jueves, 31 de agosto de 2023

Jueves de la 21ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,7-13):

En medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe! Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

Palabra de Dios

Salmo 89,R/. Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres

 Santo Evangelio según san Mateo (24,42-51):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

Palabra del Señor

Compartimos:

El problema es tener claro como es la venida del Señor. Parece que en principio la cabeza se nos va a los grandes y solemnes acontecimientos: desde la solemne en la catedral hasta la misa del papa en la plaza más grande de la ciudad con motivo de su visita.

La realidad es que, siempre según los Evangelios, la venida del Señor no fue así. Todo empezó con una humilde doncella nazarena y siguió con un niño recién nacido (básicamente una realidad de fragilidad, pequeñez y vulnerabilidad). Para completar el cuadro la venida del Señor no se produjo en lo que era el centro del mundo en aquel momento sino en un rincón perdido de aquel magnífico imperio. Un rincón perdido y pobre como era Belén, donde nació, o Nazaret, donde se crio. Nada de fanfarrias, luces extrañas ni solemnidades. Nada de eso. Y, luego, a lo largo de su vida no mejoró mucho. Podía haberse presentado en el templo, que era el centro religioso y político de Israel pero nació en la periferia de Galilea y terminó muriendo fuera de las murallas de Jerusalén. Como decía el título de un libro de hace unos años, Jesús fue un “judío marginal”. El que se quiso encontrar con él tuvo que salir de sus casillas y de sus prejuicios.

Hoy nosotros tenemos que estar vigilantes y atentos porque el Señor puede venir a nuestras vidas en cualquier momento. Pero quizá no viene como creemos que va a venir sino disfrazado de pobre, de marginado, de hambriento, de preso. Hay que estar atentos para ir más allá de las apariencias y descubrir su presencia sanadora y salvadora.

miércoles, 30 de agosto de 2023

Miércoles de la 21ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,9-13):

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos, animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria. Ésa es la razón por la que no cesarnos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.

Palabra de Dios

Salmo 138,R/. Señor, tú me sondeas y me conoces

 Santo Evangelio según san Mateo (23,27-32):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús denuncia esta hipocresía en los letrados y fariseos. Son los que dictan las normas, los que dicen a los demás cómo tienen que comportarse, siempre en el nombre de Dios, siempre diciendo que sus normas y leyes son la voluntad de Dios. Pero ellos saben lo suficiente como para encontrar otros caminos, excusas varias, para no cumplir sus mismas normas. Jesús denuncia y condena con radicalidad. Porque está a favor de los sencillos, de los humildes, a los que aquellos tenían que haber cuidado y que, sin embargo, lo que reciben son condenas y admoniciones por no cumplir las normas como ellos dicen.

Casi seguro que no todos los letrados y fariseos eran como Jesús dice en sus palabras. Pero es muy posible que callaran y no denunciaran a esos letrados y fariseos hipócritas para no dañar a la institución a la que ellos mismos pertenecían o para no meterse en problemas. Y haciendo eso eran cómplices de la hipocresía de los otros.

Nos podemos preguntar si hay fariseos y letrados como los del Evangelio en la Iglesia actual. Pero también nos podemos preguntar cuantas veces callamos ante el mal que hacen otros simplemente para proteger nuestra propia imagen, para vivir tranquilos y seguros. No sé si Jesús lo aprobaría.  

martes, 29 de agosto de 2023

Martes de la 21ª semana del Tiempo Ordinario,El martirio de san Juan Bautista

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-8):

Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil. A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor –apoyados en nuestro Dios– para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones. Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Palabra de Dios

Salmo 138R/. Señor, tú me sondeas y me conoces

Santo Evangelio según san Mateo (23,23-26):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»

Palabra del Señor

Compartimos:

oy recordamos el martirio de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías. Toda la vida del Bautista gira en torno a la Persona de Jesús, de manera que sin Él, la existencia y la tarea del Precursor del Mesías no tendría sentido.

Ya, desde las entrañas de su madre, siente la proximidad del Salvador. El abrazo de María y de Isabel, dos futuras madres, abrió el diálogo de los dos niños: el Salvador santificaba a Juan, y éste saltaba de entusiasmo dentro del vientre de su madre.

En su misión de Precursor mantuvo este entusiasmo -que etimológicamente significa "estar lleno de Dios"-, le preparó los caminos, le allanó las rutas, le rebajó las cimas, lo anunció ya presente, y lo señaló con el dedo como el Mesías: «He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1,36).

Al atardecer de su existencia, Juan, al predicar la libertad mesiánica a quienes estaban cautivos de sus vicios, es encarcelado: «Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’» (Mc 6,18). La muerte del Bautista es el testimonio martirial centrado en la persona de Jesús. Fue su Precursor en la vida, y también le precede ahora en la muerte cruel.

San Beda nos dice que «está encerrado, en la tiniebla de una mazmorra, aquel que había venido a dar testimonio de la Luz, y había merecido de la boca del mismo Cristo (…) ser denominado "antorcha ardiente y luminosa". Fue bautizado con su propia sangre aquél a quien antes le fue concedido bautizar al Redentor del mundo».

Ojalá que la fiesta del Martirio de san Juan Bautista nos entusiasme, en el sentido etimológico del término, y, así, llenos de Dios, también demos testimonio de nuestra fe en Jesús con valentía. Que nuestra vida cristiana también gire en torno a la Persona de Jesús, lo cual le dará su pleno sentido.


lunes, 28 de agosto de 2023

Lunes de la 21ª semana del Tiempo Ordinario,San Agustín

Primera lectura

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5.8b-10):

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda. Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Palabra de Dios

Salmo 149,R/. El Señor ama a su pueblo

 Santo Evangelio según san Mateo (23,13-22):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga!" ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: "Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga." ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy celebramos la fiesta de San Agustín, uno de los llamados Padres de la Iglesia porque en aquellos primeros siglos de la historia cristiana brilló como un faro por su palabra y por su vida. Como todos los santos, no fue santo desde que nació. Hizo un largo camino hasta encontrarse con el que sería el centro de su vida: Jesús. El camino fue tortuoso, en alguna ocasión se desvió y perdió tiempo y fuerzas. Pero lo que con seguridad se puede decir de él es que nunca se contentó con las apariencias y buscó siempre algo que llenase su corazón. Y no paró hasta encontrar a Jesús. Y desde ahí se volvió para ponerse al servicio de los hermanos.

Sin duda que su palabra ha iluminado a muchos a lo largo de los siglos. Esos muchos, gracias a la palabra y al ejemplo de Agustín, han terminado encontrándose con Jesús y con su Evangelio. Porque habría sido nefasto que se hubiesen quedado en Agustín y hubiesen hecho de él el centro y sentido de su vida. Habrían fundado una nueva secta y habrían sido como el tonto que se queda mirando el dedo que le señala la luna y no ve la luna, que es a donde señala el dedo.

San Agustín y tantos a lo largo de la historia nos señalan a Jesús. Sería tonto quedarnos en Agustín y no mirar a donde realmente hay que mirar, a donde miró el mismo Agustín. El Evangelio de hoy nos recuerda precisamente eso: que por muchos maestros, directores y padres que tengamos, en realidad no hay más que un maestro, un padre, un consejero. Agustín se quedaría decepcionado si no fuésemos capaces pasar de clase y de curso, de dejarle a él y acercarnos al que es el verdadero maestro, Cristo.

Conclusión: sería bueno que alguna vez nos acercásemos a las obras de san Agustín. Probablemente encontraremos en ellas mucha luz. Pero mejor es que dediquemos más tiempo a leer el Evangelio y encontrarnos directamente con Jesús porque Él es la luz. Y Agustín no es más que un reflejo, muy fuerte, muy vivo, pero solo reflejo de Aquel que es la luz.

domingo, 27 de agosto de 2023

Ángelus del Papa Francisco

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en el Evangelio (cf. Mt 16,13-20) Jesús pregunta a los discípulos – una hermosa pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (v. 13).

Es una pregunta que podemos hacernos también nosotros: ¿Qué dice la gente de Jesús? En general, cosas hermosas: muchos lo ven como un gran maestro, como una persona especial: buena, justa, coherente, valiente… Pero, ¿esto es suficiente para entender quién es, y, sobre todo, es suficiente para Jesús? Parece que no. Si Él fuera solamente un personaje del pasado – como lo eran para la gente de aquel tiempo las figuras citadas en el mismo Evangelio, Juan Bautista, Moisés, Elías y los grandes profetas – sería solo un hermoso recuerdo de un tiempo pasado. Y esto para Jesús no está bien. Por eso, inmediatamente después, el Señor plantea a los discípulos la pregunta decisiva: «Y vosotros – ¡vosotros! – ¿quién decís que soy yo?» (v. 15). ¿Quién soy yo para vosotros, ahora? Jesús no quiere ser un protagonista de la historia, sino que quiere ser protagonista de tu presente, de mi presente; no un profeta lejano: Jesús quiere ser el Dios cercano.

Cristo, hermanos y hermanas, no es un recuerdo del pasado, sino el Dios del presente. Si fuera solo un personaje histórico, imitarlo hoy sería imposible: nos encontraríamos frente al gran foso del tiempo y, sobre todo, ante su modelo, que es como una montaña altísima e inalcanzable; deseosos de escalarla, pero sin las capacidades ni los medios necesarios. En cambio, Jesús está vivo: recordemos esto, Jesús está vivo, Jesús vive en la Iglesia, vive en el mundo, Jesús nos acompaña, Jesús está a nuestro lado, nos ofrece su Palabra, nos ofrece su gracia, que iluminan y reconfortan en el camino: Él, guía experto y sabio, está feliz de acompañarnos en los senderos más difíciles y en las ascensiones más impracticables.

Queridos hermanos y hermanas, en el camino de la vida no estamos solos, porque Cristo está con nosotros, Cristo nos ayuda a caminar, como hizo con Pedro y con los demás discípulos. Precisamente Pedro, en el Evangelio de hoy, lo comprende y por gracia reconoce en Jesús «el Hijo del Dios vivo» (v. 16): “Tú eres el Cristo, Tú eres el Hijo de Dios vivo”, dice Pedro; no es un personaje del pasado, sino el Cristo, es decir, el Mesías, el esperado; no es un héroe difunto, sino el Hijo de Dios vivo, hecho hombre y venido para compartir las alegrías y las fatigas de nuestro camino. No nos desanimemos si a veces la cima de la vida cristiana parece demasiado alta y el camino demasiado empinado. Miremos a Jesús, siempre; miremos a Jesús que camina junto a nosotros, que acoge nuestras fragilidades, comparte nuestros esfuerzos y apoya sobre nuestros hombros débiles su brazo firme y suave. Con Él cerca, también nosotros tendámonos la mano los unos a los otros y renovemos la confianza: ¡Con Jesús lo que parece imposible en solitario ya no lo es, con Jesús se puede avanzar!

Hoy nos hará bien repetirnos la pregunta decisiva, que sale de su boca: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (cf. v. 15). Tú – Jesús te dice – tú, ¿quién dices que soy yo? Escuchemos la voz de Jesús que nos pregunta esto.  En otras palabras: Para mí, ¿quién es Jesús? ¿Un gran personaje, un punto de referencia, un modelo inalcanzable? ¿O es el Hijo de Dios, que camina a mi lado, que puede llevarme hasta la cima de la santidad, allí donde en solitario no soy capaz de llegar? ¿Jesús está realmente vivo en mi vida, Jesús vive conmigo? ¿Es mi Señor? ¿Yo me encomiendo a él en los momentos de dificultad? ¿Cultivo su presencia a través de la Palabra, a través de los Sacramentos? ¿Me dejo guiar por Él, junto a mis hermanos y hermanas, en la comunidad?

Que María, Madre del Camino, nos ayude a sentir a su Hijo vivo y presente junto a nosotros.

¡Queridos hermanos y hermanas!

El jueves partiré por un viaje de algunos días hacia el corazón de Asia, a Mongolia. Se trata de una visita muy deseada, que será la ocasión para abrazar una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad; y también para encontrar de cerca a un pueblo noble, sabio, con una gran tradición religiosa que tendré el honor de conocer, especialmente en el contexto de un evento interreligioso. Deseo ahora dirigirme precisamente a vosotros, hermanos y hermanas de Mongolia, diciéndoos que estoy feliz de viajar para estar entre vosotros como hermano de todos. Agradezco a vuestras autoridades por la cortés invitación e a todos lo que, con gran compromiso, están preparando mi llegada. Pido a todos que acompañen esta visita con la oración.

Aseguro el recuerdo en la oración por las víctimas de los incendios que se han declarado en estos días en el noreste de Grecia, y expreso cercanía solidaria al pueblo griego. Y permanezcamos siempre cerca también del pueblo ucraniano, que sufre por la guerra, y sufre tanto: ¡No olvidemos a Ucrania!

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países.

En particular, saludo al grupo parroquial llegado de Madrid; a los sacerdotes de la diócesis de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, con su obispo; a los fieles de San Gaetano da Thiene en Melìa; a las familias del barrio Pizzo Carano de San Cataldo y a los ciclistas de la Ciociaria. Saludo a los monaguillos de la unidad pastoral de Codevigo, en la diócesis de Padua, en peregrinaje a Roma con su párroco.

Hoy se recuerda a Santa Mónica, madre de San Agustín: con sus oraciones y sus lágrimas pedía al Señor la conversión del hijo; ¡mujer fuerte, gran mujer! Recemos por las muchas madres que sufren cuando los hijos se han perdido un poco o están en caminos difíciles de la vida.

Deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

sábado, 26 de agosto de 2023

Domingo 21º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (22,19-23):

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»

Palabra de Dios

Salmo 137,R/. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,33-36):

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Palabra de Dios

Evangelio

Santo Evangelio según san Mateo (16,13-20):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, la profesión de fe de Pedro en Cesarea de Filipo abre la última etapa del ministerio público de Jesús preparándonos al acontecimiento supremo de su muerte y resurrección. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús decide retirarse por un tiempo con sus apóstoles para intensificar su formación. En ellos empieza hacerse visible la Iglesia, semilla del Reino de Dios en el mundo.

Hace dos domingos, al contemplar como Pedro andaba sobre las aguas y se hundía en ellas, escuchábamos la reprensión de Jesús: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» (Mt 14,31). Hoy, la reconvención se troca en elogio: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás» (Mt 16,17). Pedro es dichoso porque ha abierto su corazón a la revelación divina y ha reconocido en Jesucristo al Hijo de Dios Salvador. A lo largo de la historia se nos plantean las mismas preguntas: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? (…). Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,13.15). También nosotros, en un momento u otro, hemos tenido que responder quién es Jesús para mí y qué reconozco en Él; de una fe recibida y transmitida por unos testigos (padres, catequistas, sacerdotes, maestros, amigos…) hemos pasado a una fe personalizada en Jesucristo, de la que también nos hemos convertido en testigos, ya que en eso consiste el núcleo esencial de la fe cristiana.

Solamente desde la fe y la comunión con Jesucristo venceremos el poder del mal. El Reino de la muerte se manifiesta entre nosotros, nos causa sufrimiento y nos plantea muchos interrogantes; sin embargo, también el Reino de Dios se hace presente en medio de nosotros y desvela la esperanza; y la Iglesia, sacramento del Reino de Dios en el mundo, cimentada en la roca de la fe confesada por Pedro, nos hace nacer a la esperanza y a la alegría de la vida eterna. Mientras haya humanidad en el mundo, será preciso dar esperanza, y mientras sea preciso dar esperanza, será necesaria la misión de la Iglesia; por eso, el poder del infierno no la derrotará, ya que Cristo, presente en su pueblo, así nos lo garantiza.

Sábado de la 20ª semana del Tiempo Ordinario, Santa Teresa de Jesús Jornet, patrona de los ancianos

Primera lectura

Lectura del libro de Rut (2,1-3.8-11;4,13-17):

Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición, llamado Boaz, de la familia de Elimelec.

Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí: «Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad.»

Noemí le respondió: «Anda, hija.»

Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Fue a una de las tierras de Boaz, de la familia de Elimelec.

Boaz dijo a Rut: «Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados.»

Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: «Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?»

Boaz respondió: «Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida.»

Así fue como Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.

Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.»

Noemi tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo.

Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo: «¡Noemí ha tenido un niño!»

Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.

Palabra de Dios

Salmo 127R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor

Santo Evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Está claro que el Reino de que habla Jesús no se parece en nada a los de este mundo. El texto evangélico de hoy es una muestra clarísima de ello. Vamos a dejar de lado la primera parte, aunque sería una buena crítica para algunos eclesiásticos que no solo valoran más formas y solemnidades (litúrgicas, de hábitos, etc.) sino que además dictaminan normas que a veces tienen poco que ver con el amor y la misericordia del Dios de Jesús. Pero dejemos esta primera parte.

Y vamos a la segunda. Todo un programa para la comunidad cristiana (otra cosa es que lo hayamos cumplido a lo largo de la historia): no os dejéis llamar maestro ni padre ni consejero. Jesús da razones para todo. Maestro solo tenemos uno y todos somos hermanos. Se sobreentiende que el maestro es el mismo Jesús. Tampoco nos tienen que llamar padre porque no tenemos más Padre que el del cielo. Ni consejero, por la misma razón que la del maestro.

Y termina con una conclusión clara y distinta: el primero entre vosotros será vuestro servidor. En la iglesia, en la comunidad cristiana, estamos para servir. En la fraternidad del Reino todos son manos abiertas para ayudar, para apoyar, para comprender. No hay puestos principales ni nada que se le parezca.

viernes, 25 de agosto de 2023

Viernes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Comienzo del libro de Rut (1,1.3-6.14b-16.22):

En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campiña de Moab. Elimelec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero, al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos. Al enterarse de que el Señor había atendido a su pueblo dándole pan, Noemí, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.

Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»

Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»

Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.

Palabra de Dios

Salmo 145,R/. Alaba, alma mía, al Señor

Santo Evangelio según san Mateo (22,34-40):

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús no tiene duda en responder. Todo se resume en dos mandamientos, que contienen la ley entera: Amar a Dios y amar al prójimo. Y ya está. No hay más que hablar.

O sí. En realidad hay mucho que hablar. Lo primero es que nos podemos preguntar qué es eso de amar a Dios. O mejor, ¿cómo se expresa el amor a Dios? Leyendo y releyendo el Evangelio se entiende con facilidad, y así lo han entendido tantos y tantas a lo largo de la historia del cristianismo, que ese amor a Dios se expresa precisamente en el amor al prójimo. Nada que ver con muchas oraciones ni muchas celebraciones ni muchos cánticos ni muchas horas pasadas de rodillas. Si todo eso no nos lleva a amar a nuestro hermano o hermana, a estar cerca del que sufre de cualquier manera, todo son actos inútiles y sin sentido. Puras evasiones que es posible que tranquilicen nuestra mente pero que ciertamente no tienen nada que ver con el Evangelio.

Amar a Dios es (expresando identidad en el sentido más fuerte posible) amar al hermano. Y eso se hace… amando: preocupándose de una manera eficaz y realista por su bien. Porque amar es mucho más que un sentimiento. Es la cercanía atenta al hermano o hermana en sus necesidades concretas, ya sea hambre, justicia, enfermedad, libertad… Amar es sentir con el hermano y hacer nuestras sus preocupaciones y dolores. Y caminar con él, juntos, de la mano, para hacer el camino del Reino. Y así hacer presente en nuestro mundo el amor de/a Dios.  

jueves, 24 de agosto de 2023

San Bartolomé, apóstol

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (21,9b-14):

El ángel me habló así: «Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero.» Me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.

Palabra de Dios

Salmo 144,R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Santo Evangelio según san Juan (1,45-51):

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»

Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»

Felipe le contestó: «Ven y verás.»

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»

Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»

Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»

Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»

Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hay una distinción que nos puede ayudar mucho en nuestra vida cristiana y que tiene mucha importancia en la vida de los apóstoles y discípulos de Jesús. Es que Jesús no dijo a ninguno de ellos: “creed en mí”. Su palabra fue muy diferente: “Déjalo todo, ven y sígueme”. Aunque estas palabras no salgan exactamente en el texto evangélico de hoy, están implícitas en las palabras de Felipe a Natanael, cuando le dice “hemos encontrado a Jesús, hijo de José, de Nazaret”.

No dice Felipe que se haya encontrado con un libro de teología o con un catecismo donde se resuman una serie de verdades que es lo que hay que creer. Y que esté presentando a Natanael ese libro con las verdades que contiene para que Natanael crea en ellas y así se salve. Parece que el libro de Natanael no apuntaba a unas verdades sino a una persona: “Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas”. Todo apunta a una persona, a un estilo de vida. Muy diferente de unas verdades en las que creer, a las que asentir. De lo que se trata es de ponerse en movimiento, de dejar de hacer y vivir lo que se estaba haciendo y viviendo para comenzar a vivir y hacer de otra manera.

Así lo vivieron Bartolomé / Natanael y los demás apóstoles. Así lo han vivido tantos y tantas a lo largo de estos veinte siglos. Aunque a veces nos haya parecido que lo más importante es saberse bien de memoria el credo y asentir a todas las verdades que propone la Iglesia, la realidad es que lo más importante es seguir a Jesús, hacer lo que él hacía, vivir a su estilo. Es significa estar cerca de los pobres y marginados, de los que sufren y de los que les ha tocado la peor parte en nuestro mundo. Eso es anunciar el Reino de Dios, tan importante o más que las hermosas celebraciones litúrgicas en nuestras catedrales.

Hoy Jesús nos sigue llamando e invitando a hacer de él nuestro modelo. Entonces seguro que veremos cosas mayores, porque veremos la gracia y el amor y la misericordia de Dios que se hace presente en nuestro mundo.

miércoles, 23 de agosto de 2023

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Aula Pablo VI

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos el ciclo de catequesis dedicadas al tema del celo apostólico. Hoy reflexionamos sobre la evangelización en el continente americano, y ahí tenemos un modelo excepcional: la Virgen de Guadalupe. En México —como en Lourdes y en Fátima— María se apareció a una persona humilde, sencilla, a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios. Ella anuncia a Jesús siguiendo el camino de la inculturación, es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifiesta a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón.

A Juan Diego no le fue fácil ser mensajero de la Virgen, tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos. Esto nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos. En esos momentos difíciles de conflictos, invoquemos a María, nuestra Madre, que siempre nos ayuda, nos alienta y nos guía hacia Dios.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, pidamos al Señor que auxilie y que fortalezca especialmente a las madres y a las abuelas, que son las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y sus nietos. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Miércoles de la 20ª semana del Tiempo Ordinario, Santa Rosa de LIma

Primera lectura

Lectura del libro de los Jueces (9,6-15):

En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.

En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello: «¡Oídme, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero dijo el olivo: "¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la higuera: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la higuera: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la vid: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la vid: "¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la zarza: "Ven a ser nuestro rey." Y les dijo la zarza: "Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano."»

Palabra de Dios

Salmo  20,R/. Señor, el rey se alegra por tu fuerza

 Santo Evangelio según san Mateo (20,1-16a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy tenemos una parábola que nos podría hacer reflexionar sobre el salario justo. Y también celebramos a Santa Rosa de Lima. Creo que la santa nos puede ayudar con el Evangelio.

En realidad la parábola no va para nada del salario y su justicia. La parábola va de la generosidad y largueza de Dios. La frase que quizá nos ayude a entender toda la parábola esté al final, cuando el señor responde al jornalero que protesta por entender que ha recibido menos de lo justo que “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” El señor quiere que todos trabajen en el campo, que todos participen en la vida del reino. Al final da lo mismo la hora en que hayan/hayamos empezado a trabajar. En esta gran familia que es el reino lo que importa es que nadie se quede fuera. No hay puestos mejores y peores. No hay categorías laborales. Todos están/estamos para servir, para construir la fraternidad. El señor/Dios acoge a todos, abre la puerta a todos. Y a todos los quiere por igual. Todos son hijos e hijas. Todos comparten derechos.

Parece que Santa Rosa de Lima fue contratada muy joven. Con pocos años se entregó al servicio del señor. Sin medida. No protestó cuando vio que otros, más tardíos, recibieron el mismo salario que ella. Porque ella encontró su felicidad en servir al Señor.

Y, como no podía ser de otra manera, ese servicio se extendió a todos los que sufrían. Dicen sus biógrafos que, cuando su padre no le permitió entrar en un convento, se recluyó, prácticamente, en la ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano Hernando, en un extremo del huerto de su casa. De allí solo salía para visitar el templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los indígenas y los negros de la ciudad. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa.

Así que Santa Rosa fue una buena jornalera, entregada al trabajo en la viña de Dios, entre los más pobres de su tiempo: indios, negros y enfermos. Por eso mereció su denario y el señor la acogió en sus brazos al llegar la hora de su muerte.  

martes, 22 de agosto de 2023

FRANCISCO DE VITORIA, PADRE DEL DERECHO

Su pensamiento sentó los fundamentos del derecho, abrió las puertas al pensamiento filosófico que sustentó la posterior Ilustración y adelantó en siglos a los derechos humanos.

En 1492, España había encontrado América. El último reino musulmán en la Península Ibérica había capitulado y la monarquía aragonesa logró finiquitar la influencia francesa en el sur de Italia poco tiempo después. Las alianzas matrimoniales dieron paso a uno de los imperios más poderosos que han existido en la Historia, el de la Monarquía Hispánica. Mientras aventureros, también maleantes, se aventuraban en inciertas expediciones por el nuevo continente en busca de bienes profanos, Salamanca se encontraba sumida en crisis.


En Europa, la respuesta a la influencia española estaba siendo, antes que militar, intelectual. El Renacimiento comenzó a instalarse en el continente, la ciencia y la filosofía estaban floreciendo a merced de la razón. La fe y las doctrinas religiosas comenzaron a ser severamente discutidas por pensadores como Étienne de la Boétie, quienes anticiparon, junto con Michel de Montaigne, Galileo o Pascal, el movimiento Ilustrado que habría de agitar para siempre a la civilización occidental.

Sin embargo, fue un fraile dominico burgalés quien revitalizó la universidad salmantina y un legado humanista de calado. Francisco de Vitoria inspiró en su época y en las posteriores. Defendió el realismo que se haría fuerte en Europa tiempo después y fundó la Escuela de Salamanca, dotando a la universidad castellana de un renovado vigor. Pero fue su legado como jurista el que terminó asentando las bases de una crítica al poder establecido, los derechos humanos y del individuo y una reformulación humanista de la economía.


Nacido en Burgos en 1483, Francisco de Vitoria ingresó con veintidós años en la Orden de Predicadores. Allí, de la mano de los dominicos, recibió una educación suficiente para ser promocionado a París, donde estudió, impartió sus primeras clases y consiguió su doctorado. Tuvo que esperar hasta 1526 cuando consiguió la cátedra de Teología en la Universidad de Salamanca.

Es en este momento, en el que obtiene un puesto de relevancia, cuando Francisco de Vitoria despliega su esplendor como filósofo y teólogo. En sus clases introdujo la obra de Santo Tomás de Aquino persiguiendo, quizás en un primer instante, una revitalización de la escolástica frente al nominalismo, que se había adueñado de esta corriente de pensamiento, en especial tras las aportaciones de pensadores como Guillermo de Ockham y Juan Duns Escoto. No obstante, esta inclinación inicial fue desarrollándose tanto más filosófica y racionalista que teológica y aferrada al abanico de interpretaciones de la doctrina cristiana.

La causa fue, precisamente, el peculiar contexto español. Ya en 1511, otro fraile dominico, Antonio de Montesinos, denunció el maltrato al que expedicionarios y encomenderos sometían a numerosos indígenas. La evangelización del Nuevo Mundo y de sus habitantes que habían de considerarse iguales a los europeos conforme la fe de Cristo se estaba viendo perjudicada por la lejanía de la metrópoli hasta las nuevas tierras y la mano izquierda que desde la monarquía se les tendía a los nuevos señores de las Américas. Comenzó así un encarnizado debate político y filosófico que entroncó el siglo XVI. ¿Eran los nativos merecedores de los mismos derechos que los peninsulares? ¿Podían ser esclavizados, incluso sin haber sido bautizados? ¿Dónde quedaba el límite de la condición humana y del mandato de Jesús de Nazaret, que acogió al gentil y protegió al desamparado? ¿Acaso la guerra podía justificarse en nombre de Dios, de la conquista o de cualquier inclinación mundana y pecaminosa?


En busca de responder a estas preguntas la investigación de Francisco de Vitoria trascendió su momento histórico para ofrecer un fecundo legado posterior. Estas respuestas fueron recogidas en gran medida de las lecciones que el filósofo burgalés ofreció a sus alumnos durante sus clases.


Estaban en vigor unas ordenanzas revolucionarias en tanto al inmenso avance civilizatorio que representaban para su época, las Leyes de Burgos, en las que se abolió la esclavitud indígena y subrayó la igualdad como súbdito del monarca hispánico tanto del indígena americano como del habitante peninsular. En De Indis, Vitoria defendió la igualdad de los nativos y la potestad para poseer y administrar sus tierras. La idea jurídica del «derecho de gentes» cobró fuerza y fue hilada a la siguiente cuestión, si podía haber guerra justa. El dominico determinó que toda violencia ejercida contra un semejante por diferencias de fe o por dominación era insostenible.

Y es que Francisco de Vitoria actualizó la visión de Tomás de Aquino, quien sí diferenciaba la idea de la guerra justa, abolida por Juan XXIII en el siglo XX. El razonamiento es el siguiente: si todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, posee libre albedrío y toda la tierra y bienes naturales estaban a la libre disposición de los individuos, ni las creencias ni la dominación sobre las posesiones ajenas pueden aceptarse. Todo ser humano, en consecuencia, sea cual sea su raza, credo o pensamiento, grado de posesión de bienes o modelo de sociedad tiene derecho a existir y a ser respetado en su dignidad humana, común por voluntad divina. Estos principios, recogidos en De iure belli, siguen vigentes hoy en día y forman parte del diálogo intelectual que siglos más tarde, tras la Segunda Guerra Mundial, dio lugar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948.


Si todos los seres humanos son iguales ante Dios (y, en consecuencia, ante el resto de sus semejantes) y ninguna guerra ofensiva puede ser justificable debería ser posible salvar las diferencias entre culturas, religiones e intereses políticos mediante la diplomacia y las leyes, extendidas más allá del ámbito estatal. Con su obra De potestate civilii, Vitoria adelantó el derecho internacional, inspirando el trabajo a este respecto del neerlandés Hugo Grocio y del alemán Samuel Freiherr von Pufendorf, además de oponerse a la doctrina de Nicolás Maquiavelo, de gran influencia entre unas monarquías europeas que veían amenazadas sus dominios por el poder español.


Pero el pensamiento de Francisco de Vitoria también tuvo dos consecuencias más: negar el poder estamental y aristocrático de la monarquía y sus beneficiarios, como expresó en Relectio prior de Indis recentes inventis en 1539, y establecer una revisión de la economía. En este último aspecto, Carlos I y los ricohombres de Centroeuropa habían fortalecido a la banca alemana, estrechamente ligada a los Principados, a la Liga Hanseática y sus riquezas. La nobleza de inspiración medieval, por su parte, apuraba las rentas y la explotación de los súbditos, estancando la productividad y negando la capacidad natural humana para procurarse bienestar y riqueza. De esta manera, Vitoria defendió que la libertad de los productos humanos, como los bienes, tierras, ideas o riquezas, estaba vinculada a la de las personas. Para el dominico, la acumulación de bienes y la especulación del mercado mediante la alteración de las leyes de oferta y de demanda son inmorales y un pecado que desde el gobierno de la ley y de la fe debía perseguirse.


El legado que sustentó un mundo nuevo

La grandeza del pensamiento de Francisco de Vitoria fue la capacidad del filósofo español para desprenderse de las doctrinas teológicas cristianas y extraer el legado universal de las enseñanzas cristianas. Sus lecciones y la difusión de sus obras y recopilaciones de clases recorrieron Europa y asentaron la Escuela de Salamanca, un grupo de eruditos, estudiantes y estudiosos del pensamiento de Vitoria, que durante el siglo posterior continuarían su trabajo y gozarían de gran influencia dentro y fuera de la Iglesia Católica.

La renovación del derecho humano, al que dotó de un alcance individual y trascendente, pues no dependía de la voluntad de hombres poderosos, sino que había sido otorgada en el acto mismo de nacer, aportó un soplo de aire fresco en el pensamiento de pensadores como Michel de Montaigne, Erasmo de Rotterdam o Giordiano Bruno y, más adelante, Voltaire, John Locke, Rousseau, Diderot y los ilustrados, ya desde una óptica desprendida de toda postura teológica que apoyase los fundamentos racionales inaugurados por Vitoria.


En economía, Martín de Azpilcueta, discípulo de Francisco de Vitoria, asentó los fundamentos de la teoría cuantitativa del dinero y una formulación sobre los flujos de la riqueza que dio lugar a la economía clásica de la mano de David Hume y su crítica al mercantilismo, de Juan Bodin y Adam Smith, entre otros.


En vida, Vitoria gozó de un respeto intelectual que traspasó las diferencias que creó con los muy diversos círculos de poder a través de sus ideas. De hecho, el propio emperador Carlos I contó con su opinión y la de Bartolomé de las Casas tanto para cuestiones políticas como económicas y teológicas. También marcó la política posterior contra la esclavitud y el abuso sobre los indígenas con las Leyes Nuevas y las Leyes de Indias, que actualizaron las ordenanzas de Burgos, rubricadas por Fernando II de Aragón.


Aún hoy en día, la figura del pensador burgalés sigue siendo ampliamente reconocida y valorada. Tanto es así que la Sala del Consejo de la ONU, en el Palacio de las Naciones de Ginebra, Suiza, lleva su nombre en reconocimiento a su defensa del derecho internacional, del respeto entre personas y culturas y del acercamiento de un concepto, el de «humanidad», que aún hoy nos sigue pareciendo lejano, fragmentario y difícil de aceptar.

Martes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario, Santa Maria Reina

Primera lectura

Lectura del libro de los Jueces (6,11-24a):

En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.

El ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente.»

Gedeón respondió: «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó el Señor." La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»

El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»

Gedeón replicó: «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»

El Señor contestó: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»

Gedeón insistió: «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»

El Señor dijo: «Aquí me quedaré hasta que vuelvas.» Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.

El ángel del Señor le dijo: «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.» Así lo hizo.

Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.

Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó: «¡Ay, Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»

Pero el Señor le dijo: «¡Paz, no temas, no morirás!»

Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»

Palabra de Dios

Salmo 84,R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo

 Santo Evangelio según san Mateo (19,23-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»

Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»

Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»

Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»

Palabra del Señor

Compartimos:

oy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en la vida...

Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).

«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.

Después de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu Iglesia, a tus Apóstoles ser capaces de dejarlo todo por Ti.

lunes, 21 de agosto de 2023

Lunes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro de los Jueces (2,11-19):

En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras los otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y a Astarté. El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a bandas de saqueadores que los saqueaban, los vendió a los enemigos de alrededor, y los israelitas no podían resistirles. En todo lo que emprendían, la mano del Señor se les ponía en contra, exactamente como él les había dicho y jurado, llegando así a una situación desesperada. Entonces el Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las bandas de salteadores; pero ni a los jueces hacían caso, sino que se prostituían con otros dioses, dándoles culto, desviándose muy pronto de la senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al Señor. No hacían como ellos. Cuando el Señor hacía surgir jueces, el Señor estaba con el juez; y, mientras vivía el juez, los salvaba de sus enemigos, porque le daba lástima oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores. Pero, en cuanto moría el juez, recaían y se portaban peor que sus padres, yendo tras otros dioses, rindiéndoles adoración; no se apartaban de sus maldades ni de su conducta obstinada.

Palabra de Dios

Salmo 105,R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

 Santo Evangelio según san Mateo (19,16-22):

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?»

Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»

Él le preguntó: «¿Cuáles?»

Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»

El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»

Jesús le contestó: «Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»

Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Palabra del Señor

Compartimos:

 Para salvar el mínimo. Como cuando se decía que para cumplir el precepto dominical bastaba con llegar a misa al momento del ofertorio. Llegar un poco más tarde era pecado. Se cumplía la obligación legal pero se perdía toda la riqueza de la eucaristía, de la alabanza en comunidad, de la escucha de la Palabra.

En nuestro caso, el hombre parece que no es tonto y es consciente de que no basta con cumplir justito los mandamientos. Que, demasiadas veces, eso no pasa de ser un cumpli-miento, un cumplir y mentir. Sabe que algo le falta, que hay que ir más allá.

Ahí Jesús se aprovecha y abre un nuevo horizonte que está mucho más allá de lo que plantean los mandamientos, la legalidad. Se trata de darlo todo, sin medida. Se trata de quedarse sin nada (como aquel que vendió todo lo que tenía para comprar el campo en el que había encontrado un tesoro), de jugarlo todo a una carta, de quedarse sin un margen de seguridad. Darlo todo y seguir a Jesús. Esa es la propuesta.

Pero aquel hombre parece que había puesto su seguridad en sus riquezas. Dicho en palabras actuales, ponía su seguridad, su salvación, en la cuenta corriente, en el seguro que había contratado, en sus propiedades… Y parece que no estaba dispuesto a renunciar a esa seguridad por seguir a Jesús. Quería lanzarse al agua pero con flotador. Y eso no es posible en la vida. Porque la vida siempre es riesgo.

Ahora nos toca a nosotros. ¿Queremos seguir a Jesús? ¿Estamos dispuestos a tirarnos al agua confiando solo en él? ¿A trabajar por el Reino arriesgándolo todo?

domingo, 20 de agosto de 2023

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra el encuentro de Jesús con una mujer cananea, fuera del territorio de Israel (cf. Mt 15,21-28). Esta le pide que libere a su hija, atormentada por un demonio, pero el Señor no la escucha. Ella insiste y los discípulos le piden que la atienda para que pare, pero Jesús explica que su misión está destinada a los hijos de Israel y usa esta imagen: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Y la mujer, valiente, responde: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Entonces Jesús le dice: «“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. En aquel momento quedó curada su hija» (vv. 26-28). ¡Una historia hermosa esta! Y esto sucedió a Jesús.

Vemos que Jesús cambia de actitud y lo que le hace cambiar es la fuerza de la fe de aquella mujer. Detengámonos, entonces, brevemente, en estos dos aspectos: el cambio de Jesús y la fe de la mujer.

El cambio de Jesús. Él estaba dirigiendo su predicación al pueblo elegido; después, el Espíritu Santo empujaría la Iglesia hasta los confines del mundo. Pero aquí tiene lugar, podemos decir, un adelanto, por el que, en el episodio de la mujer cananea, ya se manifiesta la universalidad de la obra de Dios. Es interesante esta disponibilidad de Jesús: frente a la oración de la mujer “adelanta los planes”, ante su caso concreto se convierte aún en más condescendiente y compasivo. Dios es así: es amor, y quien ama no permanece rígido. Sí, permanece firme, pero no rígido. No permanece rígido en sus propias posiciones, sino que se deja mover y conmover; sabe cambiar sus esquemas. Y el amor es creativo y nosotros cristianos, si queremos imitar a Cristo, estamos invitados a la disponibilidad del cambio. Cuánto bien hace en nuestras relaciones, pero también en la vida de fe, ser dóciles, escuchar verdaderamente, enternecernos en nombre de la compasión y del bien ajeno, como Jesús hizo con la cananea. La docilidad para cambiar. Corazones dóciles para cambiar.

Miremos entonces a la fe de la mujer, que el Señor alaba, diciendo que es «grande» (v. 28). A los discípulos les parece grande solo su insistencia, pero Jesús alaba diciendo que es grande, Jesús ve la fe; los discípulos ven la insistencia solamente. Si pensamos en ello, aquella mujer extranjera probablemente conocía poco, o nada, las leyes y los preceptos religiosos de Israel. ¿En qué consiste entonces su fe?

La mujer no es rica de conceptos, sino que es rica de hechos: la cananea se acerca, se postra, insiste, mantiene un diálogo estrecho con Jesús, supera todos los obstáculos con tal de hablar con Él. Supera todos los obstáculos para hablarle. He aquí la concreción de la fe, que no es una etiqueta religiosa -la fe no es una etiqueta religiosa-, sino una relación personal con el Señor. ¿Cuántas veces se cae en la tentación de confundir la fe con una etiqueta? La fe de la mujer no está hecha de protocolo teológico, sino de insistencia: llama a la puerta, llama, llama; no está hecha de palabras, sino de oración. Y Dios no resiste cuando se le reza. Porque dijo: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt 7,7).

Hermanos y hermanas, a la luz de todo esto podemos hacernos algunas preguntas. A partir del cambio de Jesús, por ejemplo: ¿yo soy capaz de cambiar de opinión? ¿Sé ser comprensivo, sé ser compasivo o permanezco rígido en mis posiciones? ¿En mi corazón   hay algo de rigidez? Que no es firmeza: la rigidez es mala, la firmeza es buena.  Y a partir de la fe de la mujer: ¿cómo es mi fe? ¿Se detiene en conceptos y palabras o es realmente vivida con la oración y las acciones? ¿Sé dialogar con el Señor, sé insistir con Él, o me conformo con recitar cualquier fórmula hermosa? Que la Virgen nos haga disponibles al bien y concretos en la fe.

Queridos hermanos y hermanas:

sigo con preocupación lo que está sucediendo en Níger. Me uno al llamamiento de los obispos en favor de la paz en el país y de la estabilidad en la región del Sahel. Acompaño con la oración los esfuerzos de la comunidad internacional para encontrar lo antes posible una solución pacífica por el bien de todos. Recemos por el querido pueblo nigeriano. E invoquemos la paz también para todas las poblaciones heridas por guerras y violencias, especialmente recemos por Ucrania, que sufre desde hace tanto tiempo.

Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de diversos países. En particular saludo a los nuevos seminaristas del Colegio Norteamericano y les deseo un buen camino formativo; así como también saludo a la comunidad “de la Borriquita” de Cádiz, España; saludo después a los polacos, pensando también en las mujeres y en las jóvenes peregrinas en el Santuario de Nuestra Señora en Piekary Śląskie.

Saludo a los jóvenes del Proyecto “Tucum”, que desde hoy inician un Via Lucis a través de las estaciones ferroviarias italianas, para encontrar a las personas que viven al margen y para llevarles la esperanza del Evangelio.

Os saludo a todos vosotros y os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

sábado, 19 de agosto de 2023

Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (56,1.6-7):

Así dice el Señor: «Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria. A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»

Palabra de Dios

Salmo 66, R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,13-15.29-32):

Os digo a vosotros, los gentiles: Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos. Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida? Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Mateo (15,21-28):

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.» Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»

Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor

Compartimos:

 En todo caso, podemos resaltar el contraste con la escena evangélica del domingo pasado, en la que Pedro, que se ahogaba, y también suplica, pero recibe un reproche: «¡Qué poca fe!, ¿por qué has dudado?» En cambio ahora, Jesús  proclama una de las mayores alabanzas del Evangelio: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!». Una mujer, una extranjera pagana se convierte en una lección, un modelo (y un reproche) para sus discípulos deseosos de quitarla de en medio para que no molestara, y sobre todo para la cerrazón excluyente de los fariseos. Otra barrera que Jesús ha derribado.

Todavía quedan muchas barreras, alambradas y muros. Las más resistentes son las mentales. Dentro y fuera de la Iglesia. Algunas incluso se están reconstruyendo.

De este Evangelio debiéramos al menos aprender a desterrar todos los rechazos, desprecios, estereotipos y demás hacia personas distintas de nosotros y «los nuestros», poniéndoles etiquetas, criminalizándolas, despreciándolas... ¡Las generalizaciones que injustas y malas son!

Todos los seres humanos, somos hijos de Dios, del mismo Padre nuestro al que todos rezamos, aunque le pongamos distintos nombres. Los cristianos debemos empeñarnos, junto con todos los hombres buenos en ser constructores de la Ciudad de Dios/Casa de Dios, en la que nadie quede excluido por ser pobre, de otro color, de otros países... Con el derecho y la justicia en la mano, como nos ha dicho el profeta, y siempre que sea posible también con la misericordia. Es que la historia nos enseña que otros caminos llevan al precipicio. Sin excepción.

Sábado de la 19ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro de Josué (24,14-29):

En aquellos días, Josué continuó hablando al pueblo: «Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto; y servid al Señor. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»

El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. El Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

Josué dijo al pueblo: «No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.»

El pueblo respondió: «¡No! Serviremos al Señor.» Josué insistió: «Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.»

Respondieron: «¡Somos testigos!» Josué contestó: «Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.» El pueblo respondió: «Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.»

Aquel día, Josué selló el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén. Escribió las cláusulas en el libro de la ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo: «Mirad esta piedra, que será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.» Luego despidió al pueblo, cada cual a su heredad. Algún tiempo después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.

Palabra de Dios

Salmo 15,R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad

 Santo Evangelio según san Mateo (19,13-15):

En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor

Compartimos:

Quizá sea a esto a lo que se refiere Jesús cuando dice que “de los que son como ellos [los niños] es el Reino de los Cielos”. Una vez más, Jesús nos deja claro que el Reino es de todos. Pero que, como demostración palmaria de que es de todos, es en primero lugar de los más alejados. En otros momentos Jesús manifiesta esta forma de ser del Reino acercándose a los enfermos, a los marginados, a los pecadores. En este caso lo ha hecho bendiciendo a los niños que son el ejemplo más claro de los que son frágiles, vulnerables y dependientes.

Los discípulos no terminaban de entender. Les costaba asimilar que eso del Reino fuese así. Porque los Reinos siempre se han caracterizado por jerarquizar a los miembros de la sociedad. Los Reino son una pirámide donde arriba está el rey, el más poderoso, y hacia abajo se van colocando todos por orden de importancia social, de autoridad y riqueza. Querer colocar, como hizo Jesús, arriba de todo a los niños era darle vuelta al orden social. No lo podían entender. ¿Cómo iban a ser los más importantes, los de arriba, precisamente los más frágiles, vulnerables y dependientes?

Se me hace que hoy nos sigue costando entenderlo. De hecho, tenemos una iglesia organizada jerárquicamente. Nuestra sociedad sigue organizada por orden de importancia, riqueza y autoridad. Y los de abajo siguen siendo los de abajo. Y todo se les cae encima. Sería bueno que, al menos nosotros, nos creyésemos el mensaje del Reino e intentásemos comportarnos en consonancia.

viernes, 18 de agosto de 2023

Viernes de la 19ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro de Josué (24,1-13):

Aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor.

Josué habló al pueblo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Al otro lado del río Éufrates vivieron antaño vuestros padres, Teraj, padre de Abrahán y de Najor, sirviendo a otros dioses. Tomé a Abrahán, vuestro padre, del otro lado del río, lo conduje por todo el país de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. A Isaac le di Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. Envié a Moisés y Aarón para castigar a Egipto con los portentos que hice, y después os saqué de allí. Saqué de Egipto a vuestros padres; y llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con caballería y carros hasta el mar Rojo. Pero gritaron al Señor, y él puso una nube oscura entre vosotros y los egipcios; después desplomó sobre ellos el mar, anegándolos. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después vivisteis en el desierto muchos años. Os llevé al país de los amorreos, que vivían en Transjordania; os atacaron, y os los entregué. Tomasteis posesión de sus tierras, y yo los exterminé ante vosotros. Entonces Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, atacó a Israel; mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera; pero yo no quise oír a Balaán, que no tuvo más remedio que bendeciros, y os libré de sus manos. Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os atacaron: los amorreos, fereceos, cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos; pero yo os los entregué; sembré el pánico ante vosotros, y expulsasteis a los dos reyes amorreos, no con tu espada ni con tu arco. Y os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais construido, y en las que ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado, y de los que ahora coméis."»

Palabra de Dios

Salmo 135,R./ Porque es eterna su misericordia

Santo Evangelio según san Mateo (19,3-12):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»

Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.» Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»

Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete adulterio.» Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»

Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.»

Palabra del Señor

Compartirmos:

Jesús tenía razón cuando decía que “lo que Dios (el amor) ha unido no lo separe el hombre”. Pero era también realista al reconocer que “por lo tercos (limitados) que sois os permitió Moisés divorciaros”. Pero –otras palabras importantes– “al principio no fue así”. Es decir, la voluntad original del creador es que el amor fuese el vínculo de unión entre hombres y mujeres, entre las familias, entre las sociedades. Esa fue su intención, su deseo.

Hoy existe el divorcio. Tendríamos que decir que no es un derecho sino el reconocimiento público de un fracaso. Las limitaciones de las personas son tales que no podemos condenarlas a una relación sin futuro (una relación de desamor que probablemente terminaría en un infierno para los cónyuges y para los hijos). Hay que abrir nuevos caminos, nuevas posibilidades. Porque la misericordia tiene que dirigir y orientar nuestra mirada sobre la realidad de la persona humana. Diríamos que el divorcio es el reconocimiento público de un fracaso pero también la expresión de la misericordia ante las miserias y limitaciones de las personas, al darles la posibilidad de volver a empezar.

Conclusión: menos condenar a los que se divorcian y más ejercer la compasión, la comprensión y la misericordia. En situaciones muy complicadas hay que buscar lo que sea mejor o menos malo para los implicados. Porque el bien de la persona es siempre lo primero. El mismo Jesús que plantea la exigencia más radical (lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre) es también el mensajero de la misericordia y la compasión ante las personas concretas. Sería bueno que le imitásemos en este punto.