domingo, 31 de mayo de 2020

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro - Altar de la Cátedra

«Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu» (1 Co 12,4). Así escribe el apóstol Pablo a los corintios; y continúa diciendo: «Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios» (vv. 5-6). Diversidad y unidad: San Pablo insiste en juntar dos palabras que parecen contraponerse. Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos por el Espíritu Santo.

Vayamos, pues, al comienzo de la Iglesia, al día de Pentecostés. Y fijémonos en los Apóstoles: muchos de ellos eran gente sencilla, pescadores, acostumbrados a vivir del trabajo de sus propias manos, pero estaba también Mateo, un instruido recaudador de impuestos. Había orígenes y contextos sociales diferentes, nombres hebreos y nombres griegos, caracteres mansos y otros impetuosos, así como puntos de vista y sensibilidades distintas. Todos eran diferentes. Jesús no los había cambiado, no los había uniformado y convertido en ejemplares producidos en serie. No. Había dejado sus diferencias y, ahora, ungiéndolos con el Espíritu Santo, los une. La unión —la unión de la diversidad— se realiza con la unción. En Pentecostés los Apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu. La vieron con sus propios ojos cuando todos, aun hablando lenguas diferentes, formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía porque en el Espíritu hay armonía.

Pero volviendo a nosotros, la Iglesia de hoy, podemos preguntarnos: “¿Qué es lo que nos une, en qué se fundamenta nuestra unidad?”. También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad. Pero la tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Y esta es una fea tentación que divide. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos. Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios; todos iguales, en esto, y todos diferentes. El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas. Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, de esta o de aquella ideología; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios. La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico.

Regresemos al día de Pentecostés y descubramos la primera obra de la Iglesia: el anuncio. Y, aun así, notamos que los Apóstoles no preparaban ninguna estrategia; cuando estaban encerrados allí, en el cenáculo, no elaboraban una estrategia, no, no preparaban un plan pastoral. Podrían haber repartido a las personas en grupos, según sus distintos pueblos de origen, o dirigirse primero a los más cercanos y, luego, a los lejanos; también hubieran podido esperar un poco antes de comenzar el anuncio y, mientras tanto, profundizar en las enseñanzas de Jesús, para evitar riesgos, pero no. El Espíritu no quería que la memoria del Maestro se cultivara en grupos cerrados, en cenáculos donde se toma gusto a “hacer el nido”. Y esta es una fea enfermedad que puede entrar en la Iglesia: la Iglesia no como comunidad, ni familia, ni madre, sino como nido. El Espíritu abre, reaviva, impulsa más allá de lo que ya fue dicho y fue hecho, Él lleva más allá de los ámbitos de una fe tímida y desconfiada. En el mundo, todo se viene abajo sin una planificación sólida y una estrategia calculada. En la Iglesia, por el contrario, es el Espíritu quien garantiza la unidad a los que anuncian. Por eso, los apóstoles se lanzan, poco preparados, corriendo riesgos; pero salen. Un solo deseo los anima: dar lo que han recibido. Es hermoso el comienzo de la Primera Carta de San Juan: “Eso que hemos recibido y visto os lo anunciamos” (cf. 1,3).

Finalmente llegamos a entender cuál es el secreto de la unidad, el secreto del Espíritu. El secreto de la unidad en la Iglesia, el secreto del Espíritu es el don. Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata, que se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de la misma vida un don. Y así, amando humildemente, sirviendo gratuitamente y con alegría, daremos al mundo la verdadera imagen de Dios. El Espíritu, memoria viviente de la Iglesia, nos recuerda que nacimos de un don y que crecemos dándonos; no preservándonos, sino entregándonos sin reservas.

Queridos hermanos y hermanas: Examinemos nuestro corazón y preguntémonos qué es lo que nos impide darnos. Decimos que tres son los principales enemigos del don: tres, siempre agazapados en la puerta del corazón: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. El narcisista piensa: “La vida es buena si obtengo ventajas”. Y así llega a decirse: “¿Por qué tendría que darme a los demás?”. En esta pandemia, cuánto duele el narcisismo, el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás, el no admitir las propias fragilidades y errores. Pero también el segundo enemigo, el victimismo, es peligroso. El victimista está siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos contra mí!”. ¡Cuántas veces hemos escuchado estas lamentaciones! Y su corazón se cierra, mientras se pregunta: “¿Por qué los demás no se donan a mí?”. En el drama que vivimos, ¡qué grave es el victimismo! Pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos. Esto es el victimismo. Por último, está el pesimismo. Aquí la letanía diaria es: “Todo está mal, la sociedad, la política, la Iglesia...”. El pesimista arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”. Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes. Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza. En estos tres —el ídolo narcisista del espejo, el dios espejo; el dios-lamentación: “me siento persona cuando me lamento”; el dios-negatividad: “todo es negro, todo es oscuridad”— nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo, nos cura del espejo, de la lamentación y de la oscuridad.

Hermanos y hermanas, pidámoslo: Espíritu Santo, memoria de Dios, reaviva en nosotros el recuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos. Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia. Amén.

sábado, 30 de mayo de 2020

«EL SEÑOR ES MI PASTOR»

EL profeta dijo: “Mirad que llegan días en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra… Y lo llamarán con este nombre: «El-Señor-nuestra-justicia»”.

Y el apóstol, llegados los tiempos a su plenitud, escribió: “Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz”.

En tu vida, hermano mío, hermana mía, hay un antes y un ahora: un antes en que todos andábamos “como ovejas sin pastor”, y un ahora en que “hemos vuelto al pastor de nuestras almas”; un antes de dispersión y de ruina, y un ahora en que nos conduce el que nos ama.

“¡El Señor es mi pastor, nada me falta!” Considera con quiénes has orado en esta mañana de encuentro con tu Dios. Las palabras de tu oración eran del salmista, y al pronunciarlas, lo hiciste presente en la asamblea dominical. La oración era tuya, pues dijiste, como si de ti solo se tratase,  “el Señor es mi pastor”, pero lo dijiste a una voz con tus hermanos, formando con ellos un solo cuerpo, una sola Iglesia, y en ese cuerpo oraba también su cabeza, Jesús el Señor, y oraban con él y contigo todos los pobres de la tierra.

“¡El Señor es mi pastor, nada me falta!” Asómate al misterio que llena de gozo tu corazón. Las palabras de tu oración no las dice el hombre que de todo dispone, el rico que nada necesita, el orgulloso que se basta a sí mismo; son palabras del que nada tiene y al que nada le falta, porque “el Señor es su pastor”.  Contempla a Jesús, al pobre del que tú, Iglesia santa, eres el cuerpo, y con él, vuelve a decir las palabras del salmista: “¡El Señor es mi pastor, nada me falta!”; y sentirás sobre ti la fuerza del Espíritu de Dios, la gracia del Hijo de Dios, la justicia que todo lo serena y pacifica.

Si te digo, “contempla a Jesús”, te pido que recuerdes su vida, su evangelio, su palabra compasiva y su amor sin medida; pero te pido sobre todo que admires lo que hoy recibes, pues hoy, en la Eucaristía, el Señor te hace recostar en verdes praderas, hoy te conduce hacia fuentes tranquilas, hoy repara tus fuerzas, hoy prepara ante ti una mesa generosa para que comas el pan de la vida y bebas el vino de la salvación, hoy te unge tu Dios con su Espíritu y sientes que te acompañan, como ángeles custodios, su bondad y su misericordia.

Con Jesús, se acabó el antes y empezó el ahora de Dios para ti.

Feliz domingo, Iglesia santa. “Ven, Señor Jesús”. Ven, y que sea domingo de vida y salvación, de justicia y de paz para todos los pobres.

 Santiago Agrelo 

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

Evangelio (Jn 20,19-23): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

jueves, 28 de mayo de 2020

Muere la misionera Araceli Revuelta, que experimentó la providencia con aspirinas llegadas del cielo


Araceli Revuelta, misionera dominica del Rosario, ha fallecido a los 99 años en Bolivia, país en el que se puso al servicio de los pobres durante más de media vida. Antes, esta religiosa española estuvo destinada también en Chile y Perú.


En su fecunda vida misionera, Araceli Revuelta atendió espiritualmente y también físicamente como enfermera a personas moribundas, recorrió miles de kilómetros y también ayudó a nacer a 1.000 niños de familias pobres. Nunca perdió ni a un bebé ni a una madre en los partos.

Obras Misionales Pontificias recuerda una anécdota que esta religiosa solía contar pero que explica muy gráficamente lo que es la providencia, especialmente cuando se deja todo en manos de Dios en las misiones.

La petición a San José

Se trata de una petición que Araceli hizo a un paciente moribundo. Le pidió que cuando llegara al cielo le dijera a San José que le mandara aspirinas porque no tenía ni una para los enfermos que atendía. Este moribundo le dijo que así lo haría.

Una mañana la hija de aquel enfermo le comunicó el fallecimiento de su padre. A las pocas horas llegó un camión enviado por unos sacerdotes norteamericanos. Según le contaron al limpiar un almacén habían encontrado una caja con 60.000 aspirinas. En las cajas estaba escrito en inglés “Laboratorio San José”, y en cada aspirina se podía leer “San José”, “San José”, “San José”. “Increíble”, decía ella.

Arecelí nació en la localidad asturiana de Pravia en 1921 en una familia de cinco hermanos. Su padre fue asesinado en la Guerra Civil española por ser católico. Ya en 1951 ingresó en la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario.

Estudió educación infantil y enfermería. Fue en 1955 cuando partió a Perú, y más tarde al norte de Chile. En 1958 se trasladó a Lima (Perú), para preparar sus votos perpetuos. Desde allí partiría a Bolivia.

Su importante labor en Bolivia

En Sorata permaneció 25 años principalmente en el área rural, donde fundó un consultorio para la atención de las familias de la Cooperativa de Ahorro, Crédito y Salud. En Sorata trabajó como Jefa de Enfermeras y logró formar un dispensario. Éste consultorio y farmacia, posteriormente serían la piedra fundamental para la construcción del Hospital de Segundo Nivel de Sorata “Túpac Katari”.

 Su siguiente destino sería Palca-La Paz. En la época del cólera se trasladó a la frontera con el Perú, para volver al Servicio Departamental de Salud de La Paz. El 2003, el padre Ignacio Harding, le pidió que se hiciera cargo del Centro de Salud de San Antonio de Padua, que tienen los Franciscanos detrás de la Iglesia de San Francisco en la ciudad de La Paz.

miércoles, 27 de mayo de 2020

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Catequesis: 4. La oración de los justos

Queridos hermanos y hermanas:

Dedicamos la catequesis de hoy a la oración de los justos. En los primeros capítulos del libro de Génesis, observamos cómo el plan de Dios para la humanidad era bueno; no obstante, la presencia del mal se expandía sin remedio. Adán y Eva dudaron de las buenas intenciones de Dios y se dejaron engañar por el maligno. Ese mal pasó a la segunda generación: Caín sintió envidia de su hermano Abel y lo mató; y así, el mal se fue extendiendo como un incendio que arrasa todo. De ahí, los relatos del diluvio universal y de la torre de Babel en los que se revela una humanidad corrompida y la necesidad de una nueva creación.

Sin embargo, en esas mismas páginas de la Biblia, se escribe otra historia, que es menos notoria, pero que representa la redención de la esperanza a través de las personas que se opusieron al mal y rezaban a Dios, siendo capaces de escribir el destino de la humanidad de modo diferente. ¡La oración tiene el poder de escribir el destino de la humanidad de modo diferente! Vemos, por ejemplo, a Abel que ofreció a Dios un sacrificio de primicias; también, a Noé, un hombre justo que “caminó con Dios” y ante quien Dios cambió su intención de arrasar todo el género humano.

De estos relatos, se constata cómo la oración es vivida por una multitud de justos y el poder de Dios pasa por estos hombres y mujeres que, a menudo, son incomprendidos o marginados por sus contemporáneos. Pero, gracias a la oración de ellos, Dios muestra su misericordia y muestra su bondad al mundo. Su oración trasforma el desierto del odio en un oasis de vida y paz.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Los animo a leer las primeras páginas del libro del Génesis para redescubrir la fuerza que tiene la oración de los “amigos de Dios”, y para hacer nosotros lo mismo. Invoquemos su Nombre con confianza y elevemos nuestra oración conjunta para que el Señor sane a este mundo de todas sus dolencias, y a nosotros nos haga experimentar la alegría de la salvación.

Que Dios los bendiga.

martes, 26 de mayo de 2020

El atractivo de la virtud y del bien

Un razonamiento equivocado
        A veces uno tiende equivocadamente en su interior a etiquetar como desagradables, por ejemplo, determinadas personas, o determinadas tareas, o determinados aspectos relacionados con la mejora del carácter, y no se da cuenta de hasta qué punto le perjudican esos vínculos mentales que se han ido estableciendo en su mente, de manera más o menos consciente.

        Ante posibles puntos concretos de mejora personal que advertimos en nuestra vida (vemos, por ejemplo, que deberíamos ser más pacientes, o menos egoístas, más ordenados, menos irascibles, o lo que sea), es frecuente que tendamos a ver esos objetivos como metas muy lejanas, o como algo poco asequible a nuestras fuerzas. Lo vemos quizá como avances apetecibles, sí, pero que alcanzarlos requeriría tal esfuerzo que sólo pensarlo nos produce ya un notable rechazo. Lo percibimos como algo fatigoso y agotador, o que nos llevaría a un estilo de vida de demasiada tensión.

        Sin embargo, la mejora personal no supone ni exige eso. Al menos, de modo ordinario no tiene por qué plantearse así. El avance en el camino de la mejora personal ha de entenderse y abordarse más bien como un proceso de liberación. Un progreso gradual en el que vamos soltando día a día el lastre de nuestros defectos. No una extenuante subida a un puerto de montaña, sino un progresivo alivio de la carga de nuestros errores, un desahogo paulatino de la causa de nuestros principales problemas. Por eso, aunque siempre habrá también retrocesos, pequeños o grandes, si logramos en conjunto mejorar, nos encontraremos cada vez con más autonomía, avanzaremos con más soltura y sentiremos más satisfacción. Cada hombre debe adquirir el dominio de sí mismo, y ése es el camino de lo que Aristóteles empezó a llamar virtud: la alegría y la felicidad vendrán como fruto de una vida conforme a la virtud.

Otro modo de "contemplar"
        Si nos fijamos más, por ejemplo, en lo positivo de una determinada persona, o en el reto que supone tener ordenado el armario o el despacho, o incluso en lo apasionante que puede llegar a ser, tanto para un hombre como para una mujer, cocinar, mantener limpia la casa, o educar a los hijos..., si nos esforzamos por verlo así, el camino se hace mucho más andadero.

        Podría objetarse que eso no es difícil de hacer... durante unos minutos, o unos días. Pero, ¿cómo impedir que al poco tiempo se vuelva a lo de antes? Puedo esforzarme, por ejemplo, por variar mi humor durante un rato, que no es poco, pero... ¿cómo mantenerme así y llegar a ser una persona bienhumorada?

        Un camino es esforzarse en cambiar la imagen que se nos presenta en la mente al pensar en esas cosas. Por ejemplo, en vez de representar en la imaginación lo apetitoso que resulta lo que no deberías comer o beber o hacer, procura pensar en lo atractivo y liberador que resulta ser una persona sana y honesta, y logra que esas representaciones tomen en tu interior una mayor cuota de pantalla.

El hábito de mirar arriba
        O si te invaden pensamientos relacionados con el egoísmo, la pereza o el la mentira, procura suscitar la imagen de ser una persona generosa, diligente, sincera y leal, y recréate en la contemplación de esos valores y esas virtudes que has de desear ver en tu vida. Incluso, si quieres, recréate también en lo desagradable que resultaría convertirse poco a poco en una persona egoísta, perezosa o desleal, y compara una imagen con otra.

        ¿Es importante esto? Pienso que sí. Si una persona logra formarse una idea atractiva de las virtudes que desea adquirir, y procura tener esas ideas bien presentes, es mucho más fácil que llegue a poseer esas virtudes. Así logrará, además, que ese camino sea menos penoso y más satisfactorio. Por el contrario, si piensa constantemente en el atractivo de los vicios que desea evitar (un atractivo pobre y rastrero, pero que siempre existe, y cuya fuerza nunca debe menospreciarse), lo más probable es que el innegable encanto que siempre tienen esos errores haga que difícilmente logre despegarse de ellos.

        Por eso, profundizar en el atractivo del bien, representarlo en nuestro interior como algo atractivo, alegre y motivador, es algo mucho más importante de lo que parece. Muchas veces, los procesos de mejora se malogran simplemente porque la imagen de lo que uno se ha propuesto llegar no es lo bastante sugestiva o deseable.

 
Alfonso Aguiló

domingo, 24 de mayo de 2020

Para no perder el hilo

Recuerdo vivamente el discurso de nuestro llorado José Jiménez Lozano cuando recibió el Premio ¡Bravo! Un discurso chispeante y profundo sobre la aventura de comunicar trenzado de una suerte de amargura de fondo, porque al final, muchas veces esa aventura se vuelve una carrera de obstáculos y su objetivo se ve frustrado. Nunca fue don José políticamente correcto, a Dios gracias. Como todo lo humano, comunicar es algo dramático porque entran en juego la razón y la libertad, el bien y el mal, la verdad y la mentira. La comunicación nunca es inocua: construye o destruye, cura o hiere, teje relaciones o las rompe. Siempre es así, pero más aún cuando nos encontramos en un contexto de dolor e incertidumbre en el que la exigencia humana se ve exasperada.

No pretendo hacer un balance sobre la comunicación en tiempos de pandemia. Es evidente que los medios tradicionales de comunicación, los medios digitales y las redes sociales han funcionado a toda máquina para narrar los múltiples escenarios de la crisis, para responder a una demanda inusitada de información y, más raramente, para sondear las grandes preguntas humanas que en estos días se han despertado. Y en el gran telar de la comunicación encontramos todo tipo de paños. Parafraseando el mensaje del Papa para esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, han circulado informaciones no contrastadas, discursos triviales, incluso proclamas de odio en una y otra dirección. En no pocas ocasiones la comunicación se ha puesto al servicio de intereses ideológicos, y eso se traduce en cavar trincheras. De ese modo algunos comunicadores, que deberían ser promotores de la vida común, se dedican, como dice el Papa, a romper los frágiles hilos de la convivencia.

Pero también hemos podido escoger (el discernimiento y la libertad del receptor, qué gran tema) narraciones que reflejan el intento leal y sincero de ir más allá de las apariencias, que se resisten al encajonamiento sectario, que se dejan tocar por la realidad en todo su espesor de dolor y de necesidad humana. Por cada una de estas historias, vengan de donde vengan, tenemos que dar gracias. Especialmente cuando descubrimos en ellas el perfume del Evangelio, o sea, el testimonio de un amor que transforma la vida, aunque quien las narra no conozca la fuente de ese amor.

En su mensaje Francisco dice que necesitamos encontrar historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy, que saquen a la luz la verdad de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida cotidiana. Parecen palabras escritas para describir nuestra necesidad en la pandemia, aunque el Papa las consignase mucho antes de que estallara. Cuidado, no se trata de endulzar una realidad terrible, se trata de contar esa realidad hasta el fondo, de acoger las preguntas serias que nos plantea. Incluso cuando contamos el mal, podemos reconocer presente el dinamismo del bien, y solo así no mantenemos el hilo de oro de nuestra humanidad y no cedemos a la desesperación de que todo es puro caos y sinsentido. Porque no lo es.

Compañeros de camino

El comunicador cristiano no trabaja con una materia distinta que los demás, la materia de esta circunstancia tremenda que nos resulta dura y opaca. Pero entra en ella con la memoria de lo que somos a los ojos de Dios, de la grandeza de nuestra exigencia, que reclama un sentido y una esperanza contra todos los vientos. Una memoria alimentada por el testimonio cotidiano de tantos hombres y mujeres sin vitola, esos santos de la puerta de al lado, verdaderos protagonistas de una historia que espera nuestro coraje y nuestra humildad para ser contada. Y así, en la opacidad se abre una grieta y no perdemos el hilo de lo humano, podemos valorar toda búsqueda, todo intento, también la queja de tantos corazones heridos que buscan en la niebla. Sin arrogancia ni pretensión, nos hacemos compañeros de camino, contribuimos a esa amistad cívica que nuestra sociedad necesita como la luz y el calor.

Es necesaria también una palabra sobre todos nosotros como destinatarios de la comunicación. Para no sucumbir a los bulos ni a las manipulaciones, para no ceder a las historias narcotizantes ni a las que nos precipitan en el cinismo, son necesarias dos cosas: una tradición viva y una compañía que nos abraza por lo que somos. Para mantener el norte en este mar encrespado necesitamos pertenecer. En este oficio, amado y sufrido, no me sostienen los manuales de buenas prácticas (necesarios) ni la técnica (imprescindible), sino pertenecer a la compañía de la Iglesia, donde renace el coraje para tejer historias que desvelen que la vida siempre es un bien. Un bien que los comunicadores estamos llamados a cuidar con profunda responsabilidad.

José Luis Restán
Director editorial de COPE

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. El pasaje del Evangelio (cf. Mt 28, 16-20) nos muestra a los apóstoles que se reúnen en Galilea, "en la montaña que Jesús les había indicado" (v. 16). Aquí está la última reunión del Señor resucitado con los suyos, en la montaña. La "montaña" tiene una fuerte carga simbólica, evocadora. En una montaña, Jesús proclamó las Bienaventuranzas (cf Mt 5,1-12); en las montañas se retiraba a rezar (cf. Mt 14, 23); allí dio la bienvenida a las multitudes y sanó a los enfermos (cf Mt 15:29). Pero esta vez, en la montaña, ya no es el Maestro quien actúa y enseña, sino que es el Resucitado quien pide a los discípulos que actúen y anuncien, confiándoles el mandato de continuar su trabajo.

Los invierte de la misión entre todas las personas. Él dice: "Por tanto, id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que te he mandado" (vv. 19-20). Los contenidos de la misión encomendada a los Apóstoles son estos: anunciar, bautizar, enseñar y caminar por el camino trazado por el Maestro, es decir, el Evangelio viviente. Este mensaje de salvación implica ante todo el deber del testimonio, sin el testimonio no se puede anunciar, a lo que nosotros, los discípulos de hoy, también estamos llamados a dar cuenta de nuestra fe. Enfrentados a una tarea tan exigente, y pensando en nuestras debilidades, nos sentimos inadecuados, como sin duda los mismos Apóstoles. Pero no te desanimes,

Esta promesa asegura la presencia constante y consoladora de Jesús entre nosotros. Pero, ¿cómo se realiza esta presencia? A través de su Espíritu, quien guía a la Iglesia a caminar en la historia como el compañero de ruta de cada hombre. Ese Espíritu que, enviado por Cristo y el Padre, obra la remisión de los pecados y santifica a todos aquellos que, arrepentidos, se abren con confianza a su don. Con la promesa de quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos, Jesús inaugura el estilo de su presencia en el mundo como el Resucitado. Jesús está presente en el mundo pero con otro estilo, el estilo del Resucitado, es decir, una presencia que se revela en la Palabra, en los Sacramentos, en la acción constante e interior del Espíritu Santo. La fiesta de la Ascensión nos dice que Jesús, aunque ascendió al Cielo para morar gloriosamente a la diestra del Padre, está quieto y siempre entre nosotros:

Que la Virgen María acompañe nuestro viaje con su protección materna: de ella aprendemos la dulzura y el coraje de ser testigos en el mundo del Señor resucitado.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

unámonos espiritualmente con los fieles católicos en China, que hoy celebran, con particular devoción, la fiesta de la Santísima Virgen María, Auxiliadora y Patrona de China, venerada en el santuario Sheshan en Shangai. Encomendamos a los pastores y fieles de la Iglesia católica en ese gran país a la guía y protección de nuestra Madre celestial, para que sean fuertes en la fe y firmes en la unión fraterna, testigos alegres y promotores de la caridad y la esperanza fraterna y buenos ciudadanos.

Queridos hermanos y hermanas católicos en China, deseo asegurarles que la Iglesia universal, de la cual ustedes son parte integral, comparte sus esperanzas y los apoya en las pruebas de la vida. Te acompaña con oración por un nuevo derramamiento del Espíritu Santo, para que la luz y la belleza del Evangelio, el poder de Dios para la salvación de quien cree, pueda brillar en ti. Al expresar una vez más mi gran y sincero afecto a todos ustedes, les imparto una bendición apostólica especial. ¡Que Nuestra Señora siempre te proteja!

Finalmente, encomendamos a la intercesión de María Auxiliadora a todos los discípulos del Señor y a todas las personas de buena voluntad que, en este momento difícil, en cada parte del mundo trabajan con pasión y compromiso por la paz, por el diálogo entre las naciones, por el servicio a los pobres, por la custodia de la creación y por la victoria de la humanidad sobre todas las enfermedades del cuerpo, el corazón y el alma.

Hoy se celebra el Día Mundial de las Comunicaciones Sociales, dedicado este año al tema de la narración . Que este evento nos anime a contar y compartir historias constructivas, que nos ayudan a comprender que todos somos parte de una historia más grande de lo que somos y que podemos mirar hacia el futuro con esperanza, si realmente nos cuidamos como hermanos.

Hoy, en el día de María Auxiliadora, ofrezco un saludo afectuoso y cordial a los salesianos y salesianos. Recuerdo con gratitud la formación espiritual que recibí de los hijos de Don Bosco.

Hoy debería haber ido a Acerra para apoyar la fe de esa población y el compromiso de quienes trabajan para contrastar el drama de la contaminación en la llamada Tierra de los incendios. Mi visita ha sido pospuesta; sin embargo, envío mi saludo, mi bendición y mi aliento al Obispo, a los sacerdotes, a las familias y a toda la comunidad diocesana, esperando conocerte lo antes posible. Iré allí, claro!

Y hoy es también el quinto aniversario de la Encíclica Laudato si ' , con el que hemos tratado de llamar la atención sobre el clamor de la Tierra y los pobres. Gracias a la iniciativa del Dicasterio para el Servicio Integral de Desarrollo Humano, la "Semana Laudato si ' , que acabamos de celebrar, se convertirá en un Año especial de Aniversario de Laudato si' , un Año especial para reflexionar sobre la Encíclica, a partir del 24 Mayo de este año hasta el 24 de mayo del año próximo. Invito a todas las personas de buena voluntad a unirse, a cuidar nuestro hogar común y nuestros hermanos y hermanas más frágiles. La oración dedicada a este año se publicará en el sitio web . Será bueno rezarle.

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no olvides rezar por mí. Que tengas un buen almuerzo y adiós.

ORACIÓN

Dios amoroso,
creador del cielo, la tierra y todo lo que contienen.
Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones,
para que podamos ser parte de la creación, tu regalo.

Estar presente para los necesitados en estos tiempos difíciles,
especialmente para los más pobres y vulnerables.
Ayúdenos a mostrar una solidaridad creativa para abordar
las consecuencias de esta pandemia global.
Haznos valientes para abrazar los cambios destinados
a buscar el bien común.
Ahora más que nunca, que podemos sentir que todos estamos
interconectados e interdependientes.

Haz posible que escuchemos y respondamos
al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Los sufrimientos actuales pueden ser los dolores de dar a luz
a un mundo más fraterno y sostenible.

Bajo la mirada amorosa de María Auxiliadora,
oramos por Cristo nuestro Señor.
Amén.


sábado, 23 de mayo de 2020

Ascensión del Señor (Ciclo A)

Evangelio (Mt 28,16-20): En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:
Hoy, contemplamos unas manos que bendicen —el último gesto terreno del Señor (cf. Lc 24,51). O unas huellas marcadas sobre un montículo —la última señal visible del paso de Dios por nuestra tierra. En ocasiones, se representa ese montículo como una roca, y la huella de sus pisadas queda grabada no sobre tierra, sino en la roca. Como aludiendo a aquella piedra que Él anunció y que pronto será sellada por el viento y el fuego de Pentecostés. La iconografía emplea desde la antigüedad esos símbolos tan sugerentes. Y también la nube misteriosa —sombra y luz al mismo tiempo— que acompaña a tantas teofanías ya en el Antiguo Testamento. El rostro del Señor nos deslumbraría.

San León Magno nos ayuda a profundizar en el suceso: «Lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado ahora a sus misterios». ¿A qué misterios? A los que ha confiado a su Iglesia. El gesto de bendición se despliega en la liturgia, las huellas sobre tierra marcan el camino de los sacramentos. Y es un camino que conduce a la plenitud del definitivo encuentro con Dios.

Los Apóstoles habrán tenido tiempo para habituarse al otro modo de ser de su Maestro a lo largo de aquellos cuarenta días, en los que el Señor —nos dicen los exegetas— no “se aparece”, sino que —en fiel traducción literal— “se deja ver”. Ahora, en ese postrer encuentro, se renueva el asombro. Porque ahora descubren que, en adelante, no sólo anunciarán la Palabra, sino que infundirán vida y salud, con el gesto visible y la palabra audible: en el bautismo y en los demás sacramentos.

«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Todo poder.... Ir a todas las gentes... Y enseñar a guardar todo... Y El estará con ellos —con su Iglesia, con nosotros— todos los tiempos (cf. Mt 28,19-20). Ese “todo” retumba a través de espacio y tiempo, afirmándonos en la esperanza.

viernes, 22 de mayo de 2020

Tres meses detrás de una ventana

«Más allá de las masacres que el coronavirus ha realizado en las residencias, la soledad y el drama de los ancianos que han sobrevivido son brutales», afirma Pepa Setién, coordinadora de Pastoral de la Salud en la Vicaría VIII de Madrid, y encargada de un grupo de voluntarios que visita a ancianos al norte de la capital. «El 8 de marzo nos empezaron a decir que las visitas se iban a restringir en las residencias, y según lo que he podido ver en los decretos del Gobierno, como muy pronto empezarán las visitas el 8 de junio. Van a ser tres meses de absoluta soledad para ellos».

Los primeros momentos de la pandemia fueron de incredulidad para los mayores, «pero enseguida vino el pánico», cuenta Setién, porque «rápidamente los apartaron de los lugares comunes y los recluyeron en sus habitaciones. Están viviendo una realidad durísima, porque en tres meses solo van a poder ver a las personas que les llevan la comida y que los asean, sin salir de su habitación, y eso será apenas unos minutos, porque el que se queda algo más dejando la bandeja de la comida ya se queda mucho tiempo. Están todo el día solos».

Setién piensa ya en el día después, y el panorama no es alentador: «Tanta soledad no hará más que aumentar su enfermedad y su dependencia. El que tenía los despistes propios de su edad saldrá con una demencia importante; el que ya tenía demencia va a estar muy mal. Y, por la falta de movilidad, el que tenía una muleta saldrá con dos; y el que iba con dos, saldrá en silla de ruedas. La vuelta va a ser terrible».

«La vida por la ventana de su habitación, eso es todo lo que van a ver en tres meses. Son los grandes olvidados de la pandemia», dice Setién, quien comenta cómo es el panorama actual de las residencias: «Por lo que hemos podido hablar con algunos por teléfono, están asustados, no saben nada de sus amigos. En las residencias que conocemos ha habido varios ingresos por ansiedad. Cuando vuelvan a la sala de la televisión irán contando a ver quién falta. Es un drama».

Álvaro Medina, presidente de Vida Ascendente, relata una realidad parecida: «Lo que ha pasado –y lo que está pasando– es dramático», asegura. «Las residencias son centros de concentración de personas de alto riesgo, pero no han recibido ninguna ayuda, ni tests, ni EPI…». Medina explica la historia de una mujer que ha pasado dos ictus en una residencia y «no ha recibido asistencia hospitalaria; hay ancianos que han fallecido, por coronavirus y por otras razones, y han pasado horas y horas allí porque nadie iba a recogerlos». «Algunos han precisado oxígeno y no les han facilitado bombonas. Ha sido dantesco». Los ancianos, atestigua, «han pasado mucho miedo. Parece que las residencias han estado demonizadas» estas semanas.

Para Medina, «debe de haber sido muy complicado para un responsable sanitario tener que elegir a quién dar un tratamiento cuando no había para todos». «Me imagino que han tenido que decidir quien tenía más posibilidades tuviera de sobrevivir, y los últimos han sido los mayores».

¿Cree que se les ha colocado un estigma? «No lo creo. Lo sé. Es lo que ha ocurrido», afirma taxativamente Medina, para quien «los ancianos sufren terriblemente esta situación. Tenemos que tener muy en cuenta lo que ha pasado, ahora y en el futuro».

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Meditación al amanecer, José María Pemán


  Ya es tiempo de sementera,

y en los surcos de la arada

se escucha ya la tonada,

que ayer se escuchó en la era.



     Y ya va el gañán a arar

las tierras de sementera,

con la mano en la macera

y en los labios un cantar.


     Tierra pródiga y jugosa

de mi fértil heredad,

en esta mañana hermosa,

me has dado una generosa

lección de fecundidad.


     Toda la tierra está henchida

de preñez de sementera

¿y yo he de hacer de mi vida,

rama estéril y podrida

digna solo de la hoguera?.


     La vida que no florece,

y ni fecunda, ni crece,

es vida que no merece

el santo nombre de vida.


     Mas no temáis a la vida,

que si la cumbre es erguida

y es pedregoso el atajo,

el cariño y el trabajo,

hacen dulce la subida.


     Que este anhelo de poesía

que busco yo y no se harta,

jamás de luz y armonía

Dios se la dio al alma mía

para que yo la reparta.


     Por eso busco los modos,

de cantar en mis poesías,

pasiones que siendo mías

son las pasiones de todos.


     Y quisiera conseguir,

hacer a todos sentir

un mismo anhelo infinito,

y ante mis versos oír

a cada uno decir:

eso lo hubiera yo escrito

si yo supiera escribir.


     Quiero hacer bien en mi vida

para sentir en mi pecho

esa dulzura escondida

que engendra la indefinida

satisfacción del bien hecho.


     Que es verdad que, aunque hay quien

nunca logrará entenderlo,

hay un goce en hacer el bien

por solo el goce de hacerlo.


     Y es que al que siembra este suelo

de rosales, de poesía,

de esperanza, de alegría,

de fortaleza y consuelo,

y el que da a sus hermanos

rosa de consejos sanos,

y palabras bondadosas...

¡siempre le queda en las manos

algún perfume de rosas!.


     Siento en mi pecho bullir

ansias de amar con fervor...

¡que quien no derrocha amor

no sabe lo que es vivir!.


     Compartir quiero mis días

con otras almas hermanas

y partir mis alegrías

que, en lo que tienen de humanas

son tan suyas como mías.


     Abrir a todos mis brazos

y consolar sus pesares,

y entre rimas y cantares

darles mi vida a pedazos.


     Y al fin rendido quisiera

poder decir cuando muera:

Señor, yo no traigo nada

de cuanto tu amor me diera

¡todo lo dejé en la arada

en tiempos de sementera!.


     Allí sembré mis ardores

vuelve tus ojos allí,

que allí he dejado unas flores

de consejos y de amores...

¡ellas te hablarán de mí!.


jueves, 21 de mayo de 2020

«Los católicos chinos están aburridos de divisiones»

Este 24 de mayo será diferente. En la Jornada de Oración por la Iglesia en China y fiesta de Nuestra Señora de Sheshan, los católicos del país no podrán peregrinar a su santuario, en Shanghái. A finales de abril, la Asociación Patriótica y la Conferencia de Obispos vinculada a ella prolongaron todo mayo la supresión de las Misas (canceladas desde el 23 de enero) y las peregrinaciones, siguiendo la orden del Consejo de Estado de evitar las reuniones religiosas a causa de la pandemia de coronavirus. Las restricciones se mantienen más de un mes después de acabar el confinamiento de Wuhan, y cuando incluso lugares muy turísticos han vuelto a abrir.

Como contraste, el COVID-19 ha puesto de relieve otras luces de la Iglesia en China. Por ejemplo, el protagonismo que ha tenido la Jinde Charity Foundation, de Hebei, una de las entidades caritativas católicas más significativas de las cerca de 250 que hay en el gigante asiático. Fundada en 1997, en 2011 se le concedió incluso que los donativos que reciba desgraven fiscalmente. «En medio de la pandemia, ha jugado un gran papel», explica un sacerdote que prefiere no desvelar su nombre.

Y con ello ha servido de puente con Occidente y la Iglesia universal. En el primer momento de la pandemia, distribuyó cerca de un millón de euros recibidos de Cáritas Internacional y otras instituciones. Cuando el foco pasó a Europa, Jinde envió al Vaticano, para Italia, 300.000 mascarillas y 5.000 EPI. Por detalles como este el clérigo cree que la pandemia ha podido servir para que «Occidente vea a China no solo como una potencia, sino su gran cambio; también en el trato a la Iglesia». Una relación que, para él, «crece día a día, como un niño».

Se reduce la división

Formador del seminario en una diócesis donde coexisten sacerdotes y comunidades oficiales y no oficiales,que este fenómeno «cada vez se da menos, porque se van uniendo» y la conciencia de la división «se hace menos fuerte. A un laico le interesa acudir a los sacramentos», válidos en todas. «Quieren la unidad. Todos se sienten aburridos y agotados después de tantos años de una división que viene de fuera», creada por el régimen comunista al exigir a los obispos y sacerdotes pertenecer a la Asociación Patriótica. Requisito que ahora ha sido sustituido por el de registrarse ante las autoridades.

Este sacerdote cree que el acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos firmado en septiembre de 2018 entre China y la Santa Sede puede contribuir a «normalizar la vida» de la Iglesia. Aunque sus frutos son difíciles de evaluar. Con 40 diócesis vacantes en 20 meses solo han sido ordenados dos obispos: Anthony Yao Shun en Jining y Stephen Xu Hongwei en Hanzhong, y ambos estaban ya aprobados por la Santa Sede desde tiempo atrás.

Por otro lado, la Iglesia levantó la excomunión a ocho obispos ilícitos, pero sigue habiendo 31 clandestinos. Las autoridades chinas reconocieron a dos, Zhuang Jianjian, de Santou, y Peter Jin Lugang, de Nanyang; aunque solo de forma parcial, como emérito y coadjutor respectivamente. Caso aparte es el de Guo Xijin, obispo clandestino de Mindong, que aceptó la petición del Papa de pasar a obispo auxiliar para ser reconocido por las autoridades, pero luego retiró su solicitud por la presión oficial.

Otra causa de perplejidad ha sido la implementación, en paralelo al acuerdo, de nuevas normas como la prohibición de que los menores asistan a actividades pastorales o la que obliga a los sacerdotes a firmar, para registrarse ante las autoridades, un documento que afirma el principio de independencia de la Iglesia local. Todo ello bajo la pretensión de significar el cristianismo, haciéndolo acorde no solo con la cultura china sino con los principios del régimen.

La lotería del Gobierno local

El sacerdote explica que «muchos sacerdotes han aceptado firmar el reconocimiento». Las orientaciones de la Santa Sede en junio del año pasado, que dejaban a la conciencia de cada uno el negarse o aceptar, asumiendo o manifestando que no se entiende esa autonomía como respecto al Papa, «seguramente tranquilizaron su conciencia», aunque también generaron «mucha problemática». En cualquier caso, «para algunas autoridades locales no hace falta que firmen todos, bastan algunos como representantes».

En efecto, en este país «muchísimo depende de las autoridades locales». Unas pueden tener como prioridad «mantener la paz social y no crear conflictos», mientras otras quizá buscan «buenos datos que ofrecer al Gobierno central». Así ocurre en el caso de las restricciones a la libertad religiosa. En la diócesis de este sacerdote «no ha habido. Lo único que nos han pedido es poner la bandera en la plaza de la iglesia, como en otros lugares públicos». Tampoco han tenido casos de derribos de cruces, comunes en otras regiones. Aunque detrás de estos casos puede haber proyectos urbanísticos, no excluye que sea una forma de presión al clero no oficial para registrarse ante las autoridades.

A pesar de todas las incertidumbres, «personalmente» este formador tiene «una visión positiva sobre el acuerdo. Todo tiene un proceso de maduración y, como dice el refrán, Roma no se construyó en una hora. Si el tiempo es de Dios, como decimos en la Vigilia Pascual, todo irá bien con el tiempo».

Cuenta atrás para septiembre

En septiembre se cumple el plazo de dos años que la Santa Sede y el Gobierno de China establecieron para el acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos. Llegado el momento, habrá que decidir si se renueva, se amplía o se cancela. Bernardo Cervellera, sacerdote del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras y director del portal de noticias AsiaNews, explica a Alfa y Omega que «hay problemas con su implementación. Lo han dicho en sendas intervenciones los cardenales Fernando Filoni», prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; «y Pietro Parolin», secretario de Estado del Vaticano.

El principal problema es, para Cervellera, que «hasta ahora no ha servido» a su objetivo. «Mi visión personal es que el Vaticano lo aceptó para que cada obispo tuviera la aprobación del Papa» y evitar el nombramiento de decenas de obispos ilícitos, lo que «habría significado un cisma. Esos nombramientos se han frenado. Pero no se ha recibido a cambio ningún obispo lícito».

El director de AsiaNews atribuye el estancamiento a «una lucha interna en el Gobierno chino. Desde el Ministerio de Exteriores se quiere una buena relación con el Vaticano. Otra facción es más estalinista, más radical»... Y su bastión es la Oficina de Asuntos Religiosos. Es decir, el organismo responsable de la normativa religiosa, ahora más restrictiva, y de proponer al Vaticano los candidatos al episcopado para que el Papa los apruebe o no. En este conflicto, el presidente «Xi Jinping es un interrogante. Intenta tener el poder total, y no quiere tomar partido».

Por eso, Cervellera cree que de cara a renovar el acuerdo China debería preparar «al menos una lista de diez o doce candidatos. Y en segundo lugar, habría que trabajar mucho más por el reconocimiento de los obispos clandestinos». Por último, en un sentido más amplio, echa de menos «diálogo para ver hasta dónde hay que seguir las normas del Gobierno, y a partir de dónde hay que negarse» por fidelidad al Evangelio.

En cifras

Diez millones de católicos en China. De ellos, seis en comunidades oficiales.

100 obispos, 69 reconocidos por Roma y el Gobierno (con las ventajas administrativas y económicas que ello implica) y 31 no oficiales. 40 diócesis vacantes.

4.950 sacerdotes. No hay datos de cuántos rechazan el registro oficial. 370 seminaristas en seis seminarios oficiales, y 100 en otros tantos clandestinos.

4.630 religiosas en 87 congregaciones oficiales y 40 no oficiales.

miércoles, 20 de mayo de 2020

La restauración en el Vaticano que revela al último Rafael

Las alegorías de la Iustitia y Comitas, pintadas al óleo entre los frescos de la Sala de Costantino en el Vaticano, representan el último trabajo de Rafael antes de su muerte hace 500 años. El excepcional descubrimiento salió a la luz al final de una restauración llevada a cabo por los Museos Vaticanos. En los últimos días se han descubierto las pinturas y pronto el público también podrá verlas, en conformidad con las medidas de seguridad.

El reconocimiento del estilo, la técnica y la capacidad de experimentación típica del genio de Rafel Sanzio, corroborado por la constatación de las fuentes históricas y los resultados de los análisis científicos, han llevado a atribuir al Divino Pintor las alegorías de Iustitia y Comitas, las dos únicas figuras femeninas pintadas al óleo entre los frescos de la Sala de Constantino en el Vaticano.

La emoción de un descubrimiento

La sorpresa y la maravilla acompañaron la revelación de las pinturas recién restauradas, el miércoles 13 de mayo, en presencia de la directora Barbara Jatta y de una veintena de expertos e investigadores de los Museos Vaticanos. Las obras de conservación y limpieza realizadas desde 2015 en tres paredes de la gran sala permiten captar nuevos detalles de todo el ciclo de la pintura, pero sobre todo disfrutar plenamente del sensacional descubrimiento que habría sido el centro de una conferencia internacional prevista en el Vaticano el 20 de abril, en el marco del quinto centenario de la muerte del gran pintor. La emergencia vinculada al coronavirus ha impedido que el simposio tenga lugar, pero la inminente reapertura de los Museos Vaticanos permitirá admirar lo que probablemente sean las últimas pruebas artísticas dejadas por la Urbinate.

La última obra de Rafael

De hecho, entre el otoño de 1518 y la primavera de 1519, en el culmen de su estancia de doce años en Roma, Rafael recibió el encargo de León X de decorar el Aula Pontificum Superior, la sala utilizada para los banquetes, las recepciones de los embajadores y las autoridades políticas: la cuarta y más grande de las salas del apartamento de representación, en el segundo piso del Palacio Apostólico. Dimensiones imponentes: 18 metros de largo por 12 metros de ancho, y una altura de unos 13 metros. La prematura muerte a la edad de 37 años, después de largos días de enfermedad, el 6 de abril de 1520, no permitió al Maestro traducir en pintura el detallado programa iconográfico que había desarrollado, como lo documentan los numerosos diseños que han sobrevivido hasta hoy. La decoración fue, de hecho, completada en fresco por Giulio Romano, Giovan Francesco Penni y otros colaboradores.

Las Comitas pintada al óleo por Rafael
Giorgio Vasari, el famoso biógrafo de las Vidas de los Pintores, fue el primero en hacer referencia a dos figuras femeninas pintadas al óleo en el último período de la vida de Rafael. Un aspecto debatido, que siempre ha apasionado la comparación entre los historiadores de arte, divididos sobre la paternidad de Iustitia y Comitas. Las dos alegorías, la primera a la derecha de la Battaglia, la segunda a la derecha de Adlocutio, flanquean las figuras de los papas, ocho en total, representadas en un trono dentro de nichos a los lados de las escenas principales, y siempre han resaltado en todo el ciclo, en términos de belleza y superioridad cualitativa.

La restauración y atribución a Rafael

La alteración del esquema de colores, en gran parte causada por los pegamentos y los trabajos de restauración a lo largo de los siglos, no ha permitido hasta ahora confirmar la hipotética atribución a Rafael, también mencionada por Stendhal en Passeggiate Romane. El largo y complejo trabajo de restauración que acaban de realizar los Museos Vaticanos, gracias al apoyo de Patrons of the Arts in the Vatican Museums, ha sacado a la luz elementos significativos que hoy en día permiten rastrear las dos alegorías hasta Urbino. Desde 2015, los técnicos del Laboratorio de Restauración dirigido por Francesca Persegati, coordinado por Fabio Piacentini, bajo la dirección científica de Guido Cornini, han llevado a cabo refinados métodos de limpieza de la superficie pictórica en tres paredes de la Sala de Costantino. Las intervenciones permitieron hacer emerger claramente los extraordinarios colores de todo el ciclo de pintura que inauguró la temporada del manierismo de Rafael.

Los clavos bajo el muro

Especialmente en Iustitia y Comitas, destacan la iridiscencia, las transparencias y los matices del ductus y la paleta de Sanzio. También es significativo el descubrimiento de numerosos clavos bajo la superficie en los que destacan las dos Allegorie. Estos elementos metálicos tenían la función de anclar la colofonia a la pared para así proceder con seguridad a la ejecución de la pintura al óleo.

Hace 500 años murió Rafael, pintor universal

Las dos Virtudes representan, por lo tanto, un unicum, que los visitantes pronto podrán apreciar en vivo junto con todo el incomparable patrimonio de los Museos Vaticanos. Las "colecciones del Papa" están listas para reabrir, garantizando la máxima seguridad. La restauración de la Sala de Constantino comenzó en marzo de 2015 y continuará a partir de este verano en la cuarta y última pared donde la Escuela de Rafael pintó el fresco "La donazione di Roma".

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico

Catequesis: 3. El misterio de la creación

Queridos hermanos y hermanas:

Meditamos hoy sobre el misterio de la creación, que nos lleva a la oración y a la contemplación de Dios. El salmo 8 ―que hemos escuchado― expresa la grandeza y la belleza de esta creación, frente a la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que en ella ocupa; porque, aunque el ser humano por naturaleza sea insignificante comparado con la grandiosidad de todo lo creado, posee una dignidad sorprendente, que surge de su relación filial con Dios.

El relato de la creación habla de la bondad y la hermosura de todo lo que el Señor hizo con el poder de su Palabra. La creación no es fruto de una ciega casualidad, sino de un plan amoroso que Él tiene para sus hijos. Por eso, cuando el hombre mira extasiado la creación, toma conciencia de que él es la única criatura capaz de reconocer la belleza que encierra la obra divina y, ante tanto esplendor, eleva al Creador su oración de agradecimiento y de alabanza por el regalo de la existencia.

Cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza. Y la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y sus dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Que Jesús resucitado, con la fuerza de su Espíritu Santo, nos haga portadores de alegría, afiance en nosotros la esperanza y también la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte y que triunfa siempre. Que Dios los bendiga.