Manuel vive en un piso con más hermanos, dos hermanos y una tía y su hija. En total son tres unidades familiares; 10 adultos y cuatro menores de entre diez años y seis meses, “y el ser tantos también nos ha ayudado a que el confinamiento no se sienta tan solitario”, afirma. Como todos los españoles están confinados, sin “poder salir a arreglar la documentación que nos permita buscar trabajo, ni continuar la vida”, manifiesta, pero Manuel es optimista y en un piso donde ahora viven tantas personas juntas siempre ve el lado positivo.
Tanto a Manuel como sus otros hermanos estaban buscando piso cuando se decretó el estado de alarma, “y no tuvimos más remedio que venir a vivir con mi hermana”. A esta familia hondureña la crisis del coronavirus le ha “pillado” intentando arreglar su documentación e incluso comenzando a trabajar.
El día en la casa de esta familia de hondureños se pasa rápido, y “yo creo que el confinamiento nos ha ayudado a unirnos más como hermanos”, comenta Manuel, de 40 años, porque “ahora nos reunimos todos juntos a recordar momentos de la niñez y situaciones que habíamos vivido en nuestro país, recordando a nuestros padres que se han quedado en Honduras”.
“Estamos aprendiendo a vivir de una manera diferente, a ser más austeros, a comprendernos y entendernos mejor, y a dar gracias a Dios por todo lo bueno y lo malo que nos está pasando”, señala este hondureño.
Para Manuel y sus hermanos cambiar de país ha supuesto un cambio de vida radical y aunque ahora “nos encontremos encerrados y veamos el futuro con mucha incertidumbre, siempre estamos más seguros que en nuestro país donde ir al trabajo suponía amenazas, o donde era posible que una bala que no se dirigía a ti te alcanzara”.
Y es que esta familia de hondureños viven estos duros días con tranquilidad, confiando en poder salir adelante lo antes posible, “trabajando en lo que se pueda trabajar y siempre con dignidad”, porque “hay luz al final del túnel”. Así finaliza Manuel su testimonio, que con una sonrisa que se vislumbra por el teléfono demuestra que sí que hay luz al final del túnel.
Por Mónica Moreno, responsable de Comunicación de Cáritas diocesana de Toledo
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