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jueves, 11 de abril de 2024

Jesús, Resucita para iluminar el camino de nuestra vida

Jesús, es quien nos hace entrar en una nueva relación con Dios, haciéndonos personas nuevas por el amor. Nuestra relación con el Padre se realiza sin condición alguna, sin la necesidad de lugares, linaje, sacrificios o normas, pues Jesús nos lleva por su Palabra al que es origen de la vida.


En la vida ordinaria fácilmente nos disfrazamos de personas justas y cumplidoras de la ley, cuando en realidad nuestro ego lleva siempre un espejo narcisista en el cual sólo desea ver su efímera e ilusoria belleza. Nos convertimos en jueces de los demás sin percatarnos del paso de Dios en nuestra historia. No damos cabida a la novedad del Evangelio cuando nos afirmamos en posiciones de seguridad, cuando cerramos nuestro corazón a los otros.


 Ser discípulos de Jesús nos exige romper con ese “yo ególatra” y corresponder con amor al amor gratuito de Dios, el Padre de la misericordia. Hoy estamos llamados a cuestionarnos: ¿Qué pensamientos o actitudes debemos cambiar en nuestra relación con Dios y en nuestra caridad con las hermanas? ¿Qué es lo que predomina en nuestras decisiones: el mensaje de Jesús, nuestros preconceptos o nuestro egoísmo solapado? ¿Por qué seguimos a Jesús?


Manteniéndonos fieles a la Palabra del Maestro, encontraremos el sentido a la vida y experimentaremos la auténtica felicidad. Dios es fiel a su Alianza y nos ofrece a Jesús como motivo del verdadero gozo. Jesús puede renovar en nuestra existencia si le acogemos con una fe humilde y generosa.


Cuando los judíos oyen hablar a Pedro sobre la muerte y la resurrección de Jesús experimentan un doble movimiento:


Hacia dentro: Estas palabras les traspasaron el corazón.
Hacia fuera: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?


No sé si durante estos días hemos experimentado algo parecido. Recordemos lo vivido durante el triduo pascual. ¿Ha habido alguna palabra que nos haya traspasado el corazón, que haya roto la barrera de la rutina? ¿Hemos sentido alguna llamada a “hacer algo”, a salir de nuestra comodidad?


El evangelio de cada día nos regala nuevas palabras del Resucitado para iluminar el camino de nuestra vida:


¿Por qué lloras? ¿Podemos poner nombre a lo que nos hace sufrir? ¿Por qué a veces la vida nos parece tan dura? ¿Por qué la alegría dura tan poco? ¿Por qué nos cansamos de hacer el bien? ¿Por qué nos duele tanto el mal de este mundo ante el que nos sentimos impotentes?


¿A quién buscas? ¿Qué anhelamos, en el fondo, cuando esperamos un gesto amable, cuando mendigamos una sonrisa, cuando queremos que todas las piezas de nuestro mosaico encajen, cuando hacemos un favor a otra persona? ¿Qué se esconde detrás de nuestro desasosiego, de nuestros sinsabores, de esa sensación de que las cosas no resultan como habíamos imaginado?


Suéltame. Quisiéramos que Jesús fuera como una varita mágica, siempre al alcance de la mano, para ir cambiando las cosas a nuestro antojo. Y, sin embargo, el Resucitado es un amigo insumiso, que siempre está a nuestro lado, pero que no se deja dominar. Lo tenemos sin poseerlo. Lo tocamos sin apresarlo. Lo confesamos sin verlo.


Ve a mis hermanos y diles. Otra vez la llamada a salir de nosotros mismos y ponernos en camino. No es que comuniquemos lo que tenemos perfectamente claro, sino que, comunicando la buena noticia, se va aclarando el misterio de su presencia. ¡La paradoja que nunca acabamos de domesticar!


 No desaparecen milagrosamente por el hecho de que un año más hayamos revivido el misterio de la resurrección de Jesús. Pero, ¡cómo cambia todo cuando colocamos la clave verdadera! En la batalla del día a día se nos van colando muchas claves para interpretar nuestra vida: la clave de la competencia, del bienestar, de la prisa, de la revancha, de la comodidad, del resentimiento, de la búsqueda de nosotros mismos. Necesitamos que, de vez en cuando, de manera muy nítida, la liturgia de la Iglesia nos recuerde la única clave que permite dar sentido a todo: la clave del Resucitado. De no ser así, acabaríamos sucumbiendo al poder de seducción de las otras, y, como consecuencia, seguiríamos prisioneros de la ansiedad, de la tristeza, de la falta de horizonte.


Una consagrada de Jesús traspasa los límites del espacio y del tiempo porque empieza a vivir en clave de resurrección.


A los ecologistas les gusta decir aquello de “Piensa globalmente y actúa localmente”. Quizá es una manera de traducir la universalidad cristiana que se inaugura con la resurrección de Jesús.

Predicad el evangelio a toda la creación. En este “diálogo de vida” cada vez más amplio, somos invitados a reconocer las huellas del Resucitado dondequiera que se encuentren, sobre todo, en las manos y los pies traspasados.


La resurrección nos abre a un diálogo universal, pero no a un universo vacío. Hablar de Jesús con el lenguaje de la propia vida es algo a lo que no podemos renunciar.

 

¡feliz Pascua de Resurrección!

Sor María Pilar Cano. OP.


jueves, 16 de junio de 2022

JESÚS, PAN DIVINO

JESÚS, ES EL PAN DE VIDA ETERNA

Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. Santo Domingo solía hacerse eco en su predicación de las palabras que el Evangelio narra los hechos reales de sus acciones llenas de misericordia con todos.

Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

«El Señor desea que todos los seres humanos se alimenten de la Eucaristía. Hoy, fiesta del Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía, se llama la atención hacia el hecho de que Cristo se inmoló por la humanidad entera» (Benedicto XVI)

jueves, 23 de abril de 2020

JESÚS, HA RESUCITADO

Una vez más celebramos de manera especial y solemne la Pascua de Jesús. El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”. María, no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, va a buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Viendo… creyeron.

Los corazones de todos estaban heridos: negación, traición, abandono…Volver a dar cohesión y unidad interna en el perdón mutuo a la comunidad de seguidores, en la solidaridad, en la fraternidad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

¿Tenemos sepultada la esperanza, la ilusión, la posibilidad de superar nuestras dificultades y problemas bajo alguna losa que creemos superior a nuestras fuerzas? La PASCUA es la experiencia de vernos liberados de esa losa, porque una experiencia transformadora también puede darse en nosotras. ¿Cómo lo seguiremos de cerca, si no lo reconocemos vivo en medio de nosotras? La Resurrección de Jesús es el triunfo de la VIDA.

Creer en la resurrección de Jesús es creer que su Palabra, su proyecto y su Causa (¡el Reino!) expresan el valor fundamental de nuestra vida. Lo importante es no sólo creer en Jesús, sino creer como Jesús. No sólo es tener fe en Jesús, sino tener la fe de Jesús y su actitud ante el Padre, ante la historia, su opción por los desfavorecidos, su propuesta, su Causa…

Creyendo con esa fe de Jesús, las «cosas de arriba» y las de “la tierra” no son ya dos direcciones opuestas. Las «cosas de arriba» son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer en el doloroso parto de la Historia, sabiendo que es don gratuito de Aquel que resucitó.