miércoles, 30 de septiembre de 2020

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO


Patio de San Dámaso

“Curar el mundo”: 9. Preparar el futuro junto con Jesús que salva y sana

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las semanas pasadas, hemos reflexionado juntos, a la luz del Evangelio, sobre cómo sanar al mundo que sufre por un malestar que la pandemia ha evidenciado y acentuado. El malestar estaba: la pandemia lo ha evidenciado más, lo ha acentuado. Hemos recorrido los caminos de la dignidad, de la solidaridad y de la subsidiariedad, caminos indispensables para promover la dignidad humana y el bien común. Y como discípulos de Jesús, nos hemos propuesto seguir sus pasos optando por los pobres, repensando el uso de los bienes y cuidando la casa común. En medio de la pandemia que nos aflige, nos hemos anclado en los principios de la doctrina social de la Iglesia, dejándonos guiar por la fe, la esperanza y la caridad. Aquí hemos encontrado una ayuda sólida para ser trabajadores de transformaciones que sueñan en grande, no se detienen en las mezquindades que dividen y hieren, sino que animan a generar un mundo nuevo y mejor.

Quisiera que este camino no termine con estas catequesis mías, sino que se pueda continuar caminando juntos, teniendo «fijos los ojos en Jesús» (Hb 12, 2), como hemos escuchado al principio; la mirada en Jesús que salva y sana al mundo. Como nos muestra el Evangelio, Jesús ha sanado a enfermos de todo tipo (cfr. Mt 9, 35), ha dado la vista a los ciegos, la palabra a los mudos, el oído a los sordos. Y cuando sanaba las enfermedades y las dolencias físicas, sanaba también el espíritu perdonando los pecados, porque Jesús siempre perdona, así como los “dolores sociales” incluyendo a los marginados (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1421). Jesús, que renueva y reconcilia a cada criatura (cfr. 2 Cor 5, 17; Col 1, 19-20), nos regala los dones necesarios para amar y sanar como Él sabía hacerlo (cfr. Lc 10, 1-9; Jn 15, 9-17), para cuidar de todos sin distinción de raza, lengua o nación.

Para que esto suceda realmente, necesitamos contemplar y apreciar la belleza de cada ser humano y de cada criatura. Hemos sido concebidos en el corazón de Dios (cfr. Ef 1, 3-5). «Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada uno es necesario»[1]. Además, cada criatura tiene algo que decirnos de Dios creador (cfr. Enc. Laudato si’, 69. 239). Reconocer tal verdad y dar las gracias por los vínculos íntimos de nuestra comunión universal con todas las personas y con todas las criaturas, activa «un cuidado generoso y lleno de ternura» (ibid., 220). Y nos ayuda también a reconocer a Cristo presente en nuestros hermanos y hermanas pobres y sufrientes, a encontrarles y escuchar su clamor y el clamor de la tierra que se hace eco (cfr. ibid., 49).

Interiormente movilizados por estos gritos que nos reclaman otra ruta (cfr. ibid., 53), reclaman cambiar, podremos contribuir a la nueva sanación de las relaciones con nuestros dones y nuestras capacidades (cfr. ibid., 19). Podremos regenerar la sociedad y no volver a la llamada “normalidad”, que es una normalidad enferma, en realidad enferma antes de la pandemia: ¡la pandemia lo ha evidenciado! “Ahora volvemos a la normalidad”: no, esto no va porque esta normalidad estaba enferma de injusticias, desigualdades y degrado ambiental. La normalidad a la cual estamos llamados es la del Reino de Dios, donde «los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncian a los pobres la Buena Nueva» (Mt 11, 5). Y nadie se hace pasar por tonto mirando a otro lado. Esto es lo que debemos hacer, para cambiar. En la normalidad del Reino de Dios el pan llega a todos y sobra, la organización social se basa en el contribuir, compartir y distribuir, no en el poseer, excluir y acumular (cfr. Mt 14, 13-21). El gesto que hace ir adelante a una sociedad, una familia, un barrio, una ciudad, todos, es el de darse, dar, que no es dar una limosna, sino que es un darse que viene del corazón. Un gesto que aleja el egoísmo y el ansia de poseer. Pero la forma cristiana de hacer esto no es una forma mecánica: es una forma humana. Nosotros no podremos salir nunca de la crisis que se ha evidenciado por la pandemia, mecánicamente, con nuevos instrumentos —que son importantísimos, nos hacen ir adelante y de los cuales no hay que tener miedo—, sino sabiendo que los medios más sofisticados podrán hacer muchas cosas pero una cosa no la podrán hacer: la ternura. Y la ternura es la señal propia de la presencia de Jesús. Ese acercarse al prójimo para caminar, para sanar, para ayudar, para sacrificarse por el otro.

Así es importante esa normalidad del Reino de Dios: que el pan llegue a todos, que la organización social se base en el contribuir, compartir y distribuir, con ternura, no en el poseer, excluir y acumular. ¡Porque al final de la vida no llevaremos nada a la otra vida!

Un pequeño virus sigue causando heridas profundas y desenmascara nuestras vulnerabilidades físicas, sociales y espirituales. Ha expuesto la gran desigualdad que reina en el mundo: desigualdad de oportunidades, de bienes, de acceso a la sanidad, a la tecnología, a la educación: millones de niños no pueden ir al colegio, y así sucesivamente la lista. Estas injusticias no son naturales ni inevitables. Son obras del hombre, provienen de un modelo de crecimiento desprendido de los valores más profundos.  El derroche de la comida que sobra: con ese derroche se puede dar de comer a todos. Y esto ha hecho perder la esperanza en muchos y ha aumentado la incertidumbre y la angustia. Por esto, para salir de la pandemia, tenemos que encontrar la cura no solamente para el coronavirus —¡que es importante!—, sino también para los grandes virus humanos y socioeconómicos. No hay que esconderlos, haciendo una capa de pintura para que no se vean. Y ciertamente no podemos esperar que el modelo económico que está en la base de un desarrollo injusto e insostenible resuelva nuestros problemas. No lo ha hecho y no lo hará, porque no puede hacerlo, incluso si ciertos falsos profetas siguen prometiendo “el efecto cascada” que no llega nunca[2]. Habéis escuchado vosotros, el teorema del vaso: lo importante es que el vaso se llene y así después cae sobre los pobres y sobre los otros, y reciben riquezas. Pero esto es un fenómeno: el vaso empieza a llenarse y cuando está casi lleno crece, crece y crece y no sucede nunca la cascada. Es necesario estar atentos.

Tenemos que ponernos a trabajar con urgencia para generar buenas políticas, diseñar sistemas de organización social en la que se premie la participación, el cuidado y la generosidad, en vez de la indiferencia, la explotación y los intereses particulares. Tenemos que ir adelante con la ternura. Una sociedad solidaria y justa es una sociedad más sana. Una sociedad participativa —donde a los “últimos” se les tiene en consideración igual que a los “primeros”— refuerza la comunión. Una sociedad donde se respeta la diversidad es mucho más resistente a cualquier tipo de virus.

Ponemos este camino de sanación bajo la protección de la Virgen María, Virgen de la Salud. Ella, que llevó en el vientre a Jesús, nos ayude a ser confiados. Animados por el Espíritu Santo, podremos trabajar juntos por el Reino de Dios que Cristo ha inaugurado en este mundo, viniendo entre nosotros. Es un Reino de luz en medio de la oscuridad, de justicia en medio de tantos ultrajes, de alegría en medio de tantos dolores, de sanación y de salvación en medio de las enfermedades y la muerte, de ternura en medio del odio. Dios nos conceda “viralizar” el amor y globalizar la esperanza a la luz de la fe.

[1] Benedicto XVI, Homilía por el inicio del ministerio petrino (24 de abril de 2005); cfr. Enc. Laudato si’, 65.

[2] “ Trickle-down effect” en inglés, “ derrame” en español (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 54).

 Saludos

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. De modo particular, saludo al grupo de sacerdotes del Pontificio Colegio Mexicano, que siguen aquí en Roma su formación integral, para conformarse cada día más a Cristo Buen Pastor.

Hoy hacemos memoria de san Jerónimo, un estudioso apasionado de la Sagrada Escritura, que hizo de ella el motor y el alimento de su vida. Que su ejemplo nos ayude también a nosotros a leer y conocer la Palabra de Dios, «porque ignorar las Escrituras ―decía él―  es ignorar a Cristo». Que el Señor los bendiga.

Llamamiento

Hoy he firmado la Carta apostólica «Sacrae Scripturae affectus», en el 16° centenario de la muerte de San Jerónimo.

El ejemplo de este gran doctor y padre de la Iglesia, que puso la Biblia en el centro de su vida, suscite en todos un amor renovado por la Sagrada Escritura y el deseo de vivir en diálogo personal con la Palabra de Dios.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

En las catequesis anteriores hemos reflexionado, a la luz del Evangelio, sobre cómo curar el mundo que sufre. Los caminos a seguir son la solidaridad y la subsidiariedad, indispensables para promover la dignidad humana y el bien común. Como discípulos de Jesús, seguimos su ejemplo optando por los pobres, haciendo un uso adecuado de los bienes y cuidando nuestra casa común.

Como vemos en el Evangelio, Jesús curó enfermos de todo tipo y, cuando curaba los males físicos, sanaba también el espíritu con el perdón de los pecados, así como los “dolores sociales”, incluyendo a los marginados. También a nosotros Jesús nos concede los dones necesarios para amar y curar como Él lo hizo, acogiendo a todos sin distinción de raza, lengua o nación.

En medio de la pandemia que nos aflige, comprobamos cómo un pequeño virus continúa causando heridas profundas y desenmascarando nuestra fragilidad física, social y espiritual. También pone en evidencia la desigualdad que reina en el mundo, que ha hecho crecer en muchas personas la incertidumbre, la angustia y la falta de esperanza. En este contexto, con la mirada fija en Jesús, estamos llamados a construir la normalidad del Reino de Dios: donde el pan llega a todos y sobra, y la organización social se basa en contribuir, compartir y distribuir.

martes, 29 de septiembre de 2020

El arzobispo de Mosul es nominado al premio Sájarov 2020 del Parlamento Europeo


El arzobispo de Mosul, en el norte de Irak, Mons. Michaeel Najeeb Moussa, acaba de ser nominado al Premio Sájarov 2020, galardón que el Parlamento Europeo concede cada año a personalidades o colectivos que defienden los derechos humanos y las libertades fundamentales.


(ACN) Como explica el comunicado oficial de la UE el prelado favoreció «la evacuación de cristianos, sirios, caldeos hacia el Kurdistán iraquí y salvó más de 800 manuscritos históricos, que van desde el siglo XIII al XIX. Estos manuscritos fueron digitalizados posteriormente y expuestos al público en exposiciones en Francia e Italia. Desde 1990 ha contribuido a la conservación de más de 8.000 volúmenes y 35.000 documentos de la Iglesia de Oriente».

Un «reconocimiento no a título personal, sino para todo Irak» y sobre todo para quienes «sufren o han sufrido» en estos años de guerras y violencia yihadista, combinado con la puesta en valor «de un patrimonio en peligro de extinción», ha manifestado Mons. Moussa a la agencia AsiaNews.

Para el prelado es importante recordar, una vez más, el enorme peligro al que se enfrenta el país y el mundo entero «ante la amenaza del Estado Islámico» porque «un pueblo sin herencia hereditaria es un pueblo muerto». Nacido en Mosul, monseñor Moussa ante el avance de las milicias califales se vio obligado a huir primero a la llanura de Nínive, luego al Kurdistán iraquí.

En el pasado, el prelado -que pertenece a la Orden Dominicana- había supervisado la preservación y digitalización de más de 800 manuscritos antiguos en arameo, árabe y otros idiomas, miles de libros y cartas centenarias. Y fue precisamente su tenacidad para salvar este patrimonio cultural de la locura yihadista, lo que le valió la nominación al premio Sájarov de la UE, junto a la oposición bielorrusa, un grupo de defensa de los derechos LGBTI en Polonia y el movimiento ecologista Guapinol.

La realizada por el actual arzobispo de Mosul fue, como él mismo la define, una «operación de rescate» de un activo invaluable «de las garras de los yihadistas» y «el nombramiento en sí representa un honor» que quiere compartir de alguna manera con las poblaciones de Irak, Siria, Líbano, Yemen que «viven tiempos difíciles: porque es un deber salvar no solo el patrimonio», sino también y sobre todo «las personas».

El ganador del año pasado fue Ilham Tohti, un economista uigur que lucha por los derechos de esta minoría en China.

lunes, 28 de septiembre de 2020

La Universidad Pontificia de Salamanca arranca el nuevo curso con más de 4.500 estudiantes

La Universidad Pontificia de Salamanca arranca el nuevo curso con más de 4.500 estudiantes
La UPSA inició el curso académico 2020-2021 el pasado día 14 de septiembre con la incorporación a las clases de más de 2.500 alumnos de Enfermería, Filosofía y Teología de todos los cursos, así como los estudiantes de 2º, 3º y 4º curso de Psicología, Logopedia, Maestro en Educación Primaria, Maestro en Educación Infantil y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFYD) y unos 200 Profesores Doctores Investigadores (PDI).

Hoy, el día 28 de septiembre, ha sido el turno de alrededor de 2.000 estudiantes de todos los grados y cursos de Comunicación, Informática y Derecho Canónico, así como los estudiantes de primer curso de Psicología, Logopedia, Maestro en Educación Primaria, Maestro en Educación Infantil y CAFYD y de casi un centenar de PDI.

De esta forma, los más de 4.500 alumnos de la UPSA formarán parte de la comunidad universitaria de la institución en el Campus de Salamanca que da por finalizado el inicio del actual periodo académico, tal y como establece el calendario 2020-2021 fijado por la Junta Permanente de Gobierno celebrada en el mes de mayo.

Este inicio escalonado del curso se ha desarrollado con normalidad y con el establecimiento de múltiples medidas de seguridad y de atención sociosanitaria impulsadas por la UPSA para salvaguardar la salud y la seguridad de sus estudiantes y trabajadores.

Por otro lado, aunque ya han comenzado algunos posgrados, no será hasta los últimos días de octubre cuando finalice la incorporación de estudiantes a la Universidad. Además, el periodo extraordinario de matrícula permanecerá abierto los primeros días de octubre, por lo que la estimación de alumnos totales de la UPSA oscilará entre los 6.500 y 7.000, distribuidos en el Campus de Salamanca, en el Campus de Madrid y en los centros afiliados de la Facultad de Teología, que se extienden por toda la geografía española.

Protocolo para la incorporación presencial
Bajo estas premisas, la UPSA ha diseñado un Protocolo para la incorporación de los alumnos de forma presencial con el objetivo de proporcionarles una serie de medidas organizativas, procedimentales y de protección individual y colectiva.

Este documento, además de reunir todas las actuaciones y recomendaciones emanadas del Ministerio de Sanidad, del Ministerio de Universidades y de la Junta de Castilla y León, contempla otras medidas adicionales impulsadas por la UPSA.

Entre todas ellas, destacan la creación de una unidad Covid de seguimiento, la puesta a disposición de un teléfono de asistencia a los estudiantes, la creación de un formulario web para la centralización de la información y varias indicaciones a seguir antes de la salida del domicilio, a la llegada a los distintos centros, durante la permanencia en las aulas e instalaciones de la universidad y a la salida de las dependencias de la UPSA.

Además, los centros de la Universidad dispondrán de cámaras termográficas en las entradas principales, así como geles hidroalcohólicos y señalética de tránsito, entre otras muchas medidas higiénico sanitarias.

Un estricto protocolo
Este protocolo también contempla otras cuestiones como la actuación ante un caso sospechoso en el domicilio particular, las acciones a seguir ante un supuesto sospechoso en un centro de la Universidad, ante un caso confirmado, ante una cuarentena preventiva y ante un brote.

Junto a estas medidas, la UPSA prestará otros servicios asistenciales como el previsto en el Programa GAM Covid UPSA (Grupo de Apoyo Mutuo Covid UPSA) –en el que participarán voluntarios de la comunidad universitaria–, el proporcionado por el Servicio de Asistencia Psicológica Sanitaria (SAPS) de la Fundación Universidad Pontificia de Salamanca y el soporte técnico a través del Centro de Servicios Informáticos (CSI) de la Universidad.
El principal cometido de este documento es proporcionar al alumnado y a sus familias un Protocolo con múltiples medidas que garanticen la mayor seguridad sanitaria de nuestros estudiantes en los espacios de la UPSA.
Este Protocolo está en revisión permanente, atendiendo a la normativa vigente impulsada por las autoridades sanitarias y educativas en función de la evolución de la pandemia.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Misioneros en el país de los muertos que salen a bailar: una misión que empieza casi de cero


Los Misioneros de la Consolata han abierto a finales de 2019 su primera misión en Madagascar, en la diócesis de Ambanja, a mil kilómetros al norte de la capital. Les han encargado una zona llamada Beandrarezona, de 17 aldeas, con unos 20.000 habitantes, de las que sólo 8 aldeas tienen católicos. En total, sus feligreses, los bautizados, son poco más de 700, y muchos son niños: los padres siguen siendo paganos pero no les molesta que los niños se bauticen y acudan a la iglesia.

Eso sí, advierten los misioneros, a los adultos les cuesta entender que el domingo es un día para Dios, muchos de ellos se niegan a reservarlo al culto o el descanso y también hacen trabajar a sus hijos ese día aunque sean cristianos, dificultando las actividades catequéticas y dominicales.

Es, por lo tanto, una misión entre paganos, que empieza casi desde cero. Los 3 sacerdotes misioneros -todos africanos- son los primeros que llegan a vivir a esta zona y la gente no tienen muy claro como tratarse con ellos.

Visitar a la gente en lugares remotos

Los misioneros han alquilado una casa humilde en el pueblo de más tamaño. “Las visitas a familias y pueblos han sido fundamentales para desmantelar las barreras de hielo iniciales entre la gente y nosotros y, en consecuencia, crear amistad y sentido de pertenencia”, explican los religiosos de la Consolata.

Tienen que recorrer caminos embarrados, ríos y llegar a lugares montañosos. Los baches y barrizales son trampas mortales para los vehículos.

El padre Kizito Mukalazi, de origen ugandés, explica que en esta misión el mayor problema es la pobreza extrema, "especialmente para las niñas que se convierten en madres a una edad temprana y la mayoría de ellas abandonan la escuela. Trabajan duro en los arrozales para mantener a sus bebés, pero los beneficios son muy bajos”. También hay problemas a nivel sanitario, sin clínicas y con una alta tasa de mortalidad infantil. Las pocas escuelas que existen están mal equipadas, según recoge su informe en OMPress.

La famadihana: sacar a los muertos para bailar y comer

Y hay grandes diferencias culturales entre Madagascar y el resto de África. Los misioneros ahora esperan ser testigos de la costumbre de la famadihana, el "bailar con los muertos".

De julio a octubre, las familias organizan peregrinaciones al cementerio para sacar a los difuntos de la familia que lleven al menos 5 años ya muertos. Se considera que mientras el cuerpo no se descomponga, hay que sacarlo, bailar con él, llevarlo a ver la aldea, que le saluden los parientes, y todos juntos comen en una gran fiesta familiar. Al difunto se le ofrecen sus platos preferidos. Si su estado lo permite, les visten con ropa nueva, o al menos los envuelven en sábanas blancas y bailan con ellos en alto.

El padre Kizito Mukalazi aún no ha participado en la famadihana y busca entenderla. "La eternidad malgache está conectada a la tumba ancestral. El pasado y el futuro convergen en la tumba familiar. El astrólogo de la familia determina los días de exhumación. En el día material de la exhumación, cuando la familia se ha reunido en la tumba, el anciano de la familia pronuncia un discurso, anuncia la llegada de la familia, presenta a los nuevos miembros de la familia (recién nacidos y suegros) a los antepasados y después de lo cual se abren las tumbas. Los huesos se vuelven a ensamblar en su posición original y luego se envuelven en cuerdas nuevas. Los antepasados, de vez en cuando, deben ver su aldea y permanecer en la aldea de uno a tres días y luego regresan a la tumba", explica.

Los grupos evangélicos en Madagascar critican esta costumbre. La Iglesia católica local la mira con cierto respeto, considerándola una tradición cultural, más que religiosa, aunque su encaje con la visión católica es complicada.

Por un lado, es bueno mantener lazos entre los parientes, incluyendo los difuntos. Por otro lado, no es bueno hacerlo perjudicando a los vivos. Y están los problemas sanitarios: Madagascar es un país muy pobre, con gente muriendo aún hoy por peste neumónica y otras graves infecciones, y esas bacterias permanecen en los cadáveres que no deberían desenterrarse ni manipularse. Las autoridades sanitarias protestan por la costumbre pero no está realmente prohibida.

Los misioneros de la Consolata, como tantos otros antes, empiezan una tarea nueva en un mundo muy distinto al que conocen. Es el reto de la misión.

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, en mi tierra se dice: “Al mal tiempo buena cara”. Con esta “buena cara” os digo: ¡buenos días!

Con su predicación sobre el Reino de Dios, Jesús se opone a una religiosidad que no involucra la vida humana, que no interpela la conciencia y su responsabilidad frente al bien y al mal. Lo demuestra también con la parábola de los dos hijos, que es propuesta en el Evangelio de Mateo (cfr. 21, 28-32). A la invitación del padre de ir a trabajar a la viña, el primer hijo responde impulsivamente “no, no voy”, pero después se arrepiente y va; sin embargo el segundo hijo, que enseguida responde “sí, sí papá”, en realidad no lo hace, no va. La obediencia no consiste en decir “sí” o “no”, sino siempre en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de Dios, en hacer el bien. Con este sencillo ejemplo, Jesús quiere superar una religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las personas, una religiosidad superficial, solamente “ritual”, en el mal sentido de la palabra.

Los exponentes de esta religiosidad “de fachada”, que Jesús desaprueba, eran en aquella época «los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo» (Mt 21, 23), los cuales, según la admonición del Señor, en el Reino de Dios serán superados por los publicanos y las rameras (cfr. v. 31). Jesús les dice: “Los publicanos, es decir los pecadores, y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios”. Esta afirmación no debe inducir a pensar que hacen bien los que no siguen los mandamientos de Dios, los que no siguen la moral, y dicen: “Al fin y al cabo, ¡los que van a la Iglesia son peor que nosotros!”. No, esta no es la enseñanza de Jesús. Jesús no señala a los publicanos y las prostitutas como modelos de vida, sino como “privilegiados de la Gracia”. Y quisiera subrayar esta palabra “gracia”, la gracia, porque la conversión siempre es una gracia. Una gracia que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él. De hecho, estas personas, escuchando su predicación, se arrepintieron y cambiaron de vida. Pensemos en Mateo, por ejemplo, San Mateo, que era un publicano, un traidor a su patria.

En el Evangelio de hoy, quien queda mejor es el primer hermano, no porque ha dicho «no» a su padre, sino porque después el “no” se ha convertido en un “sí”, se ha arrepentido. Dios es paciente con cada uno de nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro «no»; nos deja libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. ¡Pensar en la paciencia de Dios es maravilloso! Cómo el Señor nos espera siempre; siempre junto a nosotros para ayudarnos; pero respeta nuestra libertad. Y espera ansiosamente nuestro «sí», para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos y colmarnos de su misericordia sin límites. La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo. Quien se convierte a esta elección, después de haber experimentado el pecado, encontrará los primeros lugares en el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos (cfr. Lc 15, 7).

Pero la conversión, cambiar el corazón, es un proceso, un proceso que nos purifica de las incrustaciones morales. Y a veces es un proceso doloroso, porque no existe el camino de la santidad sin alguna renuncia  y sin el combate espiritual. Combatir por el bien, combatir para no caer en la tentación, hacer por nuestra parte lo que podemos, para llegar a vivir en la paz y en la alegría de las Bienaventuranzas. El Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la vida cristiana, que no está hecha de sueños y bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos. Pero esto, también el compromiso concreto más pequeño, no se puede hacer sin la gracia. La conversión es una gracia que debemos pedir siempre: “Señor dame la gracia de mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano”.

Que María Santísima nos ayude a ser dóciles en la acción del Espíritu Santo. Él es quien derrite la dureza de los corazones y los dispone al arrepentimiento, para obtener la vida y la salvación prometidas por Jesús.

Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Llegan noticias preocupantes de enfrentamientos en la zona del Cáucaso. Rezo por la paz en el Cáucaso y pido a las partes en conflicto cumplir gestos concretos de buena voluntad y de hermandad, que puedan  llevar a resolver los problemas no con el uso de la fuerza y de las armas, sino por medio del diálogo y de la negociación. Rezamos juntos, en silencio, por la paz en el Cáucaso.

Ayer, en Nápoles, fue proclamada beata María Luisa del Santísimo Sacramento, en el siglo María Velotti, fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Adoradoras de la Santa Cruz. Damos gracias a Dios por esta nueva beata, ejemplo de contemplación del misterio del Calvario e incansable en el ejercicio de la caridad.

Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Saludo a los refugiados y a los migrantes presentes en la plaza en torno al monumento titulado: “Ángeles sin saberlo” (cfr. Hb 13, 2), que bendije hace un año. Este año he querido dedicar mi mensaje a los desplazados internos, los cuales están obligados a huir, como les sucedió también a Jesús y a su familia.  «Como Jesús obligados a huir», así los desplazados, los migrantes. A ellos, de forma particular, y a quien les asiste va nuestro recuerdo y nuestra oración.

Hoy se celebra también la Jornada Mundial del Turismo. La pandemia ha golpeado durante este sector, tan importante para tantos países. Dirijo mi aliento a quienes trabajan en el turismo, en particular a las pequeñas empresas familiares y a los jóvenes. Deseo que todos puedan pronto recuperarse de las dificultades actuales.

Y saludo ahora a todos vosotros, queridos fieles romanos y peregrinos de distintas partes de Italia y del mundo. ¡Hay muchas banderas diferentes! Un pensamiento especial a las mujeres y a todas las personas comprometidas en la lucha contra los tumores de seno. ¡El Señor sostenga vuestro compromiso! Y saludo a los peregrinos de Siena que han venido a pie hasta Roma.

Y a todos os deseo un buen domingo, un domingo en paz. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


 

HORARIO DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL ROSARIO

 


sábado, 26 de septiembre de 2020

Domingo XXVI (A) del tiempo ordinario

Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue.

»¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él».

PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Hoy, contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice “no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.

Seguramente, el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.

Al del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa con el hecho certero. “Errare, humanum est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse, aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así: corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración injusta... Luego, un suspiro de alivio: —Gracias, Señor!

«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). San Juan Crisóstomo resalta la maestría psicológica del Señor ante esos “sumos sacerdotes”: «No les echa en cara directamente: ‘¿Por qué no habéis creído a Juan?’, sino que antes bien les confronta —lo que resulta mucho más punzante— con los publicanos y prostitutas. Así les reprocha con la fuerza patente de los hechos la malicia de un comportamiento marcado por respetos humanos y vanagloria».

Metidos ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Omella pide a los políticos unidad y que "trabajen por el bien de todos, no de unos pocos"














El presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, ha señalado este jueves durante la misa de la Mercè, que hay temas urgentes, como la pandemia, que solo se pueden resolver "todos unidos" y ha pedido a los políticos que desechen "toda ideología excluyente" y que "trabajen por el bien de todos, no de unos pocos".

En su homilía, Omella ha advertido de que "el demonio de la división anda merodeando por todas partes" y ha pedido apostar por la unidad: "No pongamos temas que abren heridas, que dividen, cuando hay temas mas urgentes que reclaman nuestra atención, que demandan una solución que podemos dar todos unidos y que sólo podemos dar todos unidos" ha insitido.

El cardenal ha presidido la ceremonia acompañado de los obispos de Terrassa y Sant Feliu de Llobregat en la Basílica de la Mercè ante un aforo de feligreses reducido por las medidas contra el contagio de covid-19. Entre las autoridades presentes estaban la 'consellera' de Presidència y portavoz del Govern, Meritxell Budó; el primer teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (PSC); el quinto teniente de alcalde, Albert Batlle (Units per Avançar) y concejales de todos los grupos municipales, excepto Barcelona en Comú.

Oración por los políticos

En el sermón, el arzobispo le ha pedido a la Virgen de la Mercè "la fuerza necesaria" para que "el demonio de la división, de la crítica, del recelo y de la sospecha, no haga mella en nosotros". Y ha tenido una mención especial para la clase gobernante: "Dales acierto en sus decisiones, para que promuevan la justicia, la paz y la libertad, la convivencia pacífica y fraterna". "Que en sus actuaciones tengan en cuenta, de manera especial, a los más pobres y necesitados. Que trabajen por el bien de todos y no de unos pocos. Que desechen toda ideología excluyente. Que sientan siempre tu protección y tu consuelo maternal", ha pedido en su oración.

El cardenal ha subrayado la importancia de comprometerse en un momento en que crece la pobreza y la desigualdad. "Es fácil hablar pero más difícil comprometerse", ha considerado el prelado, que ha revelado un secreto que le ha contado el papa Francisco: que el cardenal que ejerce de Limosnero del Vaticano, que atiende a los pobres, se alojó en un albergue de transeúntes, cuando fue enviado a uno de los países que están padeciendo más la crisis.  

jueves, 24 de septiembre de 2020

CARÁCTER SACRAMENTAL DE LA HOMILÍA

En su exhortación apostólica Verbum Domini, Benedicto XVI dejó claro el carácter sacramental de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es sacramental porque contiene aquello que significa. Dicho de otra manera: el texto bíblico expresa, en palabras humanas, el ser y la voluntad de Dios. Por eso, Benedicto XVI afirmó que la sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y vino consagrados. Del mismo modo que la materia del sacramento eucarístico contiene la sustancia de Cristo, también la materia del texto escriturístico (su letra humana) es portador de la Palabra divina. La clave está en el misterio de la Encarnación: el Verbo se hizo carne; por tanto, la carne de Jesús, su humanidad, es el modo humano en el que se hace presente el Verbo del eterno Padre.

El Papa Francisco ha dado un paso más y se ha referido al “carácter cuasi sacramental” de la homilía. Porque una homilía bien hecha hace arder los corazones de los oyentes, expresa los sentimientos que brotan en el oyente tras escuchar la palabra del Señor, es una síntesis actualizada del diálogo que Dios tiene con su pueblo, es una comunicación entre corazones, el de Dios y el de los seres humanos. Dice Francisco: “el Señor se complace de verdad en dialogar con su pueblo y al predicador le toca hacerle sentir ese gusto del Señor a su gente” (Evangelii Gaudium, 141).

Lo sacramental es una realidad humana que contiene y transmite una realidad divina. Pero los sacramentos no son magia. Por eso, si falla el elemento humano, sufre y se oscurece la realidad divina que transmite. Los evangelios de Mateo y Lucas, o las cartas de San Pablo, son sacramentos, escritos humanos transmisores de la palabra de Dios. Pero una mala lectura puede hacer que la palabra de Dios, transmitida sacramentalmente, llegue de forma confusa o desvirtuada, o incluso que no llegue. Del mismo modo, una homilía sin la debida preparación impide que los oyentes capten adecuadamente, o no capten de ningún modo, la actualización del diálogo de Dios con su pueblo.

Para preparar bien una homilía es necesario que el predicador atienda a una doble instancia. Por una parte, prestar toda la atención al texto bíblico, acogido en el amor de la oración y en el estudio de la verdad; y, por otra, conocer a los destinatarios, para hablarles en “clave de cultura materna”, en un tono que transmite ánimo, aliento, fuerza, impulso. Un predicador que no se prepara no es “espiritual”, es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido (Evangelii Gaudium, 145).

                                                                            Fray Martin Gelabert,O.P

miércoles, 23 de septiembre de 2020

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO


Patio de San Dámaso

Catequesis - “Curar el mundo”: 8. Subsidiariedad y virtud de la esperanza

Queridos hermanos y hermanas, ¡parece que el tiempo no es muy bueno, pero os digo buenos días igualmente!

Para salir mejores de una crisis como la actual, que es una crisis sanitaria y al mismo tiempo una crisis social, política y económica, cada uno de nosotros está llamado a asumir su parte de responsabilidad, es decir compartir la responsabilidad. Tenemos que responder no solo como individuos, sino también a partir de nuestro grupo de pertenencia, del rol que tenemos en la sociedad, de nuestros principios y, si somos creyentes, de la fe en Dios. Pero a menudo muchas personas no pueden participar en la reconstrucción del bien común porque son marginadas, son excluidas o ignoradas; ciertos grupos sociales no logran contribuir porque están ahogados económica o políticamente. En algunas sociedades, muchas personas no son libres de expresar la propia fe y los propios valores, las propias ideas: si las expresan van a la cárcel. En otros lugares, especialmente en el mundo occidental, muchos auto-reprimen las propias convicciones éticas o religiosas. Pero así no se puede salir de la crisis, o en cualquier caso no se puede salir mejores. Saldremos peores.

Para que todos podamos participar en el cuidado y la regeneración de nuestros pueblos, es justo que cada uno tenga los recursos adecuados para hacerlo (cfr. Compendio de la doctrina social de la Iglesia [CDSC], 186). Después de la gran depresión económica de 1929, el Papa Pío XI explicó lo importante que era para una verdadera reconstrucción el principio de subsidiariedad (cfr. Enc. Quadragesimo anno, 79-80). Tal principio tiene un doble dinamismo: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Quizá no entendamos qué significa esto, pero es un principio social que nos hace más unidos.

Por un lado, y sobre todo en tiempos de cambio, cuando los individuos, las familias, las pequeñas asociaciones o las comunidades locales no son capaces de alcanzar los objetivos primarios, entonces es justo que intervengan los niveles más altos del cuerpo social, como el Estado, para proveer los recursos necesarios e ir adelante. Por ejemplo, debido al confinamiento por el coronavirus, muchas personas, familias y actividades económicas se han encontrado y todavía se encuentran en grave dificultad, por eso las instituciones públicas tratan de ayudar con apropiadas intervenciones sociales, económicas, sanitarias: esta es su función, lo que deben hacer.

Pero por otro lado, los vértices de la sociedad deben respetar y promover los niveles intermedios o menores. De hecho, la contribución de los individuos, de las familias, de las asociaciones, de las empresas, de todos los cuerpos intermedios y también de las Iglesias es decisiva. Estos, con los propios recursos culturales, religiosos, económicos o de participación cívica, revitalizan y refuerzan el cuerpo social (cfr. CDSC, 185). Es decir, hay una colaboración de arriba hacia abajo, del Estado central al pueblo y de abajo hacia arriba: de las asociaciones populares hacia arriba. Y esto es precisamente el ejercicio del principio de subsidiariedad.

Cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte. Cuando se activa algún proyecto que se refiere directa o indirectamente a determinados grupos sociales, estos no pueden ser dejados fuera de la participación. Por ejemplo: “¿Qué haces tú? —Yo voy a trabajar por los pobres. —Qué bonito, y ¿qué haces? —Yo enseño a los pobres, yo digo a los pobres lo que deben hacer”. —No, esto no funciona, el primer paso es dejar que los pobres te digan cómo viven, qué necesitan: ¡Hay que dejar hablar a todos! Es así que funciona el principio de subsidiariedad. No podemos dejar fuera de la participación a esta gente; su sabiduría, la sabiduría de los grupos más humildes no puede dejarse de lado (cfr. Exhort. ap. postsin. Querida Amazonia [QA], 32; Enc. Laudato si’, 63). Lamentablemente, esta injusticia se verifica a menudo allí donde se concentran grandes intereses económicos o geopolíticos, como por ejemplo ciertas actividades extractivas en algunas zonas del planeta (cfr. QA, 9.14). Las voces de los pueblos indígenas, sus culturas y visiones del mundo no se toman en consideración. Hoy, esta falta de respeto del principio de subsidiariedad se ha difundido como un virus. Pensemos en las grandes medidas de ayudas financieras realizadas por los Estados. Se escucha más a las grandes compañías financieras que a la gente o aquellos que mueven la economía real. Se escucha más a las compañías multinacionales que a los movimientos sociales. Queriendo decir esto con el lenguaje de la gente común: se escucha más a los poderosos que a los débiles y este no es el camino, no es el camino humano, no es el camino que nos ha enseñado Jesús, no es realizar el principio de subsidiariedad. Así no permitimos a las personas que sean «protagonistas del propio rescate»[1]. En el subconsciente colectivo de algunos políticos o de algunos sindicalistas está este lema: todo por el pueblo, nada con el pueblo. De arriba hacia abajo pero sin escuchar la sabiduría del pueblo, sin implementar esta sabiduría en el resolver los problemas, en este caso para salir de la crisis. O pensemos también en la forma de curar el virus: se escucha más a las grandes compañías farmacéuticas que a los trabajadores sanitarios, comprometidos en primera línea en los hospitales o en los campos de refugiados. Este no es un buen camino. Todos tienen que ser escuchados, los que están arriba y los que están abajo, todos.

Para salir mejores de una crisis, el principio de subsidiariedad debe ser implementado, respetando la autonomía y la capacidad de iniciativa de todos, especialmente de los últimos. Todas las partes de un cuerpo son necesarias y, como dice San Pablo, esas partes que podrían parecer más débiles y menos importantes, en realidad son las más necesarias (cfr. 1 Cor 12, 22). A la luz de esta imagen, podemos decir que el principio de subsidiariedad permite a cada uno asumir el propio rol para el cuidado y el destino de la sociedad. Aplicarlo, aplicar el principio de subsidiariedad da esperanza, da esperanza en un futuro más sano y justo; y este futuro lo construimos juntos, aspirando a las cosas más grandes, ampliando nuestros horizontes[2]. O juntos o no funciona. O trabajamos juntos para salir de la crisis, a todos los niveles de la sociedad, o no saldremos nunca. Salir de la crisis no significa dar una pincelada de barniz a las situaciones actuales para que parezcan un poco más justas. Salir de la crisis significa cambiar, y el verdadero cambio lo hacen todos, todas las personas que forman el pueblo. Todos los profesionales, todos. Y todos juntos, todos en comunidad. Si no lo hacen todos el resultado será negativo.

En una catequesis precedente hemos visto cómo la solidaridad es el camino para salir de la crisis: nos une y nos permite encontrar propuestas sólidas para un mundo más sano. Pero este camino de solidaridad necesita la subsidiariedad. Alguno podrá decirme: “¡Pero padre hoy está hablando con palabras difíciles! Pero por esto trato de explicar qué significa. Solidarios, porque vamos en el camino de la subsidiariedad. De hecho, no hay verdadera solidaridad sin participación social, sin la contribución de los cuerpos intermedios: de las familias, de las asociaciones, de las cooperativas, de las pequeñas empresas, de las expresiones de  la sociedad civil. Todos deben contribuir, todos. Tal participación ayuda a prevenir y corregir ciertos aspectos negativos de la globalización y de la acción de los Estados, como sucede también en el cuidado de la gente afectada por la pandemia. Estas contribuciones “desde abajo” deben ser incentivadas. Pero qué bonito es ver el trabajo de los voluntarios en la crisis. Los voluntarios que vienen de todas las partes sociales, voluntarios que vienen de las familias acomodadas y que vienen de las familias más pobres. Pero todos, todos juntos para salir. Esta es solidaridad y esto es el principio de subsidiariedad.

Durante el confinamiento nació de forma espontánea el gesto del aplauso para los médicos y los enfermeros y las enfermeras como signo de aliento y de esperanza. Muchos han arriesgado la vida y muchos han dado la vida. Extendemos este aplauso a cada miembro del cuerpo social, a todos, a cada uno, por su valiosa contribución, por pequeña que sea. “¿Pero qué podrá hacer ese de allí? —Escúchale, dale espacio para trabajar, consúltale”. Aplaudimos a los “descartados”, los que esta cultura califica de “descartados”, esta cultura del descarte, es decir aplaudimos a los ancianos, a los niños, las personas con discapacidad, aplaudimos a los trabajadores, todos aquellos que se ponen  al servicio. Todos colaboran para salir de la crisis. ¡Pero no nos detengamos solo en el aplauso! La esperanza es audaz, así que animémonos a soñar en grande. Hermanos y hermanas, ¡aprendamos a soñar en grande! No tengamos miedo de soñar en grande, buscando los ideales de justicia y de amor social que nacen de la esperanza. No intentemos reconstruir el pasado, el pasado es pasado, nos esperan cosas nuevas. El Señor ha prometido: “Yo haré nuevas todas las cosas”. Animémonos a soñar en grande buscando estos ideales, no tratemos de reconstruir el pasado, especialmente el que era injusto y ya estaba enfermo. Construyamos un futuro donde la dimensión local y la global se enriquecen mutuamente —cada uno puede dar su parte, cada uno debe dar su parte, su cultura, su filosofía, su forma de pensar—, donde la belleza y la riqueza de los grupos menores, también de los grupos descartados, pueda florecer porque también allí hay belleza, y donde quien tiene más se comprometa a servir y dar más a quien tiene menos.

[1] Mensaje para la 106 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020 (13 de mayo de 2020).

[2] Cfr. Discurso a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela, La Habana – Cuba, 20 de septiembre de 2015.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. ¡Son tantos hoy! En estos días se han cumplido cinco años de mi viaje apostólico a Cuba. Saludo a mis hermanos Obispos y a todos los hijos e hijas de esa amada tierra. Les aseguro mi cercanía y mi oración. Pido al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, que los libre y alivie en estos momentos de dificultad que atraviesan a causa de la pandemia. Y a todos, que el Señor nos conceda construir juntos, como familia humana, un futuro de esperanza, en el que la dimensión local y la dimensión global se enriquezcan mutuamente, florezca la belleza y se construya un presente de justicia donde todos se comprometan a servir y a compartir.  Que Dios los bendiga a todos.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

La crisis actual no es sólo crisis sanitaria sino también crisis social, política y económica. Para salir de ella todos estamos llamados, individual y colectivamente, a asumir nuestra propia responsabilidad. Pero constatamos, sin embargo, que hay personas y grupos sociales que no pueden participar en esta reconstrucción del bien común, porque son marginados, excluidos, ignorados, y muchos de ellos sin libertad para expresar su fe y sus valores. 

La Palabra de Dios que hemos escuchado nos recuerda cómo todas las partes del cuerpo, sin excepción, son necesarias. A la luz de esta imagen de san Pablo, vemos también cómo la subsidiariedad es indispensable, porque promueve una participación social, a todo nivel, que ayuda a prevenir y corregir los aspectos negativos de la globalización y de la acción de los gobiernos. 

Por eso, el camino para salir de esta crisis es la solidaridad, que necesita ir acompañada de la subsidiariedad, que es el principio que favorece que cada uno ejercite el papel que le corresponde en la tarea de cuidar y preparar el futuro de la sociedad, en el proceso de regeneración de los pueblos a los que pertenece. Nadie puede quedarse fuera. La injusticia provocada por intereses económicos o geopolíticos tiene que terminar, y dar paso a una participación equitativa y respetuosa.

martes, 22 de septiembre de 2020

EN DOCUMENTOS LE OFRECEMOS LA CARTA «Samaritanus bonus», importante carta de Doctrina de la Fe sobre el final de la vida

 




Carta Samaritanus bonus de la Congregación para la Doctrina de la Fe 

sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida,
La eutanasia es matar a una persona enferma, o deprimida, o triste, o cansada de la vida, en principio porque ella lo pide, aunque a veces quien lo pide son sus padres, hijos, herederos o un juez que dictamine que es "por su bien". 


CREO EN LA VIDA ETERNA

Creo, sí, creo en la vida eterna escondida en este `minuto a minuto cotidiano. En la

Eternidad presente en lo que tengo a la mano.

En la dicha sin límites que alumbra ya en las experiencias buenas de la vida presente.

 Creo que la vida eterna también se hace presente en el dolor como sentido, como victoria  de una cruz que con su luz llenó de resplandor la misma muerte.

 Creo que la vida eterna dice ¡PRESENTE!’ en la fidelidad de mis ancianos padres, en la dedicación y amor de mis hermanas, en el temor que se anticipa a la pérdida del ser querido y que invita a ´no vivir de rutinas´, a `celebrar cada encuentro´ y a `descubrir que lo simple está preñado de eterno´, como canta el poema.

 Creo que la vida eterna se manifiesta en el amor gratuito del sacerdote-pastor que da la vida por sus ovejas, en toda amistad que sirve y acompaña  en la vida, en la familia unida, en el profesional entregado y honesto, en los que defienden la vida, en los que combaten la injusticia y construyen día a día un mundo mejor.

 Creo que la vida eterna apunta ya en la trasformación paciente y esforzada a la que nos comprometemos personal y comunitariamente. Transformación que obra el Espíritu con nuestra docilidad, que renueva las relaciones y abre horizontes de creatividad.

 Creo que el ‘sacramento de la hospitalidad y de la escucha´, hace ya presente la fraternidad futura.

 Creo… (¡y sería de ´nunca acabar´!). ¿Existe algo más hermoso que animarnos mutuamente con estos pensamientos y prepararnos unidos para ver a Dios en esta vida y en la eternidad?

domingo, 20 de septiembre de 2020

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO


Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cfr. Mt 20,1-16) narra la parábola de los trabajadores llamados a jornal por el dueño de una viña. A través de esta historia, Jesús nos muestra el sorprendente modo de actuar de Dios, representado en dos actitudes del dueño: la llamada y la recompensa.

En primer lugar, la llamada. El dueño de la viña sale en cinco ocasiones a la plaza y llama a trabajar para él: a las seis, a las nueve, a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde. Es conmovedora la imagen de este dueño que sale varias veces a la plaza a buscar trabajadores para su viña. Ese dueño representa a Dios, que llama a todos y llama siempre, a cualquier hora. Dios actúa así también hoy: nos sigue llamando a cada uno, a cualquier hora, para invitarnos a trabajar en su Reino. Este es el estilo de Dios, que hemos de aceptar e imitar. Él no está encerrado en su mundo, sino que “sale”: Dios siempre está en salida, buscándonos; no está encerrado. Dios sale, sale continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor.

También nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de “fronteras”, que pueden existir, para ofrecer a todos la palabra de salvación que Jesús vino a traer. Se trata de abrirse a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y aún no han experimentado, o han perdido, la fuerza y la luz del encuentro con Cristo. La Iglesia debe ser como Dios: siempre en salida; y cuando la Iglesia no sale, se pone enferma de tantos males que tenemos en la Iglesia. ¿Por qué estas enfermedades en la Iglesia? Porque no sale. Es cierto que cuando uno sale existe el peligro de que tenga un accidente. Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir, por anunciar el Evangelio, que una Iglesia enferma por estar encerrada. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo: siempre en salida.

La segunda actitud del dueño, que representa la de Dios, es su modo de recompensar a los trabajadores: ¿cómo paga Dios? El dueño se pone de acuerdo con los primeros obreros, contratados por la mañana, para pagarles «un denario» (v. 2). En cambio, a los que llegan a continuación les dice: «Os daré lo que sea justo» (v. 4). Al final de la jornada, el dueño de la viña ordena que a todos les sea dada la misma paga, es decir, un denario. Quienes han trabajado desde la mañana temprano se indignan y se quejan del dueño, pero él insiste: quiere dar el máximo de la recompensa a todos, incluso a quienes llegaron los últimos (vv. 8-15). Dios siempre paga el máximo. No se queda a mitad del pago. Paga todo.Y aquí se comprende que Jesús no está hablando del trabajo y del salario justo, que es otro problema, sino del Reino de Dios y de la bondad del Padre celestial que sale continuamente a invitar y paga el máximo salario a todos.

De hecho, Dios se comporta así: no mira el tiempo y los resultados, sino la disponibilidad, mira la generosidad con la que nos ponemos a su servicio. Su actuar es más que justo, en el sentido de que va más allá de la justicia y se manifiesta en la Gracia. Todo es Gracia. Nuestra salvación es Gracia. Nuestra santidad es Gracia. Donándonos la Gracia, Él nos da más de lo que merecemos. Y entonces, quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último. “Pero yo he trabajado mucho, he hecho mucho en la Iglesia, he ayudado tanto, ¿y me pagan lo mismo que a este que ha llegado el último?”. Recordemos quién fue el primer santo canonizado en la Iglesia: el Buen Ladrón. “Robó” el Cielo en el último momento de su vida. Esto es Gracia, así es Dios, también con todos nosotros. El que piensa en sus propios méritos, fracasa; quien se confía con humildad a la misericordia del Padre, pasa de último —como el Buen Ladrón— a primero (cfr. v. 16).

Que María Santísima nos ayude a sentir todos los días la alegría y el estupor de ser llamados por Dios a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia. Y de tener como única recompensa su amor, la amistad de Jesús.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Según los programas hechos antes de la pandemia, en los días pasados tendría que haberse celebrado el Congreso Eucarístico Internacional en Budapest. Por ello, deseo dirigir mi saludo a los Pastores y a los fieles de Hungría, y a todos los que esperaban con fe y alegría este evento eclesial. El Congreso ha sido aplazado hasta el año que viene, del 5 al 12 de septiembre, siempre en Budapest. Continuemos, unidos espiritualmente, el camino de preparación, encontrando en la Eucaristía la fuente de la vida y de la misión de la Iglesia.

Hoy se celebra en Italia el Día por la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Invito a sostener esta importante institución cultural, llamada a dar nuevo vigor a un proyecto que ha sabido abrir la puerta del futuro a muchas generaciones de jóvenes. Es muy importante que las nuevas generaciones se formen en el cuidado de la dignidad humana y de la casa común.

Saludo a los romanos y a los peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones y demás fieles.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.

La dominica economista que lucha por el bien común en el think-tank del Papa


Es licenciada en Ingeniería de gestión en Cambridge, experta en ética y Responsabilidad Social Corporativa y monja dominica. La londinense Helen Alford, nombrada miembro de la Academia Pontificiade las Ciencias Sociales el 4 de septiembre, ha pasado a pertenecer a este think tank del Papa Francisco.

Entrevistada por Salvatore Cernuzio en Il Secolo XIX, la monja economista ha explicado su misión en el think tank, que persigue la reflexión estratégica en campos como la economía y otras ciencias sociales, siempre al servicio de la Doctrina Social de la Iglesia.

"En la era post-coronavirus debemos empezar de nuevo desde la ética, que es vivir una buena vida", declara Alford. Después de más de 25 años de experiencia en el Angelicum (universidad pontificia de la que es rectora), el bagaje de esta dominica es tan grande como su preocupación por los problemas del mundo de hoy.

A favor de un modelo empresarial ético

Preguntada por la RSC por la que aboga también en el contexto de la crisis que ha desencadenado el coronavirus, la monja explica que "la idea es que las empresas y los agentes económicos tengan en cuenta los aspectos sociales". En su trabajo en la Academia espera concienciar sobre la necesidad de buscar "el equilibrio entre la vida laboral y la vida privada" y cuidar a los trabajadores.

De la misma manera, Alford predica que "la relación hombre-tecnología es algo que debe ser explorado" sin "caer en el cliché de su efecto negativo sobre los empleos". La también historiadora del pensamiento social cristiano opina que no hay por qué temer a la Inteligencia Artificial, por ejemplo, porque somos "nosotros los que determinamos su uso".

Para tener éxito en una reactivación económica y laboral post-pandemia que sea ética, la experta apuesta por tres claves: "motivación, convicción, incentivo de las políticas correctas". 

Los jóvenes, ideas 'desde abajo'

En la misma línea, la dominica piensa que no se puede profundizar en el bien común si no se escuchan las ideas que vienen 'desde abajo'. Por ello celebra iniciativas como el encuentro 'La Economía de Francisco', en el que este noviembre participará. Un streaming mundial que reunirá a veteranos expertos en economía con jóvenes menores de 30 años iniciados en los mismos temas.

sábado, 19 de septiembre de 2020

UN MONJE SE SINCERA

                                   ...Como poco es imprudencia

-sobre todo estos días-,

no se lo digáis a nadie

¡rezo a Dios sin mascarilla!

 

Y así nos vamos los dos

contaminando ¡sin prisas!

Él de mí, yo de Él

a lo largo de la vida.

 

Un abismo es la oración

donde el ego se suicida;

Shissss...que nadie se entere

¡rezo a Dios sin mascarilla!

 

En cuerpo a cuerpo los dos,

sin distancias precavidas

¡jamás se supo de amantes

propensos a normativas!

 

Con que libertad las flores

se abren desprevenidas;

y el orante ¡en puro riesgo!

del Amor se contamina.

 

Puede que sea una imprudencia

-¡por parte de Dios y mía!-

en desnudez de silencios

acudir a nuestras citas.

 

             Shissss...

no se lo digais a nadie

¡rezo a Dios sin mascarilla!

 

fray Alien

 

Jim Caviezel: prohibir a los cristianos ir a la Iglesia en EE. UU. «es persecución»

El actor Jim Caviezel, famoso por interpretar a Jesús en La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, ha afirmado que los cristianos están siendo perseguidos en los Estados Unidos al prohibirles ir a la iglesia en medio de la crisis del coronavirus, explica Martin Bürger de LSN.

Es cierto que “hay cristianos en este momento que están siendo perseguidos por su fe, ya sea en Irán o en China u otras partes del mundo”, dijo Caviezel, pero “no necesitamos ir más allá de los Estados Unidos, donde tampoco se les permite a los cristianos entrar a las iglesias”. “Ahora se va contra los derechos inalienables, como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. ¿Por qué no puedo ir a la iglesia?”, preguntó.

“Entras en un avión. Ves mucha gente. Llevan mascarillas. Están uno al lado del otro. Pero el COVID-19, por alguna razón, no se propaga. Es muy inteligente. Sabe que no debe hacer eso”, dijo sarcásticamente. “Pero cuando vas a una iglesia, el COVID-19 va a todas partes”.

¿De qué estamos preocupados?

“Cuando entré por primera vez en la industria del cine, veías a personas sentadas juntas leyendo libros y diciendo: ‘Oh, ¿qué libro estás leyendo?’, y así obteníamos dirección de los demás, hablando, comunicándose”, relató. “Pero ya no es así”. Ahora, en las cabezas de las personas solo están los teléfonos móviles: “Su pensamiento es: ‘¿Cuánta gente me está siguiendo?”. No tiene nada que ver con “la fe, lo que Jesús habló, lo que realmente es el amor”, que es por lo que deberíamos estar verdaderamente preocupados.

Sus declaraciones se enmarcan en la presentación de nueva película Infidel, un thriller contemporáneo en Oriente Medio donde un estadounidense es secuestrado mientras asistía a una conferencia en El Cairo, apareciendo en Irán acusado de espionaje. “Una de las cosas interesantes de este guion es que el personaje principal defiende lo que cree. Y eso es algo que falta hoy en la cultura”, está convencido el actor.

Caviezel enfatizó su fuerte mensaje católico al hablar de dar un discurso en la Universidad de Notre Dame. En ese momento, les dijo a los estudiantes “pro-aborto” que no estaban dispuestos a defender a los no nacidos que “tampoco habrían estado allí para salvar a los judíos” en la Alemania nazi. “No habrías estado ahí para el esclavo, y ciertamente no habrías estado ahí para Jesús”.

Al final de la entrevista, Caviezel mencionó brevemente la próxima entrega de La Pasión de Cristo: “Mel Gibson me acaba de enviar el tercer borrador. Está viniendo. Se llama La Pasión de Cristo: La Resurrección”, dijo, “y será la película más importante de la historia mundial”.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Domingo XXV del Tiempo Ordinario

Evangelio según san Mateo 20,1-6

¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."

PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:

Jesús propone una historia enmarcada en dos sentencias iguales: » muchos primeros serán últimos, y últimos, primeros» (19,30 y 20,16). Esa es pues la enseñanza.

La historia compara el reino de Dios a unos jornaleros contratados a distintas horas del día para trabajar en una viña.

El dueño, que reflejaría algo del proceder de Dios, ajusta con los primeros un salario de un denario -la moneda romana básica-, con los segundos «lo que sea justo», mientras que con los posteriores no concreta.

El lector, y los trabajadores, pensarán que «lo justo» para los segundo -que es lo acordado-, sería lo proporcional según el tiempo trabajado al denario ajustado con los que trabajan todo el día. Para los demás trabajadores debemos pensar la misma «justicia».

Pero el dueño de la viña no procede con esa justicia, sino con una «igualitaria», que provoca las quejas de los primeros contratados.  El dueño les responder que ellos han recibido lo estipulado, con lo cual no se les hace ningún daño, y a los demás les ha entregado «lo justo» según el entender de quien se considera «bueno».

En la historia precedente, la que conocemos por la del «joven rico», Jesús declara que el «bueno» es Dios: «¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios» (19,17).

La justicia del que es el Bueno es diferente de la nuestra.

El dueños de la viña a su vez hace ver la actitud que se esconde tras la reacción de los primeros: su envida (literalmente «tu ojo malo», 20,15 b).


miércoles, 16 de septiembre de 2020

Vinicius, la joven estrella del Real Madrid orgullosa de su fe católica: «Dios lo es todo para mí»

Vinicius Jr. es a sus 20 años recién cumplidos una de las grandes esperanzas del Real Madrid de cara a esta nueva temporada que está a punto de empezar. El extremo brasileño que costó 45 millones de euros ya ha mostrado grandes destellos de su calidad, pero también ha roto muchos estereotipos al ser una persona que siempre pone buena cara, muy discreta, familiar y de declarada fe católica.

Nacido en Sao Gonçalo, una de las favelas más pobres y peligrosas de Rio de Janeiro, sus padres hicieron un gran esfuerzo para salir de esta zona y que él pudiera también jugar al fútbol. Por ello, no olvida ni sus orígenes humildes ni la importancia de la familia, institución fundamental para él.

El papel de la familia en un ejemplo

De hecho, una de las grandes anécdotas protagonizadas por el atacante del Real Madrid se produjo en una entrevista postpartido tras marcar su primer gol en Champions League. Preguntado si se haría un tatuaje para recordar ese momento tan especial contestó con total naturalidad: “Tengo que hablar con mi padre para ver si me da permiso”. Una respuesta inusual en este entorno que dejó boquiabiertos a los periodistas.

Lejos de los escándalos que protagonizan otros futbolistas jóvenes que llegan a la élite, en el Real Madrid están muy contentos con la actitud y la vida privada de Vinicius. Actualmente, vive en Madrid en una casa con sus padres, sus tres hermanos, su sobrina y su tío.

De hecho, no presume de coches de alta gama porque ni conduce. Incluso algunos  de sus compañeros que viven en la misma zona de Madrid le han llevado en muchas ocasiones a los entrenamientos.  Sergio Ramos, Marcelo, Benzema, Casemiro o Modric son algunos de los que han tenido como copiloto a Vinicius de camino a la Ciudad Deportiva.

"Tengo que dar gracias a Dios y a mi familia"

Pero si la familia es un pilar fundamental en su vida el otro es Dios, tal y como él mismo reconoce. De hecho, escuchando sus declaraciones o leyendo sus publicaciones en las redes sociales hay pocos futbolistas que den tantas gracias a Dios como él. “Siempre tengo que dar gracias a Dios y a mi familia”, afirmaba en una entrevista.

Precisamente, fue en una entrevista en Marca bajo un formato de preguntas y respuestas cortas donde Vinicius, entonces con 18 años y recién fichado por el Real Madrid hablaba con naturalidad de su fe. Esta era la secuencia:

“-¿Tiene amuletos? No.

-¿Tiene alguna superstición? No tengo.

-¿Lleva tatuajes? Sí, dos.

-¿Qué significado tienen? Uno el sueño de jugar al fútbol y el otro significa bendecido por Dios.

-Dios es para usted... Todo.

-¿Cuál es su religión? Católica.

-Si alguien hiciese una película sobre su vida, ¿qué título le gustaría? Bendecido por Dios".

Vinicius, marcando un gol al Barcelona la pasada temporada

La Biblia, fuente de inspiración para Vinicius

Más allá de su característica sonrisa, que luce en todo momento, y su juego, poco más se sabe de la vida de este futbolista que no sea lo que publica en las redes sociales. Y en ellas Dios también está muy presente, utilizando en numerosas ocasiones citas bíblicas para expresar su estado de ánimo o lo que siente en ese momento.

De este modo, cuando se lesionó en el Real Madrid teniendo que estar dos meses fuera de los terrenos de juego, Vinicius Jr. escribía en su cuenta de Twitter un versículo del profeta Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa”.

En otro mal momento del futbolista en el Real Madrid, este joven de ahora 20 años citaba también el libro de Josué: “Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios”.

Pero no sólo se acuerda de Dios en los malos momentos sino sobre todo en los buenos. Así, tras pasar el reconocimiento médico con el Real Madrid dejaba por escrito: “Querido Dios, gracias por escucharme, protegerme y hacer todo para verme sonreír”.

O cuando ante los medios hablaba tras marcar un gol, lo que se le resistió durante mucho tiempo: “Muy feliz por el gol y por ayudar al equipo. ¡Gloria a Dios por todo!”.