jueves, 30 de abril de 2020

El seminarista de la bata blanca: «Estoy donde Dios quiere»

La pandemia del coronavirus le ha permitido a Abraham Martínez la posibilidad de volver a ponerse la bata blanca y colgarse el fonendo. Médico de familia de profesión, los dejó de lado al entrar en el seminario en septiembre, pero con la emergencia sanitaria se presentó voluntario para trabajar en varios centros de salud

Abraham Martínez lleva varias semanas compaginando las dos vocaciones de su vida: una en activo, la Medicina; y otra en formación, el sacerdocio, porque Abraham es médico de profesión y seminarista de primer año en Murcia. En estos días fuera del Seminario por motivo del confinamiento, se ha ofrecido voluntario para trabajar en varios centros de salud, una tarea que sigue en paralelo a la formación a distancia que sigue en el seminario de San Fulgencio, de la capital murciana.

Cuando el viernes 13 de marzo el rector mandó a todos los seminaristas a sus casas, Abraham ya le había comentado la posibilidad de ofrecerse voluntario para volver a ejercer su profesión, lo que el rector vio con buenos ojos: «me animó diciendo que si podía ayudar, que ayudase», afirma Abraham.

Este seminarista empezó la carrera de Medicina en el año 2008, y cuando le tocó elegir especialidad se decidió por Medicina de Familia. «La elegí clarísimamente viendo que era lo que me pedía el Señor», recuerda.

Luego empezó a trabajar en un centro de salud de la capital murciana, de 2015 hasta mayo de 2019, cuando terminó la especialidad. Y en septiembre ya entró al Seminario, después de haberlo meditado durante dos años. «Lo vi claro durante el Jubileo de la Misericordia. El rector, ahora obispo auxiliar de la diócesis, me sugirió terminar la especialidad y luego entrar al Seminario».

Dos años después, en septiembre del año pasado, entró a vivir en San Fulgencio, pero sus formadores le pidieron que no dejara del todo la Medicina y que se siguiese formando, lo que hizo «sacando tiempo extra de donde podía», e incluso en Navidad pudo hacer algunos días de sustituciones.

La oportunidad de volver de nuevo a la Medicina llegó con la pandemia y en cuanto se presentó voluntario al Servicio Murciano de Salud le llamaron enseguida para cubrir puestos. En estas semanas ha podido trabajar en tres centros distintos de Murcia. «He estado donde Dios ha querido», coincidiendo con compañeros «maravillosos» con los que ha podido ejercer de nuevo su profesión.

Ha estado ejerciendo de médico de atención primaria, un servicio que «ha ido cambiando conforme ha ido avanzando la epidemia. Al principio había más consultas, y nos costaba convencer a la gente de que llamara por teléfono. Ahora ya lo más habitual es tratar a la gente por teléfono o incluso por correo electrónico». A algunos pacientes los tuvo que enviar a urgencias del hospital, algunos por coronavirus, pero Abraham ha hecho un seguimiento de su enfermedad.

«Gracias a Dios ya están de alta», dice el seminarista, que también reconoce rezar por todos los pacientes que trata: «Eso es fundamental. Todos los días encomiendo a los pacientes y a los compañeros, para que podamos atenderlos lo mejor posible. Llevo en el corazón sus casos y los encomiendo a lo largo del día. Rezo mucho: “Señor, échales una manica, cuida de ellos, que se curen si es tu voluntad”».

Volver a la actividad en la primera línea del frente durante esta pandemia, ¿no te ha dado miedo? Abraham responde que «gracias a Dios no, porque lo he vivido muy en el Señor. Me he sentido muy protegido y muy ayudado por Dios», hasta el punto de que en uno de sus destinos se presentó voluntario en varias ocasiones para ir en la ambulancia hacia los domicilios de pacientes de coronavirus, por delante de otros médicos de más edad.

«No se trata de lo que yo quiera, sino de lo que Dios quiera», dice Abraham, que tiene claro que «Dios me ha ayudado mucho en mi vocación en la Medicina, ensanchándome el corazón, pero durante este tiempo en el Seminario he vivido tanta felicidad que veo claro que este es el camino que me marca el Señor ahora, con tantas gracias y regalos que me da en la oración. Si antes era feliz, ahora es inigualable vivir en la misma casa del Señor».

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

miércoles, 29 de abril de 2020

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Biblioteca del Palacio Apostólico

Catequesis sobre las bienaventuranzas: 9. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy concluimos las catequesis dedicadas a las bienaventuranzas, y lo hacemos con la última de ellas que proclama la alegría que viene de la persecución a causa de la justicia. Esta bienaventuranza culmina un camino, que es el que conduce de una vida según este mundo a la de Dios, de una vida guiada por el egoísmo a la del Espíritu.

El mundo con sus ídolos y con sus estructuras de pecado no puede permitir un estilo de vida según el Espíritu de la verdad, por lo que rechaza la enseñanza del Evangelio, tachándola como un problema que se debe desechar y arrinconar. Esto muestra que la persecución lleva a la liberación interior, que rompe con las ataduras del mundo, produciendo una gran alegría, porque se ha encontrado un verdadero tesoro mucho mayor al que puede ofrecer el mundo. Por eso, tenemos que recordar a tantos cristianos, hermanos nuestros, que sufren persecución en diferentes partes del mundo. Ellos necesitan nuestra oración y experimentar nuestra cercanía.

La bienaventuranza que hoy meditamos no debe leerse en clave victimista. De hecho, no todo desprecio de los hombres es sinónimo de persecución. Jesús nos dice que somos «sal de la tierra», y llama nuestra atención ante el peligro de “perder el sabor”, porque no serviría más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente. El cristiano está llamado a vivir el espíritu de las bienaventuranzas y que toda su vida haga gustar a los demás el buen sabor de Cristo y del Evangelio.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Los animo a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos de adversidad y dificultad. El Señor les concederá experimentar, en medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y paz interior. Que Dios los bendiga.

El alcohol golpea con más fuerza en confinamiento... y este diácono lo combate con retiros online

Dan Giblin es un diácono permanente de la parroquia de Saint Ann en Phoenixville (Pensilvania, EEUU) con experiencia en la atención de adicciones y un título estatal como especialista en recuperación de adictos. Pronto al empezar el confinamiento constató que muchas personas con problemas de alcoholismo se enfrentaban a un grave peligro de caída o recaída.

Mucha gente que está dejando el alcohol se apoya en una reunión semanal de Alcohólicos Anónimos o un grupo similar, en el apoyo y amistad presencial de gente capaz de entenderle y acompañarle con un abrazo, o una palmada en la espalda, o un apretón de manos. Y con el coronavirus han perdido ese recurso humano precioso.

Varias personas contactaron con el diácono explicándole sus problemas y él decidió convocar un novedoso "retiro virtual" de tres días a principios de abril, combinando Facebook y Zoom para congregar a los participantes y fomentar que se mantengan sobrios y firmes.

En confinamiento, más venta de alcohol

Giblin se dedica a tiempo completo a acompañar espiritualmente en el St. John Vianney Center de Downingtown, un centro especializado en ayudar a clérigos y religiosos con problemas de adicciones. Vio que el confinamiento podía arrojar a muchos de vuelta a la botella y a otras sustancias.

Según un estudio medido por la casa Nielsen, en EEUU las ventas de alcohol crecieron un 55% en la semana que finalizaba el 21 de marzo. La venta de licores y cócteles aumentó un 75%, y el vino y la cerveza subieron un 66% y 42%. ¿Aprovisionamiento para el confinamiento? Pero el acohol también puede llegar a casa fácilmente mediante venta online.

Gente que se siente sola se puede sumar a "happy hours" online y a sesiones de bebida “quarantini”, a veces incluso patrocinadas por celebridades y famosos. La OMS tuvo que declarar que recomendaba "evitar completamente el alcohol" durante la crisis del coronavirus.

Ofreció un retiro online y enseguida se llenó

Cuando el diácono Giblin ofreció su retiro online en varios grupos de Facebook, más de 100 personas se apuntaron en apenas 48 horas, y un tiempo después ellos invitaron a más personas, llegando casi a los 200. Se apuntaron personas "desde Nueva York a Texas", incluyendo muchas para las que esa ocasión era "el primer retiro al que acudían".

Giblin, con experiencia en estos retiros lo organizó así:

- sesión introdutoria en viernes noche
- tres talleres a distintas horas en sábado
- sesión de clausura en domingo

Integrado en este fin de semana, se organizó un encuentro de Alcohólicos Anónimos para los asistentes en la plataforma Zoom.

Los contenidos y el formato que usó se basaron en los del Movimiento de Retiros Matt Talbot, centrado en una sanación espiritual de las adicciones. Abierto a personas de distintas convicciones religiosas, este movimiento se inspira en Matt Talbot (1856-1925), un trabajador irlandés que venció al alcoholismo mediante la oración y la espiritualidad, años antes de existir Alcohólicos Anónimos y su programa de 12 pasos. En proceso de beatificación, Talbot es reconocido como venerable por la Iglesia.

Un sitio especial para rezar, constancia cada día

Giblin explica que uno de los primeros objetivos del encuentro fue ayudar a los asistentes a establecer lazos de cercanía y confianza con sus parientes. También les animó a establecer un momento tranquilo, y en soledad, en compromiso cotidiano con Dios, un tiempo especial de oración, "fuera de la vida cotidiana".

Otro paso inicial es que la persona establezca un lugar o rincón especial de la casa donde realizar la oración o reflexión. Puede ser, dice el diácono, "una silla, una mesa, una imagen que le inspire, con unos materiales de lectura" sobre espiritualidad y recuperación.

El "retiro" incluye tener apagado Netflix y las redes que distraen, y poder pasar "tiempo en soledad con uno mismo".

En los días posteriores, las personas que trabajan con adictos -muchos de ellos adictos recuperados- han reconocido la importancia de estar contactables y se han volcado en Zoom y otras plataformas para mantener un trato "en tiempo real" con los que sufren más.

Gente dispuesta a ayudar casi a cualquier hora online

Según Giblin, ahora hay una "comunidad vibrante online de recuperación" con "cientos de reuniones en Zoom, casi 24 horas al día" para apoyar en el esfuerzo de mantenerse sobrios.

Los "veteranos" en la lucha por la sobriedad pueden estar, de hecho, especialmente bien equipados para no dejarse amilanar por el confinamiento. Giblin da un ejemplo histórico: muchas personas que tenían controlada su adicción al alcohol fueron a la II Guerra Mundial y volvieron sin perder ese control, pese a las circunstancias traumáticas. Eran capaces de gestionarlo con sus herramientas de atención y prevención.

La pandemia, dice Giblin, "no es excusa para comportarse de forma autodestructiva".

Para algunos, de hecho, puede ser un momento de salvación y decisión. "He visto personas que han alcanzado la sobriedad en estos días", explica Giblin en CatholicPhilly.com

Santa Catalina de Siena

Santa Catalina fue laica dominica. A pesar de su poca preparación se involucró en la convulsa política de su época y el servició a los más necesitados. Mística y Doctora de la Iglesia.
Santa Catalina también vivió una pandemia fuerte y sin miedos se puso a donde nadie quería estar por su riesgo. No fue contagiada, por la acción de Dios en ella.

Síntesis biográfica
  Joven, sin preparación académica y mujer: poco significaba alguien con estas características en la Europa del siglo XIV. Pero, Dios, que tiene una especial preferencia por lo pequeño y vulnerable, hizo de Catalina de Siena una ejemplar predicadora del Evangelio.

  Nació en marzo de 1347. Desde los 6 años quiso consagrarse totalmente al Señor. Tras la muerte de su hermana en 1362, decidió no contraer matrimonio y ser laica dominica, que en la época eran conocidas como «Hermanas de la Penitencia de santo Domingo». En 1370 vivió la «muerte mística»: pidió a Cristo que le cambiara el corazón. Desde entonces, su intensa vida de oración se juntó con la atención a los pobres y enfermos.

  Reconocida como maestra espiritual, se formó un grupo de discípulos en torno a Catalina. A partir de 1372 fue mediadora en los conflictos civiles y eclesiales en la península italiana. Empezó una amplia producción epistolar. En 1374 fue convocada al Capítulo General de la Orden de Predicadores y se le asignó a fray Raimundo de Capua como acompañante espiritual.

  Ante el creciente conflicto entre el Papa y las ciudades italianas, Catalina se sumergió en la política. Viajó a Aviñón e instó a Gregorio IX a regresar a Roma. Gracias a su labor, el Papa regresó en enero de 1377. La influencia política y religiosa de Catalina creció significativamente. Profesó un profundo amor por la Iglesia. Se sintió llamada por Dios a denunciar la corrupción y promover una vida apostólica y evangélica. Sufrió al ver la consumación del cisma de occidente tras la muerte de Gregorio IX en 1378.

  A pesar de su escasa formación intelectual se sumergió en las profundidades de la mística cristiana. Fue una apasionada predicadora de la cruz. Su libro Diálogo refleja su espiritualidad. Murió el 29 de abril de 1380.

¿Qué nos puede decir hoy?
  Catalina nos recuerda que la vida política no debe estar divorciada de la fe. Respetando la justa separación de lo civil y religioso, los laicos cristianos están llamados a participar en el desarrollo histórica de la sociedad sin renunciar a su condición de creyentes y seguidores de Jesús.

lunes, 27 de abril de 2020

Sacerdotes, «héroes anónimos», reconocidos en plena pandemia: «La Iglesia lleva haciéndolo siglos»

Son ya unos 80 los sacerdotes y religiosos los que han fallecido estas semanas en España debido al coronavirus y muchos más han enfermado jugándose la vida para atender espiritualmente a tantos enfermos víctimas de esta pandemia. Desde obispos a seminaristas y religiosas, son muchos los que han caído contagiados.

Con el paso de las semanas se está conociendo y poniendo en valor el papel que está jugando la Iglesia, tanto en el aspecto espiritual como asistencial. Y especialmente el de los sacerdotes, reconocidos en hospitales tanto por los propios enfermos como por los profesionales sanitarios por su entrega y dedicación.

El reconocimiento a los sacerdotes en esta pandemia

De este modo, publicaciones generalistas están cada vez dedicando más espacio a la labor que están desarrollando los sacerdotes en esta crisis.La revista de moda Telva, por ejemplo, los encuadra entre los “héroes anónimos” y relata el testimonio del padre Ignacio Javier Ortiz, conocido como Nacho, párroco en Coslada, y desde hace unas semanas uno de los siete capellanes del megahospital creado en IFEMA para acoger al aluvión de enfermos de coronavirus que han saturado los hospitales.

Con el equipo de protección que están obligados a llevar es difícil distinguir a los sacerdotes / Getty Images

En esta entrevista, este religioso de la Congregación de la Sagrada Familia con 30 años de experiencia como sacerdote habla de sus miedos ante esta nueva misión encomendada, cómo ha visto a Dios en todo esto y cómo los pacientes reciben con alegría la atención espiritual entre tanto dolor y soledad.

El "miedo" ante una nueva misión

Este sacerdote cuenta que las “emergencias” se agolpaban en su teléfono como residencias que necesitaban atención para ancianos moribundos, personas aisladas que se sentían solas, enfermos de su parroquia… Y fue entonces cuando le llamaron desde el Arzobispado para pedirle que se trasladara temporalmente al hospital de IFEMA.

“Tuve miedo”, confiesa, y explica que “el miedo es humano, y no es malo. La adrenalina nos clarifica la mente y nos ayuda a darnos cuenta de la realidad del otro”. Y así fue como llegó a este hospital de campaña de 35.000 metros cuadrados y 1.300 camas.

Del miedo a la soledad de los enfermos

El padre Nacho asegura que “fueron días muy duros, mucho más que ahora en que vemos que la gente se cura y la situación se va estabilizando. Entonces había mucho miedo en la mirada de las personas. Ese miedo se ha ido trasladando en soledad. Hoy, lejos de sus familias y de las personas que quieren, la soledad es el sentimiento que se dibuja en el rostro de IFEMA”.

Cabe recordar que en España han muerto ya más de 20.000 personas oficialmente diagnosticadas con coronavirus, más otras 11.000 con síntomas en residencias y domicilios. Además, decenas de miles de personas han enfermado. Precisamente al hospital de IFEMA van los casos de pacientes que no son graves.

En sus días de guardia en IFEMA está 12 horas, de 9 de la mañana a 9 de la noche, y espera la llamada desde cualquiera de las 1.300 camas. Y es que son los propios pacientes o sus familias las que se ponen en contacto con el coordinador del servicio religioso. Y un dato curioso: no siempre son católicos los que piden asistencia al capellán católico.

El ministerio de la escucha

En declaraciones a Telva habla de su experiencia con estos hospitalizados: “La escucha sana. Es más fácil que tu cuerpo vaya perdiendo la tensión brutal que lo atenaza si puedes hablar de ello, de la dicotomía entre lo que quieres vivir y lo que realmente estás viviendo, de los sentimientos que todo eso te genera. Hablar es una manera de poner palabras a lo que sientes y de darle valor”.

Hablando de casos concretos, recuerda a “un señor mayor con el que había charlado en varias ocasiones y el otro día me llamó: siéntate aquí Nacho, que hoy estoy más flojo y necesito hablar contigo”.

Tal y como explica el padre Nacho, “la incertidumbre sobre lo que les espera y el dolor por lo que han dejado en casa (una madre mayor que necesita ayuda, unos hijos pequeños…) son las grandes preocupaciones de los enfermos de coronavirus”.

La acogida de Jesús

Pero además, este religioso incide en que “es cierto que hay momentos en que buscamos respuestas. Yo, como ser humano y como sacerdote, simplemente estoy ahí, al lado de esas personas. Quizá en algunas ocasiones ellos sienten a Jesús que les acoge, que les escucha, que le da una identidad, que les cura… Y quizá es en esos momentos cuando se permiten el lujo de expresar su dolor… Y también su alegría cuando me dicen: ‘ya estoy mejor, ¡me voy a casa!”.

Lo que lleva haciendo la Iglesia siglos

En este reportaje publicado en una revista femenina y de moda, el padre Nacho también habla de los recuerdos que guardará de este paso que está realizando por IFEMA. “No dejo de aprender. ¡Hay tantas historias sobrecogedoras! La de aquella mujer ingresada que explicaba a su hijo cómo enterrar a su padre y esposo, fallecido unos días antes; aquellas madres que intentaban consolar a otra madre contagiada que no podía atender a sus hijos pequeños; o aquel médico que me preguntó ¿qué tal todo Nacho? Y me dio la oportunidad de charlar un rato… Si algo he aprendido de IFEMA es de la humildad de todas esas personas que me han llamado para que compartiera con ellos su dolor, su incertidumbre y su soledad. En una sociedad donde lo tenemos todo, mostrarnos necesitado se ha convertido en algo tan difícil y como escaso. Estar al lado de esas personas es lo que lleva haciendo la Iglesia desde hace siglos. Y eso es lo que seguirá haciendo, también ahora”, confiesa.

El padre Nacho relata también su propia búsqueda que le llevó al sacerdocio y que comenzó a los 17 años. Cuenta que “tenía un gran deseo de entregarme a los demás. Y he ido recorriendo ese camino entre luces y sombras, con momentos de felicidad y con otros de dudas y oscuridad”.

Su experiencia en este hospital de campaña es una etapa más, “quizá una luz que nos iluminará a todos para seguir entregándonos a los demás. Estar aquí es una bendición. Una posibilidad única de poner rostro al dolor, al miedo y a una pandemia que está cambiando nuestras vidas”.

El nuncio y el cardenal Osoro entregan a San Juan de Dios los respiradores donados por el Papa


El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha transmitido al nuncio en España y al cardenal Carlos Osoro su agradecimiento al Papa por la donación de tres respiradores, «por el cariño que siente hacia esta ciudad y por sus oraciones» y ha reconocido el trabajo del hospital San Rafael y los Hermanos de San Juan de Dios

Este sábado, 25 de abril, a mediodía el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Auza y el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, han entregado en el Hospital San Rafael –perteneciente a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios– tres respiradores y otro material médico donado por el Papa Francisco a la ciudad para hacer frente a la pandemia del coronavirus. El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, también ha querido estar presente.

Como ha recordado el nuncio, con este gesto anunciado el día de su santo, san Jorge, se demuestra la preocupación del Pontífice por los enfermos por coronavirus y sus familias. En nombre del Santo Padre, ha agradecido a los sanitarios su permanente muestra de «solidaridad, fraternidad, amor y caridad».

Acompañado por su obispo auxiliar monseñor José Cobo, el arzobispo de Madrid ha valorado el trabajo que se está realizando frente al COVID-19 y ha dado las gracias al Papa por esta cercanía con una diócesis especialmente afectada.

Al recibir el equipamiento, el superior provincial de Castilla de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, el hermano Amador Fernández, ha subrayado su «sincero agradecimiento» al Papa Francisco por «esta ayuda eficaz y tan necesaria en estos momentos», que «nos permitirá poder seguir prestando un servicio de calidad a las personas que en las próximas semanas todavía precisen este recurso».

Según ha detallado, desde el principio de la crisis sanitaria el centro puso a disposición de las autoridades todos sus recursos sanitarios y los esfuerzos se han concentrado en curar y cuidar a los afectados por la pandemia, acompañando también a los que desgraciadamente fallecían y a sus familias. «Hemos atendido a 3.000 pacientes en urgencias, más de 450 fueron hospitalizados, y de ellos 23 atendidos en la UCI, casi doblando nuestra capacidad habitual en cuidados intensivos. El esfuerzo de todos, personal sanitario y no sanitario, hermanos, directivos, y la ayuda de Dios nos ha permitido estar aquí, como presencia de Iglesia, gesto de ternura y misericordia de Dios hecho hospitalidad», ha aseverado.

Reconocimiento del alcalde a la labor de la Iglesia

El alcalde de Madrid ha dado las gracias «por esta donación, por el cariño que siente el Papa hacia esta ciudad y por las oraciones que nos está dedicando a todos para seguir en el día a día» y ha reconocido el trabajo del hospital y los Hermanos de San Juan de Dios «por servir al conjunto de la sociedad y por servir a la sociedad de Madrid, a los madrileños, como desde tantos años lo están haciendo».

Además, el regidor ha incidido en que «no son tiempos fáciles» y ha valorado que «gracias precisamente a la labor de la iglesia, gracias a la labor de la diócesis, gracias a la labor de Cáritas y a la actuación conjunta que tenemos también con el Ayuntamiento», «estamos llegando a muchas familias que de otra manera verían agravada la situación personal que están viviendo durante esta pandemia».

El acto ha finalizado con una visita a la capilla del hospital para orar por los fallecidos por coronavirus, los enfermos y sus familias.

domingo, 26 de abril de 2020

REGINA COELI


Biblioteca del Palacio Apostólico

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy, ambientado el día de Pascua, cuenta la historia de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Es una historia que comienza y termina en el camino.. De hecho, está el viaje exterior de los discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, abandonan Jerusalén y regresan a casa, a Emaús, caminando durante unos once kilómetros. Es un viaje que tiene lugar durante el día, con una buena parte del viaje cuesta abajo. Y está el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero realizados al anochecer, con parte del camino cuesta arriba después del esfuerzo del viaje de ida y todo el día. Dos viajes: uno fácil durante el día y otro agotador por la noche. Sin embargo, lo primero ocurre en la tristeza, lo segundo en la alegría. En el primero está el Señor que camina a su lado, pero no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en el segundo corren para traer a otros las buenas noticias del encuentro con Jesús resucitado.

Los dos caminos diferentes de esos primeros discípulos nos dicen, discípulos de Jesús hoy, que en la vida tenemos dos direcciones opuestas: existe el camino de aquellos que, como esos dos al salir, se dejan paralizar por las decepciones de la vida y se van. triste adelante y está el camino de aquellos que no se ponen a sí mismos ni a sus problemas primero, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan su visita, es decir, los hermanos que esperan que los cuidemos. Aquí está el punto de inflexión: deja de orbitarte a ti mismo, las decepciones del pasado, los ideales incumplidos, las muchas cosas malas que han sucedido en tu vida. Muchas veces somos conducidos a órbita, órbita ... Deja eso y sigue mirando la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo, Jesús me ama. Esta es la mayor realidad. Y puedo hacer algo por los demás. Es una hermosa realidad, positiva, soleada, hermosa! La inversión es esta: pasar de los pensamientos sobre mí mismo a la realidad de mi Dios ; mover - con otro juego de palabras - de "si" a "sí". Dé "si" a "sí". Que significa "Si hubiera sido Él quien nos liberó, si Dios me hubiera escuchado, si la vida hubiera ido como yo quería, si tuviera esto y lo otro ...", en un tono de queja. Este "si" no ayuda, no es fructífero, no nos ayuda a nosotros ni a otros. Aquí estamos nosotros mismos, similares a los de los dos discípulos. Pero pasan a sí: “sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, estamos de vuelta en el camino para anunciarlo ". "Sí, puedo hacer esto para hacer que las personas sean más felices, para mejorar a las personas, para ayudar a muchas personas". Sí, sí puedo ". De sí a sí, de quejarse a la alegría y la paz, porque cuando nos quejamos, no estamos de alegría; estamos en un gris, en un gris, ese aire gris de tristeza. Y eso ni siquiera nos ayuda a crecer bien. De si a sí, de quejas a la alegría del servicio.

Este cambio de ritmo, de I a Dios, de si a sí, ¿cómo sucedió en los discípulos? Conociendo a Jesús : los dos de Emaús primero le abren sus corazones; entonces lo escuchan explicar las escrituras; entonces lo invitan a casa. Hay tres pasos que también podemos dar en nuestros hogares: primero , abrir el corazón a Jesús, confiarle las cargas, los trabajos, las decepciones de la vida, confiarle los "si"; y luego, segundo paso, escucha a Jesús, toma el Evangelio en mano, lee este pasaje hoy, en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercera, ora a Jesús, en las mismas palabras que esos discípulos: "Señor," quédate con nosotros "(v. 29). Señor, quédese conmigo. Señor, quédate con todos nosotros, porque necesitamos que encuentres el camino. Y sin ti está la noche ”.

Queridos hermanos y hermanas, en la vida siempre estamos en camino. Y nos convertimos hacia lo que vamos. Elegimos el camino de Dios, no el del yo; el camino del sí, no el del si. Descubriremos que no hay inesperado, no hay ascenso, no hay noche en la que no puedan enfrentarse con Jesús. La Virgen, Madre del viaje, que al recibir la Palabra hizo de toda su vida un "sí" para Dios, muéstranos el camino.

Después de la Regina Caeli

Queridos hermanos y hermanas:

ayer fue el Día Mundial de las Naciones Unidas contra la malaria. Mientras luchamos contra la pandemia de coronavirus, también debemos continuar nuestros esfuerzos para prevenir y tratar la malaria, que amenaza a miles de millones de personas en muchos países. Estoy cerca de todos los enfermos, de quienes los cuidan y de quienes trabajan para que todas las personas tengan acceso a buenos servicios básicos de salud.

También extiendo un saludo a todos los que hoy en Polonia participan en la "Lectura nacional de la Sagrada Escritura". Te lo he dicho muchas veces y me gustaría repetirlo, lo importante que es adquirir el hábito de leer el Evangelio, unos minutos, todos los días. Llevémoslo en tu bolsillo, en tu bolso. Que él siempre está cerca de nosotros, incluso físicamente, y lee algunos de ellos todos los días.

El mes de mayo comenzará en unos días, especialmente dedicado a la Virgen María. Con una breve carta , publicada ayer, invité a todos los fieles a rezar el Santo Rosario este mes, juntos, en familia o solos, y a rezar una de las dos oraciones que puse a disposición de todos. Nuestra Madre nos ayudará a enfrentar el tiempo de prueba que estamos atravesando con más fe y esperanza.

Les deseo a todos un buen mes de mayo y un buen domingo. Por favor, no olvides rezar por mí. Que tengas un buen almuerzo y adiós.

Homilía del Obispo de Jaén desde el Santuario de la Virgen de la Cabeza

Un diálogo filial con la Virgen Romera en tiempo de coronavirus
Querida Madre, Santísima Virgen de la Cabeza: Permíteme que mantenga contigo un diálogo-oración, en el que te hablaré no sólo en nombre propio, sino prestando mi voz y mis sentimientos a quienes añoran no poder estar hoy aquí contigo. Tras siglos de historia, ésta será una de las pocas ocasiones en las que en este día grande de romería, tu pueblo amado no haya podido acercarse hasta este Cabezo. Lo impide, como tú sabes, la pandemia del COVID-19, el Coronavirus. De pronto, algo que no podíamos ni imaginar nos tiene confinados en nuestras casas y nos está privando de los momentos y situaciones más deseados y entrañables de la vida, como es el que vivimos contigo, cada año, en este último domingo de abril.

Pero, como “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8,28) y para que encuentren el significado de las cosas, quizás hoy estemos aprendiendo todos cómo es una peregrinación en estado puro. Es posible que algunos piensen que esta peregrinación es triste por ser a puerta cerrada o porque le falte las multitudes y el colorido de otros años. ¿Verdad, Madre, que no es ni triste ni a puerta cerrada? En una peregrinación, antes de que nosotros nos decidamos a subir al Cabezo para estar contigo en tu Santuario, ya has ido tú a nuestro corazón, a nuestras casas, a nuestros pueblos y nos has invitado y atraído. El camino de la fe es de ida y vuelta, pero siempre la ida es tuya y la vuelta nuestra, el primer paso lo das siempre Tú.
Hoy, Virgen querida de la Cabeza, es un día grande de Romería. Es verdad que no son las Hermandades y los devotos los que abren la puerta de este templo para entrar y saludarte, haciéndote escuchar eso que tanto te gusta oír de tus devotos: “Morenita y pequeñita lo mismo que una aceituna, una aceituna bendita”. Hoy eres tú la que, como Romera, abre las puertas de este Santuario y sales de él espiritualmente, como peregrina, para acercarte a nuestras vidas, a nuestras casas. Vas a confinarte entre nosotros y a llevarnos el consuelo de tu corazón; hoy te haces médico, enfermera, del servicio de limpieza o cocinera, policía, transportista y voluntaria… y también capellana para el último adiós.

Recorrerás la geografía espiritual que forman la multitud de tus hijos, y también la de aquellos que no tienen mucha relación contigo, pero sufren y esperan, sin saber muy bien de dónde les vendrá el auxilio. Tú estarás, como siempre, muy cerca y muy atenta a ellos en el camino de sus vidas. Tú eres como tu Hijo, como el Resucitado, y por eso fuiste enviada a este bendito lugar para estar junto a nosotros y acompañarnos en todas las situaciones de la vida. Hoy haces Tú el camino de ida; el de vuelta ya lo haremos cuando podamos superar esta amenaza que nos lo impide.

Hemos escuchado en el Evangelio un episodio increíble, una muestra preciosa de amor infinito y de cercanía de Jesús a todos los que caminan entre luces y sombras y con preguntas y heridas en su corazón. Qué te voy a decir yo a Ti, que fuiste la primera en sentir este fuego y esta cercanía del Resucitado. Jesucristo, del mismo modo que lo había hecho contigo en tu dolor y esperanza, se ocupa uno por uno de sus discípulos y les alienta en su fe. Se pone a su altura, camina con ellos y, sobre todo, escucha; como lo hace en este relato y siempre lo hace con nosotros.

Los de Emaús, por su parte, con esa confianza que da la oración, cuando se reza con fe, le cuentan su desencanto, su decepción y le abren el corazón con sus muchos y graves problemas. No es cierto, Madre, que eso mismo es lo que tú vas a hacer hoy con todos los que, desde sus casas, están mirando hacia el Cabezo. Quieres que te comentemos, con la sencillez de los hijos, todo lo que nos pasa; quieres que te lloremos lo que nos hace sufrir; que manifestemos sin pudor nuestras preocupaciones y miedos. Y, pacientemente, Tú, querida Madre, llorarás con nosotros, sufrirás con nuestros sufrimientos y encontrarás en el cielo, que es tu corazón, el consuelo oportuno para los que ahora nos sentimos débiles y en peligro.

Los que se han sentido peregrinos alguna vez en este bendito lugar, saben muy bien que nunca, después de un encuentro contigo, nos vamos de vacío. Tú siempre nos haces mirar hacia adelante, siempre nos das la medicina que nos cura, siempre nos ofreces el perfume del amor de Dios que eleva nuestra dignidad, siempre nos invitas a la fe en Jesucristo, que es nuestro camino, verdad y vida. Como portadora, en tu corazón de madre, de tu Hijo amado, siempre haces que, cuando tenemos un encuentro contigo, aunque sólo sea con un cruce de miradas, arda nuestro corazón, como ardía el de esos dos caminantes al escuchar, de labios de Jesús, la Palabra de Dios.

¡Gracias por darnos el maravilloso regalo de un corazón encendido! ¡Gracias por hacernos sentir que la mano de Dios está tejiendo el mundo en favor nuestro, aunque a veces no lo notemos! ¡Gracias por darnos a saber que el Señor “que está contigo” camina por las veredas y autovías de este mundo, porque ahora su cielo son los hombres!

Virgen Santísima, sabemos que tú eres nuestra compañera en estos días difíciles. No te olvides de decirnos que todo lo bueno, lo noble, lo sabio o lo bello que está brotando de los seres humanos confinados, quizás ahora más valiosos que nunca, no es sólo mérito nuestro. Ayúdanos a recordar que fuimos hechos por el Creador iguales en dignidad, que fuimos creados para el bien y el amor y que la solidaridad es la consigna que nos dio para la relación entre nosotros; una consigna que, por tu Hijo, grabó, en el árbol de la Cruz, como nuestro gran tesoro. Esto te lo digo, Madre querida, para que, en este caminar romero que hoy haces entre nosotros, despiertes nuestra confianza en Dios y nos ayudes a encontrar la cercanía sanadora y salvadora de Jesús.
Te encontrarás, querida Virgen de la Cabeza, mucho dolor, mucho sufrimiento y no sólo por la enfermedad, sino también por las graves consecuencias económicas, sociales y laborales que nos va a traer esta larga interrupción de lo ordinario. Este mundo con muchas luces, pero con un funcionamiento tan insolidario, puede generar, en un próximo futuro, un confinamiento, si cabe más doloroso, el de la exclusión social. Al pasar por nuestras casas y al entrar en nuestras vidas pon un impulso de solidaridad, que oriente una respuesta mundial ante la caída que se espera de nuestro sistema económico y social.
Siéntate, Madre, a nuestra mesa familiar, como hizo tu Hijo con los de Emaús. Ellos, sentados con Él a la mesa reconocieron a Jesús Resucitado y descubrieron que la Cruz es darse a los demás. Sentada con nosotros a la mesa queremos reconocerte como Madre de la Iglesia, en el partir el Pan. ¿Sabes cuál es uno de los mayores dolores de muchos cristianos en estos días de confinamiento? Que sufren porque no pueden participar en la Eucaristía, aunque la Iglesia, en sus sacerdotes, cada día la celebren y ofrezcan por el pueblo al que sirven. ¡Cuánta generosidad, tú lo sabes Madre, por parte de la Iglesia en sus sacerdotes, religiosas y laicos voluntarios, siempre disponibles para sus hermanos en el servicio de sus necesidades materiales y espirituales!

Lleva este mensaje a cada corazón y a cada casa: di a todos que Jesús Eucaristía no ha dejado de estar nunca sentado a la mesa con nosotros, di que tu Hijo sigue partiendo el pan de la paz, de la alegría, de la felicidad y del amor fraterno. Y, si lo consideras oportuno, haz ver que quizás esta carencia de la Misa, que aceptamos por sentido de responsabilidad, nos va a ayudar a valorar en su verdadero sentido lo que es la Eucaristía. Como dijo un gran Papa de nuestro siglo, la Eucaristía es “un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano”. Por eso el altar y el sagrario son lugares de identificación con Jesucristo.

Para ir finalizando este diálogo-oración, en el que te hablo humildemente en nombre de andaluces, castellano-manchegos, españoles y devotos tuyos, repartidos por todo el mundo, quiero, Madre Santísima, hacerte una pregunta: ¿qué sientes al saber que nuestros enfermos mueren en soledad y sólo pueden encontrar la mano amiga de sus médicos y enfermeras? (momento de silencio) Con este silencio dolorido entiendo que me dices, desde lo más hondo de tu corazón, que también para ti es muy dolorosa y cruel esa soledad por la ausencia de los seres queridos.

Pero permíteme, Virgen de la Cabeza, que te siga preguntando: ¿están solos, completamente solos de seres queridos? ¿No hay nadie que ponga paz y esperanza en sus corazones? (pausa) Tengo la impresión, Madre querida, de que, ante mi pregunta, lloras. ¿Qué me quieres decir? Creo que lo intuyo: yo sé, por tu Hijo Jesucristo, cómo se muere en la fe; Él es la Resurrección y la Vida. Estoy seguro de que a los que mueren por Coronavirus no les ha faltado el amor de Cristo, que les acompaña y les lleva al Paraíso sobre sus hombros de Buen Pastor.

Y sé también, y esto es lo que me dices con tus lágrimas emocionadas, que muchos, en la hora de su muerte, te han llamado y te han suplicado: Virgen querida de la Cabeza, acompáñame en esta hora de soledad en espera de mi muerte. Y allí estabas tú, a su lado, con ellos y también con los que no te llamaban, pero tenían grabada la llamada en el corazón automático de su devoción, cogiéndoles con tus manos de madre para llevarlos contigo a la esperanza y a la alegría del cielo; de un cielo que en estos días está enternecido; porque Dios llora con el mundo.

Gracias, Madre, por esta romería en estado puro que estas haciendo hacia nosotros; por las caminatas de romera que haces para acompañarnos a todos en el confinamiento, la enfermedad, la pobreza y la muerte que no cesa. Cuando llegas a nuestros corazones y a nuestras casas, contigo sentimos el calor y la luz de Cristo que nos llena de alegría y nos invita a un anuncio feliz, que llena el presente de ilusión e ilumina el futuro de esperanza: ¡Jesucristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Un beso de todos tus hijos, querida Virgen de la Cabeza.

Santuario de la Virgen de la Cabeza, 26 de abril de 2020

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén

sábado, 25 de abril de 2020

Domingo III (Ciclo A) de Pascua

 Evangelio (Lc 24,13-35): Aquel mismo día, el domingo, iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado, Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron».

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado».

Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
PALABRA DE DIOS

COMPARTIMOS:
Hoy comenzamos la proclamación del Evangelio con la expresión: «Aquel mismo día, el domingo» (Lc 24,13). Sí, todavía domingo. Pascua —se ha dicho— es como un gran domingo de cincuenta días. ¡Oh, si supiésemos la importancia que tiene este día en la vida de los cristianos! «Hay motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV (el Pseudo Eusebio de Alejandría), que el ‘día del Señor’ es el ‘señor de los días’ (…). Ésta es, efectivamente, para los cristianos la “fiesta primordial”» (San Juan Pablo II). El domingo, para nosotros, es como el seno materno, cuna, celebración, hogar y también aliento misionero. ¡Oh, si entreviéramos la luz y la poesía que lleva! Entonces afirmaríamos como aquellos mártires de los primeros siglos: «No podemos vivir sin el domingo».

Pero, cuando el día del Señor pierde relieve en nuestra existencia, también se eclipsa el “Señor del día”, y nos volvemos tan pragmáticos y “serios” que sólo damos crédito a nuestros proyectos y previsiones, planes y estrategias; entonces, incluso la misma libertad con la que Dios actúa, nos es motivo de escándalo y de alejamiento. Ignorando el estupor nos cerramos a la manifestación más luminosa de la gloria de Dios, y todo se convierte en un atardecer de decepción, preludio de una noche interminable, donde la vida parece condenada a un perenne insomnio.

Sin embargo, el Evangelio proclamado en medio de las asambleas dominicales es siempre anuncio angélico de una claridad dirigida a entendimientos y corazones tardos para creer (cf. Lc 24,25), y por esto es suave, no explosivo, ya que —de otro modo— más que iluminar nos cegaría. Es la Vida del Resucitado que el Espíritu nos comunica con la Palabra y el Pan partido, respetando nuestro caminar hecho de pasos cortos y no siempre bien dirigidos.

Cada domingo recordemos que Jesús «entró a quedarse con ellos» (Lc 24,29), con nosotros. ¿Lo has reconocido hoy, cristiano?

viernes, 24 de abril de 2020

El seminarista que pasa consulta en el centro de salud por el COVID-19

Al inicio del estado de alarma, Abraham Martínez Moratón, médico y seminarista de primer curso del Seminario San Fulgencio, se puso a disposición del Servicio Murciano de Salud y ya ha trabajado en dos centros. Allí se encontró con antiguos compañeros que se sorprendieron al verle: «¿Tú no estabas en el seminario?»

Este tiempo de pandemia, de incertidumbre, miedo y dolor, está visibilizando actitudes y gestos desinteresados, cargados de misericordia y caridad, que nos conmueven. En la Región de Murcia son miles las personas que, de forma altruista y generosa, están desarrollando una labor impagable, y dentro de la Iglesia diocesana conocedores, además, de esa esperanza que lleva a la persona a mirar más allá.

Millones de gestos y acciones desinteresadas como la de Abraham Martínez Moratón, seminarista de primer curso del Seminario San Fulgencio, que ha vuelto a colgarse el fonendo al cuello para echar una mano. Abraham asegura que su vocación siempre ha sido la de ayudar a los demás, por eso, ya desde el instituto quiso ser médico. Se formó en la Universidad de Murcia e hizo la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria.

De familia de fe y en continua búsqueda de Dios, poco a poco, fue descubriendo que lo que sentía era una llamada al sacerdocio. «Yo le decía a Dios: Si ya te estoy ayudando a través de la medicina ¿para qué más cosas? Pero también es cierto que siempre le he dicho, y le sigo diciendo, que lo que él quiera para mí. Me dio muchas pistas y me decía alto y claro, con señales luminosas, que mi camino era el seminario. Así, me fui inundando y enamorando tanto de él que tuve que decirle: Vale, Señor, me has robado el corazón, no me siento digno de este camino, pero si es lo que quieres…».

Y así, Abraham pasó de sanar el cuerpo a prepararse para sanar también en lo espiritual y en septiembre ingresó en el Seminario San Fulgencio. Al decretar el estado de alarma, los seminaristas abandonaron las instalaciones del seminario para regresar durante este tiempo a sus casas y él no pudo quedarse de brazos cruzados y, pidiéndole permiso al rector, se puso a disposición del Servicio Murciano de Salud.

En dos centros

Llamó a su hospital, al Reina Sofía, para ponerse a su disposición y el lunes 16 de marzo le llamaron para que ese mismo día se incorporara, para cubrir una baja, en el centro de salud de Monteagudo. «Qué bendición ir todos los días a trabajar y, por la carretera de Alicante, divisar el Cristo de Monteagudo. Fue un regalazo conocer a todo el personal, hicimos un trabajo en equipo muy bueno». En Monteagudo estuvo hasta Domingo de Resurrección y del 16 al 21 de abril ha trabajado en el centro de salud del barrio del Carmen de Murcia, donde se reencontró con antiguos compañeros de residencia. «Al verme me dijeron: Esto es un espejismo, ¿tú no estabas en el seminario?».

Todo esto lo ha compaginado con sus estudios de Teología, mientras actualizaba, además, conocimientos de medicina y todo lo relativo al COVID-19. Asegura que esta vuelta al campo sanitario le ha permitido tener más presente «la santificación día a día, ver en los pacientes el rostro de Cristo y rezar más por ellos». En su camino hacia el sacerdocio, ahora es mucho más consciente de la necesidad de sanar en lo espiritual: «Quiero ser discípulo de Jesús, él que es el médico de los cuerpos y las almas».

jueves, 23 de abril de 2020

JESÚS, HA RESUCITADO

Una vez más celebramos de manera especial y solemne la Pascua de Jesús. El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”. María, no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, va a buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Viendo… creyeron.

Los corazones de todos estaban heridos: negación, traición, abandono…Volver a dar cohesión y unidad interna en el perdón mutuo a la comunidad de seguidores, en la solidaridad, en la fraternidad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

¿Tenemos sepultada la esperanza, la ilusión, la posibilidad de superar nuestras dificultades y problemas bajo alguna losa que creemos superior a nuestras fuerzas? La PASCUA es la experiencia de vernos liberados de esa losa, porque una experiencia transformadora también puede darse en nosotras. ¿Cómo lo seguiremos de cerca, si no lo reconocemos vivo en medio de nosotras? La Resurrección de Jesús es el triunfo de la VIDA.

Creer en la resurrección de Jesús es creer que su Palabra, su proyecto y su Causa (¡el Reino!) expresan el valor fundamental de nuestra vida. Lo importante es no sólo creer en Jesús, sino creer como Jesús. No sólo es tener fe en Jesús, sino tener la fe de Jesús y su actitud ante el Padre, ante la historia, su opción por los desfavorecidos, su propuesta, su Causa…

Creyendo con esa fe de Jesús, las «cosas de arriba» y las de “la tierra” no son ya dos direcciones opuestas. Las «cosas de arriba» son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer en el doloroso parto de la Historia, sabiendo que es don gratuito de Aquel que resucitó.

Un padre filipino: «Prefiero morir de COVID-19 que ver mis hijos pasar hambre»

Disparar a matar a quienes incumplan el confinamiento. La amenaza la escuchó todo Filipinas durante un discurso televisado del presidente, Rodrigo Duterte, el 1 de abril. Afortunadamente, en esta ocasión parece haber sido una bravuconada del polémico presidente. Solo ha habido noticias de una muerte por este motivo, la de un hombre que amenazó con una guadaña a los agentes de un puesto de control. De hecho, hasta el momento 96.000 de las 130.000 violaciones del confinamiento registradas se han saldado con advertencias o multas, según el jefe de la Policía Nacional, Archie Gamboa. Pero la cosa podría cambiar si, como amenazó el Gobierno el fin de semana, el aislamiento se llegara a hacer más estricto en algunas zonas. Se habla incluso de medidas similares a la Ley Marcial y de intervención de las Fuerzas Armadas.

«Si eso ocurre, solo Dios sabe lo que podría pasar, porque la Ley Marcial también suspende el derecho de habeas corpus», que protege frente a detenciones arbitrarias. «No se podrá cuestionar lo que hagan los militares», advierte el padre paúl Daniel Pilario. Para el religioso, enfocar así la cuestión «olvida la otra dimensión de la crisis: la económica. No es que la gente no quiera obedecer al Gobierno». Pero en la región de Manila unos cuatro millones de personas no tienen hogar o viven en infraviviendas, muchas veces auténticos hornos hechos de chapa. «Y si en casa no hay nada que comer, hay que buscarlo. Un padre de familia me dijo: “Prefiero morir de COVID-19 que ver a mis hijos pasar hambre”».

En general, después del 16 de marzo «las tres primeras semanas de confinamiento no había nadie por la calle –relata la carmelita misionera teresiana Gloria Alonso desde Quezón, una de las 17 ciudades de la conurbación de Manila–. Los últimos días ya parece que se ha perdido el miedo. Es la desesperación», explica. Una parte importante de la población de Filipinas, sobre todo (pero no solo) entre la clase baja, no come si no trabaja. Son los aproximadamente 18 millones de personas que trabajan de manera informal, como en la venta ambulante, en puestos callejeros o en la conducción de triciclos; o que tienen un contrato según el cual se cobra por día trabajado, por ejemplo, en la construcción.

Sin censo no hay ayuda

El Gobierno prometió ayudas de entre 90 y 150 euros para estas familias. Pero, aunque la misionera sí conoce familias que la han recibido, según datos del propio Ejecutivo solo son el 25 % de los casos. De hecho, la amenaza de «disparar a matar» del presidente Duterte se produjo a raíz de una manifestación reclamando las ayudas, que la Policía reprimió a la fuerza.

«Los requisitos para recibir ese dinero son muy estrictos» y con las oficinas y el transporte público cerrados muy pocas familias pueden acreditarlos o hacer los trámites necesarios, explica Pilario, que trabaja en una zona de basureros de Quezon City. Además, añade desde Montalbán, en la provincia de Rizal, el orionista Julio Cuesta, «es muy difícil organizar el reparto, porque no hay infraestructura ni censos actualizados. Para llegar a los pocos bancos donde se reparten algunas ayudas, la gente tiene que caminar dos o tres horas. Luego hay una cola enorme, y cuando por fin llegan a la ventanilla igual les dicen que no aparecen en una lista».

En Filipinas, los datos oficiales no revelan un crecimiento muy rápido de casos de coronavirus: unos 6.500 casos y 428 muertes entre 107 millones de habitantes. Una amenaza que se percibe muy lejana cuando acucia el hambre y la incertidumbre y falta información. Este explosivo cóctel no invita a quedarse en casa. En este sentido, desde la Iglesia se repite que más que amenazar con el uso de la fuerza, contribuirá a que se cumpla el confinamiento todo lo que garantice una mínima subsistencia a la población más vulnerable, como el reparto de arroz y otros alimentos básicos.

La parroquia de Nuestra Señora del Carmen, donde trabaja Gloria Alonso, lleva cada semana 667 paquetes de comida a la barrera de entrada de una cercana barriada de chabolas, donde viven 2.500 familias. Lo dejan en la barrera de la entrada, pues el slum está cerrado y custodiado por las fuerzas del orden ante la presencia de algunos casos de coronavirus. También han podido repartir mil cheques de Cáritas Manila para hacer la compra en el supermercado, y distribuyen comida a las personas sin hogar.

Junto a su labor asistencial, Cáritas Filipinas también está llevando a cabo un papel de lobby ante el Gobierno «y vigilando la implantación de medidas» como las ayudas sociales y de comida a los sectores más vulnerables, un período de gracia de tres meses para la devolución de préstamos, y una campaña amplia de divulgación y realización de pruebas, explica su responsable de Desarrollo de Colaboraciones, Jing Rey Henderson. Además, a título personal Rey propone «ofrecer ayuda en especie (sacos de arroz en vez de paquetes de cinco kilos, o un despliegue de mercadillos móviles donde obtener gratuitamente alimentos frescos) en vez de dar dinero, pues para gastarlo la gente tiene que desplazarse», y eso también ha dado lugar a detenciones.

«La gente es muy generosa» con el fondo del Papa

La parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Quezon City (Filipinas), en la que trabaja la comunidad de carmelitas misioneras teresianas de la hermana Gloria Alonso, tiene suerte. Situada cerca de un vecindario adinerado, los donativos les han permitido poner en marcha nuevos programas de asistencia a familias humildes afectadas por el confinamiento. Pero la religiosa es consciente de que «hay otras comunidades con muchas necesidades». «Y cuando acabe esta situación también habrá que ayudar a la gente a remontar». Va a hacer falta un esfuerzo extraordinario.

La historia se repite en los testimonios que llegan a la sede de Obras Misionales Pontificias en España. De momento los misioneros se están centrando en labores de concienciación, pues «la pandemia no ha entrado en ningún país con fuerza. Pero si lo hiciera en África o el sur de Asia (India, Bangladés...) va a costar mucho recomponer la situación. Allí no hay ERTE ni paro, la gente vive de lo que trabaja hoy», insiste el director nacional, José María Calderón.

Por eso cree que el Papa ha acertado de lleno al donar 750.000 dólares (unos 700.000 euros) a Obras Misionales Pontificias para crear un fondo de emergencia abierto a otras aportaciones. Para el director de OMP en España, «Francisco nos quiere hacer ver que el mundo es mucho más grande de lo que vemos nosotros. No podemos quedarnos en nuestra propia herida. Incluso por egoísmo: esta pandemia ha demostrado que nadie puede decir “esto no es mi problema”. Lo que pase en Bolivia, Ecuador o Burundi nos afecta», pues influirá tanto en los movimientos migratorios como en la capacidad de recuperación económica global.

De momento, a pesar de la situación en nuestro país y de que el lanzamiento del fondo coincidió con la Semana Santa, «la gente está siendo muy generosa. Cada uno da lo que puede, y algunos están aportando mucho. España es un país muy solidario en cuanto descubrimos un motivo, y gracias a Dios se valoran mucho las misiones». Más información en omp.es/extraordinario-covid-19.

miércoles, 22 de abril de 2020

AUDIENCIA GENERAL

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos la 50ª Jornada mundial de la Tierra, y en línea con la Encíclica Laudato si’, deseo reflexionar sobre el compromiso que tenemos de protegerla y que caracteriza nuestro «paso por esta tierra».

No somos sólo materia, sino que llevamos también el “aliento de vida” que procede de Dios, y vivimos en este mundo como una única familia humana, en medio de la biodiversidad de las criaturas del Señor. Creados a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a cuidar y respetar todas sus criaturas, pero con especial amor y compasión a nuestros hermanos, sobre todo a los más débiles, imitando el amor que Dios nos tiene y nos manifiesta en su Hijo Jesús.

Por nuestra culpa, la tierra ha sufrido un gran deterioro, la hemos dañado y la hemos saqueado; no la hemos sabido respetar ni cuidar, ni tampoco a nuestros hermanos y hermanas. Hemos olvidado que somos custodios y administradores, y hemos ofendido al Padre bueno que vela sobre todas sus criaturas. La presente pandemia nos está enseñando que sólo si estamos unidos y haciéndonos cargo los unos de los otros, podremos superar los actuales desafíos globales y cumplir la voluntad de Dios que quiere que todos sus hijos vivan en comunión y prosperidad.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. En estos días iluminados por la Resurrección del Señor Jesús, pidámosle que con su Espíritu vivificante renueve todas las cosas, nos conceda encontrar el sentido del santo respeto por la tierra y estar más atentos a las necesidades de todos los hermanos. Que Dios los bendiga.

El testimonio de Manuel, confinado en un piso con 13 personas más

En medio de esta crisis tan insólita que estamos viviendo, hay también testimonios de esperanza. Es el caso de Manuel, de Honduras, que está siendo acompañado por Cáritas diocesana de Toledo, en el programa Cáritas Integra. “Tenemos que continuar la vida”, dice Manuel, que desde el mes de septiembre está en Toledo, procedente de Honduras, donde allí también “intentábamos continuar la vida pero la inseguridad y las amenazas no lo ponían nada fácil”. Manuel llega a Toledo con su mujer, embarazada, y su hija de seis años, porque aquí estaba su hermana que les ayudó a que vinieran hasta la Ciudad Imperial. “Aquí nació mi niña, que tiene seis meses”, y a pesar de estar en una situación realmente complicada “porque ahora continuar la vida parece prácticamente imposible”. Se muestra esperanzado “ya que ahora estamos en el túnel pero estamos seguros de que pronto con la ayuda de Dios saldremos adelante”.

Manuel vive en un piso con más hermanos, dos hermanos y una tía y su hija. En total son tres unidades familiares; 10 adultos y cuatro menores de entre diez años y seis meses, “y el ser tantos también nos ha ayudado a que el confinamiento no se sienta tan solitario”, afirma. Como todos los españoles están confinados, sin “poder salir a arreglar la documentación que nos permita buscar trabajo, ni continuar la vida”, manifiesta, pero Manuel es optimista y en un piso donde ahora viven tantas personas juntas siempre ve el lado positivo.

Tanto a Manuel como sus otros hermanos estaban buscando piso cuando se decretó el estado de alarma, “y no tuvimos más remedio que venir a vivir con mi hermana”. A esta familia hondureña la crisis del coronavirus le ha “pillado” intentando arreglar su documentación e incluso comenzando a trabajar.

El día en la casa de esta familia de hondureños se pasa rápido, y “yo creo que el confinamiento nos ha ayudado a unirnos más como hermanos”, comenta Manuel, de 40 años, porque “ahora nos reunimos todos juntos a recordar momentos de la niñez y situaciones que habíamos vivido en nuestro país, recordando a nuestros padres que se han quedado en Honduras”.

“Estamos aprendiendo a vivir de una manera diferente, a ser más austeros, a comprendernos y entendernos mejor, y a dar gracias a Dios por todo lo bueno y lo malo que nos está pasando”, señala este hondureño.

Para Manuel y sus hermanos cambiar de país ha supuesto un cambio de vida radical y aunque ahora “nos encontremos encerrados y veamos el futuro con mucha incertidumbre, siempre estamos más seguros que en nuestro país donde ir al trabajo suponía amenazas, o donde era posible que una bala que no se dirigía a ti te alcanzara”.

Y es que esta familia de hondureños viven estos duros días con tranquilidad, confiando en poder salir adelante lo antes posible, “trabajando en lo que se pueda trabajar y siempre con dignidad”, porque “hay luz al final del túnel”. Así finaliza Manuel su testimonio, que con una sonrisa que se vislumbra por el teléfono demuestra que sí que hay luz al final del túnel.

Por Mónica Moreno, responsable de Comunicación de Cáritas diocesana de Toledo

Jueves II de Pascua

Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.
PALABRA DE DIOS

COMPARTIRMOS:

Hoy, el Evangelio nos invita a dejar de ser “terrenales”, a dejar de ser hombres que sólo hablan de cosas mundanas, para hablar y movernos como «el que viene de arriba» (Jn 3,31), que es Jesús. En este texto vemos —una vez más— que en la radicalidad evangélica no hay término medio. Es necesario que en todo momento y circunstancia nos esforcemos por tener el pensamiento de Dios, ambicionemos tener los mismos sentimientos de Cristo y aspiremos a mirar a los hombres y las circunstancias con la misma mirada del Verbo hecho hombre. Si actuamos como “el que viene de arriba” descubriremos el montón de cosas positivas que pasan continuamente a nuestro alrededor, porque el amor de Dios es acción continua a favor del hombre. Si venimos de lo alto amaremos a todo el mundo sin excepción, siendo nuestra vida una tarjeta de invitación para hacer lo mismo.

«El que viene de arriba está por encima de todos» (Jn 3,31), por esto puede servir a cada hombre y a cada mujer justo en aquello que necesita; además «da testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3,32). Y su servicio tiene el sello de la gratuidad. Esta actitud de servir sin esperar nada a cambio, sin necesitar la respuesta del otro, crea un ambiente profundamente humano y de respeto al libre albedrío de la persona; esta actitud se contagia y los otros se sienten libremente movidos a responder y actuar de la misma manera.

Servicio y testimonio siempre van juntos, el uno y el otro se identifican. Nuestro mundo tiene necesidad de aquello que es auténtico: ¿qué más auténtico que las palabras de Dios?, ¿qué más auténtico que quien «da el Espíritu sin medida» (Jn 3,34)? Es por esto que «el que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz» (Jn 3,33).

“Creer en el Hijo” quiere decir tener vida eterna, significa que el día del Juicio no pesa encima del creyente porque ya ha sido juzgado y con un juicio favorable; en cambio, «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36)..., mientras no crea.

martes, 21 de abril de 2020

El Papa francisco desvela tres amenazas que dividen a la Iglesia: el dinero, la vanidad y las habladurías.

Así lo expresó  en la homilía de la Eucaristía diaria que preside en la capilla vaticana de Santa Marta. "hay tantas cosas que dividen a una comunidad: sea diocesana, presbiteral, parroquial, de religiosos, religiosas..."
"El dinero divide la Iglesia", aseveró. "Muchas veces en la historia de la Iglesia, donde existen divisiones doctrinales, detrás está el problema del dinero", añadió, preocupado por cómo esta cuestión afecta también al día a día de las personas: "¡Cuántas familias se han dividido por una herencia!¡Cuántas familias no se hablan más por una herencia!". Como contraposición, planteó que "la pobreza es la madre de la comunidad. En el muro que cuida a la comunidad".

Sentirse mejor que el otro
Por otro lado, Francisco definió la vanidad como "el deseo de sentirse mejor que los demás". "A menudo repetimos la oración del fariseo te agradezco Señor, porque yo no soy como los otros", alertó el Santo Padre sobre ese deseo de "sentirnos diferentes a través de los hábitos, de la forma de vestir". "¡Cuántas veces la propia celebración de un sacramento es un ejemplo de vanidad! Ir con un vestido mejor que el otro, quién hace la fiesta más grande...", apuntó. El Papa llegó a decir que "la vanidad te lleva a comportarte como un pavo".
Sobre las habladurías, comentó que "es algo que el diablo mete en nosotros y nos genera la necesidad de hablar mal de los demás". "Decimos que una persona es buena y luego añadimos el "pero: que es una piedra sobre el otro", alertó.

Más docilidad
Frente a ello, desveló cómo el Espíritu Santo "siempre viene a salvarnos con su fuerza de la mundanidad del dinero, de la vanidad y de la habladuría". "El Espíritu es capaz de hacer milagros, maravillas, grandes cosas que ni siquiera podemos pensar", verbalizó el Papa que elevó su oración al Señor para que "tengamos docilidad y transforme nuestras comunidades y seguir siempre adelante para alcanzar la armonía que Jesús quiere siempre para la comunidad cristiana".
Al abordar "la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo y es Él quien no hace que nos hace nacer de lo alto". "No podemos apropiarnos del Espíritu Santo, solo podemos dejar que él nos transforme", valoró.

Maestro de armonía 
"Es verdad que habrá problemas, pero el Señor no hace ver cómo ir más allá si estamos abiertos al Espíritu Santo", apreció el Papa que lo definió como "maestro de armonía: la armonía entre el Padre y el Hijo, la armonía del corazón.
En su plegaria inicial vinculada a la crisis del coronavirus, Francisco rezó para aumentar la escucha en todos y cada uno:"En este tiempo hay tanto silencio, Incluso este silencio se puede oír. Este silencio, que es un poco nuevo, nos enseña a crecer en nuestra en  nuestra capacidad de escucha".