Ya es tiempo de sementera,
y en los surcos de la arada
se escucha ya la tonada,
que ayer se escuchó en la era.
Y ya va el gañán a arar
las tierras de sementera,
con la mano en la macera
y en los labios un cantar.
Tierra pródiga y jugosa
de mi fértil heredad,
en esta mañana hermosa,
me has dado una generosa
lección de fecundidad.
Toda la tierra está henchida
de preñez de sementera
¿y yo he de hacer de mi vida,
rama estéril y podrida
digna solo de la hoguera?.
La vida que no florece,
y ni fecunda, ni crece,
es vida que no merece
el santo nombre de vida.
Mas no temáis a la vida,
que si la cumbre es erguida
y es pedregoso el atajo,
el cariño y el trabajo,
hacen dulce la subida.
Que este anhelo de poesía
que busco yo y no se harta,
jamás de luz y armonía
Dios se la dio al alma mía
para que yo la reparta.
Por eso busco los modos,
de cantar en mis poesías,
pasiones que siendo mías
son las pasiones de todos.
Y quisiera conseguir,
hacer a todos sentir
un mismo anhelo infinito,
y ante mis versos oír
a cada uno decir:
eso lo hubiera yo escrito
si yo supiera escribir.
Quiero hacer bien en mi vida
para sentir en mi pecho
esa dulzura escondida
que engendra la indefinida
satisfacción del bien hecho.
Que es verdad que, aunque hay quien
nunca logrará entenderlo,
hay un goce en hacer el bien
por solo el goce de hacerlo.
Y es que al que siembra este suelo
de rosales, de poesía,
de esperanza, de alegría,
de fortaleza y consuelo,
y el que da a sus hermanos
rosa de consejos sanos,
y palabras bondadosas...
¡siempre le queda en las manos
algún perfume de rosas!.
Siento en mi pecho bullir
ansias de amar con fervor...
¡que quien no derrocha amor
no sabe lo que es vivir!.
Compartir quiero mis días
con otras almas hermanas
y partir mis alegrías
que, en lo que tienen de humanas
son tan suyas como mías.
Abrir a todos mis brazos
y consolar sus pesares,
y entre rimas y cantares
darles mi vida a pedazos.
Y al fin rendido quisiera
poder decir cuando muera:
Señor, yo no traigo nada
de cuanto tu amor me diera
¡todo lo dejé en la arada
en tiempos de sementera!.
Allí sembré mis ardores
vuelve tus ojos allí,
que allí he dejado unas flores
de consejos y de amores...
¡ellas te hablarán de mí!.
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