente despreciable”, rezaba el veredicto del Comité. “La sentencia de muerte ha de ejecutarse de inmediato”.

Pesaba menos de 30 kilos cuando la ejecutaron

La reclusa llegó al patíbulo desde el hospital, donde la habían llevado tras toser y escupir una ingente cantidad de sangre en unos de los brotes provocados por la tuberculosis. Pálida, enferma, débil y sin sangre, el doctor afirmó que no pesaba más de 30 kilos cuando se dirigía a cumplir su condena.

Lin Zhao fue ejecutada el mismo día de la sentencia. “Albergaba desde hace mucho tiempo la esperanza de transformar mi corazón más puro y mi joven sangre en un signo de exclamación dentro de la épica de luchar por la liberación de la humanidad”. “Las personas encuentran la felicidad en la vida de forma natural… ¡yo solo la encuentro en la muerte!”, escribió. “¡Lin Zhao no ve en el campo de ejecución otra cosa más que su lugar final de reposo!”.

Su historia y el libro Cartas de Sangre ha inspirado el estreno en 2020 de la película de la directora Yueh Liu "Five-Cent Life", que destaca el papel de la fe en su vida. A causa de la directora Yueh Liu "Five-Cent Life", que destaca el papel de la fe en su vida. A causa de la pandemia, su estreno está siendo muy escalonado y todavía no está disponible en español.