jueves, 29 de febrero de 2024

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Aula Pablo VI

Catequesis. Vicios y virtudes. 8. La envidia y la vanagloria.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy examinaremos dos vicios capitales que encontramos en los grandes catálogos que nos ha legado la tradición espiritual: la envidia y la vanagloria.

Comencemos por la envidia. En la Sagrada Escritura (cfr. Gen 4) se nos presenta como uno de los vicios más antiguos: el odio de Caín hacia Abel se desata cuando se da cuenta de que los sacrificios del hermano agradan a Dios. Caín era el primogénito de Adán y Eva, se había llevado la parte más considerable de la herencia paterna; sin embargo, es suficiente que Abel, el hermano menor, tenga éxito en una pequeña iniciativa, para que Caín se torne sombrío. El rostro del envidioso es siempre triste: mantiene baja la mirada, parece estar constantemente examinando el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro. Abel morirá a manos de Caín, que no pudo soportar la felicidad de su hermano.


La envidia es un mal estudiado no sólo en el ámbito cristiano: ha atraído la atención de filósofos y sabios de todas las culturas. En su base hay una relación de odio y amor: uno quiere el mal del otro, pero en secreto desea ser como él. El otro es la manifestación de lo que nos gustaría ser, y que en realidad no somos. Su suerte nos parece una injusticia: ¡seguramente -pensamos- nosotros nos merecemos mucho más sus éxitos o su buena suerte!


En la raíz de este vicio está una falsa idea de Dios: no se acepta que Dios tenga sus propias "matemáticas", distintas de las nuestras. Por ejemplo, en la parábola de Jesús acerca de los obreros llamados por el amo para ir a la viña a distintas horas del día, los de la primera hora creen que tienen derecho a un salario más alto que los que llegaron los últimos; pero el amo les da a todos la misma paga, y dice: «¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?» (Mt 20,15). Quisiéramos imponer a Dios nuestra lógica egoísta, pero la lógica de Dios es el amor. Los bienes que Él nos da están destinados a ser compartidos. Por eso San Pablo exhorta a los cristianos: «Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10). ¡He aquí el remedio contra la envidia!


Y llegamos al segundo vicio que examinamos hoy: la vanagloria. Ésta va de la mano con el demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son característicos de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, el objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada y sin fundamentos. El vanaglorioso posee un "yo" dominante: carece de empatía y no se da cuenta de que hay otras personas en el mundo además de él. Sus relaciones son siempre instrumentales, marcadas por la prepotencia hacia el otro. Su persona, sus logros, sus éxitos, deben ser mostrados a todo el mundo: es un perpetuo mendigo de atención. Y si a veces no se reconocen sus cualidades, se enfada ferozmente. Los demás son injustos, no comprenden, no están a la altura. En sus escritos, Evagrio Póntico describe el amargo asunto de algún monje afectado por la vanagloria. Sucede que, tras sus primeros éxitos en la vida espiritual, siente que ya ha llegado a la meta, y por eso se lanza al mundo para recibir sus alabanzas. Pero no se apercibe de que sólo está al principio del camino espiritual, y de que lo acecha una tentación que pronto le hará caer.


Para curar al vanidoso, los maestros espirituales no sugieren muchos remedios. Porque, después de todo, el mal de la vanidad tiene su remedio en sí mismo: las alabanzas que el vanidoso esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán contra él. Y ¡cuántas personas, engañadas por una falsa imagen de sí mismas, cayeron más tarde en pecados de los que pronto se avergonzarían!


La instrucción más hermosa para superar la vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que le librara de aquel tormento, pero al final Jesús le respondió: «Te basta mi gracia; mi fuerza se realiza en la debilidad». Desde ese día, Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: «Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo» (2 Cor 12,9). 

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Nos vendría bien en esta Cuaresma meditar con frecuencia las “Letanías de la humildad” del cardenal Merry del Val, para combatir los vicios que nos alejan de la vida en Cristo. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Llamamiento

El 1° de marzo se celebrará el 25° aniversario de la entrada en vigor de la Convención sobre la prohibición de las minas antipersonal, que siguen golpeando a civiles inocentes, sobre todo niños, incluso muchos años después del fin de las hostilidades. Expreso mi cercanía a las numerosas víctimas de estos artefactos perversos, que nos recuerdan la dramática crueldad de las guerras y el precio que las poblaciones civiles se ven obligadas a pagar. A este respecto, doy las gracias a todos aquellos que contribuyen a ayudar a las víctimas y a desminar las zonas contaminadas. Su trabajo es una respuesta concreta a la llamada universal a ser operadores de paz cuidando a nuestros hermanos y hermanas.

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy examinamos la envidia y la vanagloria, dos vicios capitales propios de las personas que buscan ser el centro del mundo y de todos los elogios.

La envidia aparece ya desde las primeras páginas de la Biblia. Cuando leemos el relato de Caín y Abel vemos que, movido por la envidia, Caín llegó incluso a matar a su hermano menor. El envidioso busca el mal del otro, no sólo por odio, sino que en realidad desearía ser como él. En la base de este vicio está la idea falsa de que Dios debe actuar según la lógica mundana, sin embargo, la lógica divina es el amor y la gratuidad. 

La vanagloria, por su parte, se manifiesta como una autoestima desmesurada y sin fundamentos. El que se vanagloria —el vanidoso, el engreído— es egocéntrico y reclama atención constantemente. En sus relaciones con los demás no tiene empatía ni los considera como iguales. Tiende a instrumentalizar todo y a todos para conseguir lo que ambiciona.

Jueves de la 2ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre,

y busca el apoyo de las criaturas,

apartando su corazón del Señor.

Será como cardo en la estepa,

que nunca recibe la lluvia;

habitará en un árido desierto,

tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor

y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,

que alarga a la corriente sus raíces;

no teme la llegada del estío,

su follaje siempre está verde;

en año de sequía no se inquieta,

ni dejará por eso de dar fruto.

Nada hay más falso y enfermo

que el corazón: ¿quién lo conoce?

Yo, el Señor, examino el corazón,

sondeo el corazón de los hombres

para pagar a cada cual su conducta

según el fruto de sus acciones».

Palabra de Dios

Salmo 1,R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

Santo Evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.


El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.


Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.


Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.


Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).


San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Miércoles de la 2ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):

Ellos dijeron: «Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».

Hazme caso, Señor,

escucha lo que dicen mis oponentes.

¿Se paga el bien con el mal?,

¡pues me han cavado una fosa!

Recuerda que estuve ante ti,

pidiendo clemencia por ellos,

para apartar tu cólera.

Palabra de Dios

Salmo 30,R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

Santo Evangelio según san Mateo (20,17-28):

En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.

Él le preguntó:

«¿Qué deseas?».

Ella contestó:

«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

Pero Jesús replicó:

«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron:

«Podemos».

Él les dijo:

«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:

«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.


Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.


El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).


Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.

martes, 27 de febrero de 2024

Martes de la 2ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (1,10.16-20):

Oíd la palabra del Señor,

príncipes de Sodoma,

escucha la enseñanza de nuestro Dios,

pueblo de Gomorra.

«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista

vuestras malas acciones.

Dejad de hacer el mal,

aprended a hacer el bien.

Buscad la justicia,

socorred al oprimido,

proteged el derecho del huérfano,

defended a la viuda.

Venid entonces, y discutiremos

—dice el Señor—.

Aunque vuestros pecados sean como escarlata,

quedarán blancos como nieve;

aunque sean rojos como la púrpura,

quedarán como lana.

Si sabéis obedecer,

comeréis de los frutos de la tierra;

si rehusáis y os rebeláis,

os devorará la espada

—ha hablado la boca del Señor—».

Palabra de Dios

Salmo 49,R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

 Santo Evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

Compartimos:

No se anda con miramientos. Cuando habla de los letrados y los fariseos dice sin miramientos lo que quiere decir: “haced y cumplid lo que os dicen pero no hagáis lo que ellos hacen porque no hacen lo que dicen”. Más claro, imposible. Y dicho lo importante, un breve comentario explicativo. Y, a continuación otra frase bien directa: “todo lo que hacen es para que los vea la gente”. Una frase perfectamente comprensible en que pone a la luz la hipocresía de fariseos y letrados.


También decía que me sorprende la radicalidad de Jesús. Es una radicalidad que se aplica a la fraternidad. El Reino está marcado por la fraternidad absoluta. Entre sus seguidores no hay “padres” ni “maestros”. Ni siquiera hay que usar esos nombres (¿por qué será que en esto no obedecemos a Jesús?). El que quiera ser el primero debe ser el servidor de todos. Y lo de “servidor” en aquel contexto en que existía la esclavitud tenía un sentido muy fuerte. Jesús les estaba diciendo que entre ellos, los discípulos, unos tenían que hacerse esclavos de otros. Mayor radicalidad imposible.


En realidad, es la misma radicalidad que se encuentra en la primera lectura. Con otro lenguaje pero dice lo mismo: lo que impide tener una buena relación con Dios no es ir o no ir al templo. Lo que permite acercarse a Dios es “buscar la justicia, defender al oprimido, ser abogados del huérfano y defensores de la viuda.” ¿Qué es todo eso sino promover la fraternidad más auténtica comenzando por la inclusión y defensa de los más débiles e indefensos? Cuando comenzamos a actuar así es cuando nuestro corazón blanqueará como la nieve por más negro que lo hayan pintado nuestras malas acciones.


Conclusión: estamos llamados a vivir una fraternidad radical, sin límites. Ahí es donde se juega nuestra relación con Dios, nuestra salvación.

lunes, 26 de febrero de 2024

Lunes de la 2ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):

¡AY, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!

Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.

Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.

Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.

Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.

Palabra de Dios

Salmo 78,R/. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados

 Santo Evangelio según san Lucas (6,36-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, ¿cómo debe actuar un cristiano ante sus hermanos y hermanas? Pues mostrando hacia ellos la misma misericordia y amabilidad del Padre celestial: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36). Jesús dijo, «Yo no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo» (Jn 12,47). Jesucristo ni siquiera juzgó a sus propios verdugos. Al contrario, Él pensó bien de ellos excusándolos y rezando por ellos: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Como discípulos suyos, estamos invitados a ser como el Maestro.


Jesús dice en el Evangelio de Mateo: «No juzguéis para no ser juzgados. ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?» (Mt 7,1.3). La viga es el “no-amor”, el “orgullo” y el “resentimiento” en nuestro corazón. Estos vicios son como una viga que nos impide considerar la falta de nuestro hermano desde su propia perspectiva, lo cual es más serio que la misma falta (a fin de cuentas, ¡una mota!), y por tanto aquellas actitudes son lo que debiera ser removido en primer lugar. Sólo con el amor podemos realmente corregir al otro, teniendo en cuenta que «el amor todo lo excusa» (1Cor 13,7).


Cuando Cristo dice «no juzguéis» no está prohibiendo el ejercicio de nuestra capacidad de discernimiento, ni tampoco se dice que tengamos que aprobar todo lo que hace nuestro hermano. Lo que Él prohíbe es atribuir una intención mala a la persona que actúa de esa manera. Solamente Dios conoce qué hay en el corazón de la persona. «El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón» (1Sam 16,7). Por tanto, juzgar es una prerrogativa de Dios, prerrogativa que nosotros le usurpamos cuando juzgamos a nuestro hermano.


Lo importante en el Cristianismo es el amor: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Este amor es derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5). En la Eucaristía, Cristo nos entrega Su Corazón como un don y así nosotros podemos amar a cada uno con Su Corazón y ser misericordiosos tal como el Padre del Cielo es misericordioso.

sábado, 24 de febrero de 2024

Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo B

    

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»

Él respondió: «Aquí me tienes.»

Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.

Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»

Él contestó: «Aquí me tienes.»

El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios

Salmo 115,R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Marcos (9,2-10):

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Estaban asustados, y no sabía lo que decía.

Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy contemplamos la escena «en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor» (San Juan Pablo II): «Se transfiguró delante de ellos y sus vestidos se volvieron resplandecientes» (Mc 9,2-3). Por lo que a nosotros respecta, podemos entresacar un mensaje: «Destruyó la muerte e irradió la vida incorruptible con el Evangelio» (2Tim 1, 10), asegura san Pablo a su discípulo Timoteo. Es lo que contemplamos llenos de estupor, como entonces los tres Apóstoles predilectos, en este episodio propio del segundo domingo de Cuaresma: la Transfiguración.


Es bueno que en nuestro ejercicio cuaresmal acojamos este estallido de sol y de luz en el rostro y en los vestidos de Jesús. Son un maravilloso icono de la humanidad redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado, sino en toda la belleza que la divinidad comunica a nuestra carne. El bienestar de Pedro es expresión de lo que uno siente cuando se deja invadir por la gracia divina.


El Espíritu Santo transfigura también los sentidos de los Apóstoles, y gracias a esto pueden ver la gloria divina del Hombre Jesús. Ojos transfigurados para ver lo que resplandece más; oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Todo en conjunto resulta demasiado sorprendente para nosotros, avezados como estamos al grisáceo de la mediocridad. Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso, en Dios, y en los hombres divinizados por Aquel que resucitó entre los muertos.


«La espiritualidad cristiana -escribió san Juan Pablo II- tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro», de tal manera que -a través de una asiduidad que podríamos llamar "amistosa"- lleguemos hasta el punto de «respirar sus sentimientos». Pongamos en manos de Santa María la meta de nuestra verdadera "trans-figuración" en su Hijo Jesucristo.

Sábado de la 1ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (26,16-19):

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma.

Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos.

Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió».

Palabra de Dios

Salmo 118,R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

 Santo Evangelio según san Mateo (5,43-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”.

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy toca una de esas. “Habéis oído que se dijo ‘Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo’. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. De golpe, con unas sencillas palabras, nos abre a una nueva dimensión, la del amor universal de Dios. El amor no es para el pequeño círculo de los que piensan como nosotros, de los que creen como nosotros, de los amigos, de los que nos ayudan y se muestran simpáticos con nosotros, de los que tienen nuestra nacionalidad o de los que se comportan bien (de acuerdo con nuestros criterios de lo que es portarse bien). El amor es también para los enemigos. Es la frase con la que se salta una barrera fundamental, y con ella todas las barreras o fronteras imaginables. El amor es para todos, es universal. O, sencillamente, no es amor.


Nos cuesta asimilar esto. No hay más que leer los periódicos o ver la televisión. No hay más que pensar en la vida de nuestras familias. Y, también, en nuestros propios sentimientos. Nos cuesta saltar esta barrera. Nos cuesta abrir el corazón y la mano frente al otro. Pero es que estamos llamados a amar como Dios ama. Sin límites. Sin medida. Incondicionalmente. Hasta que seamos perfectos como nuestro Padre celestial. Es tiempo de intentarlo aunque cueste mucho.  

viernes, 23 de febrero de 2024

Viernes de la 1ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):

Esto dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se tendrán en cuenta los delitos cometidos; por la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva?

Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá.

Insistis: No es justo el proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto?

Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».

Palabra de Dios

Salmo 129,R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,¿quién podrá resistir?

 Santo Evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.

Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor

Compartimos:

Entre todos hacen justicia, dando a cada uno lo que es suyo. Si uno tiene que pagar el alquiler y no lo ha pagado, el juez determinará que lo tiene que pagar, que tiene unos plazas y unos intereses y que si no lo paga tendrá una pena de multa o de cárcel. Así que el dueño del piso queda con lo que es suyo. Y el otro paga lo que debe.


Pero está claro leyendo el Evangelio, que esa no es la justicia de que habla Jesús. Para Jesús lo que prima no es la propiedad sino la fraternidad. Jesús no está pensando en dar a cada uno lo que es suyo, lo que le pertenece de cosas materiales (dinero, casa, tierras…) sino en devolver a cada uno el derecho a la fraternidad, a sentirse hermanos y a comportarse como tales. Es una justicia que tiene su fundamento principal en la reconciliación. Rompe la justicia el que rompe la fraternidad y se vuelve a una situación justa cuando se reconstruye la fraternidad gracias a la reconciliación.


Por eso lo terrible es, por supuesto, matar al hermano. Pero también es terrible –y una forma de matar– llamarle imbécil o necio o, simplemente, dejarse llevar por la cólera con el hermano. Todo eso ya es una forma de quebrantar la fraternidad, que es el valor central del Reino. Por eso, más importante que hacer la ofrenda en el altar (ahora diríamos que más importante que hacer muchas oraciones, rosarios, trisagios y novenas) es reconciliarse con el hermano. Porque dedicar mucho tiempo a la oración pero dejar de lado la reconciliación y mantener rota la fraternidad, es ser infiel al Reino. Aquello, la oración, es inútil sin esto, la reconciliación.


Recordemos para este día y para los que siguen: la fraternidad es el valor primero para el cristiano, para el discípulo de Jesús. Todo lo demás es secundario. Y quebrantar la fraternidad es la verdadera injusticia.

jueves, 22 de febrero de 2024

Jueves de la 1ª semana de Cuaresma,La Cátedra de san Pedro, apóstol

1ª Lectura (1Pe 5,1-4): Queridos hermanos: A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

Palabra de Dios

Salmo responsorial: 22 R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Santo Evangelio (Mt 16,13-19):

 En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».


Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).


Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.


Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).


Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.


Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Miércoles de la 1ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10):

EL Señor dirigió la palabra a Jonás:

«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».

Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:

«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».

Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.

La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:

«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».

Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Palabra de Dios

Salmo  50,R/. Un corazón quebrantado y humillado,tú, Dios mío, no lo desprecias

 Santo Evangelio según san Lucas (11,29-32):

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor

Compartimos:

Puestos a pensar, parece que nuestro Dios gusta de los signos pequeños. Jesús nació en una cuadra maloliente. No fue hijo de los grandes de Jerusalén sino de unos pobres judíos que vivían en Galilea, tierra marginal y de frontera. Se movió por aquellas zonas marginales. Sus seguidores fueron entre pobres pescadores y hombres marginales, pecadores, publicanos y gentes de mal vivir. Y, siendo realista, su muerte pasó desapercibida para la gran mayoría del pueblo de Israel. Ya no vamos a decir de lo que fue su muerte en el mundo de entonces. Una gota de agua en aquel mundo violento donde la condena a muerte era un hecho marginal y secundario.


Dios gusta de los gestos y signos pequeños. No se manifiesta de forma impositiva. No fuerza las voluntades, no obliga a nadie a creer en él. Simplemente se hace presente en nuestro mundo y hace presente el amor de Dios entre aquellos con los que se encuentra. No vamos a tener grandes signos. Estoy pensando que el sol oscureciéndose y brillando con mil colores a intervalos podría ser un buen espectáculo que convirtiese a todos, admirados de ver así el poder de Dios, haría que se convirtiesen todos los incrédulos. Pero nuestro Dios no es así. Simplemente se hace presente en Jesús y hace así presente su amor para con todos y, sobre todo, con los más pobres y marginados. Nosotros somos los testigos de ese amor.

martes, 20 de febrero de 2024

Martes de la 1ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (55,10-11):

ESTO dice el Señor:

«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,

y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,

de fecundarla y hacerla germinar,

para que dé semilla al sembrador

y pan al que come,

así será mi palabra que sale de mi boca:

no volverá a mí vacía,

sino que cumplirá mi deseo

y llevará a cabo mi encargo».

Palabra de Dios

Salmo 33,R/. El Señor libra de sus angustias a los justos

 santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga a nosotros tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,

danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal”.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.


El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.


Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.

lunes, 19 de febrero de 2024

 Primera lectura

Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):

EL Señor habló así a Moisés:

«Di a la comunidad de los hijos de Israel:

“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.

No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.

No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.

No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.

No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.

No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.

No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.

No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.

No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Palabra de Dios

Salmo 18,R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

Santo Evangelio según san Mateo (25,31-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha:

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.

Entonces los justos le contestarán:

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

Y el rey les dirá:

“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

Entonces dirá a los de su izquierda:

“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

Entonces también estos contestarán:

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.

Él les replicará:

“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor

Compartimos:

El Evangelio de hoy trae para nuestra reflexión una de esas parábolas que nos puede ayudar a centrarnos en lo que verdaderamente es importante para un cristiano, para la persona que quiera seguir a Jesús. Es una parábola en la que Jesús habla del juicio final. No era un tema desconocido en las enseñanzas de fariseos y escribas de la época. Se daba por supuesto que después de la muerte, el alma se iba a enfrentar con un juicio en el que se valoraría su cumplimiento de la ley. La sentencia resultante del juicio dictaminaría si el alma iba destinada para siempre a galeras o si, por haber cumplido al detalle los mandamientos de la ley, pasaría a lo que sería realmente mejor vida. Es lo que Jesús hace cuando en la parábola dictamina que unos terminan situados a su izquierda (galeras eternas) y otros a la derecha (el premio de la vida).


El tema no era nuevo para los oyentes de Jesús. Podríamos decir que también para nosotros. A lo largo de la historia de la iglesia el tema del juicio final ha sido muy recurrente tanto en el arte sagrado como en la predicación. Lo nuevo, lo realmente novedoso, de la parábola de Jesús es lo que se valora en el juicio. Jesús no habla para nada del cumplimiento de la ley ni de la observancia del sábado ni de los sacrificios en el Templo ni de la participación en las fiestas judías. Jesús se centra en otro asunto que tiene muy poco que ver con la ley, con el cumplimiento ritual o con la pureza.


Para Jesús lo importante es como la persona ha tratado a los más pobres, a los hambrientos, a los sedientos, a los forasteros, a los que carecen de ropa, a los enfermos y a los encarcelados (por cierto, no dice a los encarcelados inocentes sino simplemente a los encarcelados). Otra revelación importante: El Hijo del Hombre que preside el tribunal se identifica con todos esos que son los últimos de la sociedad. Lo que se les hace a ellos se le hace a él.


De una religión centrada en los mandamientos y el culto se pasa a otra en la que lo más importante es la relación con el hermano y, sobre todo, con el hermano más necesitado. El cambio es radical (y posiblemente todavía nos cuesta entenderlo y asumirlo).

sábado, 17 de febrero de 2024

Domingo 1º de Cuaresma - Ciclo B

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (9,8-15):

Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron: aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con vosotros: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.»

Y Dios añadió: «Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco, y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes.»

Palabra de Dios

Salmo 24,R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (3,18-22):

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Con este Espíritu, fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos, ocho personas, se salvaron cruzando las aguas. Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Marcos (1,12-15):

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, la Iglesia celebra la liturgia del Primer Domingo de Cuaresma. El Evangelio presenta a Jesús preparándose para la vida pública. Va al desierto donde pasa cuarenta días haciendo oración y penitencia. Allá es tentado por Satanás.


Nosotros nos hemos de preparar para la Pascua. Satanás es nuestro gran enemigo. Hay personas que no creen en él, dicen que es un producto de nuestra fantasía, o que es el mal en abstracto, diluido en las personas y en el mundo. ¡No!


La Sagrada Escritura habla de él muchas veces como de un ser espiritual y concreto. Es un ángel caído. Jesús lo define diciendo: «Es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44). San Pedro lo compara con un león rugiente: «Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe» (1Pe 5,8). Y San Pablo VI enseña: «Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos también que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia actúa todavía».


¿Cómo? Mintiendo, engañando. Donde hay mentira o engaño, allí hay acción diabólica. «La más grande victoria del Demonio es hacer creer que no existe» (Baudelaire). Y, ¿cómo miente? Nos presenta acciones perversas como si fuesen buenas; nos estimula a hacer obras malas; y, en tercer lugar, nos sugiere razones para justificar los pecados. Después de engañarnos, nos llena de inquietud y de tristeza. ¿No tienes experiencia de eso?


¿Nuestra actitud ante la tentación? Antes: vigilar, rezar y evitar las ocasiones. Durante: resistencia directa o indirecta. Después: si has vencido, dar gracias a Dios. Si no has vencido, pedir perdón y adquirir experiencia. ¿Cuál ha sido tu actitud hasta ahora?


La Virgen María aplastó la cabeza de la serpiente infernal. Que Ella nos dé fortaleza para superar las tentaciones de cada día.

Sábado después de Ceniza

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

ESTO dice el Señor:

«Cuando alejes de ti la opresión,

el dedo acusador y la calumnia,

cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo

y sacies al alma afligida,

brillará tu luz en las tinieblas,

tu oscuridad como el mediodía.

El Señor te guiará siempre,

hartará tu alma en tierra abrasada,

dará vigor a tus huesos.

Serás un huerto bien regado,

un manantial de aguas que no engañan.

Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas,

volverás a levantar los cimientos de otros tiempos;

te llamarán “reparador de brechas”,

“restaurador de senderos”,

para hacer habitable el país.

Si detienes tus pasos el sábado,

para no hacer negocios en mi día santo,

y llamas al sábado “mi delicia”

y lo consagras a la gloria del Señor;

si lo honras, evitando viajes,

dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,

entonces encontrarás tu delicia en el Señor.

Te conduciré sobre las alturas del país

y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.

Ha hablado la boca del Señor».

Palabra de Dios

Salmo 85,R/. Enséñame, Señor, tu camino,para que siga tu verdad

 Santo Evangelio según san Lucas (5,27-32):

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:

«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»

Jesús les respondió:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor

Dice la primera lectura, justo al empezar que “cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia… brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.” Y si nos vamos al Evangelio nos encontramos con la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia en acción. Son los fariseos y los escribas que miran malamente el banquete al que Leví ha invitado a Jesús. Un banquete en el que están presentes sus amigos.


Casi nos podemos imaginar que es un banquete de despedida. Leví ha decidido escuchar la invitación de Jesús a seguirle. Ha decidido dejarlo todo. En adelante, Jesús va a ser el centro de su vida. Pero, un personaje como él no puede cerrar toda una etapa de su vida sin una buena celebración / francachela con los que han sido sus amigos hasta ahora: los demás publicanos y pecadores con los que ha compartido tanto.


Se podría mirar esta fiesta con alegría y con esperanza. Comienza una nueva vida para Leví. Es de suponer que explicaría a sus amigotes las razones del cambio. Además, allí estaba Jesús que también hablaría y ofrecería a todos la posibilidad de un futuro diferente. Ni siquiera era necesario que ellos se acercasen a Dios. Era Dios mismo en Jesús el que se estaba acercando a aquella pandilla para que sintiesen cerca la misericordia y la abundancia de la gracia de Dios (curiosamente y como siempre expresada y celebrada en un banquete). No se trataba de abrir unas horas de oficina en la sinagoga para que los pecadores, publicanos y gente de esa calaña, se acercasen. Era Dios mismo el que se acercaba a ellos. Esa era la gran novedad de Jesús. Y es la gran novedad de Jesús. Leví y sus amigotes vieron brillar la luz de Dios cerca de ellos. Y se sintieron bendecidos.


Pero fariseos y escribas estaban dispuestos a estropear la fiesta. Lo que veían no era el comienzo del Reino sino una especie de aquelarre. Jesús mezclado con aquellos pecadores impuros se hacía impuro a sí mismo. ¿Cómo podía ser así el mensajero del Reino, de la Buena Nueva? Ellos eran los puros, los que sabían de Dios. Si Jesús quería ser alguien en el mundo religioso judío, lo primero era acercarse a ellos y seguir las reglas. ¡Qué triste! Tenían tan cerrados los ojos que, aún teniendo delante la luz, siguieron en la oscuridad.

viernes, 16 de febrero de 2024

Educar para construir un mundo mejor

Una sociedad que alcanzara grandes avances, que fuera protagonista de un gran desarrollo económico, científico, cultural, social… pero que fracasara en la educación de la siguiente generación… sería sin duda una sociedad fracasada, entre otras cosas porque todos aquellos logros se perderían.


Una sociedad inteligente debe dedicar a la educación sus mejores energías, su mejor talento, sus mejores recursos y su mayor ilusión.


La educación necesita un mensaje y un enfoque siempre proactivo, de esperanza, de esfuerzo, de superación. Un relato que resulte realmente inspirador para toda la comunidad educativa. Un empeño que permita atraer el mejor talento para la educación, y que haga que el compromiso por educar, tanto en la familia como en la escuela, tenga cada vez mejor consideración y reconocimiento social.


Además, la educación debe hacer a la sociedad cada vez más plural, más libre, con más equidad. Una educación en la que aprendamos a convivir, a alcanzar acuerdos, a comprometernos todos en la construcción de un mundo mejor.

Es lo que necesita nuestra sociedad en España.

Viernes después de Ceniza

Primera lectura

Lectura del libro de lsaías (58,1-9a):

ESTO dice el Señor Dios:

«Grita a pleno pulmón, no te contengas;

alza la voz como una trompeta,

denuncia a mi pueblo sus delitos,

a la casa de Jacob sus pecados.

Consultan mi oráculo a diario,

desean conocer mi voluntad.

Como si fuera un pueblo que practica la justicia

y no descuida el mandato de su Dios,

me piden sentencias justas,

quieren acercarse a Dios.

“¿Para qué ayunar, si no haces caso;

mortificarnos, si no te enteras?”

En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios

y apremiáis a vuestros servidores;

ayunáis para querellas y litigios,

y herís con furibundos puñetazos.

No ayunéis de este modo,

si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.

¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia:

inclinar la cabeza como un junco,

acostarse sobre saco y ceniza?

¿A eso llamáis ayuno,

día agradable al Señor?

Este es el ayuno que yo quiero:

soltar las cadenas injustas,

desatar las correas del yugo,

liberar a los oprimidos,

quebrar todos los yugos,

partir tu pan con el hambriento,

hospedar a los pobres sin techo,

cubrir a quien ves desnudo

y no desentenderte de los tuyos.

Entonces surgirá tu luz como la aurora,

enseguida se curarán tus heridas,

ante ti marchará la justicia,

detrás de ti la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor y te responderá;

pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».

Palabra de Dios

Salmo 50,R/. Un corazón quebrantado y humillado,tú, Dios mío, no lo desprecias

Santo Evangelio según san Mateo (9,14-15):

EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».

Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».

Palabra del Señor

Compartimos:

Cuando vamos al médico con alguna enfermedad para que nos dé una solución, lo más fácil es que nos recete unas medicinas. Basta con tomarlas siguiendo la pauta (siete días una pastilla con el desayuno, otra con la comida y otra con la cena). Eso nos resulta fácil. Lo hacemos y ya está. Lo malo es cuando nos dice que la solución para nuestros males está en cambiar el estilo de vida: hacer más deporte, comer más sano, etc. Esto ya nos suele costar mucho más. Para ser realistas, solemos terminar no haciendo nada y dejando las cosas como están para ver como quedan. Esa como los propósitos Año Nuevo que la mayor parte de las veces se quedan en meros propósitos pero no van más allá de finales de enero.


A veces en nuestra relación con Dios nos pasa lo mismo. Es preferible que el confesor nos mande rezar tres rosarios a intentar de verdad un cambio de estilo de vida, a que nos invite a perdonar a los que nos han hecho mal. Es más sencillo acudir muchas veces a la iglesia y rezar muchas oraciones de rodillas que esforzarnos por hacer justicia, acercarnos y regalar nuestro tiempo a los que sufren o… tantas cosas que sabemos que deberíamos hacer si de verdad nos queremos convertir.


La primera lectura de hoy es muy clara a este respecto: menos ayunos, menos mortificaciones, menos oraciones y menos darnos golpes en el pecho. Y más, mucho más de “abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne”.


Ese es el verdadero ayuno y lo demás son zarandajas. A nosotros nos toca traducir a nuestra vida, a nuestra situación concreta, esa expresiones de Isaías. Pero entiendo yo que, si abrimos los ojos y miramos a nuestro alrededor, no es tan difícil hacer esa traducción. Y en seguida nacerá una luz como la aurora y nos brotará la carne sana y quedaremos curados de nuestros egoísmos.