miércoles, 30 de junio de 2021

Miércoles de la 13ª Semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (21,5.8-20):

Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo destetaron. El día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete.

Pero Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a Abrahán: «Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac.» Como al fin y al cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto. Pero Dios dijo a Abrahán: «No te aflijas por el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac quien continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran pueblo, por ser descendiente tuyo.» Abrahán madrugó, cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose: «No puedo ver morir a mi hijo.» Y se sentó a distancia. El niño rompió a llorar. Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: «¿Qué te pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo.» Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero.

Palabra de Dios

Salmo 33,Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Evangelio según san Mateo (8,28-34):

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?» Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara.» Jesús les dijo: «Id.» Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

Palabra del Señor

Compartimos:

Las lecturas de estos días parece que siguen una misma dirección. Todas de una manera o de otra hablan de salir y de lo que puede pasar en el camino. Salir es siempre arriesgado. El que sale se tiene que enfrentar a lo desconocido y eso siempre nos resulta difícil. Preferimos atenernos a lo conocido, al ámbito en el que nos sentimos seguros y a salvo. 

A veces las circunstancias de la vida nos empujan a salir de nuestro ámbito de seguridad, de nuestra casa. Es el caso de Agar y su hijo. Abraham se ve forzado, aunque eso no le exime de culpa, de su casa por los celos de Sara que quiere asegurar el futuro de su hijo: pretende que sea el único heredero. Situados en la perspectiva del Reino, quizá debamos pensar que se perdió en aquel momento una magnífica oportunidad para que los pueblos viviesen unidos. Quizá si Agar se hubiese quedado en la casa de Abraham con su hijo, que convivía normalmente con el hijo de Sara, hoy serían diferentes las relaciones entre los israelitas y los árabes. Quizá. Porque son dos pueblos que son hermanos (¡qué pueblos no son hermanos si partimos de la base que todos somos hijos de Dios!).

Pero eso es hacer política ficción. Lo cierto es que Agar se ve empujada al desierto con el agua justa para sobrevivir. Llega a una situación de desespero. Pero, como dice el refrán: “Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana.” En el mismo desierto en el que pensaba morir, se encuentra con un poco que le da la vida. Dios no deja que mueran ni ella ni el niño. En el camino ha encontrado la esperanza. Lo desconocido se torna amigable para ella. Se ha encontrado con el Dios de la vida donde ella esperaba ya sentada la muerte.

martes, 29 de junio de 2021

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO (Ángelus)

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la parte central del Evangelio de la liturgia de hoy (Mt 16, 13-19), el Señor hace una pregunta decisiva a sus discípulos: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» (v. 15). Es la pregunta crucial que Jesús nos repite hoy también a nosotros: “¿Quién soy yo para ti?”. ¿Quién soy yo para ti, que has abrazado la fe pero todavía tienes miedo de remar mar adentro en mi Palabra? ¿Quién soy yo para ti, que eres cristiano desde hace mucho tiempo pero, cansado por la costumbre, has perdido tu primer amor? ¿Quién soy yo para ti, que estás pasando por un momento difícil y necesitas sacudirte para continuar? Jesús pregunta: ¿Quién soy yo para ti? Démosle hoy una respuesta, pero una respuesta que salga del corazón. Todos, démosle una respuesta que salga del corazón.

Antes de esta pregunta, Jesús les hizo otra a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (cf. v. 13). Era una encuesta para registrar las opiniones sobre él y la fama que gozaba, pero la fama no le interesa a Jesús, no era una encuesta de ese tipo. Entonces, ¿por qué hizo esa pregunta? Para subrayar una diferencia, que es la diferencia fundamental de la vida cristiana. Hay quienes se quedan en la primera pregunta, en las opiniones, y hablan de Jesús; y hay quienes, en cambio, le hablan a Jesús, ofreciéndole la vida, entrando en relación con él, dando el paso decisivo. Esto le interesa al Señor: estar en el centro de nuestros pensamientos, ser el punto de referencia de nuestros afectos; ser, en definitiva, el amor de nuestra vida. No las opiniones que tenemos de él: no le interesan. Le interesa nuestro amor, si él está en nuestro corazón.

Los santos que celebramos hoy dieron este paso y se convirtieron en testigos. El paso de la opinión a tener a Jesús en el corazón: testigos. No eran admiradores, sino imitadores de Jesús. No eran espectadores, sino protagonistas del Evangelio. No creyeron de boquilla, sino con obras. Pedro no habló de misión, vivió la misión, era pescador de hombres; Pablo no escribió libros cultos, sino cartas vividas, mientras viajaba y daba testimonio. Ambos gastaron su vida por el Señor y por sus hermanos. Y nos provocan. Porque corremos el riesgo de quedarnos en la primera pregunta: dar pareceres y opiniones, tener grandes ideas y decir bonitas palabras, pero nunca jugándonosla. Y Jesús quiere que nos la juguemos. ¡Cuántas veces, por ejemplo, decimos que nos gustaría una Iglesia más fiel al Evangelio, más cercana a la gente, más profética y misionera, pero luego, en la práctica, no hacemos nada! Es triste ver que muchos hablan, comentan y debaten, pero pocos dan testimonio. Los testigos no se pierden en palabras, sino que dan frutos. Los testigos no se quejan de los demás ni del mundo, empiezan por sí mismos. Nos recuerdan que Dios no ha de ser demostrado, sino mostrado, con el proprio testimonio; no anunciado con proclamas, sino testimoniado con el ejemplo. Esto se llama “poner la vida en juego”.

Sin embargo, al mirar la vida de Pedro y Pablo, puede surgir una objeción: ambos fueron testigos, pero no siempre ejemplares: ¡eran pecadores! Pedro negó a Jesús y Pablo persiguió a los cristianos. Pero, aquí está el punto, también testimoniaron sus caídas. San Pedro, por ejemplo, podría haber dicho a los evangelistas: “No escriban los errores que he cometido”, hagan un Evangelio for sport. Pero no, su historia sale sin ambages de los Evangelios, con todas sus miserias. Lo mismo dígase de san Pablo, que en sus cartas habla de errores y debilidades. Aquí es donde comienza el testigo: desde la verdad sobre sí mismo, desde la lucha contra su propia doblez y falsedad. El Señor puede hacer grandes cosas a través de nosotros cuando nos tiene sin cuidado defender nuestra imagen, pero somos transparentes con él y con los demás. Hoy, queridos hermanos y hermanas, el Señor nos interpela. Y su pregunta es la misma: ¿Quién soy yo para ti? Nos excava dentro. A través de sus testigos Pedro y Pablo nos estimula a quitarnos las máscaras, a renunciar a las medias tintas, a las excusas que nos vuelven tibios y mediocres. Que Nuestra Señora, Reina de los Apóstoles, nos ayude en esto y encienda en nosotros el deseo de dar testimonio de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas:

Pasado mañana, jueves 1 de julio, tendrá lugar aquí en el Vaticano un día especial de oración y reflexión por el Líbano. Junto con los líderes de todas las Iglesias presentes en la Tierra de los Cedros, nos dejaremos inspirar por la Palabra de la Escritura que dice: «El Señor Dios tiene planes de paz» (Jer 29,11). Invito a todos a unirse a nosotros espiritualmente, orando para que el Líbano se recupere de la grave crisis que atraviesa y muestre nuevamente al mundo su rostro de paz y esperanza.

El 1 de julio se cumplirán 160 años de la primera edición de L'Osservatore Romano, el “periódico del partido”, como yo lo llamo. Mis mejores deseos y muchas gracias por vuestro servicio. Continuad vuestro trabajo con fidelidad y creatividad.

Y hoy, para nosotros, hay un aniversario que toca el corazón de todos nosotros: hace 70 años, el Papa Benedicto XVI fue ordenado sacerdote. [aplausos] A ti, Benedicto, querido padre y hermano, va nuestro cariño, nuestra gratitud y nuestra cercanía. Él vive en el monasterio, un lugar que se hizo para acoger a las comunidades contemplativas aquí en el Vaticano, para que rezaran por la Iglesia. Actualmente, él es el contemplativo del Vaticano, que pasa su vida rezando por la Iglesia y por la diócesis de Roma, de la que es obispo emérito. Gracias, Benedicto, querido padre y hermano. Gracias por tu testimonio creíble. Gracias por tu mirada continuamente dirigida hacia el horizonte de Dios: ¡gracias!

Os saludo cordialmente a todos vosotros, peregrinos italianos y de varios países; pero hoy me dirijo a los romanos de manera especial, en la fiesta de nuestros Santos Patronos. ¡Los bendigo, queridos romanos! Le deseo todo lo mejor a la ciudad de Roma: que, gracias al esfuerzo de todos vosotros, de todos los ciudadanos, sea habitable y acogedora, que nadie quede excluido, que se cuide a los niños y a los ancianos, que haya trabajo y que sea digno, que los pobres y los últimos estén en el centro de los proyectos políticos y sociales. Rezo por esto. Y vosotros también, queridos fieles de Roma, rezad por vuestro obispo. Gracias.

¡Feliz fiesta a todos! Buen almuerzo y hasta pronto.

lunes, 28 de junio de 2021

Oración de la noche

 Quiero ir a Ti, estoy cansada…

Dame tu mano, dame tus fuerzas, en ti quiero encontrar 

lo que siempre he buscado…

Quiero estar en ti, pues sin ti no encuentro consuelo,

Tómame Señor y no permitas que me pierda. 

Señor, no olvides que soy tu pequeña/o,

Estoy dispuesto a que actúes en mí,

En ti, solo en ti puedo vivir,

Llévame contigo al lugar donde pueda contemplarte,

Solo quiero ver tu mirada fijamente, 

Recordar que estás conmigo hasta el final.

Amén


29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles

Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Hoy es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo. «Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro esclarecido de la verdad» (Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe apostólica, que es también la nuestra, proclamada por estas dos columnas con su predicación. Es la fe que vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras fiestas de los apóstoles san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy contemplamos aquello que permite nombrarlos como «primeros predicadores del Evangelio» (Colecta): con su martirio confirmaron su testimonio.

Su fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su capacidad humana. No fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro quién era Jesús, sino la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17). Igualmente, el reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor fue claramente, para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la libertad humana que pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.

La fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada día, en la Iglesia, Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!’» (San León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud de cristianos de todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa que pueda establecer diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente la misma fe victoriosa.

Por el bautismo y la confirmación estamos puestos en el camino del testimonio, esto es, del martirio. Es necesario que estemos atentos al “laboratorio de la fe” que el Espíritu realiza en nosotros (San Juan Pablo II), y que pidamos con humildad poder experimentar la alegría de la fe de la Iglesia.

Lunes de la 13ª Semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (18,16-33):

Cuando los hombres se levantaron de junto a la encina de Mambré, miraron hacia Sodoma; Abrahán los acompañaba para despedirlos.

El Señor pensó: «¿Puedo ocultarle a Abrahán lo que pienso hacer? Abrahán se convertirá en un pueblo grande y numeroso, con su nombre se bendecirán todos los pueblos de la tierra; lo he escogido para que instruya a sus hijos, su casa y sucesores, a mantenerse en el camino del Señor, haciendo justicia y derecho; y así cumplirá el Señor a Abrahán lo que le ha prometido.»

El Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.» Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán.

Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?» El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.»

Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?»

Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.»

Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.» Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.» Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?»

Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.» Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»

Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.» Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?» Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.» Cuando terminó de hablar con Abrahán, el Señor se fue; y Abrahán volvió a su puesto.

Palabra de Dios

Salmo 102, El Señor es compasivo y misericordioso

 Evangelio según san Mateo (8,18-22):

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy en el Evangelio aparecen dos de esos dichos. Ante uno que se le ofrece a seguirle, Él le responde: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». No le dice que no venga. Más bien, ante la ingenuidad primera del que cree que podrá salvar el mundo, le advierte que su camino es un camino que pasa por la cruz.

Y ante otro que le pide ir a enterrar a su padre antes de seguirle, le responde: Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos». Parece una frase dura. En realidad, el pasaje se parece a otro pasaje de la historia de Israel: cuando Eliseo le hizo a Elías una similar petición cuando éste lo llamó a sucederlo. En aquella ocasión, Elías se lo permitió. Jesús, con su respuesta, quiere poner de manifiesto la urgencia del Reino que viene a traer, y la necesidad de despegarse de los apegos que nos impidan un seguimiento radical. Especialmente si esos apegos son de muerte.

El Evangelio, por medio de mensajes breves, quiere iluminar nuestra vida y alentar nuestro seguimiento auténtico y entregado al Señor. Ojalá encuentre en nosotros unos oídos atentos y un corazón abierto.



domingo, 27 de junio de 2021

Oración de la noche

Señor, cuando lleguen los sinsabores de la vida,

 recuérdame que mi misión es ser sal.

Cuando no encuentre una sonrisa, permíteme ofrecer una,

Cuando todo esté absorbido por la oscuridad, auxíliame con tu luz.

Mi alma te busca, pues solo me bastas tú,

Ante el dolor, ven

Ante el temor, ven

Ante la tristeza, ven

Ante la falta de amor, ven

Ante la enfermedad, ven

Ven Señor y muéstrame el camino que debo de seguir.

quiero caminar noche y día en tu presencia.

 Amén


ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

 Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en el Evangelio (cf. Mc 5,21-43) Jesús se tropieza con nuestras dos situaciones más dramáticas, la muerte y la enfermedad.  De ellas libera a dos personas: una niña, que muere justo cuando su padre ha ido a pedir ayuda a Jesús; y una mujer, que desde hace muchos años tiene flujo de sangre.  Jesús se deja tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra. Nos dice que la muerte no es el final.  Vence a este enemigo, del que solos no podemos liberarnos.

Centrémonos, sin embargo, en este momento en que la enfermedad sigue ocupando las primeras páginas, en el otro signo, la curación de la mujer. Más que su salud, eran sus afectos los que estaban comprometidos, ¿por qué?: tenía flujos de sangre y, por lo tanto, según la mentalidad de la época, era considerada impura. Era una mujer marginada, no podía tener relaciones estables, no podía tener un marido, no podía tener una familia y no podía tener relaciones sociales normales porque era impura. Una enfermedad que la hacía impura. Vivía sola, con el corazón herido. ¿Cuál es la peor enfermedad de la vida? ¿El cáncer?, ¿la tuberculosis? ¿la pandemia? No. La peor enfermedad de la vida es la falta de amor, es no poder amar. Esta pobre mujer estaba enferma, sí, de flujos de sangre, pero en consecuencia de falta de amor porque no podía hacer vida social con los demás. Y la curación que más importa es la de los afectos. Pero, ¿cómo encontrarla? Podemos pensar en nuestros afectos: ¿están enfermos o tienen buena salud? ¿Están enfermos? Jesús es capaz de curarlos.

La historia de esta mujer sin nombre —la llamamos así, “la mujer sin nombre”—, con la que todos podemos identificarnos, es ejemplar. El texto dice que había probado muchas curas, y «gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor» (v. 26). También nosotros, ¿cuántas veces nos arrojamos sobre remedios equivocados para saciar nuestra falta de amor? Pensamos que el éxito y el dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra, es gratuito. Nos refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto. No nos aceptamos tal y como somos y nos escondemos detrás de los trucos del mundo exterior, pero el amor no es apariencia. Buscamos soluciones de magos y de gurús, sólo para encontrarnos sin dinero y sin paz, como aquella mujer. Ella, finalmente, elige a Jesús y se abalanza entre  la multitud para tocar el manto, el manto de Jesús. Es decir, esa mujer busca el contacto directo, el contacto físico con Jesús. En esta época, especialmente, hemos comprendido lo importantes que son el contacto y las relaciones. Lo mismo ocurre con Jesús: a veces nos contentamos con observar algún precepto y repetir oraciones —muchas veces como loros— pero el Señor espera que nos encontremos con Él, que le abramos el corazón, que toquemos su manto como la mujer para sanar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, se curan nuestros afectos.

Esto es lo que quiere Jesús. Leemos, en efecto, que, no obstante estuviera apretujado por la muchedumbre, miraba a su alrededor para buscar a quien le había tocado, estrechado; los discípulos decían: “Pero mira que la muchedumbre te apretuja...” No. “¿Quien me ha tocado?” Es la mirada de Jesús: hay tanta gente, pero Él va en busca de un rostro y de un corazón lleno de fe. Jesús no mira al conjunto, como nosotros, mira a la persona. No se detiene ante las heridas y los errores del pasado, va más allá de los pecados y los prejuicios. Todos tenemos una historia, y cada uno de nosotros en secreto conoce bien las cosas malas de la suya. Pero Jesús las mira para curarlas. En cambio a nosotros nos gusta mirar lo malo de los demás... Cuántas veces, cuando hablamos caemos en el cotilleo que es hablar mal de los demás, "despellejar" a los demás. Pero mira qué horizonte de vida es ese. No como Jesús que mira siempre el modo de salvarnos, mira el hoy, la buena voluntad y no la mala historia que tenemos. Jesús va más allá de los pecados. Jesús va más allá de los prejuicios. No se queda en las apariencias, Jesús llega al corazón. Y la cura precisamente a ella, a la que habían rechazado  todos. Con ternura la llama «hija» (v. 34) —el estilo de Jesús era la cercanía, la compasión y la ternura: “Hija...”— y alaba su fe, devolviéndole la confianza en sí misma.

Hermana, hermano, estás aquí, deja que Jesús mire y sane tu corazón. Yo también tengo que hacerlo: dejar que Jesús mire mi corazón y lo cure. Y si ya has sentido su mirada tierna sobre ti, imítalo, haz como Él. Mira a tu alrededor: verás que muchas personas que viven cerca de ti se sienten heridas y solas, necesitan sentirse amadas: da el paso. Jesús te pide una mirada que no se quede en las apariencias, sino  que llegue al corazón; que no juzgue —terminemos de juzgar a lo demás—, Jesús nos pide una mirada que no juzgue sino que acoja. Abramos nuestro corazón para acoger a los demás. Porque sólo el amor sana la vida, solo el amor sana la vida. Que la Virgen, Consuelo de los afligidos, nos ayude a llevar una caricia a los heridos, a los heridos en el corazón que encontremos en nuestro camino. Y a no juzgar, a no juzgar la realidad personal, social, de los demás. Dios ama a todos. No juzguéis, dejad vivir a los demás y tratad de acercaros con amor.

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, al acercarse la fiesta de los santos Pedro y Pablo, os pido que recéis por el Papa. Rezad de forma especial: ¡el Papa necesita vuestras oraciones! Gracias. Sé que lo haréis.

Con motivo de la Jornada por la Paz en Oriente, invito a todos a implorar la misericordia de Dios y la paz en esa región. Que el Señor sostenga los esfuerzos de cuantos trabajan por el diálogo y la convivencia fraterna en Oriente Medio, donde la fe cristiana nació y está viva, a pesar del sufrimiento. Que Dios conceda siempre a esos queridos pueblos fortaleza, perseverancia y valor.

Aseguro mi cercanía a los habitantes del sureste de la República Checa, azotados por un fuerte huracán. Rezo por los muertos y los heridos y por todos los que han tenido que abandonar sus hogares, gravemente dañados.

Doy una cordial bienvenida a todos los que habéis venido de Roma, de Italia y de otros países, veo polacos, españoles, tantos allí y allá... Que vuestra visita a las tumbas de los santos Pedro y Pablo refuerce en vosotros el amor a Cristo y a la Iglesia.

Os deseo a todos un buen domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

¡Bravo por los chicos de la Inmaculada!

sábado, 26 de junio de 2021

Domingo 13º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Lectura del libro de la Sabiduría (1,13-15;2,23-24):

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido pasarán por ella.

Palabra de Dios

Salmo 29, Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,7.9.13-15):

Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»

Palabra de Dios

Evangelio según san Marcos (5,21-43):

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»

Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda, su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.Jesús, notando que, había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio le la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: "¿quién me ha tocado?"»

Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.

Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).»

La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús notó que allí había alguien «diferente», que se le había acercado de otra manera: con sinceridad, discretamente, sin molestar, sin interrumpir, pero con todas sus miserias, su dolor, su tristeza, su incomprensión. Sin palabras, sin pedir nada. Sólo un gesto de confianza (¡y atrevimiento!): tocarle. Y de él brotó un chorro de comprensión, de paz, de gracia, ¡de vida!

Jesús pregunta: «¿quién ha sido?». Busca a la persona: un rostro, una palabra para dialogar. Quiere que recobre también su dignidad personal, su autoestima, y no sólo la salud. No va con Jesús la «caridad anónima». 

Ella aún se escondía, tenía vergüenza, estaba asustada y temblorosa. Temía, con toda razón, que le reprocharan su atrevimiento por no respetar las leyes sagradas.

Pero lo que se encuentra en el Señor es ternura, acogida, respeto, comprensión, diálogo. La saca de su miedo, de su vergüenza, de su anonimato y de su exclusión de 12 años. Jesús la llama «hija», ¡nada menos!, declarándola familia de Dios,  y alabándola por su fe, por su confianza, aunque se haya saltados las normas religiosas.  La persona y su dolor están por encima de cualquier regla religiosa o social. Y el Señor le dirige una palabra de ánimo: Vete en paz y con salud.

Sábado de la 12ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (18,1-15):

En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él.

Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.»

Contestaron: «Bien, haz lo que dices.»

Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.»

Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.

Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?» Contestó: «Aquí, en la tienda.»

Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»Sara lo oyó, detrás de la entrada de la tienda. Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos.

Sara se rió por lo bajo, pensando: «Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?» Pero el Señor dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “De verdad que voy a tener un hijo a mis años.” ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»

Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: «No me he reído.» Él replicó: «No lo niegues, te has reído.»

Palabra de Dios

Salmo 1,El Señor se acuerda de la misericordia

Evangelio según San Mateo (8,5-17):

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»

Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.»

Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve" y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» Y al centurión le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento se puso bueno el criado.Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. 

Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy el texto del evangelio nos presenta dos escenas de  sanación. Son encuentros con Jesús que ayudan a recobrar la salud. En este caso se trata de enfermedades físicas, pero en otros lugares del evangelio, las curaciones tienen un alcance más profundo y humanamente inexplicable.

La primera curación es para que veamos que el amor de Dios no tiene fronteras ni razas preferidas, sino que está abierto a ayudar a toda persona que sufre. La raza o la posición social no cuentan ante el amor misericordioso  del Padre del cielo. Y Jesús ha venido a demostrarlo.

El centurión romano era un militar del Imperio romano cuyas legiones  habían invadido Palestina y suprimido las libertades cívicas de los judíos. El emperador de Roma era el emperador  de toda la población judía. Y su autoridad se hacía sentir sobre todo a través del cobro de los impuestos, que no se quedaban en Palestina para cubrir sus necesidades, sino que el dinero iba a engrosar las arcas de Roma, que era la capital del Imperio.

El centurión (jefe de cien soldados del ejército romano), además de pertenecer a otra religión, representaba a la potencia militar de Roma; doble motivo para convertirse en una persona mal vista. Pero por su fe entra en la nueva comunidad de los seguidores de Jesús y se convierte en figura ejemplar: su gesto y sus palabras denuncian a los que se resisten a creer y rechazan a Jesús. La forma de comportarse de este soldado es como un anuncio de que muchos como él se unirán a los amigos de Jesús en  la comunidad cristiana.

En el caso de la suegra de Pedro hay un detalle interesante: en cuanto ella se sintió curada  «se levantó y se puso a servirle». Se sentía tan agradecida a Jesús y tan honrada por la visita y por la salud recobrada, que inmediatamente se puso a servir a Jesús y sus acompañantes.

En este caso y para esta mujer  la sanación es mucho más profunda,  pues la hace crecer en su espíritu de servicio y solidaridad.  Y si antes ya era muy servicial, ahora lo será mucho más con la gracia de la curación.

También podemos pensar que en este pasaje el evangelista está indicando la dignidad recobrada de las seguidoras de Jesús y su protagonismo en la vida de las comunidades cristianas.


viernes, 25 de junio de 2021

Viernes de la 12ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (17,1.9-10.15-22):

Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»

Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»

Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»

Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?» Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»

Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.» Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.

Palabra de Dios

Salmo 127 Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor

 Evangelio según san Mateo (8,1-4):

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»Y en seguida quedó limpio de la lepra.Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

Palabra del Señor

Compartimos:

El evangelio de hoy nos cuenta que al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.Se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. ¿Pero Jesús quedó contaminado? Así era la opinión de la gente de aquella época: la lepra se contagiaba por contacto. Es decir, el que tocaba a un leproso inmediatamente se contagiaba de su enfermedad. Quedaba impuro.

En la época de Jesús el juicio sobre la lepra (¡y sobre los leprosos!) no podía ser más negativo: a la repugnancia física y peligro de contagio, se sumaba la exclusión. Por eso  el enfermo no podía convivir con las demás  personas, pues  el  leproso era considerado como un maldito de Dios. ¡Era una desgracia sobre otra! ¡La peor de las enfermedades!

Jesús dice que él ha venido a buscar y salvar lo que otros dan por perdido. Hoy sabemos que la lepra no tiene ningún origen sobrenatural, sino que es una enfermedad más. Pero lo que Jesús sabe muy bien es que los leprosos de su época  son víctimas de una doble desgracia: a su dolor físico se añade el injusto rechazo social y religioso; y ambas cosas quiere Jesús que queden superadas. Por eso su acción no es una mera curación física: al leproso curado lo envía al sacerdote para que levante acta de su curación y quede reintegrado en la comunidad de los que rezan en el templo y de los que caminan por calles y plazas. Jesús derriba muros y crea vida en fraternidad.

Según el cuarto evangelio, la misión de Jesús tiene por objeto “que tengamos vida y la tengamos abundante”. Por tanto, el auténtico seguidor de Jesús tiene que ser un creador y distribuidor de vida, destructor de barreras y aliviador de dolores, activo inconformista con todo tipo de sufrimiento y de división.

¿Brota con frecuencia de nuestro interior la acción de gracias por tantos bienes  recibidos?  ¿O sólo nos lamentamos ante Jesús de lo que nos falta? ¿Agradecemos la luz del sol que gratuitamente nos regala Dios cada día? ¿Damos gracias por la salud, por las maravillas de la amistad y la ternura que no se pagan con dinero?

jueves, 24 de junio de 2021

Oración de la noche

Protégeme Señor, solo Tú eres mi auxilio. 

Tú mi Creador, sáname, 

Tú mi fortaleza, no me dejes tambalear,

 Tú el sumo bien, a quien amo y espero,

 no permitas que me olvide de hacer siempre el bien a todos, 

Tú que eres la roca, da firmeza a mi voluntad, 

Tú el Dios vivo, enséñame a confiar.

Amén

 


miércoles, 23 de junio de 2021

Natividad de san Juan Bautista

 Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Palabra de Dios

Salmo 138,Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,22-26):

En aquellos días, dijo Pablo: «Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.” Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.” Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»

Palabra de Dios

Evangelio según san Lucas (1,57-66.80):

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.» Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy es un día de gran fiesta en muchos lugares. San Juan Bautista es un santo muy querido por todos y muy festejado por el pueblo sencillo con muy variadas celebraciones, incluidas las comidas típicas.

Las lecturas que nos propone la liturgia comienzan con el profeta Isaías. Nos habla del siervo encargado de llevar adelante el proyecto salvífico de Dios sobre el pueblo de Israel y sobre el mundo entero. El profeta Isaías dice: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre para que le reuniese a Israel.”

En los Hechos de los Apóstoles  acompañamos a Pablo y Bernabé que están evangelizando en la ciudad de Antioquía de Pisidia, territorio de la actual Turquía. Los apóstoles se dirigen primero a los judíos para anunciarles que antes de que  llegara Jesús, Juan Bautista predicó un bautismo de conversión para estar preparados y acoger a Jesús como Salvador. Pablo les asegura  que ese Salvador ya ha venido y es Jesús de Nazaret, muerto y resucitado.

Los judíos que le escuchaban no aceptaron lo que enseñaban  Pablo y Bernabé. Pero lo extraordinario del caso de Antioquía de Pisidia fue que muchos paganos sí lo entendieron.

Oración de la noche

 ¿A quién he de ir Señor sino es a ti?

Cuando la tormenta de la enfermedad arrecia,

Cuando llega el temor a los fuertes vientos de la duda,

Cuando el corazón siente que necesita más fuerzas,

Cuando el dolor hace sucumbir en desesperación,

Cuando no sé qué más hacer,

Cuando la mirada se desvía de ti,

cuando el corazón no sabe perdonar ni amar, 
 
cuando estoy dividida en tantas redes.

¿A quién iré?

Sólo Tú, mi Dios amado me estrechas en tus abrazos.

Tú tienes palabras de Vida Eterna.

Miércoles de la 12ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (15,1-12.17-18): En aquellos días, Abrán recibió en una visión la palabra del Señor: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.»

Abrán contestó: «Señor, ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?»

Y añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará.»

La palabra del Señor le respondió: «No te heredará ése, sino uno salido de tus entrañas.»

Y el Señor lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»

Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abran creyó al Señor, y se le contó en su haber.

El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»

Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que yo voy a poseerla?»

Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»

Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Eufrates.»

Palabra de Dios

Salmo 104,R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Evangelio según san Mateo (7,15-20): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

Palabra del Señor.

COMPARTIMOS:

La lectura  bíblica de hoy nos quiere ayudar a conocer  los comienzos del pueblo de Israel. La fe en Dios del patriarca Abrán es el punto clave de todo este pasaje. Yo admiro la confianza con que Abrán habla con Dios como si fuera  el mejor de los amigos, el que nunca le va a defraudar. Sí, tendrá que pasar por momentos de prueba, de sufrimiento. Sí, es cierto, se sentía bendecido por la abundancia de bienes materiales que poseía, pero no tenía heredero. El Señor le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.» Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber”. El Señor hizo alianza con Abrán y le dijo: “A tus descendientes les daré esta tierra”.

En el evangelio Jesús nos habla sobre quiénes son los verdaderos amigos y qué hace falta para estar seguro de ellos. Dice: “Por sus frutos los conoceréis”.  Las palabras pueden ser muy finas y bonitas, pero lo que convence son las obras, el comportamiento. Y para aclarar mejor su enseñanza, añade: “Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”.

martes, 22 de junio de 2021

En Mozambique, cientos de niños son secuestrados, violados y obligados a ver la muerte de sus padres

La violencia del islamismo continúa desatada en Cabo Delgado (Mozambique), desde que en octubre de 2017, al-Shabaab –grupo yihadista leal al Estado Islámico– comenzó a atacar instalaciones del Gobierno del interior de la provincia en lo que se creían enfrentamientos tribales.

Ahora, el conflicto se ha recrudecido y es una auténtica guerra por los recursos naturales del país, en la que cientos de niños son secuestrados de forma cotidiana: “Los terroristas utilizan a los niños para adherirlos a sus filas, a las niñas las violan y convierten en sus esposas”, cuenta el padre Fonseca a Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Miles de muertos, desplazados y religiosas raptadas

Ayuda a la Iglesia Necesitada contabiliza el horror de Cabo Delgado en 2.500 muertos y 750.000 desplazados desde octubre de 2017, además de un elevado número de niños y niñas raptados.

El padre Fonseca, encargado de las comunicaciones en la diócesis de Pemba, ciudad costera y capital de Cabo Delgado, fue alertado de los secuestros por la religiosa brasileña Eliane da Costa. Se encontraba en Mocímboa da Praia en agosto de 2020 cuando la ciudad cayó en poder de los terroristas tras derrotar al propio ejército. Da Costa, perteneciente a la congregación de San José de Chambéry, fue secuestrada junto con su compañera Inés Ramos.

Los niños, futuros terroristas

“La Hna. Eliane pasó 24 días entre los terroristas, en el monte, y me pidió: ‘Padre Fonseca, no se olvide de las personas raptadas, sobre todo de los niños y adolescentes que son entrenados para ser terroristas’”, cuenta el p. Fonseca en una entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada.

“La radicalización es el objetivo”, menciona el padre Fonseca. “Estamos hablando de jóvenes y niños que dejaron sus casas el año pasado o el anterior… es mucho tiempo en contacto con el mal, y acabas asimilándolo. La interacción puede convertirlos en los peores terroristas”.

Con dos años vio morir a su padre

Junto con el secuestro y rapto de las religiosas, el p. Fonseca menciona el drama humano al que se ven sometidas las familias de Cabo Delgado. En Mucojo, en la provincia de Macomia, reside Mina. Cuenta al sacerdote que aparecieron por sorpresa cinco hombres. Más tarde supo que eran terroristas de Al-Shabaab.

“Encontraron a Mina con su marido, su hermano y sus cuatro hijos. `Nos vamos a llevar a estos dos niños´, dijeron. Se llevaron a tres, uno de 14, otro de 12 y otro de 10 años. Ataron al marido y al hermano e insistieron en que la mujer se fuera. Ella se negó. Mina presenció, junto con su hija de dos años, como degollaban a su marido y a su hermano. Hoy, esta niña continúa asustada e insiste en que vuelvan a la aldea para ver a su padre. Presenció toda la escena”.

Se juegan la vida por ver a los suyos

Desde hace dieciséis años, la hermana carmelita Blanca Nubia tiene su comunidad en Macomia, donde el conflicto se encuentra más recrudecido. Desplazada a 180 kilómetros de su antigua misión, contó a Mundo Cristiano como una vez al mes, asume el riesgo de volver a su residencia y visitar a su gente y los trabajadores de la ciudad. “Cuando lo hacemos, sabemos que tenemos que informarnos bien de cómo están las condiciones para ir”, advierte. “Sabemos que algún día si podemos encontrarnos con una situación delicada”

Se encuentra a decenas de kilómetros del horror, pero se muestra confiada y esperanzada. “Puede extenderse a otros distritos, pero no parece que sea una cosa inmediata. Para ocupar toda la provincia les queda un distrito importante al que aún no han llegado, donde están concentradas las fuerzas armadas. Confiamos en que las cosas vayan encontrando su solución con los esfuerzos que están haciendo las autoridades y quienes colaboran con ellos”.

Martes de la 12ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (13,2.5-18):

Abrán era muy rico en ganado, plata y oro. También Lot, que acompañaba a Abrán, poseía ovejas, vacas y tiendas; de modo que ya no podían vivir juntos en el país, porque sus posesiones eran inmensas y ya no cabían juntos. Por ello surgieron disputas entre los pastores de Abrán y los de Lot. En aquel tiempo cananeos y fereceos ocupaban el país.

Abrán dijo a Lot: «No haya disputas entre nosotros dos, ni entre nuestros pastores, pues somos hermanos. Tienes delante todo el país, sepárate de mí; si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda.»

Lot echó una mirada y vio que toda la vega del Jordán, hasta la entrada de Zear, era de regadío (esto era antes de que el Señor destruyera a Sodoma y Gomorra); parecía un jardín del Señor, o como Egipto. Lot se escogió la vega del Jordán y marchó hacia levante; y así se separaron los dos hermanos. Abrán habitó en Canaán; Lot en las ciudades de la vega, plantando las tiendas hasta Sodoma. Los habitantes de Sodoma eran malvados y pecaban gravemente contra el Señor.

El Señor habló a Abrán, después que Lot se había separado de él: «Desde tu puesto, dirige la mirada hacia el norte, mediodía, levante y poniente. Toda la tierra que abarques te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como el polvo; el que pueda contar el polvo podrá contar a tus descendientes. Anda, pasea el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar.» Abrán alzó la tienda y fue a establecerse junto a la encina de Mambré, en Hebrón, donde construyó un altar en honor del Señor.

Palabra de Dios

Salmo 14 R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

Evangelio según san Mateo (7,6.12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy también seguimos escuchando la historia de Abrahán en el  libro del Génesis. En estas narraciones bíblicas asistimos al nacimiento del pueblo de Isarel, pueblo elegido por Dios en las personas de Abrán y de sus descendientes. La decisión de Abrán y Lot de separarse, dado que el territorio en que se encontraban resultaba pequeño para contener a ambos. Además las continuas disputas impedían que hubiera  paz entre ellos.

Al parecer, la cantidad de ganado que ambos poseían necesitaba un mayor espacio de tierras para pastar. Abrán dijo a Lot: «No haya disputas entre nosotros dos, ni entre nuestros pastores, pues somos hermanos, (en realidad eran parientes). Tienes delante todo el país, sepárate de mí; si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda.»

Por fin, el patriarca puede escoger definitivamente el lugar del territorio donde fijará su residencia y donde colocará también su propia tumba, en el encinar de Mambré, en Hebrón, donde además erigió un altar al Señor.

El Evangelio de hoy nos está  invitando a encontrar el camino seguro que nos llevará a la felicidad. Nos dice lo siguiente: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.

domingo, 20 de junio de 2021

Un joven indio en la cima del Everest: «En cada expedición llevo el rosario y una imagen de María»

Abraham Tagit Sorang, un joven católico de 24 años, se ha convertido en el alpinista más joven de Arunachal Pradesh, India, en alcanzar la cumbre del Everest. Sorang es miembro de la Asociación Católica de Arunachal Pradesh. Llegó hasta la cima más alta del mundo la mañana del 31 de mayo y regresó a casa el domingo 13 de junio, informa la agencia de noticias AsiaNews.

Sorang pertenece a la tribu Nyishi, asiste a la parroquia de Santa María en Itanagar, donde fue responsable de los jóvenes, y participa en iniciativas comunitarias. “No fue fácil llegar a la cima del Everest -cuenta- fueron necesarios cuatro años de preparación. Y en determinado momento las dificultades económicas hicieron que la empresa fuera casi imposible. Tengo que agradecer a la Asociación Católica de Arunachal Pradesh, sin la cual esta aventura ni siquiera habría comenzado. Hicieron una colecta de fondos por Whatsapp para ayudarme. Me sentí apoyado por mucha gente de este Estado y por la intercesión de la Virgen María”.

Sorang es devoto de la Virgen. Llevó consigo hasta el Everest una pequeña estatuilla de la Virgen que plantó en la nieve con un rosario, como muestra una imagen que compartió en las redes sociales, junto con otra que lo retrata con la bandera de la Asociación Católica. Cuenta a AsiaNews: “Mis padres eran bautistas. Yo asistí al colegio claretiano desde el jardín de infancia y sentí una fuerte llamada a ser católico. En 2000 entré a la Iglesia Católica. Desde que murió mi madre en 2003, la Virgen se ha convertido en mi mamá. Siempre llevo conmigo el rosario y una imagen de la Virgen en cada expedición”.

El padre Félix Anthony contó a AsiaNews que el obispo de Itanagar, John Thomas, dijo en un mensaje que Sorang es un modelo para todos los jóvenes: “No se dejó confinar en su remota aldea. Trabajó duro para superarse hasta que llegó al Everest. Que sea una inspiración para los jóvenes de Arunachal Pradesh, que viven una situación difícil, para que se esfuercen para alcanzar las cimas más altas de su camino”.

Las autoridades de Arunachal Pradesh y la ministra federal de la Juventud, Kiren Rijiju, también felicitaron al joven católico. Por su parte, Sorang espera que esta empresa inspire al gobierno local a tomar medidas para fomentar el turismo de aventura en el Estado. “En Arunachal Pradesh -dice- hay muchos picos que aún no se han escalado, como el Pico Kangto. Con el desarrollo de este sector, muchos jóvenes sin trabajo podrían ganarse la vida como guías, porteadores o incluso organizadores de senderismo en nuestra región”.

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

 Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la liturgia de hoy se narra el episodio de la tempestad calmada por Jesús (Mc 4,35-41). La barca en la que los discípulos atraviesan el lago es asaltada por el viento y las olas y ellos temen hundirse. Jesús está con ellos en la barca, sin embargo, se queda en la popa durmiendo sobre un cabezal. Los discípulos, llenos de miedo, le gritan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38).

Y muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor: “¿Por qué te quedas en silencio y no haces nada por mí?”. Sobre todo cuando parece que nos hundimos, porque el amor o el proyecto en el que habíamos puesto grandes esperanzas desvanece; o cuando estamos a merced de las persistentes olas de la ansiedad; o cuando nos sentimos sumergidos por los problemas o perdidos en medio del mar de la vida, sin ruta y sin puerto. O incluso, en los momentos en los que desaparece la fuerza para ir adelante, porque falta el trabajo o un diagnóstico inesperado nos hace temer por nuestra salud o la de un ser querido. Son muchos los momentos en los que nos sentimos en tempestad, nos sentimos casi acabados.

En estas situaciones y en muchas otras, también nosotros nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante. En la barca, de hecho, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba. El Señor está ahí, presente; de hecho, espera —por así decir— que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Escuchad esto: es necesario gritarle a Él. La oración, muchas veces, es un grito: “¡Señor, sálvame!”. Hoy, Día del Refugiado, estaba viendo en el programa “A sua immagine” (A su imagen), muchos que vienen en pateras y cuando se van a ahogar gritan: “¡Sálvanos!”. También en nuestra vida sucede lo mismo: “¡Señor, sálvanos!”, y la oración se convierte en un grito.

Hoy podemos preguntarnos: ¿cuáles son los vientos que se abaten sobre mi vida, cuáles son las olas que obstaculizan mi navegación y ponen en peligro mi vida espiritual, mi vida de familia, mi vida psíquica también? Digamos todo esto a Jesús, contémosle todo. Él lo desea, quiere que nos aferremos a Él para encontrar refugio de las olas anómalas de vida. El Evangelio cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan (cfr. v. 38). Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta. La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros.

Jesús, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, una pregunta que nos concierne también a nosotros: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (v. 40). Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas más que mirar a Jesús. Y el miedo nos lleva a mirar las dificultades, los problemas difíciles y no a mirar al Señor, que muchas veces duerme. También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad! Pidamos hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón. La Virgen María, que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Uno mi voz a la de los obispos de Myanmar, que la semana pasada lanzaron un llamamiento llamando la atención del mundo entero sobre la desgarradora experiencia de miles de personas que en ese país están desplazados y están muriendo de hambre: «Nosotros suplicamos con toda la gentileza permitir pasillos humanitarios» y que «iglesias, pagodas, monasterios, mezquitas, templos, como también escuelas y hospitales» sean respetados como lugares neutrales de refugio. ¡Que el Corazón de Cristo toque los corazones de todos llevando paz a Myanmar!

Hoy se celebra el Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidas, sobre el tema “Juntos podemos hacer la diferencia”. Abramos nuestro corazón a los refugiados; hagamos nuestras sus tristezas y sus alegrías; ¡aprendamos de su valiente resiliencia! Y así, todos juntos, haremos crecer una comunidad más humana, una única gran familia.

Dirijo una cordial bienvenida a todos vosotros, procedentes de Roma, de Italia y de otros países. Veo peruanos, polacos… y otros países allí… En particular, saludo a la Asociación Guías y Scout Católicos Italianos; la delegación de madres profesoras en las escuelas italianas, los jóvenes del Centro Padre Nuestro de Palermo, fundado por el beato don Puglisi; los jóvenes de Tremignon y Vaccarino, y los fieles de Niscemi, Bari, Anzio y Villa de Briano.

Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

sábado, 19 de junio de 2021

Domingo 12 (Ciclo B) del tiempo ordinario

 Evangelio (Mc 4,35-41): Un día, al atardecer, Jesús dijo a los discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!». El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».

PALABRA DE DIOS

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Hoy -en estos tiempos de «fuerte borrasca»- nos vemos interpelados por el Evangelio. La humanidad ha vivido dramas que, como olas violentas, han irrumpido sobre hombres y pueblos enteros, particularmente durante el siglo XX y los albores del XXI. Y, a veces, nos sale del alma preguntarle: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4,38); si Tú verdaderamente existes, si Tú eres Padre, ¿por qué ocurren estos episodios?

Dios no responderá a estas preguntas: a Él le podemos pedir todo menos el porqué de las cosas; no tenemos derecho a pedirle cuentas. En realidad, Dios está y está hablando; somos nosotros quienes no estamos [en su presencia] y, por tanto, no oímos su voz. «Nosotros -dice Benedicto XVI- no podemos escrutar el secreto de Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia. En ese caso, no defenderíamos al hombre, sino que contribuiríamos sólo a su destrucción».

En efecto, el problema no es que Dios no exista o que no esté, sino que los hombres vivamos como si Dios no existiera. He aquí la respuesta de Dios: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Eso dijo Jesús a los apóstoles, y lo mismo le dijo a santa Faustina Kowalska: «Hija mía, no tengas miedo de nada, Yo siempre estoy contigo, aunque te parezca que no esté».

No le preguntemos, más bien recemos y respetemos su voluntad y…, entonces habrá menos dramas… y, asombrados, exclamaremos: «¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4,41). -Jesús, en ti confío!

Buenos dias nos de Dios

Evangelio de cada día

 Sábado 11 del tiempo ordinario

Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».

PALABRA DE DIOS

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Hoy, Jesús nos dice: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Con estas palabras nos enfrenta a nuestra inseguridad, que procuramos paliar con el apoyo en la tranquilidad de tener no sólo lo necesario, sino lo que nos apetece, lo cual nos lleva a consumir y malgastar. «Que lo oiga el avaro; que lo oiga el que piensa que, llamándose cristiano, puede servir al mismo tiempo a las riquezas y a Cristo. Sin embargo, no dijo: el que tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas; el que es esclavo de las riquezas y las guarda como un esclavo; pero el que ha sacudido el yugo de la esclavitud, las distribuye como señor» (San Jerónimo).

Como en las bienaventuranzas —o en otro pasaje clave, como el del mandato nuevo (Jn 13,34-35)—, hoy el Señor nos invita a una decisión por la confianza ilimitada en un Padre que se nos da como providencia, por la búsqueda del Reino de justicia, paz y alegría, por una verdadera pobreza interior del alma, que se vuelve una y otra vez con “gemidos inenarrables” (cf. Rom 8,26) a Quien únicamente puede saciar nuestro anhelo de plenitud y eternidad. Desde este desasimiento, desde esta precariedad asumida conscientemente, ponemos toda nuestra esperanza en el seguimiento de Cristo. Dejando el pasado en el perdón de Dios y ahuyentando temores y preocupaciones por un futuro que todavía no ha llegado, Jesús nos invita a vivir el día de “hoy”, que es lo único que ahora tenemos. Y en este “hoy” Él se nos da como pan que acompaña el día. «Sólo el presente nos pertenece, siendo incierta la esperanza del futuro (...). Bástale a cada día su propia malicia. ¿Por qué angustiarnos por el mañana?» (San Gregorio de Nisa).

Buenos días nos de Dios

jueves, 17 de junio de 2021

Evangelio de cada dia

 Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,18.21b-30):

Son tantos los que presumen de títulos humanos, que también yo voy a presumir. Pues, si otros se dan importancia, hablo disparatando, voy a dármela yo también. ¿Que son hebreos?, también yo; ¿que son linaje de Israel?, también yo; ¿que son descendientes de Abrahán?, también yo; ¿que si ven a Cristo?, voy a decir un disparate: mucho más yo. Les gano en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas y en peligros de muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros con los falsos hermanos. Muerto de cansancio, sin dormir muchas noches, con hambre y sed, a menudo en ayunas, con frío y sin ropa. Y, aparte todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿quién cae sin que a mí me dé fiebre? Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad.

Palabra de Dios

Salmo 33, El Señor libra a los justos de sus angustias

Evangelio según san Mateo (6,19-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»

Palabra del Señor

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En el texto evangélico de hoy san Mateo  nos recuerda las palabras que  dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo,… porque donde está tu tesoro allí está tu corazón”.

En una conversación con amigos, alguien dijo una frase que se me quedó grabada: “El árbol no come sus frutos”. Me pareció una manera muy plástica de decir que todos los seres, incluyendo los humanos, existimos para darnos, no para encerrarnos en nosotros mismos.

San Pablo recordó estas palabras: “Hay más dicha en dar que en recibir” Este proverbio de Jesús  parece que Pablo lo aprendió de otros cristianos. Y es que los seres humanos hemos sido hechos para dar y para darnos. Nuestra vida cambiaría si pudiéramos comprender que − como el árbol – no estamos hechos para comernos nuestros propios frutos, sino para donarlos como alimento a otros. Igual que los frutos se pudren si nadie los recoge, de igual modo nuestros dones resultan infecundos si no los ponemos al servicio de los demás.

La capacidad de compartir no está ligada a la abundancia de recursos, sino a la generosidad del corazón. La persona generosa, aun cuando atraviese períodos de escasez, encuentra en su interior la fuente del gozo porque − como nos reveló Jesús – “hay más alegría en dar que en recibir”. La raíz de la tristeza y la soledad que viven muchas personas está en su incapacidad dar, de compartir.