lunes, 30 de noviembre de 2020

El Gran Muftí de Egipto denuncia que el Islam político se ha convertido en una pesadilla para todos

El Gran Muftí de Egipto, Shawki Ibrahim Abdel-Karim Allam, ha declarado que el Islam político se ha convertido en "un desastre", “una pesadilla que perturba no solo a la Umma [comunidad de los creyentes] islámica, sino al mundo entero”.

Así lo declaró el pasado viernes 27 de noviembre, durante su habitual entrevista semanal de cada viernes, transmitida por el canal satélite Sada Elbalad en el programa que conduce el periodista Hamdi Rizk, que recoge agencia Fides.

Para Shawki Allam, el Islam debería ser un impulso espiritual para que las personas se adhieran a los más nobles valores morales. Pero en su intento de aplicación político “resultó ser un verdadero desastre”.

Según el Gran Muftí egipcio, el Islam político han fracasado, no por circunstancias históricas adversas o por la represión sufrida por los poderes establecidos, sino “por su mala doctrina y metodología” como proyecto religioso, moral y ético. Se ha construido "sobre bases inconsistentes, ideas equivocadas y percepciones falsas”.

Para Shawki Allam, los objetivos de la sharía (ley islámica) solo pueden perseguirse a través de las instituciones legítimas del estado y no pueden garantizarse mediante movimientos que se opongan a las autoridades civiles legítimas.

El Gran Muftí critica así el islamismo integrista y politizante de la corriente de los Hermanos Musulmanes, contra la que actúa también el Gobierno egipcio con quien el Muftí colabora.

Hay que tener en cuenta que la oficina del Gran Muftí de Egipto está subordinada al Ministerio de Justicia de la República Árabe de Egipto. El Gran Muftí preside la asesoría sobre asuntos de ley islámica que aconseja al Gobierno egipcio.

domingo, 29 de noviembre de 2020

¿SALVAR LA NAVIDAD?

Los preparativos para diciembre están en marcha. La guerra comercial a la espera. Todo para que las cifras de contagios puedan ser engullidas con una falsa normalidad. No importa lo que queda por el camino y quienes quedan en el intento. Ahora, lo importante es salvar la Navidad.

Ante esta paradoja, cuando menos deberíamos objetar que la Navidad no ha de ser salvada, sino que ella es cauce de salvación. Y además que la preparación para una «Navidad salvada» no se llama prudencia en las relaciones o distancia social, sino Adviento. Porque verbos como salvar, solo pueden referirse a Dios.

Los consagrados, para serlo, hemos de comprometernos, sin duda, con la sociedad. Ser buenos ciudadanos posibilita que la corresponsabilidad y la búsqueda del bien común nos lleve a encontrarnos con otros y otras que, aún sin saberlo, están edificando el Reino de Dios. Ocurre, sin embargo, que diluidos en un contexto social de postración y/o depresión podemos caer también en una amnesia de referencia. Llegando a confundir así, los valores que nos sostienen, con el comercio que nos ocupa y despista.

Nuestra sociedad necesita consumo. A través de él conecta con una «normalidad» añorada y perdida. Necesita horizontes de esperanza: «si ahora somos responsables, los días de Navidad puede haber encuentro, fiesta y compras…» dicen los políticos. Pero los consagrados necesitamos ubicarnos. Caer en la cuenta de que el tiempo corre y no es todo igual o lo mismo. Que el ciclo litúrgico es mucho más que el paso de los días y, en verdad, nos ayuda a conectar la propia existencia con el paso de Dios.

Comenzamos el Adviento que es infinita espera y esperanza porque vendrá la Navidad que salva. Y lo hará gracias a que es un Misterio, algo no controlado, ni tasado, ni calculado. Lo hará porque sí o sí, Dios sigue empeñado en hacer historia con la humanidad encarnándose, amando, curando y salvando. Viene la Navidad, para encontrarnos donde estemos. Viene y, para poder captarlo, nos concedemos un tiempo para hacer gradual y sostenida la esperanza. Nos preparamos no para que la Navidad se salve, sino para que podamos tomar conciencia de la salvación que nos llega. Convendría, de una buena vez, llegar a entender que en la vida, lo fundamental ni se compra ni se vaticina…se descubre como sorpresa.

No, ninguno de nosotros puede salvar la Navidad, aunque conviene que sepamos esperarla con prudencia y responsabilidad. Ninguno de nosotros puede añadir un gramo de felicidad a la felicidad que es la encarnación de Dios con nosotros. Ninguno puede cambiar las tornas, manejar el calendario o pretender organizar al mismo Dios para que las cosas sucedan sin sobresalto.

Estos clamores comerciales que piden salvar la Navidad, o aguantar para poder disfrutar después… recuerdan a aquellos pasajes bíblicos que alertaban frente a la falsa seguridad… No sea que tranquilos por haber «llenado los graneros», no sepamos qué hacer con tanto grano. Preocupados de organizarlo todo para cuando se pueda disfrutar, nos olvidemos de cómo se disfruta porque estemos convirtiendo el Adviento no en la esperanza que lo sostiene, sino en una resignación que lo desvirtúa.

La Navidad está salvada, porque es salvación. Pero la preparación para ella no es contenerse para poder ser buenos en su contemplación, sino empezar a vivir gestos íntimos que la puedan hacer real, cuando llegue. La prevención, la distancia social y la asepsia, no significan que la vida consagrada aprenda a vivir aislada, contenida o encerrada, sino que ha de cuidar, todavía más, los valores que la hacen real con cada persona: una opción decidida por el otro, un agradecimiento explícito por la propia vida y las vidas del entorno; por poder respirar, por tener un corazón capaz de sobrecogerse ante cualquier alegría y cualquier necesidad; con la justicia y la injusticia que el mundo diariamente anuncia. Dar gracias por tener tarea con los propios errores que nos mantienen ocupados y libres de la tentación de querer contar y controlar los de los demás.

La preparación para una Navidad que salva es vivir un Adviento como salvados, en camino y proceso. Ofreciendo a nuestro mundo-mercado la visión y el testimonio de que nada conseguirá quitarnos la alegría de entender la vida como regalo. Nada, ni siguiera la atrocidad de una pandemia que, aunque dormida o disimulada, estará con nosotros ante el Misterio en esta Navidad.

                                                                                                                                    Gonzalo Díez

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, primer domingo de Adviento, empieza un nuevo año litúrgico. En él la Iglesia marca el curso del tiempo con la celebración de los principales acontecimientos de la vida de Jesús y de la historia de la salvación. Al hacerlo, como Madre, ilumina el camino de nuestra existencia, nos sostiene en las ocupaciones cotidianas y nos orienta hacia el encuentro final con Cristo. La liturgia de hoy nos invita a vivir el primer “tiempo fuerte” que es este del Adviento, el primero del año litúrgico, el Adviento, que nos prepara a la Navidad, y para esta preparación es un tiempo de espera, es un tiempo de esperanza. Espera y esperanza.

San Pablo (cfr. 1 Cor 1,3-9) indica el objeto de la espera. ¿Cuál es?  La «Revelación de nuestro Señor» (v. 7). El Apóstol invita a los cristianos de Corinto, y también a nosotros, a concentrar la atención en el encuentro con la persona de Jesús. Para un cristiano lo más importante es el encuentro continuo con el Señor, estar con el Señor. Y así, acostumbrados a estar con el Señor de la vida, nos preparamos al encuentro, a estar con el Señor en la eternidad. Y este encuentro definitivo vendrá al final del mundo. Pero el Señor viene cada día, para que, con su gracia, podamos cumplir el bien en nuestra vida y en la de los otros. Nuestro Dios es un Dios-que-viene —no os olvidéis esto: Dios es un Dios que viene, viene continuamente— : ¡Él no decepciona nuestra espera! El Señor no decepciona nunca. Nos hará esperar quizá, nos hará esperar algún momento en la oscuridad para hacer madurar nuestra esperanza, pero nunca decepciona. El Señor siempre viene, siempre está junto a nosotros. A veces no se deja ver, pero siempre viene. Ha venido en un preciso momento histórico y se ha hecho hombre para tomar sobre sí nuestros pecados —la festividad de Navidad conmemora esta primera venida de Jesús en el momento histórico—; vendrá al final de los tiempos como juez universal; y viene también una tercera vez, en una tercera modalidad: viene cada día a visitar a su pueblo, a visitar a cada hombre y mujer que lo acoge en la Palabra, en los Sacramentos, en los hermanos y en las hermanas. Jesús, nos dice la Biblia, está a la puerta y llama. Cada día. Está a la puerta de nuestro corazón. Llama. ¿Tú sabes escuchar al Señor que llama, que ha venido hoy para visitarte, que llama a tu corazón con una inquietud, con una idea, con una inspiración? Vino a Belén, vendrá al final del mundo, pero cada día viene a nosotros. Estad atentos, mirad qué sentís en el corazón cuando el Señor llama.

Sabemos bien que la vida está hecha de altos y bajos, de luces y sombras. Cada uno de nosotros experimenta momentos de desilusión, de fracaso y de pérdida. Además, la situación que estamos viviendo, marcada por la pandemia, en muchos genera preocupaciones, miedo y malestar; se corre el riesgo de caer en el pesimismo, el riesgo de caer en ese cierre y en la apatía. ¿Cómo debemos reaccionar frente a todo esto? Nos lo sugiere el Salmo de hoy: «Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos» (Sal 32, 20-21). Es decir el alma en espera, una espera confiada del Señor hace encontrar consuelo y valentía en los momentos oscuros de la existencia. ¿Y de qué nace esta valentía y esta apuesta confiada? ¿De dónde nace? Nace de la esperanza. Y la esperanza no decepciona, esa virtud que nos lleva adelante mirando al encuentro con el Señor.

El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos recuerda que Dios está presente en la historia para conducirla a su fin último para conducirla a su plenitud, que es el Señor, el Señor Jesucristo. Dios está presente en la historia de la humanidad, es el «Dios con nosotros», Dios no está lejos, siempre está con nosotros, hasta el punto que muchas veces llama a las puertas de nuestro corazón. Dios camina a nuestro lado para sostenernos. El Señor no nos abandona; nos acompaña en nuestros eventos existenciales para ayudarnos a descubrir el sentido del camino, el significado del cotidiano, para infundirnos valentía en las pruebas y en el dolor. En medio de las tempestades de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas. ¡Esto es bonito! En el libro del Deuteronomio hay un pasaje muy bonito, que el profeta dice al pueblo: “Pensad, ¿qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí como tú me tienes a mí cerca?”. Ninguno, solamente nosotros tenemos esta gracia de tener a Dios cerca de nosotros. Nosotros esperamos a Dios, esperamos que se manifieste, ¡pero también Él espera que nosotros nos manifestemos a Él!

María Santísima, mujer de la espera, acompañe nuestros pasos en este nuevo año litúrgico que empezamos, y nos ayude a realizar la tarea de los discípulos de Jesús, indicada por el apóstol Pedro. ¿Y cuál es esta tarea? Dar razones de la esperanza que hay en nosotros (cfr. 1 P  3,15).

Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Deseo expresar nuevamente mi cercanía a las poblaciones de América Central golpeadas por fuertes huracanes, en particular recuerdo a las Islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, como también la costa pacífica del norte de Colombia. Rezo por todos los países que sufren a causa de estas calamidades.

Dirijo mi cordial saludo a vosotros, fieles de Roma y peregrinos de diferentes países. Saludo en particular a los que  —lamentablemente en número muy limitado— han venido con ocasión de la creación de los nuevos cardenales, que tuvo lugar ayer por la tarde. Rezamos por los trece nuevos miembros del Colegio Cardenalicio.

Os deseo a todos vosotros un buen domingo y un buen camino de Adviento. Tratamos de sacar el bien también en la difícil situación que la pandemia nos impone: mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a quienes estén cerca que pueden tener necesidad, algún momento de oración hecho en familia con sencillez. Estas tres cosas nos ayudarán mucho: mayor sobriedad, atención discreta y respetuosa a quienes estén cerca que puedan tener necesidad y después, muy importante, algún momento de oración hecho en familia con sencillez. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Domingo I (Ciclo B) de Adviento

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7): Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano. Palabra de Dios

Salmo 79,"Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve"

Segunda Lectura: Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

 Santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Reflexión: PERO ES PRECISO VELAR

   Porque Dios es "Enmanuel" y está continuamente viniendo a nosotros. Vino ayer, VIENE HOY y vendrá mañana (este es el sentido del Adviento). No estamos abandonados en nuestro mundo gris. En cualquier momento, llama a nuestra puerta. Pero si estamos dormidos, no lo escucharemos; si salimos huyendo, si andamos en otras cosas (desquiciados, deshumanizados, ideologizados, descontrolados, polarizados...), no podrá encontrarnos. Sólo quien está en vela, puede descubrirle. 

    Pero ¿qué es estar en vela? Isaías nos lo ha aclarado: "Sales al encuentro de los que practican la justicia". Está en vela quien practica la justicia (Parábola del Juicio Final del pasado domingo). Y quien no lo hace, está dormido, no se encuentra con el Dios que salva. Dormido, soñará con otros «dioses», esos que consuelan aletargando, ayudándonos a huir de la realidad y de nuestras responsabilidades. Pero nos ha recordado San Pablo: «habéis sido enriquecidos en todo... de modo que no carecéis de ningún don gratuito...». (Parábola de los Talentos). Así que tenemos mucho que hacer con la ayuda de Dios. "Dios es nuestro Padre, tu nombre de siempre es Redentor", es decir, rescatador de esclavos y cautivos, de pozos, de prisiones, de laberintos.... El creyente es aquel que, apoyado en Dios, es capaz de vivir, resistir y salir de las mayores dificultades con esperanza.

viernes, 27 de noviembre de 2020

«Las apariciones aprobadas de Beauraing, Banneux y Pontmain son poco conocidas en España»José Manuel

Díez Quintanilla, presidente de Radio María desde 2013, ha publicado recientemente el libro Las apariciones de la Virgen María (LibrosLibres), que se centran en “las 9 más importantes”, a saber: el Pilar, Guadalupe, la Medalla Milagrosa, La Salette, Lourdes, Fátima, Pontmain, Beauraing y Banneux. Habla de las apariciones de la Virgen y el papel de los santuarios marianos entrevistado para el portal de noticias marianas CariFilii.es .

– ¿Por qué esas 9 apariciones, y no otras?

– Son las nueve que tienen mención litúrgica propia. Otras pueden tener distintos niveles de aprobación, pero no están incorporadas en la liturgia oficial de la Iglesia con mención propia.

– ¿Cuáles son los niveles de aprobación?

– Cuando se produce una aparición, la Iglesia espera a que finalicen las apariciones y después el obispo local analiza los hechos. El obispo puede declarar que “consta la sobrenaturalidad” de las apariciones, que han sucedido y son obra de Dios y la Virgen. Otras veces el obispo, después de comprobar la realidad de los hechos, da permiso para celebrar misa en el lugar, levantar una capilla o santuario, etc… Lo hace cuando ve que hay buenos frutos, devoción, conversiones, peregrinos, vidas transformadas y sanadas.

» Otra posibilidad es que el Papa, o Doctrina de la Fe, desde Roma, reconozcan la sobrenaturalidad de unas apariciones. Y el nivel más alto de aprobación es cuando la Iglesia incorpora mención litúrgica propia para un día sobre esa aparición, que es el caso de las nueve del libro.

– ¿Tienen un protocolo las autoridades eclesiásticas para examinar apariciones?

– En 1978 Doctrina de la Fe distribuyó un texto entre los obispos con instrucciones sobre cómo actuar en estos casos: examinar a los videntes, los frutos, etc… Luego Benedicto XVI hizo público ese texto, y en varios idiomas, para que no quedara sólo al alcance de los obispos. Las autoridades eclesiales tienen que examinar los hechos. El obispo Zumárraga hizo venir 3 veces a San Juan Diego antes de llegar a una conclusión. El sacerdote de Banneux pedía a la vidente que se convirtiera alguien del pueblo… y se convirtió el padre ateo de la niña. Los pastores de la Iglesia, en circunstancias complejas, también confían en la Virgen, y eso es hermoso.

-¿Qué tienen en común y en qué se diferencian las apariciones?

– Siempre se repite la llamada de la Virgen a la conversión y la oración. A veces habla también del sacrificio y la expiación. Hay diferencias en el aspecto con el que la Virgen se presenta, para adaptarse a cada caso y a los videntes. Era importante, por ejemplo, que en su aparición a San Juan Diego en el México del s.XVI tuviera aspecto indígena. También puede adaptar el mensaje a un momento concreto. En Lourdes buscaba reafirmar el dogma de la Inmaculada. Con la Medalla Milagrosa, buscaba reafirmar el llamado a la oración tras la Revolución Francesa. En Fátima el contexto era el crecimiento del comunismo.

– ¿Cuándo puede una aparición distraer de Dios y perjudicar a la persona?

– En mi opinión es sospechoso todo lo que quite paz interior y altere la vida de una forma antinatural. Los mensajes de la Virgen deben llevar a vivir con amor y confianza. Todos los católicos han de creer las doctrinas del Credo, la doctrina católica, pero las apariciones son revelaciones privadas y un católico no está obligado a creerlos, incluso si son aprobadas por la Iglesia. Uno puede salvarse y vivir bien sin creer que la Virgen se apareció en Lourdes, por ejemplo.

– ¿Qué piensa sobre esos amigos que nos insisten en que adoptemos su aparición preferida o que vayamos a su santuario preferido?

– Un cristiano ha de ser prudente y humilde. Si un santuario ha hecho bien a muchas personas durante mucho tiempo, es razonable y humilde pensar que vale la pena acudir, orar… La historia del Pilar, por ejemplo, puede parecer fantasiosa, pero hay milagros ligados al Pilar, como el del Cojo de Calanda, muy documentado. Vemos que la fe se acrecienta en estos santuarios. Como mínimo, la humildad debería llevarnos a una actitud prudente y respetuosa.

– Un periodista planteó una hipótesis: ¿las apariciones no aprobadas distraen de las sí aprobadas?

– Hay que confiar en la Iglesia y sus obispos. Hay lugares que no han sido oficialmente aprobados, pero vemos que allí cambian vidas. No tiene sentido ser demasiado beligerante contra la decisión de los pastores.

El santuario de Beauraing en Bélgica, con una aparición aprobada pero poco conocida

– ¿Han envejecido las apariciones del siglo XX? Fátima, Beauraing y Banneaux son de antes de la Segunda Guerra Mundial…

– Creo que no ha envejecido su mensaje, aunque sí puede haber menos peregrinos. Puede ser cultural. Nuestra cultura, por ejemplo, hoy esconde a los enfermos, y quizá por eso hay menos peregrinos en Lourdes. Beauraing y Banneaux están en Bélgica, que es una zona muy descristianizada. Y algunas apariciones aún son poco conocidas. Beauraing, Banneux y Pontmain son bastante conocidas en Francia y otros países europeos, pero muy poco en España.

– ¿Es importante el lugar? La directora de la película Las letras de Jordi, agnóstica, decía que la gruta de Lourdes le hacía pensar que algo sí había pasado…

– Es verdad que muchas veces parecen lugares especiales, apartados, que respiran paz, que invitan a la meditación… Es algo que decide la sabiduría divina. ¿Por qué tal o cual sitio? En Guadalupe, la colina de Tepeyac también tiene algo especial. El vidente, el mensaje y el lugar se interrelacionan.

– ¿Qué pasará con los santuarios marianos tras esta pandemia? ¿Cómo los verá la gente?

– Visitar esos lugares seguirá tocando a muchas personas, su mensaje de conversión seguirá calando, conectando con el sentido de trascendencia de los hombres. También las historias de los videntes seguirán ahí, impactándonos, aunque puedan cambiar las cifras de peregrinos.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Porque necesitamos esperanza

¡GRACIAS, ADVIENTO, POR SER FUENTE DE ESPERANZA!

Cuando la perdemos, tú nos la devuelves redoblada

Cuando nos elevamos demasiado,

nos haces valorar la pequeñez de cada persona

Cuando se cierran los caminos,

tú nos abres otros tantos senderos


¡GRACIAS, ADVIENTO, POR SER OASIS DE ESPERANZA!

Porque, cuando alzamos cumbres entre las personas,

tú nos invitas a la fraternidad

Porque, cuando los corazones se endurecen,

oportunamente pones tú la mano de la dulzura

Porque, cuando surgen escollos y odios,

invitas a mirar lo que en Dios nos une


¡GRACIAS, ADVIENTO, POR SER RIO DE ESPERANZA!

Cuando corren vientos de enemistad,

la proximidad de Jesús siempre ofrece una mano

Cuando bajan aguas de tormenta,

la paz del cielo calma toda tempestad

Cuando se borra toda huella del infinito,

tu presencia nos hace buscar y mirar hacia la estrella


¡GRACIAS, ADVIENTO, POR SER SURTIDOR DE ESPERANZA!

Si andamos perdidos, el Señor sale a nuestro encuentro

Si nos sentimos solos, Dios reconocerá nuestros nombres

Si nos encontramos sin horizontes, el Señor nos empuja hacia el futuro

Si no encontramos sentido a las cosas, el Espíritu nos ilumina con sabiduría


¡GRACIAS, ADVIENTO, POR SER LLAMADA A LA ESPERANZA!

Ya puede estar el mundo desorientado,

que tú le abrirás una ventana con respuestas

Ya puede estar el hombre errante,

tú le conducirás hacia la meta deseada


¡GRACIAS, ADVIENTO! ¡TE ESPERÁBAMOS!

Andamos escasos de esperanza y llenos de problemas

Ayúdanos a ser camino por el que venga Jesús

Ayúdanos a vigilar el gran castillo de nuestro corazón

Ayúdanos para allanar y acondicionar caminos torcidos

Ayúdanos para que, con María, recibamos al Grande que será pequeño


¡GRACIAS, ADVIENTO!

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Audiencia General del Papa Francisco

Biblioteca del Palacio Apostólico

 Catequesis 16. La oración de la Iglesia naciente

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración. Los escritos apostólicos y la gran narración de los Hechos de los Apóstoles nos devuelven la imagen de una Iglesia en camino, una Iglesia trabajadora, pero que encuentra en las reuniones de oración la base y el impulso para la acción misionera. La imagen de la comunidad primitiva de Jerusalén es punto de referencia para cualquier otra experiencia cristiana. Escribe Lucas en el Libro de los Hechos: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (2,42). La comunidad persevera en la oración.

Encontramos aquí cuatro características esenciales de la vida eclesial: la escucha de la enseñanza de los apóstoles, primero; segundo, la custodia de la comunión recíproca; tercero, la fracción del pan y, cuarto, la oración. Estas nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo, es decir en la comunidad, en su Palabra, en la Eucaristía y en la oración. Es el modo de unirnos, nosotros, a Cristo. La predicación y la catequesis testimonian las palabras y los gestos del Maestro; la búsqueda constante de la comunión fraterna preserva de egoísmos y particularismos; la fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, en la Eucaristía es Él. Él vive y camina con nosotros. Y finalmente la oración, que es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo.

Todo lo que en la Iglesia crece fuera de estas “coordenadas”, no tiene fundamento. Para discernir una situación tenemos que preguntarnos cómo, en esta situación, están estas cuatro coordenadas: la predicación, la búsqueda constante de la comunión fraterna —la caridad—, la fracción del pan —es decir la vida eucarística— y la oración. Cualquier situación debe ser valorada a la luz de estas cuatro coordenadas. Lo que no entra en estas coordenadas está privado de eclesialidad, no es eclesial. Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. La Iglesia no es un mercado, la Iglesia no es un grupo de empresarios que van adelante con esta nueva empresa. La Iglesia es obra del Espíritu Santo, que Jesús nos ha enviado para reunirnos. La Iglesia es precisamente el trabajo del Espíritu en la comunidad cristiana, en la vida comunitaria, en la Eucaristía, en la oración, siempre. Y todo lo que crece fuera de estas coordenadas no tiene fundamento, es como una casa construida sobre arena (cfr. Mt 7, 24-27).  Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. Es la palabra de Jesús la que llena de sentido nuestros esfuerzos. Es en la humildad que se construye el futuro del mundo.

A veces, siento una gran tristeza cuando veo alguna comunidad que, con buena voluntad, se equivoca de camino porque piensa que hace Iglesia en mítines, como si fuera un partido político: la mayoría, la minoría, qué piensa este, ese, el otro… “Esto es como un Sínodo, un camino sinodal que nosotros debemos hacer”. Yo me pregunto: ¿dónde está el Espíritu Santo, ahí? ¿Dónde está la oración? ¿Dónde el amor comunitario? ¿Dónde la Eucaristía? Sin estas cuatro coordenadas, la Iglesia se convierte en una sociedad humana, un partido político —mayoría, minoría—, los cambios se hacen como si fuera una empresa, por mayoría o minoría… Pero no está el Espíritu Santo. Y la presencia del Espíritu Santo está precisamente garantizada por estas cuatro coordenadas. Para valorar una situación, si es eclesial o no es eclesial, preguntémonos si están estas cuatro coordenadas: la vida comunitaria, la oración, la Eucaristía… [la predicación], cómo se desarrolla la vida en estas cuatro coordenadas. Si falta esto, falta el Espíritu, y si falta el Espíritu nosotros seremos una bonita asociación humanitaria, de beneficencia, bien, bien, también un partido, digamos así, eclesial, pero no está la Iglesia. Y por esto la Iglesia no puede crecer por estas cosas: crece no por proselitismo, como cualquier empresa, crece por atracción. ¿Y quién mueve la atracción? El Espíritu Santo. No olvidemos nunca esta palabra de Benedicto XVI. “La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción”. Si falta el Espíritu Santo, que es lo que atrae a Jesús, ahí no está la Iglesia. Hay un bonito club de amigos, bien, con buenas intenciones, pero no está la Iglesia, no hay sinodalidad.

Leyendo los Hechos de los Apóstoles descubrimos entonces cómo el poderoso motor de la evangelización son las reuniones de oración, donde quien participa experimenta en vivo la presencia de Jesús y es tocado por el Espíritu. Los miembros de la primera comunidad —pero esto vale siempre, también para nosotros hoy— perciben que la historia del encuentro con Jesús no se detuvo en el momento de la Ascensión, sino que continúa en su vida. Contando lo que ha dicho y hecho el Señor —la escucha de la Palabra—, rezando para entrar en comunión con Él, todo se vuelve vivo. La oración infunde luz y calor: el don del Espíritu hace nacer en ellos el fervor.

Al respecto, el Catecismo tiene una expresión muy profunda. Dice así: «El Espíritu Santo, que recuerda así a Cristo ante su Iglesia orante, conduce a ésta también hacia la Verdad plena, y suscita nuevas formulaciones que expresarán el insondable Misterio de Cristo que actúa en la vida, los sacramentos y la misión de su Iglesia» (n. 2625). Esta es la obra del Espíritu en la Iglesia: recordar a Jesús. Jesús mismo lo ha dicho: Él os enseñará y os recordará. La misión es recordar a Jesús, pero no como un ejercicio mnemónico. Los cristianos, caminando por los senderos de la misión, recuerdan a Jesús haciéndolo presente nuevamente; y de Él, de su Espíritu, reciben el “impulso” para ir, para anunciar, para servir. En la oración, el cristiano se sumerge en el misterio de Dios que ama a cada hombre, ese Dios que desea que el Evangelio sea predicado a todos. Dios es Dios para todos, y en Jesús todo muro de separación es definitivamente derrumbado: como dice San Pablo, Él es nuestra paz, es decir «el que de los dos pueblos hizo uno» (Ef 2,14). Jesús ha  hecho la unidad.

Así la vida de la Iglesia primitiva está marcada por una sucesión continua de celebraciones, convocatorias, tiempos de oración tanto comunitaria como personal. Y es el Espíritu que concede fuerza a los predicadores que se ponen en viaje, y que por amor de Jesús surcan los mares, enfrentan peligros, se someten a humillaciones.

Dios dona amor, Dios pide amor. Esta es la raíz mística de toda la vida creyente. Los primeros cristianos en oración, pero también nosotros que venimos varios siglos después, vivimos todos la misma experiencia. El Espíritu anima todo. Y todo cristiano que no tiene miedo de dedicar tiempo a la oración puede hacer propias las palabras del apóstol Pablo: «La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2, 20). La oración te hace consciente de esto. Solo en el silencio de la adoración se experimenta toda la verdad de estas palabras. Tenemos que retomar el sentido de la adoración. Adorar, adorar a Dios, adorar a Jesús, adorar al Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu: adorar. En silencio. La oración de la adoración es la oración que nos hace reconocer a Dios como principio y fin de toda la historia. Y esta oración es el fuego vivo del Espíritu que da fuerza al testimonio y a la misión. Gracias.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. El próximo domingo iniciará el Adviento, tiempo litúrgico que nos ayuda a prepararnos para la Navidad. Los animo, por lo tanto, a dedicar momentos a la oración, meditando a la luz de la Palabra de Dios, para que el Espíritu Santo que la habita vaya iluminando el camino a seguir y transformando el corazón, en la espera del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Que Dios los bendiga.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis reflexionamos sobre la oración en las primeras comunidades cristianas. Encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en otros escritos apostólicos cuatro características esenciales de la vida de la Iglesia: la escucha de la predicación de los apóstoles, la comunión recíproca, la fracción del pan y la oración.

Estas cuatro “coordenadas” nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece unida a Cristo. Todo lo que crece fuera de esto carece de fundamento, es como una casa que se construye sobre arena. Los primeros cristianos experimentaron que la oración es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo y descubrieron que el encuentro con Jesús no era algo histórico, sino que continúa en la propia vida, infunde paz, luz y calor a la existencia y es el motor de la evangelización.

La vida de la Iglesia, desde los comienzos, está marcada por celebraciones, reuniones y momentos de oración personal y comunitaria. En los encuentros de oración, los cristianos se sumergen en el misterio de Dios —que da amor y pide amor—, y hallan en Él el fundamento y el impulso para la acción misionera. Esta es la raíz mística de toda la vida del creyente.

martes, 24 de noviembre de 2020

El norte de Burkina se vacía de cristianos

Los grupos islamistas que controlan el norte de Burkina Faso asesinaron en 2019 a 40 cristianos, y se cebaron en amenazas contra las poblaciones del norte. En el país ya hay 700.000 desplazados internos.

Hace poco más de un año, el salesiano español Antonio César Fernández era asesinado por islamistas al sur de Burkina Faso. Fue «una gravísima pérdida», asegura Joseph Basson, que lo sustituyó como director de la comunidad de Uagadugú, la capital. Tanto él como Fernando Hernández, acuchillado en mayo por un exempleado en Bobo-Dioulasso, «eran nuestros hermanos, llenos de valores y, sobre todo, con un amor infinito a nuestro pueblo».

Su muerte fue uno de los primeros toques de atención sobre la expansión del yihadismo en este país de África occidental, al inicio de un año que batió récords: un atentado contra una iglesia católica en Viernes Santo; el asesinato de cuatro cristianos en junio; el de un padre y cuatro de sus hijos en septiembre, y 14 muertos en una iglesia y la suspensión de las fiestas de Navidad en diciembre. Así hasta 40 cristianos asesinados el año pasado, y otros doce hace unos días.

Además, se suceden los ataques contra funcionarios, Fuerzas de Seguridad, edificios de la Administración… Entre este país, Níger y Mali, en 2019 los terroristas asesinaron a 4.000 personas, cinco veces más que las 770 de 2016. Todo el sur del Sáhara y el Sahel, «desde Mauritania, pasando por esta zona, Chad… hasta Somalia en el este, está dominado por terroristas. Cientos de grupos con sus líderes controlan el desierto», explica Manuel Gallego, padre blanco en Bobo-Dioulasso. En Burkina hay seis grandes ramas islamistas, locales y regionales, vinculadas sobre todo a Al Qaeda pero también al ISIS. «Y no olvidemos a Boko Haram, que aunque no actúa aquí se está extendiendo y formando células».

Los radicales comenzaron a llegar en 2011 a Mali, el vecino del norte. Atacaban allí y se refugiaban en Burkina Faso con impunidad cuando era presidente Blaise Campaoré. La situación se toleraba porque este, en el poder desde 1987, «actuaba como interlocutor en todas las crisis de la región», explica el misionero. Pero en 2014 perdió el poder tras un levantamiento popular. Su sucesor, Roch Marc Christian Kaboré, «empezó a perseguir a los grupos islamistas en el desierto». Entonces comenzaron los ataques.

Misiones cerradas

Los islamistas pretenden eliminar el cristianismo (que profesa el 23 % de la población) del norte del país, la zona que más controlan. «Amenazan en las iglesias para que no vayan a rezar más, y en las escuelas para que se enseñe en árabe», narra Gallego. Hay zonas enteras que se han vaciado de cristianos, con más de 700.000 desplazados internos. Muchos han llegado a Uagadugú, donde «viven en la calle pidiendo limosna», narra el salesiano Basson. Otros están en Kaya y Ougahigouya, donde «Cáritas les ayuda con alimentos, vestidos» y a poner en marcha pequeños negocios.

Incluso la Iglesia está desapareciendo del norte. Los padres blancos de origen occidental se han trasladado a las ciudades grandes, donde su presencia no pone en peligro al resto de la comunidad. «Por ser occidental ya puedes sufrir un secuestro para pedir rescate, que es de lo que se alimentan estos grupos. En los puestos rurales están los compañeros africanos. Otras misiones, en los sitios más difíciles, las hemos cerrado, y solo hacemos alguna visita a la zona». En Arbinda, donde en diciembre fueron asesinadas 35 personas, «hasta los sacerdotes diocesanos se han ido», enumera Gallego.

domingo, 22 de noviembre de 2020

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, que cierra el año litúrgico, la gran parábola en la que se despliega el misterio de Cristo: todo el año litúrgico. Él es el Alfa y el Omega, el comienzo y el cumplimiento de la historia; y la liturgia de hoy se centra en el “omega”, es decir, en el destino final. El sentido de la historia se comprende teniendo ante nuestros ojos su culminación: el final es también el fin. Y esto es precisamente lo que hace Mateo, en el Evangelio de este domingo (25, 31-46), colocando el discurso de Jesús sobre el juicio universal en el epílogo de su vida terrenal: Él, a quien los hombres están a punto de condenar, es en realidad el juez supremo. En su muerte y resurrección, Jesús se mostrará como el Señor de la historia, el Rey del universo, el Juez de todo. Pero la paradoja cristiana es que el Juez no reviste una realeza temible, sino que es un pastor lleno de mansedumbre y misericordia.

En efecto, Jesús, en esta parábola del juicio final, utiliza la imagen del pastor. Toma las imágenes del profeta Ezequiel, que hablaba de la intervención de Dios en favor del pueblo, contra los malos pastores de Israel (cf. 34, 1-10). Aquellos habían sido crueles, explotadores, prefiriendo alimentarse ellos mismos en lugar del rebaño; por lo tanto, Dios mismo promete cuidar personalmente de su rebaño, defendiéndolo de las injusticias y los abusos. Esta promesa de Dios para su pueblo se cumplió plenamente en Jesucristo, el Pastor, precisamente Él es el Buen Pastor. También Él mismo dice de sí: «Yo soy el buen pastor» (Jn 10, 11.14).

En la página evangélica de hoy, Jesús se identifica no sólo con el rey pastor, sino también con las ovejas perdidas. Podríamos hablar de una “doble identidad”: el rey-pastor, Jesús, se identifica también con las ovejas, es decir, con los hermanos más pequeños y necesitados. Y así indica el criterio del juicio: se efectuará sobre la base del amor concreto dado o negado a estas personas, porque él mismo, el juez, está presente en cada una de ellas. Él es juez, Él es Dios-hombre, pero Él es también el pobre, Él está escondido, está presente en la persona de los pobres que Él menciona precisamente allí. Jesús dice: «En verdad os digo que cuanto hicisteis (o no hicisteis) a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis (o no lo hicisteis)» (vv. 40.45). Seremos juzgados por el amor. El juicio será por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita.

¿Yo me acerco a Jesús presente en la persona de los enfermos, de los pobres, de los que sufren, de los presos, de los que tienen hambre y sed de justicia? ¿Me acerco a Jesús presente allí? Esta es la pregunta de hoy.

El Señor, pues, en el fin del mundo, pasará revista a su rebaño, y lo hará no sólo del lado del pastor, sino también del lado de las ovejas, con las que se ha identificado. Y nos preguntará: “¿Has sido un poco pastor, como yo?”. “¿Has sido pastor mío, de mí, que estaba presente en esa gente necesitada, o has sido indiferente?”. Hermanos y hermanas, guardémonos de la lógica de la indiferencia, de lo que viene inmediatamente a la mente: mirar a otra parte cuando vemos un problema. Recordemos la parábola del Buen Samaritano. Aquel pobre hombre, herido por los bandidos, tirado en el suelo, entre la vida y la muerte, estaba allí solo. Pasó un sacerdote, lo vio, y se fue, miró hacia otro lado. Pasó un levita, lo vio y miró hacia otro lado. ¿Soy yo, ante mis hermanos y hermanas necesitados, tan indiferente como este sacerdote, como este levita, y miro a otra parte? Seré juzgado por esto: por cómo me acerqué, por cómo miré a Jesús presente en la necesidad. Esta es la lógica, y no lo digo yo, lo dice Jesús: “Lo que hicisteis a éste, a éste, a éste, me lo habéis hecho a mí. Y lo que no hicisteis a éste, a éste, a éste, a éste, a mí no lo hicisteis, porque yo estaba allí”. Qué Jesús nos enseñe esta lógica, esta lógica de cercanía, de acercarnos a Él, con amor, en la persona de los que más sufren.

Pidamos a la Virgen María que nos enseñe a reinar en el servir. Nuestra Señora, asunta al Cielo, recibió la corona real de su Hijo, porque lo siguió fielmente —es la primera discípula— en el camino del Amor. Aprendamos de ella a entrar desde ahora en el Reino de Dios, por la puerta del servicio humilde y generoso. Y volvamos a casa solamente con esta frase: “Yo estaba presente allí. ¡Gracias!” o si no “Te has olvidado de mí”.

Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Deseo enviar un pensamiento especial a la población de Campania y de Basilicata, cuarenta años después del desastroso terremoto, que tuvo su epicentro en Irpinia y sembró muerte y destrucción. ¡Hace ya cuarenta años! Ese dramático acontecimiento, cuyas heridas, incluso las materiales, aún no han cicatrizado del todo, puso de relieve la generosidad y la solidaridad de los italianos. Lo atestiguan tantos hermanamientos entre los países afectados por el terremoto y los del norte y el centro, cuyos vínculos todavía existen. Estas iniciativas han favorecido el laborioso camino de la reconstrucción y, sobre todo, la fraternidad entre las diferentes comunidades de la Península.

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos, que a pesar de las dificultades actuales, y siempre respetando las reglas, habéis venido a la Plaza de San Pedro. Un saludo especial a las familias, que en este momento lo pasan peor. Pensad en esto, en tantas familias que pasan dificultades en este momento, porque no tienen trabajo, han perdido el empleo, tienen uno o dos hijos; y a veces, algo avergonzadas, no dejan que se sepa. Pero sed vosotros los que vayan a mirar donde hay necesidad. Donde está Jesús, donde Jesús está necesitado. ¡Hacedlo!

Os deseo a todos un buen domingo —también a los de la Inmaculada, que se hacen escuchar —. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

sábado, 21 de noviembre de 2020

Los dominicos buscan artistas de la luz

La primera vocación de Kim En Joong fue la belleza. En 1959, con 19 años, ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Seúl. Ocho años después, este joven de familia de tradición budista tomó la segunda decisión que marcó su vida: bautizarse. Con la fe recién estrenada, el interés por el impresionismo, el cubismo y el arte abstracto le llevó a Europa. Poco a poco, comenzó a sentirse cada vez más atraído hacia Cristo, la «Luz que viene a este mundo». En Friburgo (Suiza) conoció a los dominicos, y terminó ingresando en la congregación. Desde entonces, desarrolla el carisma dominico a través del arte y la belleza en el convento de la Anunciación de París. Goza de prestigio internacional, y se le conoce como el artista de la luz.

En su particular predicación, Kim En Joong ha optado por no poner título a sus cuadros, composiciones abstractas llenas de color y equilibrio. No quiere condicionar lo que suscitan en cada persona. Su fascinación por la luz le ha llevado a crear vidrieras para iglesias, catedrales y monasterios de toda Europa. Otro de sus intereses es la cerámica, con la que desarrolla «unas reflexiones muy bonitas sobre el ser humano como arcilla en manos del Alfarero: tierra mezclada, a menudo torturada, que acaba teniendo una forma y unos colores únicos, también con sus grietas. Y, siempre, con un hueco dentro para acoger a Dios».

Un mundo «desconcertante»

El dominico Javier Carballo presenta así al artista elegido para estrenar O_Lumen, el espacio de encuentro con el mundo del arte que la Orden de Predicadores inaugura este jueves en lo que era la iglesia del antiguo convento de Santo Domingo el Real, de Madrid. El proyecto –explica su director– nace con el objetivo de «renovar la simbiosis entre la fe cristiana y las artes. Esta ha sido muy rica y fecunda en la historia, pero con las artes contemporáneas es un desafío pendiente. Pablo VI, en su famoso discurso a los artistas, ya decía que en el siglo XX la Iglesia y los creadores se habían vuelto la espalda».

Varias iniciativas en los últimos años han tratado de tender esos puentes. En 2019, se prepara en el Vaticano una exposición sobre Andy Warhol. Y sin salir de Madrid, en 2015, la iglesia de los Jerónimos inició el proyecto Postcontemporánea, una sala de exposiciones de arte contemporáneo similar a O_Lumen. Carballo ve este impulso estrechamente relacionado con el Atrio de los Gentiles iniciado por Benedicto XVI, pues «no se puede separar pensamiento y arte contemporáneos».

El responsable de O_Lumen reconoce que el arte actual «es muy plural, diverso, y a veces desconcertante. Puede parecernos que es un cajón de sastre en el que cabe de todo. Otro inconveniente es que ha caído de lleno en los brazos del consumo». Con todo, previene en contra de juzgarlo de forma negativa: «Tenemos el deber de escucharlo, intentar comprenderlo y ver qué es lo que provoca en nosotros».

En su programación, O_Lumen acogerá tanto a artistas consagrados como a aquellos emergentes interesados en la espiritualidad o lo social, tengan o no fe. Sus promotores quieren también suscitar interés artístico en niños y jóvenes mediante talleres que los pongan en contacto con los creadores. Por otro lado, se invitará a pintores o escultores con una identidad cristiana y dominica más explícita, y se abrirá el espacio, que no ha perdido su personalidad como iglesia, para celebraciones religiosas. El objetivo es establecer una comunicación bidireccional: «Entre los artistas vemos mucha inquietud espiritual –explica Carballo–. Con las características de nuestro tiempo, sí; pero hay una demanda de sentido, de luz, a la que tenemos que salir al encuentro. Y los creyentes necesitamos contagiarnos de su creatividad para renovar nuestras formas expresivas».

Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (Ciclo A)

Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y Él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».
PALABRA DE DIOS

Compartimos:
Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la Cruz.

Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).

Este pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.

Jesús nos muestra que el sentido de la realeza -o potestad- es el servicio a los demás. Él afirmó de sí mismo que era Maestro y Señor (cf. Jn 13,13), y también que era Rey (cf. Jn 18,37), pero ejerció su maestrazgo lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,4 ss.), y reinó dando su vida. Jesucristo reina, primero, desde una humilde cuna (¡un pesebre!) y, después, desde un trono muy incómodo, es decir, la Cruz.

Encima de la cruz estaba el cartel que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los judíos» (Jn 19,19): lo que la apariencia negaba era confirmado por la realidad profunda del misterio de Dios, ya que Jesús reina en su Cruz y nos juzga en su amor. «Seremos examinados sobre el amor».

viernes, 20 de noviembre de 2020

Los obispos lamentan «las trabas» de la nueva Ley de Educación y piden un Pacto real


«Lamentamos profundamente todos los obstáculos y trabas que se quieren imponer a la acción de las instituciones católicas concertadas. No es el momento de enfrentar entidades e instituciones educativas, sino de trabajar conjuntamente, en el espacio público, para ofrecer una educación adecuada a todos los niños, adolescentes y jóvenes de nuestro país». Con este mensaje de los obispos de la Asamblea Plenaria de la CEE sobre la nueva Ley de Educación, ha comenzado Luis Argüello, portavoz de la CEE y secretario general, la rueda de prensa final de los trabajos de la reunión del organismo episcopal .

En el comunicado, ha afirmado que «no sería aceptable que el Estado pretendiera apropiarse de este protagonismo de la familia y de la sociedad» en la educación. Argüello ha leído los siete puntos del texto en el que los obispos piden que la Ley Celaá «ofrezca una mayor protección del derecho a la educación y la libertad de enseñanza, tal como se explicitan en el artículo 27 de la Constitución y en su interpretación jurisprudencial a lo largo de sentencias en los últimos años».

En el mismo mensaje, la CEE muestra su apoyo a «los esfuerzos de las familias, plataformas y agentes sociales que en estos días se han movilizado en la defensa de estos derechos, y particularmente de los referidos a los alumnos con necesidades especiales», algo a lo que también ha aludido en la posterior rondas de preguntas en la que ha destacado cómo el Congreso de Laicos puso de manifiesto «que es propio de la vocación laical estar en la plaza pública».

Sin respuesta del Gobierno

Además, los obispos de la CEE han subrayado que la propuesta que realizaron respecto a la asignatura de Religión «no ha recibido respuesta por parte del Ministerio». Aún más, la nueva ley «suprime el valor académico de la evaluación de la asignatura de Religión, y deja a los alumnos que no cursen esta asignatura sin una formación con contenido escolar». Y han insistido en que « no es aceptable la descalificación de esta asignatura o del trabajo de sus profesores como adoctrinamiento», reivindicando que «respeta el conjunto de exigencias propias de su presencia en el ámbito escolar, relativas a la metodología o al estatuto del profesorado».

También, Luis Argüello ha querido señalar la voluntad del Pueblo de Dios «para hacer posible el crecimiento, la libertad y la pluralidad de la propuesta educativa para servir así al bien de los alumnos, las familias y toda la sociedad». Y que, «más allá del debate sobre una ley concreta», la Iglesia seguirá «defendiendo la inclusión escolar y educativa de la enseñanza religiosa escolar como integrante del ámbito de una necesaria educación moral».

Derecho a una educación integral

Durante las preguntas de los periodistas, el secretario general de la CEE ha destacado que esta nueva Ley «nos preocupa no solo por la asignatura de Religión y el estatus de la escuela concertada», sino «por lo que significa la educación en una sociedad, como por ejemplo el propio planteamiento de la ley al esfuerzo de los alumnos o a los criterios pedagógicos» La escuela, ha subrayado, se trata de «un lugar de convivencia donde se quiere formar de manera integral a todos los ciudadanos».

En un momento en el que estamos, «de grandísima evolución tecnológica, de mirar al futuro, de riesgos para una comprensión humanista de la propia organización de la sociedad, si que parece importante este cultivo de una educación en un desarrollo humano integral», ha destacado.

A veces, ha destacado Argüello, «se habla de escuela confesional o la asignatura confesional pero es que otras propuestas también son confesionales, la propia LOMLOE es confesional. Confesional en su manera de entender la educación, en la perspectiva ideológica que tiene detrás de sí, en la manera de entender lo publico en lo identificado a lo estatal… desde esta propuesta de cada uno». Desgraciadamente, ha lamentado, «nuestra propuesta no ha sido contestada o no ha sido ni siquiera estudiada conjuntamente». No obstante, ha asegurado que «no queremos perder la esperanza» y «nosotros seguimos tendiendo la mano a un pacto educativo». Un acuerdo que según el secretario «no puede dejar fuera la demanda de la sociedad española a través de las familias, la propia escuela concertada, la presencia de la Iglesia a través de la asignatura de Religión». Estos derechos, ha explicado, «tienen un verdadero marco en el artículo 27 y sus 10 puntos». La defensa del mismo debe hacerse desde «una propuesta de diálogo, de entendimiento, desde enmiendas que todavía podrían hacerse a la Ley en su paso por el Senado y su vuelta al Congreso para buscar esta manera de poder encontrarnos». Por el contrario, si no fuese así, ha contestado a las preguntas de los periodistas «sería la propia Constitución la que tendrá que venir en ayuda de aquellos sectores que se consideran excluidos o ninguneados en esta Ley».

Por eso, ha insistido, «hay que esperar a que la ley sea definitivamente aprobada, pero nos parece que lo que el artículo 27 de la Constitución dice sobre la educación y la libertad de enseñanza, a primera vista, en el texto que nos está llegando, parece que se fuerza bastante la interpretación constitucional de este artículo». «Nosotros lo que deseamos es que, en el periodo que falta para la aprobación de la ley, pudiera ser posible una mejora de la misma, y que hiciéramos todos un esfuerzo para buscar caminos de encuentro».

Pacto Global Educativo

Aludiendo al Pacto Global Educativo del que Argüello ha asegurado que el Gobierno había apoyado de manera informal, el secretario ha lamentado que la contradicción «de no llevarlo a cabo entonces en lo concreto». Con esta Ley, «no se hace lo posible para que este pacto se dé». No hay que olvidar, ha dicho, que «el pacto que se con los afines en un espectro ideológico, deja de lado planteamientos de otro tipo».

Para el secretario, es extraño ver esta doble actitud: «Por una parte subrayar la importancia de un Pacto Educativo Global y por otra, no hacer lo posible por llegar al pacto allá donde se tiene la responsabilidad política de poder llevarlo a cabo». Durante estos últimos meses la Conferencia Episcopal Española ha hecho llegar su propuesta a personas de todo el espectro parlamentario. En las próximas semanas, viendo que la ley, habiéndose discutido, va tomando carta de naturaleza «cabe posibilidad de incorporar aspectos de mejora, reconociendo la dificultad del momento», ha concluido.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Con un «médium» buscó la felicidad: la halló en la confesión y un cáncer puso a prueba su conversión


Miguel Mota es un claro ejemplo de cómo los caminos para volver a la Iglesia pueden ser de lo más sorprendentes. Alejado completamente de la fe, volcado en la noche y en la fiesta y en la búsqueda de su éxito como jinete, el vacío que sentía en su interior le hizo buscar la verdad en lugares muy equivocados. Acabó pidiendo consejo a un médium, pero fue en una misa y en la confesión donde su vida cambió. Años después un cáncer le ha llevado en plena pandemia al hospital. Y allí esta relación con Dios se ha hecho todavía más estrecha.

Este portugués provenía de una buena familia, su familia tenía una discoteca en la que Miguel pasaba mucho tiempo con sus amigos. Sin embargo, su verdadera pasión eran los caballos, y a ellos como jinete quería dedicar su vida.

A día de hoy Miguel tiene 40 años, está casado, es padre y vive en Lisboa su espiritualidad en el Opus Dei, que es quien ha publicado su testimonio de conversión y ahora de superación frente a la enfermedad.

Se formó en el manejo de caballos y todavía muy jovencito se fue a Francia para lograr ser jinete profesional. “Aprendí mucho y volví de Francia con cierta ingenuidad y arrogancia, pensando que ya era un gran jinete”, confiesa.

En ese momento, Miguel afirma que su formación cristiana se limitaba a las catequesis para recibir la comunión y recuerda “abandonar la práctica religiosa muy pronto, y dejé de ir a misa. Yo era uno de esos portugueses que no asistía a misa, pero que iba a Fátima todos los años”.

Fue a su regreso a Portugal cuando asegura que se perdió “completamente”. “Salía por la noche casi todos los días con diferentes amigos del mundo de los caballos. Tenía varias amigas pero tenía la clara convicción de que nunca me comprometería con nadie. Así, a los 22 años, había perdido la fe, aunque de alguna manera buscaba a Dios”, afirma.

Sin embargo, en esta búsqueda de sentido estaba también muy perdido. Miguel cuenta que empezó “a tener sesiones con un astrólogo médium, que tenía fama de ayudar a mucha gente”.

Entre las sugerencias que este médium le dio había una muy sorprendente: que fuera a misa nueve días seguidos. Aunque en realidad esto era más bien como un ritual que como algo sacramental. “Recuerdo ir en el coche hacia la iglesia tratando de recordar la oración del Credo, que ya había olvidado”, añade.

Sin embargo, su vida no cambió ahí.  De hecho, Miguel relata que “un día oí a alguien decirme: ‘las brujas te envían a misa, pero nunca te dirán nada sobre la confesión’. Lo guardé en mi cabeza. Pero continué con mi vida nocturna: mis padres tenían una discoteca y la frecuentaba demasiado con mis amigos. Por otro lado, alimenté un gran afán de ser un buen profesional del caballo. Mi situación interior era la de una persona que vivía sin alegría y que competía constantemente  por encumbrarme”.

Su vida experimentaría un cambio real en 2011. Por invitación de la prima de María, la que hoy es su esposa, Miguel comió con un sacerdote, el padre Hugo. “Esa conversación tuvo un enorme impacto en mí. Tanto que le pedí inmediatamente que me confesara. Perdí una ‘tonelada’ de peso en la confesión, y me di cuenta de que hasta entonces había vivido en la oscuridad”.

Con su conversión, su relación con María se fue profundizando y supo que era la mujer con la que quería estar el resto de su vida. Y poco después la pidió matrimonio. Hoy son padres de tres hijos.

Además, Miguel confiesa que su conversión tuvo un efecto muy visible, sobre todo entre sus amigos con los que siempre salía de fiesta. “Notaron el cambio. Antonio era uno de los más cercanos. Lo conocí cuando volví de Francia. Somos muy amigos y aún hoy, aunque viva en Alemania donde es jinete, hablamos con mucha frecuencia. Un día lo desafié y le dije que tenía que cambiar de vida. Me pidió que le diera la medicina para ser feliz. Entonces comenzó un hermoso viaje que terminó con su acercamiento a la fe. Después de más de quince años volvió a confesarse, con el mismo sacerdote que yo”, agrega.

Sin embargo, una vez que había conocido a Dios necesitaba profundizar más. Miguel asegura que “fue entonces cuando un amigo me habló de las actividades de formación católica del Opus Dei. Rápidamente  me di cuenta de que había encontrado mi vocación, porque además de tener la asistencia espiritual y la formación que necesitaba, había encontrado la manera de de estar en la vida como un hijo de Dios, algo que tenía más sentido para mí: vivir cerca de Dios a través de mi familia, la dedicación a los demás y mi trabajo”.

Pero entonces este jinete portugués tenía que probar su fe al crisol. En 2019 le diagnosticaron un mieloma múltiple, un cáncer en la sangre.

“Lo que se me ocurrió inmediatamente fue que si Jesús se entregó y murió por mí, ¿por qué no debería sufrir yo por Él? Pensé que lo que sucediera sería para mi bien y para mi familia, así que Dios me concedió la gracia de no desesperarme ni enfadarme”, confiesa Miguel.

Al afrontar su enfermedad de la mano del Señor su vida –asegura- “adquirió otro valor” y el sufrimiento “me unió a Jesús como nunca antes”.

De este modo, agrega que en este tiempo “pude rezar y ofrecer todo esto por los que amo, por la Iglesia y por la Obra. Yo, que soy tan pequeño y carente de generosidad, ahora tenía mucho que ofrecer”.

El pasado mes de mayo, en plena pandemia, tuvo que ser hospitalizado y allí permanecer aislado. Pero incluso en esas circunstancias tuvo la gracia de poder conocer allí al padre Custodio, el capellán del centro.  Diariamente recibía la comunión y el apoyo de este sacerdote.

“Pasé por momentos muy difíciles de dolor y de tratamientos complicados, como el autotrasplante de médula. Pero, en medio de todo aquello, recibí el apoyo y el cariño de María, el de mi familia, además de amigos, hermanos de la Obra y de muchas personas que rezaron por mí. Llegar a un desafío tan difícil de la vida y poder decir que soy feliz, profundamente feliz, no tiene explicación. ¿Qué puede ser sino la gracia de Dios?”, concluye.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO


Biblioteca del Palacio Apostólico

Catequesis 15. La Virgen María, mujer de oración

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro camino de catequesis sobre la oración, hoy encontramos a la Virgen María, como mujer orante. La Virgen rezaba. Cuando el mundo todavía la ignora, cuando es una sencilla joven prometida con un hombre de la casa de David, María reza. Podemos imaginar a la joven de Nazaret recogida en silencio, en continuo diálogo con Dios, que pronto le encomendaría su misión. Ella está ya llena de gracia e inmaculada desde la concepción, pero todavía no sabe nada de su sorprendente y extraordinaria vocación y del mar tempestuoso que tendrá que navegar. Algo es seguro: María pertenece al gran grupo de los humildes de corazón a quienes los historiadores oficiales no incluyen en sus libros, pero con quienes Dios ha preparado la venida de su Hijo.

María no dirige autónomamente su vida: espera que Dios tome las riendas de su camino y la guíe donde Él quiere. Es dócil, y con su disponibilidad predispone los grandes eventos que involucran a Dios en el mundo. El Catecismo nos recuerda su presencia constante y atenta en el designio amoroso del Padre y a lo largo de la vida de Jesús (cfr. CCE, 2617-2618).

María está en oración, cuando el arcángel Gabriel viene a traerle el anuncio a Nazaret. Su “he aquí”, pequeño e inmenso, que en ese momento hace saltar de alegría a toda la creación, ha estado precedido en la historia de la salvación de muchos otros “he aquí”, de muchas obediencias confiadas, de muchas disponibilidades a la voluntad de Dios. No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, de corazón abierto a Dios: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Es decir, el corazón abierto a la voluntad de Dios. Y Dios siempre responde. ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Los que son más humildes de corazón, rezan así: con la humildad esencial, digamos así; con humildad sencilla: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Y estos rezan así, no enfadándose porque los días están llenos de problemas, sino yendo al encuentro de la realidad y sabiendo que en el amor humilde, en el amor ofrecido en cada situación, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios. Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras. Una oración sencilla, pero es poner nuestra vida en manos del Señor: que sea Él quien nos guíe. Todos podemos rezar así, casi sin palabras.

La oración sabe calmar la inquietud: pero, nosotros somos inquietos, siempre queremos las cosas antes de pedirlas y las queremos en seguida. Esta inquietud nos hace daño, y la oración sabe calmar la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad. Cuando estoy inquieto, rezo y la oración me abre el corazón y me vuelve disponible a la voluntad de Dios. La Virgen María, en esos pocos instantes de la Anunciación, ha sabido rechazar el miedo, aun presagiando que su “sí” le daría pruebas muy duras. Si en la oración comprendemos que cada día donado por Dios es una llamada, entonces agrandamos el corazón y acogemos todo. Se aprende a decir: “Lo que Tú quieras, Señor. Prométeme solo que estarás presente en cada paso de mi camino”. Esto es lo importante: pedir al Señor su presencia en cada paso de nuestro camino: que no nos deje solos, que no nos abandone en la tentación, que no nos abandone en los momentos difíciles. Ese final del Padre Nuestro es así: la gracia que Jesús mismo nos ha enseñado a pedir al Señor.

María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final continúa, y acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr. Hch 1,14). María reza con los discípulos que han atravesado el escándalo de la cruz. Reza con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado por el arrepentimiento. María está ahí, con los discípulos, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado a formar su Comunidad. ¡María no hace el sacerdote entre ellos, no! Es la Madre de Jesús que reza con ellos, en comunidad, como una de la comunidad. Reza con ellos y reza por ellos. Y, nuevamente, su oración precede el futuro que está por cumplirse: por obra del Espíritu Santo se ha convertido en Madre de Dios, y por obra del Espíritu Santo, se convierte en Madre de la Iglesia. Rezando con la Iglesia naciente se convierte en Madre de la Iglesia, acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia en la oración, esperando al Espíritu Santo. En silencio, siempre en silencio. La oración de María es silenciosa. El Evangelio nos cuenta solamente una oración de María: en Caná, cuando pide a su Hijo, para esa pobre gente, que va a quedar mal en la fiesta. Pero, imaginemos: ¡hacer una fiesta de boda y terminarla con leche porque no había vino! ¡Eso es quedar mal! Y Ella, reza y pide al Hijo que resuelva ese problema. La presencia de María es por sí misma oración, y su presencia entre los discípulos en el Cenáculo, esperando el Espíritu Santo, está en oración. Así María da a luz a la Iglesia, es Madre de la Iglesia. El Catecismo explica: «En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos» (CCE, 2617).

En la Virgen María, la natural intuición femenina es exaltada por su singular unión con Dios en la oración. Por esto, leyendo el Evangelio, notamos que algunas veces parece que ella desaparece, para después volver a aflorar en los momentos cruciales: María está abierta a la voz de Dios que guía su corazón, que guía sus pasos allí donde hay necesidad de su presencia. Presencia silenciosa de madre y de discípula. María está presente porque es Madre, pero también está presente porque es la primera discípula, la que ha aprendido mejor las cosas de Jesús. María nunca dice: “Venid, yo resolveré las cosas”. Sino que dice: “Haced lo que Él os diga”, siempre señalando con el dedo a Jesús. Esta actitud es típica del discípulo, y ella es la primera discípula: reza como Madre y reza como discípula.

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Así el evangelista Lucas retrata a la Madre del Señor en el Evangelio de la infancia.  Todo lo que pasa a su alrededor termina teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, como los momentos más oscuros, cuando también a ella le cuesta comprender por qué camino debe pasar la Redención. Todo termina en su corazón, para que pase la criba de la oración y sea transfigurado por ella. Ya sean los regalos de los Magos, o la huida en Egipto, hasta ese tremendo viernes de pasión: la Madre guarda todo y lo lleva a su diálogo con Dios. Algunos han comparado el corazón de María con una perla de esplendor incomparable, formada y suavizada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. ¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre! Con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón silencioso, con el corazón obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer con una semilla del bien de la Iglesia.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Que a imitación de la Virgen María y por su intercesión, el Señor nos dé la gracia de comprender en la oración que cada día que Él nos concede es una ocasión para acoger la voluntad del Padre, para cumplirla con un corazón lleno del amor de Dios y bien dispuesto al servicio de los hermanos. Que el Señor los bendiga a todos.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Siguiendo nuestras reflexiones sobre la oración, hoy meditamos sobre la figura de la Virgen María, que es llena de gracia e inmaculada desde su concepción, y que estaba en continuo diálogo con Dios desde antes de la anunciación. Ella, Mujer de oración, forma parte de la multitud de los “humildes de corazón”, con los que Dios preparó la venida de su Hijo.

María fue siempre obediente a la voluntad de Dios. No dirigió su vida autónomamente, sino dejó que la voz del Señor orientara su corazón y sus pasos. San Lucas nos lo recuerda cuando dice que la Virgen conservaba en su corazón todo lo que le sucedía, y lo meditaba, llevándolo a su diálogo con Dios, para seguir con fiel obediencia el camino que Él le indicaba.

Por su docilidad al Señor, María estuvo presente en el designio providencial del Padre, y en los momentos culminantes de la vida de su Hijo Jesús: desde el anuncio del ángel hasta el misterio de su muerte y resurrección. Ella también acompañó los primeros pasos de la Iglesia naciente, oraba con los discípulos de su Hijo y oraba por ellos. Y así, como por obra del Espíritu Santo se convirtió en Madre de Dios, también por obra del mismo Espíritu se convirtió en Madre de la Iglesia, a la que sigue acompañando, con su oración y mediación, en su peregrinar hacia la Patria celestial.

martes, 17 de noviembre de 2020

Un tribunal ordena detener al clérigo islámico que casó por la fuerza a una niña católica de 13 años

Un tribunal de Karachi (Pakistán) ha ordenado la detención sin fianza de Qazi Mufti Ahmed Jaan Raheemi, religioso islámico acusado de haber organizado la boda por rito islámico de una niña católica de 13 años, Neha Pervaiz, con un hombre musulmán de 45 años.

La niña estaba secuestrada y forzada y logró escapar de sus captores después de una semana cautiva. Los hechos sucedieron en abril de 2019 y ahora las autoridades reaccionan.

“La familia de Neha presentó una denuncia contra el secuestrador, el clérigo islámico y otras cuatro personas involucradas en el secuestro, la conversión forzada y el matrimonio ilegal de su hija”, explica a la agencia Fides el activista cristiano de derechos humanos Sabir Michael.

Según una ley de la región de Sind vigente desde 2013, el matrimonio de cualquier persona menor de 18 años está prohibido. Las penas previstas incluyen el encarcelamiento por dos años, una multa de cien mil rupias o ambas cosas.

La orden judicial también establece que el matrimonio de la menor Neha se realizó sin su consentimiento bajo presión, coacción e influencia, en clara violación de los artículos 3, 4 y 5 de la Ley de restricción del matrimonio infantil de Sind de 2013, una región con 47 millones de habitantes, casi todos musulmanes aunque con minorías cristianas e hindúes.

Matrimonios de menores y conversiones forzadas

Sabir Michael, presidente de la ONG Peace Welfare and Development Association (PWDA) pide "aplicar las leyes existentes y castigar a los involucrados en conversiones forzadas y matrimonios ilegales de menores: el gobierno debe hacer todo lo posible, por todos los medios, para que estos crímenes, que perturban nuestra sociedad, no ocurran”.

Michael recuerda: “Este religioso islámico está involucrado en el reciente caso de Arzoo Raja, pero también en muchas otras conversiones forzadas y matrimonios de niñas menores de edad secuestradas. Esperamos que la justicia siga su curso y que las instituciones detengan, de acuerdo con las leyes vigentes, a personas como Qazi Mufti Ahmed Jaan Raheemi que dañan la convivencia interreligiosa en Pakistán y fomentan el fenómeno de las niñas-esposas”.

Mujeres jóvenes forzadas a islamizarse y casarse

Según la Comisión Nacional de Justicia y Paz y el Concilio Hindú de Pakistán, cada año unas 1.000 mujeres jóvenes de Pakistán, cristianas o hindúes, son forzadas a convertirse al Islam y casarse con sus secuestradores o violadores, casi siempre hombres mucho mayores. Los casos bien documentados por el Centro de Justicia Social son 159 entre 2013 y 2019.

En 2016 el Parlamento de Sind preparó una ley contra las conversiones (el cambio de religión) de menores de 18 años, que en el contexto de violencia y presión islamista buscaba proteger a los menores de minorías, pero el Gobernador del Estado no llegó a firmar la ley, por presión de grupos islamistas.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Sebastià Taltavull, ante el drama de la pandemia: "La solidaridad nos mantiene despiertos y sirviendo"

En su escrito semanal del Full Dominical, la revista de la diócesis de Mallorca, Taltavull alude al "drama" del paro provocado por la pandemia

Ser solidarios y vivir sobriamente significa decidirnos por una organización social y económica que piense más en la igualdad de todos y haga desaparecer el escándalo de las indiferencias

El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, ha advertido de los actuales momentos de crisis por el coronavirus, el paro y la inmigración y, ante una coyuntura como ésta, ha afirmado: "Estamos llamados a ser solidarios y a vivir sobriamente".

En su escrito semanal del Full Dominical, la revista de la diócesis de Mallorca, Taltavull alude al "drama" del paro provocado por la pandemia y afirma que las estructuras sociales, económicas y políticas pueden cambiar, pero "el corazón humano se tiene que cuidar para aprender a reaccionar de manera responsable ante cualquier crisis".

La solidaridad, sostiene el obispo, "se convierte en amor social y nos mantiene despiertos y sirviendo mientras haya personas necesitadas".

En la actualidad, el paro y la inmigración, y la problemática personal y familiar que ambos generan, "no tienen que ser fenómenos ajenos a nuestra sensibilidad evangélica, ni dejarnos indiferentes".

"Hoy lo sabemos bien, el trabajo, a pesar de ser un derecho y un deber, no lo es para todos", mantiene el obispo de Mallorca, que reclama "aquella solidaridad efectiva que establezca la justa jerarquía de valores y coloque en primer lugar la dignidad de la persona".

"Somos invitados a velar, a ser solidarios y a vivir sobriamente, lo cual significa decidirnos por una organización social y económica que piense más en la igualdad de todos y haga desaparecer el escándalo de las indiferencias", señala Taltavull en su escrito.

El prelado propone una actitud de vigilancia interior y de encuentro con Cristo a través de la oración, los sacramentos y el trato con las personas más pobres de la sociedad.