La pandemia del coronavirus le ha permitido a Abraham Martínez la posibilidad de volver a ponerse la bata blanca y colgarse el fonendo. Médico de familia de profesión, los dejó de lado al entrar en el seminario en septiembre, pero con la emergencia sanitaria se presentó voluntario para trabajar en varios centros de salud
Abraham Martínez lleva varias semanas compaginando las dos vocaciones de su vida: una en activo, la Medicina; y otra en formación, el sacerdocio, porque Abraham es médico de profesión y seminarista de primer año en Murcia. En estos días fuera del Seminario por motivo del confinamiento, se ha ofrecido voluntario para trabajar en varios centros de salud, una tarea que sigue en paralelo a la formación a distancia que sigue en el seminario de San Fulgencio, de la capital murciana.
Cuando el viernes 13 de marzo el rector mandó a todos los seminaristas a sus casas, Abraham ya le había comentado la posibilidad de ofrecerse voluntario para volver a ejercer su profesión, lo que el rector vio con buenos ojos: «me animó diciendo que si podía ayudar, que ayudase», afirma Abraham.
Este seminarista empezó la carrera de Medicina en el año 2008, y cuando le tocó elegir especialidad se decidió por Medicina de Familia. «La elegí clarísimamente viendo que era lo que me pedía el Señor», recuerda.
Luego empezó a trabajar en un centro de salud de la capital murciana, de 2015 hasta mayo de 2019, cuando terminó la especialidad. Y en septiembre ya entró al Seminario, después de haberlo meditado durante dos años. «Lo vi claro durante el Jubileo de la Misericordia. El rector, ahora obispo auxiliar de la diócesis, me sugirió terminar la especialidad y luego entrar al Seminario».
Dos años después, en septiembre del año pasado, entró a vivir en San Fulgencio, pero sus formadores le pidieron que no dejara del todo la Medicina y que se siguiese formando, lo que hizo «sacando tiempo extra de donde podía», e incluso en Navidad pudo hacer algunos días de sustituciones.
La oportunidad de volver de nuevo a la Medicina llegó con la pandemia y en cuanto se presentó voluntario al Servicio Murciano de Salud le llamaron enseguida para cubrir puestos. En estas semanas ha podido trabajar en tres centros distintos de Murcia. «He estado donde Dios ha querido», coincidiendo con compañeros «maravillosos» con los que ha podido ejercer de nuevo su profesión.
Ha estado ejerciendo de médico de atención primaria, un servicio que «ha ido cambiando conforme ha ido avanzando la epidemia. Al principio había más consultas, y nos costaba convencer a la gente de que llamara por teléfono. Ahora ya lo más habitual es tratar a la gente por teléfono o incluso por correo electrónico». A algunos pacientes los tuvo que enviar a urgencias del hospital, algunos por coronavirus, pero Abraham ha hecho un seguimiento de su enfermedad.
«Gracias a Dios ya están de alta», dice el seminarista, que también reconoce rezar por todos los pacientes que trata: «Eso es fundamental. Todos los días encomiendo a los pacientes y a los compañeros, para que podamos atenderlos lo mejor posible. Llevo en el corazón sus casos y los encomiendo a lo largo del día. Rezo mucho: “Señor, échales una manica, cuida de ellos, que se curen si es tu voluntad”».
Volver a la actividad en la primera línea del frente durante esta pandemia, ¿no te ha dado miedo? Abraham responde que «gracias a Dios no, porque lo he vivido muy en el Señor. Me he sentido muy protegido y muy ayudado por Dios», hasta el punto de que en uno de sus destinos se presentó voluntario en varias ocasiones para ir en la ambulancia hacia los domicilios de pacientes de coronavirus, por delante de otros médicos de más edad.
«No se trata de lo que yo quiera, sino de lo que Dios quiera», dice Abraham, que tiene claro que «Dios me ha ayudado mucho en mi vocación en la Medicina, ensanchándome el corazón, pero durante este tiempo en el Seminario he vivido tanta felicidad que veo claro que este es el camino que me marca el Señor ahora, con tantas gracias y regalos que me da en la oración. Si antes era feliz, ahora es inigualable vivir en la misma casa del Señor».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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