domingo, 27 de septiembre de 2020

Misioneros en el país de los muertos que salen a bailar: una misión que empieza casi de cero


Los Misioneros de la Consolata han abierto a finales de 2019 su primera misión en Madagascar, en la diócesis de Ambanja, a mil kilómetros al norte de la capital. Les han encargado una zona llamada Beandrarezona, de 17 aldeas, con unos 20.000 habitantes, de las que sólo 8 aldeas tienen católicos. En total, sus feligreses, los bautizados, son poco más de 700, y muchos son niños: los padres siguen siendo paganos pero no les molesta que los niños se bauticen y acudan a la iglesia.

Eso sí, advierten los misioneros, a los adultos les cuesta entender que el domingo es un día para Dios, muchos de ellos se niegan a reservarlo al culto o el descanso y también hacen trabajar a sus hijos ese día aunque sean cristianos, dificultando las actividades catequéticas y dominicales.

Es, por lo tanto, una misión entre paganos, que empieza casi desde cero. Los 3 sacerdotes misioneros -todos africanos- son los primeros que llegan a vivir a esta zona y la gente no tienen muy claro como tratarse con ellos.

Visitar a la gente en lugares remotos

Los misioneros han alquilado una casa humilde en el pueblo de más tamaño. “Las visitas a familias y pueblos han sido fundamentales para desmantelar las barreras de hielo iniciales entre la gente y nosotros y, en consecuencia, crear amistad y sentido de pertenencia”, explican los religiosos de la Consolata.

Tienen que recorrer caminos embarrados, ríos y llegar a lugares montañosos. Los baches y barrizales son trampas mortales para los vehículos.

El padre Kizito Mukalazi, de origen ugandés, explica que en esta misión el mayor problema es la pobreza extrema, "especialmente para las niñas que se convierten en madres a una edad temprana y la mayoría de ellas abandonan la escuela. Trabajan duro en los arrozales para mantener a sus bebés, pero los beneficios son muy bajos”. También hay problemas a nivel sanitario, sin clínicas y con una alta tasa de mortalidad infantil. Las pocas escuelas que existen están mal equipadas, según recoge su informe en OMPress.

La famadihana: sacar a los muertos para bailar y comer

Y hay grandes diferencias culturales entre Madagascar y el resto de África. Los misioneros ahora esperan ser testigos de la costumbre de la famadihana, el "bailar con los muertos".

De julio a octubre, las familias organizan peregrinaciones al cementerio para sacar a los difuntos de la familia que lleven al menos 5 años ya muertos. Se considera que mientras el cuerpo no se descomponga, hay que sacarlo, bailar con él, llevarlo a ver la aldea, que le saluden los parientes, y todos juntos comen en una gran fiesta familiar. Al difunto se le ofrecen sus platos preferidos. Si su estado lo permite, les visten con ropa nueva, o al menos los envuelven en sábanas blancas y bailan con ellos en alto.

El padre Kizito Mukalazi aún no ha participado en la famadihana y busca entenderla. "La eternidad malgache está conectada a la tumba ancestral. El pasado y el futuro convergen en la tumba familiar. El astrólogo de la familia determina los días de exhumación. En el día material de la exhumación, cuando la familia se ha reunido en la tumba, el anciano de la familia pronuncia un discurso, anuncia la llegada de la familia, presenta a los nuevos miembros de la familia (recién nacidos y suegros) a los antepasados y después de lo cual se abren las tumbas. Los huesos se vuelven a ensamblar en su posición original y luego se envuelven en cuerdas nuevas. Los antepasados, de vez en cuando, deben ver su aldea y permanecer en la aldea de uno a tres días y luego regresan a la tumba", explica.

Los grupos evangélicos en Madagascar critican esta costumbre. La Iglesia católica local la mira con cierto respeto, considerándola una tradición cultural, más que religiosa, aunque su encaje con la visión católica es complicada.

Por un lado, es bueno mantener lazos entre los parientes, incluyendo los difuntos. Por otro lado, no es bueno hacerlo perjudicando a los vivos. Y están los problemas sanitarios: Madagascar es un país muy pobre, con gente muriendo aún hoy por peste neumónica y otras graves infecciones, y esas bacterias permanecen en los cadáveres que no deberían desenterrarse ni manipularse. Las autoridades sanitarias protestan por la costumbre pero no está realmente prohibida.

Los misioneros de la Consolata, como tantos otros antes, empiezan una tarea nueva en un mundo muy distinto al que conocen. Es el reto de la misión.

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