martes, 31 de octubre de 2017

Decálogos para el día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos

El 1 de noviembre es la solemnidad litúrgica de Todos los Santos.. Se trata de una popular y bien sentida fiesta cristiana, que al evocar a quienes nos han precedido en el camino de la fe y de la vida, gozan ya de la eterna bienaventuranza, son ya -por así decirlo- ciudadanos de pleno derecho del cielo, la patria común de toda la humanidad de todos los tiempos.

1.- El día de Todos los Santos cuenta un milenio de popular y sentida historia y tradición en la vida de la Iglesia. Fueron los monjes benedictinos de Cluny quienes expandieron esta festividad,

2.- En este día celebramos a todos aquellos cristianos que ya gozan de la visión de Dios, que ya están en el cielo, hayan sido o no declarados santos o beatos por la Iglesia. De ahí, su nombre: el día de Todos los Santos.

3.-  Santo es aquel cristiano que, concluida su existencia terrena, está ya en la presencia de Dios, ha recibido –con palabras de San Pablo- “la corona de la gloria que no se marchita”.

4.- El santo, los santos son siempre reflejos de la gloria y de la santidad de Dios. Son modelos para la vida de los cristianos e intercesores de modo que a los santos se pide su ayuda y su intercesión. Son así dignos y merecedores de culto de veneración.

5.- El día de Todos los Santos incluye en su celebración y contenido a los santos populares y conocidos, extraordinarios cristianos a quienes la Iglesia dedica en especial un día al año.

6.- Pero el día de Todos los Santos es, sobre todo, el día de los santos anónimos, tantos de ellos miembros de nuestras familias, lugares y comunidades.

7.- El día de Todos los Santos es igualmente una oportunidad para recordar la llamada universal a la santidad presente en todos los cristianos desde el bautismo. Es ocasión para hacer realidad en nosotros la llamada del Señor a que seamos perfectos- santos- como Dios, nuestro Padre celestial, es perfecto, es santo.

Se trata de una llamada apremiante a que vivamos todos nuestra vocación a la santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio. En este tema insistió mucho el Concilio Vaticano II. El capítulo V de su Constitución dogmática “Lumen Gentium” lleva por título “Universal vocación a la santidad en la Iglesia”.

Y es que la santidad no es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es el destino de todos, como fue, como lo ha sido para esa multitud de santos anónimos a quienes hoy celebramos.

8.- La santidad cristiana consiste en vivir y cumplir los mandamientos.  “El santo no es un ángel, es hombre en carne y hueso que sabe levantarse y volver a caminar. El santo no se olvida del llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo es el que vive su fe con alegría y lucha cada día pues vive para amar”. (Canción de Cesáreo Gabaraín).

”El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad, y  que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo”. (Benedicto XVI)

9.- La santidad se gana, se logra, se consigue, con la ayuda de la gracia, en tierra, en el quehacer y el compromiso de cada día, en el amor, en el servicio y en el perdón cotidianos. “El afán de cada día labra y vislumbra el rostro de la eternidad”, escribió certera y hermosamente Karl Rhaner. El cielo, sí, no puede esperar. Pero el cielo –la santidad- solo se gana en la tierra.

10.- Por fin, el día de Todos los Santos nos habla de que la vida humana no termina con la muerte sino que abre a la luminosa vida de eternidad con Dios. El día de Todos los Santos es la catequesis y celebración de los misterios de nuestra fe relativos al final de la vida, los llamados “novísimos”: muerte, juicio, eternidad.

Y por ello, al día siguiente a la fiesta de Todos los Santos,  el 2 de noviembre, celebramos, conmemoramos a los difuntos. Es día de oración y de recuerdo hacia ellos. Es día para saber vivir la vida según el plan de Dios. Es día, como el día, en el que la piedad de nuestro pueblo fiel visita los cementerios. Todo el mes de noviembre está dedicado especialmente a los difuntos y a las ánimas del Purgatorio.

El decálogo del día de los difuntos (2 de noviembre)

Recuerdo, oración, gratitud, esperanza y sabiduría son las claves para vivir cristianamente esta jornada

El 2 de noviembre es el día de la conmemoración de los fieles difuntos. Nuestros cementerios y, sobre todo, nuestro recuerdo y nuestro corazón se llenan de la memoria, de la oración ofrenda agradecidas y emocionadas a nuestros familiares y amigos difuntos.

1.- El origen y expansión de esta conmemoración litúrgica es obra, al igual que sucede con la solemnidad del día de Todos los Santos, del celo y de la intuición pastoral de los monjes benedictinos de Cluny hace un milenio.

2.- La conmemoración litúrgica de los fieles difuntos es complementaria de la solemnidad de Todos los Santos. Nuestro destino, una vez atravesados con y por la gracia de Dios los caminos de la santidad, es el cielo, la vida para siempre. Y su inexcusable puerta es la desaparición física y terrena, la muerte.

3.- La muerte es, sin duda, alguna la realidad más dolorosa, más misteriosa y, a la vez, más insoslayable de la condición humana. Como afirmara un célebre filósofo alemán del siglo XX, “el hombre es un ser para la muerte”.  En la antigüedad clásica, los epicúreos habían acuñado otra frase similar: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”.

4.- Sin embargo, desde la fe cristiana, el fatalismo y pesimismo de esta afirmación existencialista y real del filósofo Martin Heidegger y de la máxima epicúrea, se iluminan y se llenan de sentido. Dios, al encarnarse en Jesucristo, no sólo ha asumido la muerte como etapa necesaria de la existencia humana, sino que la ha transcendido, la ha vencido. Ha dado la respuesta que esperaban y siguen esperando los siglos y la humanidad entera a la nuestra condición pasajera y caduca.

La muerte es dolorosa, sí, pero ya no es final del camino. No vivimos para morir, sino que la muerte es la llave de la vida eterna, el clamor más profundo y definitivo del hombre de todas las épocas, que lleva en lo más profundo de su corazón el anhelo de la inmortalidad.

5.- En el Evangelio y en todo el Nuevo Testamento, encontramos la luz y la respuesta a la muerte. Como el testimonio mismo de Jesucristo, muerto y resucitado por y para nosotros. Como el testimonio de los milagros que Jesús hizo devolviendo a la vida a algunas personas.

6.- Las vidas de los santos –de todos los santos: los conocidos y los anónimos, nuestros santos de los altares y del pueblo- y su presencia tan viva y tan real entre nosotros, a pesar de haber fallecido, corroboran este dogma central del cristianismo que es la resurrección de la carne y la vida del mundo futuro, a imagen de Jesucristo, muerto y resucitado.

7.- Por ello, el día de los Difuntos es ocasión para reflexionar sobre la vida, para hallar, siquiera en el corazón, su verdadera sabiduría y sentido, que son la sabiduría y el sentido del Dios que nos ama y nos salva y cuya gloria es la Vida del hombre.

8.- El día de los Difuntos es igualmente tiempo para recordar –volver a traer al corazón- la memoria de los difuntos de cada uno, de cada persona, de cada familia, y para dar gracias a Dios por ellos. Así comprobaremos cómo todavía viven, de algún modo, en nosotros mismos; para comprobar, que somos lo que somos gracias, en alguna medida, a ellos; que ellos interceden desde el cielo  por nosotros y cómo tienen aún tanto que enseñarnos y ayudarnos.

9.- Por eso también, el día de los Difuntos es ocasión asimismo para rezar por difuntos. Escribía hace más de medio siglo el Papa Pío XII: “Oh misterio insondable que la salvación de unos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de otros”. La Palabra de Dios, ya desde el Antiguo Testamento, nos recuerda que “es bueno y necesario rezar por los difuntos para que encuentren su descanso eterno”.

10.- El día de los Difuntos es además una nueva y plástica catequesis sobre los llamados “novísimos”: muerte, juicio y eternidad. Nos recuerda el estadio intermedio a la gloria, al cielo: el purgatorio, y la necesidad de rezar por nuestros hermanos (“las ánimas del purgatorio”) allí presentes para que pronto purguen sus deficiencias y pasan al gozo eterno de la visión de Dios.

Meses antes de fallecer, en junio de 1991, ya muy visitado por la hermana enfermedad, el periodista, sacerdote, escritor y poeta José Luis Martín Descalzo, escribió, con jirones de su propio cuerpo y de su propia alma, estos versos bellísimos y tan cristianos sobre la muerte:

“Morir sólo es morir. Morir se acaba.

Morir es una hoguera fugitiva.

Es cruzar una puerta a la deriva


y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas,

ver al Amor sin enigmas ni espejos;

descansar y vivir en la ternura;

tener la paz , la luz, la casa juntas

y hallar, dejando los dolores lejos,

la Noche-luz tras tanta noche oscura”.



Jesús de las Heras Muela

lunes, 30 de octubre de 2017

La Confederación Española de Institutos Seculares, nuevo miembro de Enlázate por la Justicia

«La mayoría de los miembros de los institutos seculares son laicos que viven en el mundo bajo los votos de pobreza, castidad y obediencia. Y ese modo de estar en la sociedad veíamos que entroncaba muy bien con el espíritu de Enlázate por la Justicia», explica a Alfa y Omega Lucio Arnaiz, miembro de la Comisión Permanente de la CEDIS
La iniciativa Enlázate por la Justicia, orientada a dar voz a un modelo alternativo de desarrollo en el que las personas empobrecidas sean las protagonistas, tiene un nuevo miembro.

Hasta ahora la red estaba integrada por Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y Redes y ahora, a todos ellos, se les ha sumado la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS), entidad que mantiene una estrecha vinculación con la Conferencia Episcopal Española (CEE) y que integra a todos los institutos seculares erigidos o establecidos en España.

«Es un discernimiento que hemos venido haciendo en los últimos años. La mayoría de los miembros de los institutos seculares son laicos que viven en el mundo bajo los votos de pobreza, castidad y obediencia. Y ese modo de estar en la sociedad veíamos que entroncaba muy bien con el espíritu de Enlázate por la Justicia, en la que están muy claras las consecuencias sociales de la fe», explica a Alfa y Omega Lucio Arnaiz, responsable en España de la Asociación de Sacerdotes del Prado y miembro de la Comisión Permanente de la CEDIS.

El ingreso se fraguó concretamente en la asamblea de la Confederación de Instituto Seculares del mes de junio. «Primero lo votamos nosotros y se aprobó. Posteriormente se solicitó el ingreso y Enlázate por la Justicia lo aceptó». Desde entonces, a pesar de que la noticia se ha dado a conocer este lunes 30 de octubre, CEDIS ya está participando en las reuniones de la red.

Primeros pasos

Para Arnaiz, que la CEDIS se haya sumado a la red de trabajo es algo muy positivo, aunque «estamos solo ante unos primeros pasos juntos». Por ello, invita a «ser humildes. Acabamos de llegar a una iniciativa que ya está en marcha». De momento, se conforma con «estar presentes, lo que ya supone un mensaje claro de cómo queremos que sea nuestra presencia en el mundo». Poco a poco, añade, «se podrán ir aportando cosas desde nuestro punto de vista».

La Confederación cuenta con un miembro –el propio Lucio Arnaiz– en lo que se conoce como el equipo motor de Enlázate por la Justicia. Asimismo, también está previsto que otros miembros de la CEDIS entren a formar parte de las distintas comisiones de trabajo.

Bucear en la tradición espiritual

Al entrar a formar parte de Enlázate por la Justicia, la CEDIS también participa de la campaña Si cuidas el planeta, combates la pobreza, que ha propuesto para los dos últimos meses del año centrarse en el punto octavo de su decálogo verde. En él, invitan a «bucear en la propia tradición espiritual».

Las distintas entidades de la red, a las que ahora se ha sumado CEDIS, quieren, en esta ocasión, «enfatizar una conexión entre la importancia de conocer y vivir de modo coherente nuestra propia tradición espiritual, y el cuidado de las personas más frágiles, además del propio planeta, afectado de una dramática vulnerabilidad».

En este sentido, Enlázate por la Justicia quiere recordar la «importancia de un encuentro personal con Jesús de Nazaret», «centro de esa tradición espiritual».

José Calderero de Aldecoa

domingo, 29 de octubre de 2017

ÁNGELUS PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!

En este domingo, la liturgia nos presenta una breve, pero muy importante, obra evangélica (ver Mt 22 : 34-40). . El evangelista Matteo dice que los fariseos se reúnen para poner a prueba a Jesús Uno de ellos, un doctor de la ley, hecho esta pregunta: "Maestro, en la ley, ¿cuál es el mandamiento más grande?" (V. 36). Es una pregunta insidiosa, porque se mencionan más de seiscientos preceptos en la Ley de Moisés. ¿Cómo distinguir, entre todos estos, el gran mandamiento ? Pero Jesús no duda y responde: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente". Y agrega: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (v. 37.39).

La respuesta de este Jesús no es evidente, ya que, entre los muchos preceptos de la ley judía, los más importantes fueron los Diez Mandamientos, comunicadas directamente de Dios a Moisés, ya que las condiciones del pacto con el pueblo. Pero Jesús quiere dejar en claro que sin amor a Dios y al prójimo no hay una verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor. Se pueden hacer muchas cosas buenas, tomar muchos preceptos, así que muchas cosas buenas, pero si no lo amas, esto no es necesario.

Esto es confirmado por otro texto del libro del Éxodo, llamado "Código de la Alianza", que dice que no se puede estar en la Alianza con el Señor y maltratar a los que disfrutan de su protección. ¿Y quiénes son estos que disfrutan su protección? La Biblia dice: la viuda, el huérfano y el extranjero, el inmigrante, es decir, personas más solos y desamparados (cf. Ex 22.20 a 21). En respuesta a esos fariseos que habían cuestionado Jesús también trata de ayudarles a poner orden en su religión, para restaurar lo que es realmente importante y lo que es menos importante. Jesús dice: "De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas" ( Mt.22:40). Ellos son los más importantes, y otros dependen de estos dos. Y Jesús vivió su vida tan bien: predicando y operando lo que realmente importa y es esencial, es decir, el amor. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de la fe: sin amor, tanto la vida como la fe permanecen estériles.

Lo que Jesús propone en esta página evangélica es un ideal maravilloso que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón. De hecho, hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es Amor, nos ha creado para hacernos parte de su vida, ser amados y amarlo, y amar con Él a todas las demás personas. Este es el "sueño" de Dios para el hombre. Y para lograrlo necesitamos su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús nos ofrece en la Eucaristía precisamente para esto. En él recibimos a Jesús en la declaración de su amor, cuando se ha ofrecido al Padre para nuestra salvación.

La Santísima Virgen nos ayuda a recibir en nuestras vidas el "gran mandamiento" del amor de Dios y del prójimo. De hecho, incluso si lo conocemos desde que éramos niños, nunca terminaremos convirtiéndonos a él y poniéndolo en práctica en las diferentes situaciones en las que nos encontramos.

Después del Angelus

Queridos hermanos y hermanas:

ayer en Caxias do Sul, Brasil, fue proclamado Beato Juan Schiavo, sacerdote de Giuseppini del Murialdo. Nacido en las colinas de Vicenza al comienzo del '900, fue enviado a un joven sacerdote en Brasil, donde trabajó con celo al servicio del pueblo de Dios y la formación de los religiosos y religiosas. Su ejemplo nos ayuda a vivir plenamente en nuestra adhesión a Cristo y al Evangelio.

Saludo con afecto a todos ustedes, y los peregrinos italianos de varios países, en particular los de Ballygawley (Irlanda), Salzburgo (Austria) y la región de Traunstein y Berchtesgaden (Alemania). Saludo a los participantes en la Conferencia de Institutos Seculares Italianos, que animo en su testimonio del Evangelio en el mundo; y la Asociación de donantes de sangre Fidas de Orta Nova (Foggia). ¡Veo que hay colombianos allí!

Saludo a la comunidad togolesa en Italia, así como a la venezolana con la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la "Chinita". ¡A la Virgen María confiamos las esperanzas y las expectativas legítimas de estas dos naciones!

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no te olvides de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

“Persona y comunidad son los fundamentos de Europa” PAPA FRANCISCO

Eminencias, Excelencias, Distinguidas autoridades, 

Señoras y Señores,

Me complace participar en este momento en el que concluye el diálogo (RE)Thinking Europe. Una contribución cristiana al futuro del proyecto europeo, promovido por las Comisiones Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE). Saludo particularmente al Presidente, su Eminencia el Cardenal Reinhard Marx, así como al  Honorable Antonio Tajani, Presidente del Parlamento Europeo, y les agradezco las amables palabras que me acaban de dirigir. Me gustaría expresar a cada uno de vosotros un gran aprecio por la gran cantidad de personas que han intervenido durante este importante círculo de discusión.

El Diálogo de estos días ha brindado la oportunidad de reflexionar ampliamente sobre el futuro de Europa desde diferentes ángulos, gracias a la presencia entre ustedes de diversas personalidades eclesiales, políticas, académicas o simplemente provenientes de la sociedad civil. Los jóvenes han podido proponer sus expectativas y sus esperanzas, en confrontación con sus mayores, que a su vez, han tenido la ocasión de ofrecer su rico equipaje de reflexiones y experiencias. Es significativo que este encuentro haya querido ser ante todo un diálogo en el espíritu de una discusión libre y abierta, permitiendo enriquecerse recíprocamente y de aclarar el camino del futuro de Europa, es decir el camino que todos juntos, estamos llamados a recorrer para superar la crisis que atravesamos y para afrontar los desafíos que nos esperan.

Hablar de una contribución cristiana en el futuro del continente significa primero y ante todo interrogarse sobre nuestro papel  como cristianos hoy, sobre estas magníficas tierras modeladas a lo largo de los siglos por la fe. ¿Cuál es nuestra responsabilidad en un momento en el que el rostro de Europa se caracteriza cada vez más por una pluralidad de culturas y de religiones, mientras que para muchos, el cristianismo es percibido como un elemento del pasado, lejano y extraño?.

Persona y comunidad

Al declive de la civilización antigua, mientras que el esplendor de Roma se convirtió en ruinas que podemos admirar hoy todavía en la ciudad, mientras que nuevos pueblos ejercían una presión en las fronteras del antiguo Imperio, un joven ha hecho resonar la voz del Salmista: “¿Quién ama la vida y desea los días donde el verá la felicidad?” (Benito, Regla, Prólogo, 14 Cf. Salmo 33,13). Proponiendo esta interrogación en el Prólogo de su Regla, San Benito ha sometido a la atención de sus contemporáneos y a la nuestra una concepción del hombre radicalmente diferente del que había caracterizado el clasicismo greco romano, y más diferente todavía a la violencia que había caracterizado las invasiones bárbaras. El hombre ya no es simplemente un civis, un ciudadano dotado de privilegios a consumir en la ociosidad; ya no es un miles, servidor combatiendo del poder reinante; sobre todo, el ya no es un servus, objeto de cambio desprovisto de libertad destinado únicamente al trabajo y al laboreo.

San Benito no mira la condición social, ni la riqueza, ni el poder que tenemos. Apela a la naturaleza común del ser humano, que, sea cual sea su condición, ama la vida y desea días felices. Para Benito no hay roles, hay personas. Nombres, no adjetivos. He aquí uno de los valores fundamentales que el cristianismo ha aportado: el sentido de la persona, creada a imagen de Dios. A partir de este principio, se construirán los monasterios, que se convertirán al mismo tiempo en cuna del renacimiento humano, cultural, religioso y también económico de continente.

La primera y puede ser la mayor contribución que los cristianos pueden ofrecer a la Europa de hoy, es la de recordarle, que no es un conjunto de números o de instituciones, sino que está hecho de personas. Lamentablemente observamos como a menudo cualquier debate se reduce fácilmente a una discusión de números. No hay ciudadanos, hay votos. No hay migrantes, hay cuotas. No hay trabajadores, hay indicadores económicos. No hay pobres, hay umbrales de pobreza. El carácter concreto de la persona humana se reduce a un principio abstracto, más cómodo y más suave. Entendemos el motivo: las personas tienen rostro, nos obligan a una responsabilidad real, activa “personal”; las cifras nos ocupan con razonamientos, cierto útiles e importantes, pero siempre serán sin alma. Nos ofrece la excusa para la desconexión porque nunca tocan en la carne.

Reconocer que el otro es sobre todo una persona significa valorar lo que me une a él. El hecho de ser personas nos une a los otros, nos hace ser comunidad. Entonces, la segunda contribución que los cristianos pueden ofrecer al futuro de Europa es el redescubrimiento del sentido de pertenencia a una comunidad. No es una casualidad si los padres fundadores del proyecto europeo han escogido precisamente esta palabra para identificar el nuevo sujeto político que se constituyó. La comunidad es el mayor antídoto contra los individualismos que caracterizan nuestro tiempo, contra esta tendencia, ahora extendida en occidente, de considerar y vivir en soledad. Se comprende mal el concepto de libertad, interpretándolo casi como si se tratara del deber de estar solos, liberados de todos los lazos y como consecuencia hemos construido una sociedad desarraigada, privada del sentido de pertenencia y de herencia.

Los cristianos reconocen que su identidad es primeramente relacional. Están insertados como miembros de un cuerpo, la Iglesia (cf.1 Co 12,12), en la cual cada uno, con su propia identidad y particularidad, participa libremente en la edificación común. De manera análoga, esta unión se encuentra también en el dominio de las relaciones interpersonales y de la sociedad civil. Delante del otro, cada uno descubre sus cualidades y sus defectos; sus puntos fuertes y sus debilidades: en otros términos, descubre su rostro, comprendida su identidad.

La familia, en tanto que primera comunidad, permanece siendo el lugar fundamental de este descubrimiento. La diversidad es exaltada y al mismo tiempo se comprende en la unidad. La familia es la unión armoniosa de las diferencias entre el hombre y la mujer, que es tanto más auténtica y profunda como procreadora, capaz de abrirse a la vida y a los otros. Del mismo modo, una comunidad civil es viva si sabe estar abierta si sabe acoger la diversidad y los talentos de cada uno y al mismo tiempo si sabe engendrar nuevas vidas, lo mismo que el desarrollo, el trabajo y la innovación de la cultura.

Persona y comunidad son, por lo tanto, los fundamentos de Europa que, como cristianos, queremos y podemos contribuir a construir. Las piedras de este edificio se llaman: diálogo, inclusión, solidaridad, desarrollo y paz.

Un lugar de diálogo

Hoy toda Europa, desde el Atlántico hasta los Urales, del Polo Norte al mar Mediterráneo, no puede perder la oportunidad de ser ante todo un lugar de diálogo, a la vez sincero y constructivo, en el cuál todos los protagonistas tienen una misma dignidad. Estamos llamados a edificar una Europa donde podamos encontrarnos e intercambiar a todos los niveles, en cierto sentido como lo era el ágora antiguo. De hecho tal era el lugar de la polis. No únicamente un espacio de intercambio económico, sino el corazón neurálgico de la política, sede donde se elaboraban las leyes para bienestar de todos; lugar donde se enfrentaba al templo de manera que la dimensión horizontal de la vida cotidiana no faltara nunca la respiración trascendente que hace mirar más allá de lo que es efímero, pasajero y provisional.

Esto lleva a tomar en cuenta el papel positivo y constructivo de la religión en general en la edificación de la sociedad. Pienso por ejemplo a la contribución del diálogo interreligioso para favorecer el conocimiento recíproco entre cristianos y musulmanes en Europa. Por desgracia un cierto prejuicio laicista, todavía en voga, no es capaz de percibir el valor positivo para la sociedad del papel público y objetivo de la religión, prefiriendo relegarla a una esfera puramente privada y sentimental. Se instaura así el predominio de un cierto pensamiento único (La dittatura del pensiero único. Meditazione mattutina nella cappella della Domus Sanctae Marthae, 10 de abril de 2014), bastante extendida en todas las reuniones internacionales, que ve en la afirmación de una identidad religiosa un peligro en si misma y para su propia hegemonía, finalizando así por favorecer una oposición artificial entre el derecho y la libertad religiosa y de otros derechos fundamentales.

Favorecer el diálogo – todo diálogo -, es una responsabilidad fundamental de la política, y, por desgracia, observamos muy a menudo como se transforma más bien en lugar de enfrentamientos entre dos fuerzas opuestas. La voz del diálogo es reemplazada por los gritos de las reivindicaciones. En muchos lugares  se tiene el sentimiento de que el bien común ya no es el objetivo principal a alcanzar y muchos ciudadanos perciben este desinterés. Así encuentran un terreno fértil, en muchos países las formaciones extremistas  y populistas que hacen de la protesta el corazón de su mensaje  político, sin ofrecer la alternativa de un proyecto político constructivo. El diálogo es reemplazado o por una oposición estéril, que puede incluso poner en peligro la convivencia civil, o bien por una hegemonía del poder político que aprisiona e impide una verdadera vida democrática. En un caso, se destruyen los puentes y en el otro, se construyen muros.

Los cristianos están llamados a favorecer el diálogo político, especialmente allí donde está amenazado y donde la confrontación parece prevalecer. Los cristianos están llamados a restaurar la dignidad a la política, entendida como el mayor servicio al bien común y no como una carga de poder. Esto requiere también una formación adecuada, porque la política no es “el arte de la improvisación”, sino más bien una alta expresión de abnegación y de dedicación personal en favor de la comunidad. Ser dirigente exige estudios, preparación y experiencia.

Un dominio inclusivo

Una de las responsabilidades comunes de los dirigentes, es la de favorecer una Europa que sea una comunidad inclusiva, liberada de una mala comprensión de fondo: inclusión no es sinónimo de aplanamiento indiferenciado. Al contrario, es  auténticamente inclusivo cuando se sabe valorar las diferencias, asumiéndolas como patrimonio común y enriqueciéndolas. En esta perspectiva, los migrantes son un recurso en lugar de un peso. Los cristianos están llamados a meditar seriamente la afirmación de Jesús: “Era extranjero, y me acogiste” (Mt 25, 35). Sobre todo ante el drama de los desplazados y de los refugiados, no podemos olvidar el hecho que estamos delante de personas, que no puedes ser elegidas o rechazadas según la buena voluntad, siguiendo las lógicas políticas, económicas, incluso religiosas.

Sin embargo no está en oposición con el derecho de cada autoridad a manejar el tema de la migración “con la virtud propia del gobierno, es decir la prudencia” (Conferencia de prensa sobre el vuelo de regreso de Colombia, 10 de septiembre de 2017, L´Obsservatore Romano, ed. En lengua francesa, n. 38, jueves 21 de septiembre  de 2017, p. 13), que debe tener en cuenta tanto la necesidad de tener un corazón abierto como la posibilidad de integrar plenamente, a nivel social, económico y político, a aquellos que llegan al país. No podemos pensar que el fenómeno migratorio sea un proceso sin discernimiento y sin reglas, pero tampoco podemos erigir muros de indiferencia o de miedo. Por su parte, los propios migrantes no deben descuidar el grave deber de conocer, de respetar y de asimilar también la cultura lo mismo que las tradiciones de la nación que los acoge.

Un espacio de solidaridad

Trabajar para una comunidad inclusiva significa edificar un espacio de solidaridad. Ser una comunidad implica, en efecto, que nos sostenemos mutuamente y por lo tanto no puede haber solo algunos que llevan el peso  y hacen sacrificios extraordinarios, mientras que los otros permanecen refugiados en la defensa de posiciones privilegiadas. Una Unión Europea que, afrontando sus crisis, no redescubra el sentido de ser una única comunidad que se sostiene y se ayuda –  y no un conjunto de pequeños grupos de interés – perdería no solo uno de los retos más importantes de su historia, sino también una de las mayores oportunidades para su futuro.

La solidaridad, que en la perspectiva cristiana encuentra su razón de ser en el precepto del amor (cf. Mt 22, 37-40), solo puede ser la savia vital de una comunidad viva y madura. Con el otro principio cardinal de subsidiariedad, no se trata solo de las relaciones con los estados y las Regiones de Europa. Ser una comunidad solidaria significa  tener la solicitud por los más débiles de la sociedad, hacia los pobres, hacia todos aquellos que son rechazados por los sistemas económicos y sociales, a comenzar por las personas mayores y por los parados. Pero la solidaridad exige igualmente que se recupere la colaboración y el apoyo recíproco entre las generaciones.

Desde los años sesenta del siglo pasado, asistimos a un conflicto  de generaciones sin precedentes. Al transmitir a las nuevas generaciones los ideales que han hecho grande a Europa, podemos decir de manera hiperbólica que a la tradición se ha preferido la traición. Al rechazar lo que provenía de los padres ha logrado así el momento de una esterilidad dramática. No solo porque en Europa se hacen pocos niños – nuestro invierno demográfico – y que los que han sido privados del derecho a nacer son muy numerosos, sino también porque nos descubrimos incapaces de transmitir a los jóvenes los instrumentos materiales y culturales para afrontar el futuro. Europa vive una clase de déficit de memoria. Volver a ser una comunidad solidaria significa volver a redescubrir el valor de su propio pasado, para enriquecer el presente y transmitir a la posteridad un futuro de esperanza.

Muchos de los jóvenes se encuentran al contrario desamparados de cara a la ausencia de raíces y de perspectivas, están desarraigados  “sacudidos y meneados a la deriva por todas las corrientes de ideas” (Ef. 4, 14); a veces igualmente “prisioneros” de adultos posesivos que tienen dificultades para asumir sus deberes. Es grave, la tarea de educar no solamente ofreciendo un conjunto de conocimientos técnicos y científicos, sino sobre todo actuando “para promover la persona humana en su perfección, lo mismo que para asegurar el bien de la sociedad terrestre  y la construcción de un mundo siempre más humano” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decl. Gravissimum educationis, 28 de octubre  de 1965, n. 3). Esto exige el compromiso de toda la sociedad. La educación es una tarea común, que demanda la participación activa concomitante de los padres, de la escuela y de las universidades, de las instituciones religiosas y de la sociedad civil. Sin educación, la cultura no se forma y el tejido vital de las comunidades se reseca.

Una fuente de desarrollo 

La Europa que se redescubre comunidad será seguramente una fuente de desarrollo para ella misma y para el mundo entero. Desarrollo se entiende en el sentido que el Beato Pablo VI ha dado a esta palabra: “Para ser auténtico, debe de ser integral, es decir promover todo hombre y todo el hombre. Como lo ha subrayado fuertemente un eminente experto: “No aceptamos separar lo económico de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones donde se inscribe. Lo que cuenta para nosotros, es el hombre, cada hombre, cada grupo de hombres, hasta la humanidad entera” “Pablo VI, Carta. Enc.Populorum progessio, 26 de marzo de 1967, n. 14).

Ciertamente, el trabajo, que es un factor esencial para la dignidad y la maduración de la persona, contribuye al desarrollo del hombre. Requiere trabajo y debe tener condiciones adecuadas de trabajo. A lo largo del siglo pasado, no han faltado ejemplos elocuentes de emprendedores cristianos que han comprendido cómo el éxito de sus iniciativas dependía sobre todo de la posibilidad de ofrecer oportunidades de empleo  y de condiciones dignas de trabajo. Es necesario volver a partir del espíritu de estas iniciativas, que son también el mejor antídoto contra los desequilibrios provocados por una globalización sin alma, una globalización “esférica”, que, está más atenta al provecho que a las persona, ha creado bolsas difusas de pobreza, de paro, de explotación y de malestar social.

Será oportuno redescubrir igualmente la necesidad del carácter concreto del trabajo, sobre todo para los jóvenes. Hoy muchos tienden a huir de los trabajos en los sectores antes cruciales, considerados como penosos y poco remunerados, olvidando que estos son indispensables en el desarrollo humano. ¿Qué seríamos nosotros, sin el compromiso de personas que, por el trabajo contribuyen a nuestra subsistencia cotidiana?. ¿Qué seríamos nosotros sin el trabajo paciente e inventivo de aquellos que confeccionan la ropa que nosotros llevamos o construyen las casas en las que nosotros vivimos?. Muchos profesionales considerados hoy  como de segunda categoría son fundamentales. Lo son desde el punto de vista social, pero lo son sobre todo por la satisfacción que los trabajadores reciben de poder ser útiles para ellos mismos y para los otros a través de su compromiso cotidiano.

Es lo mismo para los gobernantes de crear las condiciones económicas que favorezcan una sana empresa y niveles adecuados de empleo. Es especialmente responsabilidad de la política de reactivar un círculo virtuoso que, a partir de inversiones en favor de la familia y de la educación, permita el desarrollo armonioso y pacífico de toda la comunidad civil.

Una promesa de paz

Finalmente, el compromiso cristiano en Europa debe constituir una promesa de paz. Este fue el pensamiento principal que animó a los signatarios de los Tratados de Roma. Después de dos guerras mundiales y de atroces violencias de pueblos contra pueblos, llegó el tiempo de afirmar el derecho a la paz (cf. Discurso a los estudiantes y al mundo académico, Boloña, 1 de octubre de 2017, n. 3). Es un derecho. Sin embargo, todavía hoy vemos cómo la paz es un bien frágil y cómo las lógicas particulares y nacionales corren el riesgo de hacer vanos los sueños valientes de los fundadores de Europa (cf. Ibid.).

Sin embargo, ser artesanos de la paz  (cf. Mt 5, 9) no solo significa trabajar  para evitar las tensiones internas, trabajar para poner fin a los numerosos conflictos que ensangrientan el mundo o bien aliviar al que sufre. Ser artesano de paz significa hacerse promotor de una cultura de paz. Esto exige el amor a la verdad, sin la cual no puede haber relaciones humanas auténticas, la búsqueda de la justicia, sin la cual la opresión es la norma predominante en cualquier comunidad.

La paz exige pura creatividad. La Unión Europea mantendrá la fe en su compromiso por la paz en la medida donde ella no pierda la esperanza y sabrá renovarse para responder a las necesidades  y a las expectativas de sus ciudadanos. Hace cien años, precisamente en estos días, comenzaba la batalla de Caporetto, una de las más dramáticas de la Gran guerra. Fue el punto culminante de la guerra de desgaste  que fue el primer conflicto mundial, que tuvo el triste record de segar innumerables víctimas para conquistas ridículas. Después de estos acontecimientos, aprendemos que si nos escondemos detrás de nuestras propias posiciones se termina por sucumbir. No es el momento de construir trincheras, sino más bien de tener el coraje de trabajar para perseguir plenamente el sueño de los Padres fundadores de una Europa unida y unánime, una comunidad de pueblo deseoso de compartir un destino de desarrollo y de paz.

Ser el alma de Europa

Eminencias, Excelencias, Ilustres anfitriones,

El autor de la carta a Diognetus afirma que “lo que el alma es para el cuerpo, los cristianos lo son en el mundo” (Carta a Diognetus, VI). En este tiempo, están llamados a dar un alma a Europa, a despertar su conciencia, no para ocupar los espacios  – eso sería proselitismo – sino para animar los procesos (cf. Exhrt. Ap. Evangelii gaudium,n. 223) que crean nuevos dinamismos en la sociedad. Es precisamente lo que ha hecho que San Benito haya ido proclamado, no por casualidad, patrón de Europa por Pablo VI: No se ha preocupado de ocupar los espacios de un mundo desorientado y confuso. Sostenido por la fe, él ha mirado más allá y desde una pequeña cueva de Subiaco ha dado a luz  a un movimiento contagioso e irresistible que ha rediseñado el rostro de Europa. Él que ha sido “mensajero de paz, artesano de unión, maestro de civilizaciones” (Pablo VI, Carta. Ap. Pacis Nuntius, 24de octubre de 1964), nos muestra a nosotros también cristianos de hoy como de la fe brota una esperanza gozosa, capaz de cambiar el mundo.

¡Gracias!

Que el Señor nos bendiga a todos, bendiga nuestro trabajo, bendiga nuestros pueblos, nuestras familias, nuestros jóvenes, nuestras personas mayores, que bendiga a Europa.

Que Dios todopoderoso os bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Beato Mateo Carreri, Dominico, (1420 – 1470)

Se fue a 20 años en el convento de su Mantua nativa. Se hizo famoso por su ferviente predicación, cuyo tema central fue la pasión de Jesús. Su voz sonó apasionada en Lombardía, Toscana, Liguria y Veneto, la obtención de la conversión de innumerables pecadores y guiar el camino de la perfección muchas almas incluidas b. Stefana Quinzani. Su caridad era tal que él se ofreció voluntariamente a la esclavitud en el lugar de una mujer joven. En Vigevano, donde él había venido a predicar, que recibió el premio de su apostolado: el encuentro definitivo con Cristo, 5 de octubre. Su cuerpo se venera en la iglesia de. Pedro Mártir en Vigevano, una ciudad que lo invoca como patrono.

En Vigevano en Lombardía, el Beato Mateo (John Francis) Carreri,DOMINICO, que fue en su tiempo un predicador incisivo y elocuente de la palabra de Dios.

Gian Francesco Carreri, la familia noble Carreri merece ser contado entre los religiosos que más vigorosamente en el siglo XV trabajó para la salvación de las almas y para la reforma de la Orden. Cambió su nombre de pila en Mateo. Desde la infancia parecía un ángel de la belleza del cuerpo y de la bondad del corazón. No carecen de trampas y tentaciones, pero él, por la gracia de Dios han vencido todo, con lo que la victoria completa. Con ganas de abrazar la vida religiosa pidió al Señor que le hizo saber su voluntad, y un día, entrando en la iglesia de San Domenico Mantua, fue tan dulce golpeado por el canto de los monjes devotos, que inmediatamente decidió unirse a la Orden de Predicadores . Su noviciado fue uno de los más fervientes, y muchas veces el padre maestro tuvo que moderar el ardor excesivo. Oración, el estudio, la penitencia eran medios seguros con la que se preparaba para su predicación extraordinaria. Lombardía y Toscana fueron sacudidos de sus ardientes palabras y signos que la acompañaban. Luchó incansablemente profanación de los días festivos y entretenimientos ilícitos. Él trajo un nuevo espíritu en los diversos monasterios, especialmente en la de Soncino, en la que se introdujo una reforma integral. Se preocupaba mucho la Tercera Orden y que hizo que la flor en flor maravillosa de la santidad, que era Luchina de Soncino. Tenía ganas de probar, antes de morir, unas gotas de la pasión del Salvador, y lo consiguió. El crucifijo se le apareció y, trapassandogli el corazón con una flecha aguda, le aseguró el premio por. Su muerte el 5 de octubre, 1470 Vigevano, fue seguido por muchos milagros. Su cuerpo se venera en San Pedro Mártir. El Vigevano en 1482 se obtuvo del Papa Sixto IV para celebrar la memoria litúrgica y, en 1518, lo proclamó Patrono de la ciudad. Papa Benedicto XIV 23 de de septiembre de, 1742 ha confirmado el culto. 

Los trabajos de restauración del edículo que aloja la tumba de Jesús han sacado a la luz datos desconocidos

Después de 10 meses y 6 millones de euros, la restauración del edículo que alberga el Santo Sepulcro llegó a su fin hace exactamente un año. Poco se ha dado a conocer de los detalles de las obras; se sabe cómo ha sido afianzada la estructura del Edículo que cubre la tumba, alterada después del paso de los siglos, ¿pero en qué estado está la piedra original que acogió el cuerpo de Jesucristo a la espera de la resurrección?

La profesora Cayetana Johnson, profesora de la Universidad San Dámaso y arqueóloga en varios puntos de Tierra Santa, desvela que «debido a que la piedra de la zona del Santo Sepulcro es una piedra muy blanda, muchas estructuras de la basílica se han visto alteradas; por eso se dudaba de las condiciones en que podía estar la piedra original donde fue colocado el cuerpo de Jesús».

Cayetana, que el martes 31 de octubre dará una conferencia en San Dámaso sobre Arqueología del Santo Sepulcro, cuenta que «cuando el equipo de investigación retiró la piedra protectora más superficial, que data del siglo XVI, y la que hay justo debajo, de la época de las Cruzadas, hasta llegar a la piedra original, no se podían creer que estuviera en ese estado de conservación. No se había tocado desde el siglo XVI, y estaba en perfectas condiciones. Que no se haya roto es un hecho prodigioso, teniendo en cuenta la degradación de la piedra en toda esa zona».

Cayetana desvela además «un detalle muy bonito de la restauración: cuando los operarios llegaron hasta la piedra original, olieron a flores. Yo misma pregunté el verano pasado a algunos operarios que están trabajando en la restauración de la Capilla de Santa Elena y ellos mismos me lo confirmaron».

Un poco de historia

Cayetana, que cada verano participa en las excavaciones de Jasor, al norte del país, y en Jerusalén, en la zona que se llama la Ciudad de David, enumera los avatares históricos por los que ha pasado la tumba donde fue enterrado Jesús: «La zona del Gólgota, extramuros de la ciudad, era una cantera y a la vez un lugar de enterramiento, en el que las élites de Jerusalén construían allí su tumba. Después de la Resurrección y de todo lo que pasó después, esa zona experimentó un cambio.

Muchos cristianos empezaron a peregrinar y ese lugar fue un lugar de culto extraoficial, porque el cristianismo no formaba parte de las religiones toleradas por el Imperio. De hecho, en el siglo II, el emperador Adriano visita la región y decide levantar un templo a Afrodita en toda la zona del Calvario, usando para ello sillares del templo de Jerusalén que había sido destruido en el año 70. Eso supuso una contrariedad para todos esos cristianos que ya estaban venerando esos lugares relacionados con la muerte y resurrección de Jesús. Se les impedía así rezar allí; y a eso se sumó además una diáspora masiva de los habitantes de la ciudad, a raíz de la revuelta de Bar Kojba entre los años 132 y 135: muchos judíos y cristianos fueron expulsados y los lugares santos quedaron abandonados durante años».


Trabajos de restauración en el Santo Sepulcro. Foto: EFE/Abir Sultan
Tras la restauración del cristianismo debido a Constantino, «de la mano de santa Elena se recuperan muchos lugares cristianos. Fue ella la que decide tirar abajo ese templo de Afrodita y levantar un edículo y la basílica en torno al Santo Sepulcro». A partir de entonces, a pesar de los avatares de la historia, de los incendios y de los desastres naturales, el Santo Sepulcro ha sido un lugar privilegiado de peregrinación para cristianos y no cristianos de todo el mundo.

El detalle del sudario doblado

¿Por qué Jesús fue enterrado en el interior de una roca? La profesora de San Dámaso cuenta que «la tradición funeraria de los judíos procede de una tradición anterior que se remonta ni más ni menos a la Edad de Cobre. Se enterraba en roca madre, en cuevas o en tumbas excavadas directamente en la roca. Esta roca madre se denomina en hebreo Adamá, que es lugar de donde nace, es creado el hombre, de la tierra –de ahí la palabra Adán para designar al primer hombre–: como el hombre es creado de Adamá, debe volver en su muerte a Adamá. Por eso la costumbre era que en la tumba excavada en la roca hubiera una primera sala que tenía una piedra que servía como pudridero y ahí se dejaba el cuerpo durante un año. El cuerpo se vendaba y se ungía con aceites perfumados».

Si se dejaba durante un año, ¿entonces por qué volvió María Magdalena a la tumba? Cayetana cuenta que «era habitual que los familiares del difunto volvieran a los tres días. La razón es que se pensaba que al tercer día ese cuerpo podía revivir; de hecho, en el Talmud –en el Tratado Semajot–, se recogen los casos de personas que fallecieron y al tercer día volvieron a la vida, uno de ellos para vivir después 25 años más. Por eso el difunto debía ser envuelto de manera exquisita, por si acaso revivía. Si no había sido así a los tres días, entendían que el alma ya había emprendido su camino, y entonces se dejaba el cuerpo pudrir durante un año, a cuyo término se volvía para recoger los huesos, depositarlos en un osario y dejarlos en un nicho en la misma cueva».

Hay otros detalles muy bonitos del momento de la resurrección de Jesús, como el del sudario doblado en un sitio aparte, tal como narra el evangelio de San Juan. «Es una costumbre rabínica –dice Cayetana–. Cuando estaba sentado a la mesa con sus discípulos y se quería levantar para cualquier cosa y luego volver, el rabino doblaba la servilleta, como indicando que la reunión no había terminado y que iba a regresar. Lo mismo indica el sudario doblado: Volveré. Es un simbolismo precioso».

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

sábado, 28 de octubre de 2017

Día litúrgico: Domingo XXX del tiempo ordinario (CICLO A)

Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando oyeron los fariseos que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

COMPARTIMOS:
Hoy, nos recuerda la Iglesia un resumen de nuestra “actitud de vida” («De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas»: Mt 22,40). San Mateo y San Marcos lo ponen en labios de Jesucristo; San Lucas de un fariseo. Siempre en forma de diálogo. Probablemente le harían al Señor varias veces preguntas similares. Jesús responde con el comienzo del Shemá: oración compuesta por dos citas del Deuteronomio y una de Números, que los judíos fervientes recitaban al menos dos veces al día: «Oye Israel! El Señor tu Dios (...)». Recitándola se tiene conciencia de Dios en el quehacer cotidiano, a la vez que recuerda lo más importante de esta vida: Amar a Dios sobre todos los “diosecillos” y al prójimo como a sí mismo. Después, al acabar la Última Cena, y con el ejemplo del lavatorio de los pies, Jesús pronuncia un “mandamiento nuevo”: amarse como Él nos ama, con “fuerza divina” (cf. Jn 14,34-35).

Hace falta la decisión de practicar de hecho este dulce mandamiento —más que mandamiento, es elevación y capacidad— en el trato con los demás: hombres y cosas, trabajo y descanso, espíritu y materia, porque todo es criatura de Dios.

Por otro lado, al ser impregnados del Amor de Dios, que nos toca en todo nuestro ser, quedamos capacitados para responder “a lo divino” a este Amor. Dios Misericordioso no sólo quita el pecado del mundo (cf. Jn 1,29), sino que nos diviniza, somos “partícipes” (sólo Jesús es Hijo por Naturaleza) de la naturaleza divina; somos hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo. A san Josemaría le gustaba hablar de “endiosamiento”, palabra que tiene raigambre en los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, escribía san Basilio: «Así como los cuerpos claros y trasparentes, cuando reciben luz, comienzan a irradiar luz por sí mismos, así relucen los que han sido iluminados por el Espíritu. Ello conlleva el don de la gracia, alegría interminable, permanencia en Dios... y la meta máxima: el Endiosamiento». ¡Deseémoslo!

viernes, 27 de octubre de 2017

Diez consejos prácticos para fortalecer un hogar católico y proteger la familia de los ataques

La familia está en crisis siendo víctima de ataques de legislaciones y distintas ideologías que tienen como objetivo dividirla y destruirla.  Tras el ataque durante décadas al matrimonio ahora son los hijos el blanco. Ante esta situación tan grave, el sacerdote Ed Broom, experto en familia y comunicación, considera que los católicos tienen que hacer un esfuerzo para salvar a los niños y a los jóvenes para así salvar la familia.

En Catholic Gentleman, el padre Brown ofrece unas “vitaminas” para reforzar la familia con diez sugerencias concretas para ayudar a todos a purificar, mejorar y perfeccionar la familia. Y para ello recuerda que San Juan Pablo II dijo que si la familia desaparecer, también lo hará la sociedad.

1. Oración en familia
Una de las principales causas de peleas, lucha, amargura, frialdad y, finalmente de las separaciones es la falta de oración en la familia. Lo que el oxígeno es para los pulmones, la oración es para el alma. Por ello, la oración debe estar en el centro y en el corazón de la vida familiar. Como dijo el sacerdote Patrick Peyton: “La familia que reza unida permanece unida”.

2. El padre como cabeza de familia
Cuando sea posible el padre debe ser la cabeza de la familia y la madre el corazón mismo. Una familia sin cabeza es un Frankestein; una familia sin corazón está muerta. De este modo, el padre debe ser el “líder espiritual” de la familia, el ‘sacerdote’. Esto significa que el padre debe debe decir Sí a la vida y debe amar a sus mujer e hijos. Y esto se traduce en que el padre debería ser el líder en la vida de oración de la familia. El mejor ejemplo es San José.


La oración es fundamental para la unidad de la familia

3. Perdón y misericordia
En muchas familias, la frialdad, la indiferencia y hasta la amargura impregnan todo el tejido familiar. Una de las razones de esto es la falta de perdón. Los miembros de la familia deben ser misericordiosos y perdonar, no sólo siete veces, sino setenta veces siete, es decir, siempre. Por ello, si uno quiere ser perdonado tiene que perdonar desde su corazón.

4. Palabras ganadoras y victoriosas
El poeta británico Alexander Pope escribió: “Errar es humano, perdonar es divino”. Los miembros de la familia, cultivando una verdadera humildad de corazón, tienen que aprender a decir estas palabras: “Lo siento”. Y otra igualmente importante: “Te perdono”. Estas palabras dichas a menudo y desde la humildad pueden salvar familias.

5. Actitud de servicio
Jesús lavó los pies a sus discípulos durante la Última Cena. Él mismo dijo: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino para servir y dar la vida en rescate por muchos”. Todos y cada uno de los miembros de la familia no tienen que esperar ser servidos sino estar siempre listos para servir al resto de sus familiares. Amor y servicio son realmente sinónimos.

6. Dar las gracias
Es una sola palabra, a veces considerada insignificante, pero es una receta para la familia. Se trata de la palabra “gracias”. San Ignacio de Loyola afirmaba que “la esencia del pecado es la ingratitud”. Cultiva en tu familia una “actitud de gratitud”. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido de Dios? Solamente una cosa: los pecados. Dios ama un corazón humilde y agradecido.


Es necesario desconectar de la tecnología para estar con el resto de la familia

7. Descansar de los dispositivos móviles
Uno de los momentos claves en la vida familiar tiene que ser el tiempo de la comida o la cena. Normalmente es cuando la familia está junta, comparte experiencias, pasa tiempo junta para así crecer en amor unos con otros. Una imagen cómica que refleja la vida real de muchas familias mostraba al padre viendo la televisión, la madre conectada a su tableta, el hijo jugando a un juego de ordenador y la hija adolescente mandando un mensaje con su teléfono móvil.

Por ello, a la hora de las comidas y las cenas, no es más que un pequeño rato, no debería haber teléfonos, ni tabletas, ni radio ni televisión. Cada persona tiene un valor infinito y su alma es inmortal. La televisión y los teléfonos pasarán y desaprecerán.

8. Aprender a escuchar
Qué difícil es realmente el arte de escuchar, especialmente a los miembros de la familia. El ritmo frenético y las prisas de ir de una actividad a otra marcan a muchas familias. Y así es difícil escuchar a un miembro de la familia que lo necesita o que simplemente quiere hablar. Y otra cosa, nunca se está lo suficientemente ocupado para no poder escuchar a los hijos.


9. Celebración
Jean Vanier, fundador de las comunidades católicas de El Arca, que trabajan con personas discapacitadas, dijo: “¡Las familias están llamadas a celebrar!”.  Los cumpleaños, los aniversarios, fiestas como la Navidad y la Pascua y muchas más, son momentos festivos y exuberantes de celebración en el contexto de la familia.

“Hay que celebrar al otro en la familia, especialmente en su cumpleaños, su santo o su bautismo. Para inyectar una buena dosis de alegría en la familia no hay nada mejor que tener el hábito de celebrar.

10. Consagración a María
Ed Broom afirma que en sus retiros ha presentado a María como un medio eficaz para llegar al Corazón de Jesús. La preparación y la consagración a la Virgen de toda la familia puede producir abundantes frutos, tales como paz, alegría, amor, felicidad, comprensión, paciencia, pureza, mansedumbre, amabilidad. 

EL ROSARIO DE LA AURORA (AVISO)

Dios mediante, el domingo a las 7,30 hr. de la mañana, tenemos el Rosario de la Aurora. Invitamos a todos unos desde la distancia y otros con la presencia para orar por la Paz del mundo.
María, nuestra Madre os espera. Gracias.

CAMBIA LA HORA, ATENTOS

jueves, 26 de octubre de 2017

Gay y católico, cuenta su experiencia de «por qué la Iglesia tiene razón al defender la castidad»

“Mi nombre es Giorgio Ponte, tengo tendencias homosexuales y estoy cansado de oír a las asociaciones homosexuales hablar en mi nombre sobre lo que ellos creen que debería pensar”, escribía este joven escritor italiano, que además añade un elemento clave en su vida: “Soy católico”.

Su testimonio se suma al de otras personas homosexuales que viven en castidad y siguen las enseñanzas de la Iglesia y que han dicho basta a un lobby LGTB que no representa a muchos de ellos.

Este joven escritor de 32 años salió en todos los medios al hablar ante miles de personas que protestaban en Italia contra la ley Cirinna, que promovía las uniones homosexuales, lo que le generó numerosos ataques.

Más discriminado por ser católico que homosexual
“Siempre he dicho que me siento más discriminados como católico que como homosexual”, afirmaba Ponte. Además recordaba  a los homosexuales italianos que la vida sólo procede de la unión entre un hombre y una mujer, y les ofreció poder vivir la maternidad y la paternidad de una manera alternativa, “dando la vida a las personas que están al lado”.
"No es homofobia"
Sus palabras no gustaron a estos grupos de presión. Desde entonces desde su blog cuenta su experiencia y su tendencia homosexual vivida desde el catolicismo.

Pero antes de nada, Giorgio deja claros algunos aspectos. “Sólo hay un mundo y una naturaleza a la que pertenecer:  la humana. Y la única diferencia real en esta naturaleza es la del hombre y la mujer, la única diferencia cuya unión puede provocar vida. Esto no es homofobia. Decir que dos homosexuales no pueden tener hijos no es homofóbico. Decir que la homosexualidad tiene causas psicológicas no es homofóbico. Decir que seguir todos nuestros deseos no siempre conduce a nuestra felicidad no es homofobia”.

"La Iglesia no te odia"
Por ello, dirigiéndose a los homosexuales que han sido aleccionados por estos grupos ideologizados les dice: “Respira, relájate, sé feliz: la Iglesia no te odia, Dios no te odia ni siquiera el mundo. Al menos, esta sociedad en la que vivimos. Decir, de hecho, que la homosexualidad no es necesariamente una condición inmutable y que sólo un hombre y una mujer pueden concebir un niño no es un síntoma de odio”.

Además, Giorgio Ponte recuerda que “hay hombres que han vivido durante años en el mundo gay y ahora están casados con mujeres extraordinarias con quienes han formado una familia; del mismo modo que conozco hermanos que me quieren, que persiguen la castidad, intentan amar sin la necesidad de poseer el cuerpo de los demás o el suyo propio”.

Este joven italiano confiesa que las críticas que más le llegan es por su catolicidad, y que según sus detractores, la Iglesia la ha impuesto una “visión dogmática” de la homosexualidad.

Una historia que le ha llevado hasta aquí
Y en un reciente artículo en su blog refuta estas críticas recordando que “no hay persona en el mundo que no lea la realidad de acuerdo a un sistema de de valores de referencia, y el hecho de que el mío sea católico no significa que me haga más parcial que los que puedan tener como referencia la ideología comunista, el capitalismo, la religión islámica, el racionalismo o cualquier otra cosa”.

Para él, el problema no es tanto el sistema de valores sino el motivo por el que se adopta o la actitud con la que se lleva a cabo. Y recalca que es católico, homosexual y vive en castidad no porque lo exija la Iglesia si no que por convencimiento tras su propia historia.
De hecho, Ponte aclara que su testimonio bebe mucho más de su experiencia pasada que del dogmatismo. “En mi vida me he permitido experimentar todos los aspectos de mi homosexualidad”, cuenta. Asegura haber tocado fondo y haberse levantado. También haber probado el sexo casual con otros hombres a relaciones estables, haberse enamorado de otro hombre y haber tenido dependencia sexual y emocional. Incluso haber odiado su orientación sexual y luego aceptarla como parte de su historia.

Unas certezas gracias a su experiencia
“Es cierto que nunca he dejado de creer que Dios existía, pero por otra parte, a menudo he dudado de que se preocupaba por mí y me quería”, asegura.

Es precisamente esta experiencia en la vida homosexual la que le ha llevado al convencimiento de sus argumentos actuales, “así que a la luz de todo esto, no puedo decir que la mía es una visión dogmática de las cosas”.

“Si digo lo que digo –agrega- es sólo porque con cada una de estas experiencias, incluso las peores, aprendí algo que me mostró una verdad insondable en nuestro interior, que es la misma que ha defendido la Iglesia siempre: nuestra naturaleza no está definida por nuestros deseos, sino por nuestro cuerpo masculino y femenino, en términos biológicos, y en términos espirituales por nuestra condición de ser hijos de Dios por el Espíritu Santo que habita este cuerpo”.

El catolicismo y su respeto de la naturaleza humana
Por ello, añade que “si nuestro cuerpo, nuestra carne, dice una verdad acerca de nosotros, definiéndolo como hombre o mujer, muestra también de una manera clara que dos personas del mismo sexo no están hechas para tener relaciones sexuales entre sí (lo que no impide amar, si por amor nos referimos a la forma en que Cristo nos ama: ‘dar la vida por sus amigos’”.

Siguiendo con su testimonio, Giorgio Ponte agrega que “si hay algo que he aprendido es que todo lo que los cristianos creemos a nivel espiritual, está enraizado primero en nuestra humanidad. No hay fe en el mundo que respete la naturaleza humana en su totalidad como el catolicismo. Y esta correspondencia no se contradice cuando nos enfrentamos a las cosas desde un punto de vista científico”.

"La Iglesia tiene razón"
En este sentido, Giorgio confiesa que “en un momento de mi viaje, se me dio la gracia de descubrir algunos de los sistemas teóricos y científicos que apoyaron firmemente lo que había vivido en mi propia experiencia y la de todos los hombres que había conocido: que la homosexualidad no es inmutable, tiene causas”.

“¿Y sabes que es lo que descubierto una vez más?”, pregunta Giorgio Ponte a los homosexuales que puedan leerle, “que la Iglesia tiene razón cuando pide castidad a aquellos que tienen heridas de identidad. Tiene razón a nivel psicológico y humano antes que en el espiritual”.