Lin Zhao es una joven cristiana ejecutada por la dictadura comunista china a los 36 años, en 1968. Había sido una comunista fervorosa, pero los abusos que vio la hicieron crítica y la devolvieron al cristianismo de su infancia.
Encarcelada y torturada como opositora durante 8 años, desde la prisión escribía sus críticas con su propia sangre, a falta de tinta. También escribía poemas y oraciones y rezaba por sus perseguidores. Fue mártir de Cristo, y un ejemplo para muchos cristianos en China. Los lectores españoles pueden leer su historia en Cartas de Sangre (Editorial Encuentro), de su biógrafo, Lian Xi.
De niña fue a una escuela cristiana
Lin Zhao nació en China el 23 de enero de 1932, durante la guerra civil entre comunistas y nacionalistas. Sus padres la llevaron a una escuela cristiana, fundada por misioneros metodistas. “Aquella escuela”, explica el autor del libro, “atraía a un importante número de familias más interesadas en las posibilidades materiales de sus hijas que en las espirituales”.
Lin Zhao recordaría años después aquella escuela como uno de los pilares más importantes en su vida, y destacó “la profundidad de emociones que despertó en mí una imagen de Nuestra Señora”. Al cabo de poco tiempo, decidió bautizarse. Pero las doctrinas comunistas no tardaron en penetrar los muros de aquella escuela cristiana.
Una comunista adolescente y fervorosa
La madre de Lin Zhao fue durante mucho tiempo una ferviente activista del comunismo, conocida incluso como “la mujer de rojo”. Sin embargo, el fuego de la revolución se fue apagando en la madre a medida que iba creciendo en la muchacha.
Lin Zhao tuvo desde la infancia una marcada vocación por el periodismo y la poesía. A la temprana edad de 15 años publicó su primer ensayo, Entre generaciones, donde criticó a la generación precedente como "un manojo de hierba podrida ocupada en ganar dinero y hacerse con tierras”. Frente a ellos, se encontraba “la juventud, cuyo deber es cambiar nuestra sociedad a otra” –la comunista– “donde no haya corruptos, y solo haya una sociedad generosa y personas de buen corazón”.
Con 17 años, Lin ya era miembro del Partido Comunista, y comenzó sus estudios en la Escuela Vocacional de Periodismo, que le convertiría en una de las más destacadas periodistas de la China Comunista.
Con 18 años, instigaba juicios y ejecuciones
A los 18 años, en 1950, con cargos políticos y periodísticos, se unió como voluntaria a los equipos encargados de implantar la Reforma Agraria.
En una carta escrita en 1951, relató que durante la ejecución de una docena de personas, “puse de mi parte para que fuera su fin, desde recopilar la documentación hasta organizar el juicio público. Miré a todos los ejecutados uno a uno, especialmente a un vil tirano. Al ver que había perecido de aquel modo”, cuenta Lin, “me llené del mismo orgullo y júbilo que aquellos que habían sufrido su explotación en sus propias carnes”.
Pero a medida que ocupaba más cargos de relevancia en periódicos y organizaciones Lin percibía cada vez más la corrupción del Partido. Al principio, pensaba que se debía a "hombres débiles" que no vivían "el verdadero comunismo".
En el ambiente universitario de 1955 surgió un movimiento universitario pidiendo la apertura a ciertos derechos democráticos como la libertad de expresión. Lin se sumó a esa corriente. La respuesta del gobierno no se hizo esperar, y Mao dio comienzo a la "Campaña Antiderechista": durante años, miles de intelectuales fueron purgados del partido, encarcelados y ejecutados.
El retorno a la fe... y la crítica al Partido
A finales de los años 50, Lin entabló una relación con el que pronto sería su prometido, Gan Cui, al tiempo que retomaba la fe cristiana de su infancia. Esto motivó su ruptura definitiva con el Partido y el comunismo, que plasmó en su poema Gaviota, comenzando así una cruzada personal contra el Partido. Pocos meses después todos los relacionados con el diario fueron detenidos y encarcelados.
“Desde el mismo día de mi arresto me he presentado ante esos comunistas como un miembro de la resistencia”, escribió ella, “defendiendo a cara descubierta la libertad frente al comunismo y la tiranía”.
Una resistencia basada en su fe cristiana
“El cristianismo se convirtió en la piedra angular de la rebelión de Lin Zhao contra el régimen del Partido Comunista”, relata Lian Xi. “Se convenció de que la resistencia que ofrecía frente a aquel `demoníaco partido político´ era una misión divina que ninguna tortura podría parar”.
Desde 1968, Lin Zhao abrazó los barrotes de varias cárceles, pero el trato en todas ellas fue similar. “Las palizas eran comunes, y cuando era necesario, se las encargaban a otros reclusos que querían ganarse el favor de los guardias. Una de las guardias era particularmente agresiva, y perdí la cuenta de cuanto pelo me arrancó”, escribió.
Solo protestó por ello una vez. “Todo el que está siendo atacado puede ejercer el derecho a la autodefensa”, respondían las autoridades de la cárcel. Pero ella estaba esposada.
Palizas diarias, frío, hambre y tuberculosis
“Me torturaban continuamente en una infinidad de crueles modos distintos. Me vuelve loca el solo pensar en ello. Dios mío”, escribió, “¿qué clase de mundo es este?”.
Durante años, pasó inviernos sin mantas o ropa de abrigo, con lo justo de comida para no morir, pero febril y pálida por su escasez. A ello se unía una agresiva tuberculosis que le debilitaba. Las palizas eran diarias y, por último, la aislaron del resto de internos. Una y otra vez, sus captores le invitaban a ceder, a aceptar el comunismo y a renunciar a sus creencias. Lejos de ceder, Lin se aferró cada vez más a su lucha contra el régimen y a su fe cristiana.
“De no haber abrazado el soplo del Espíritu de Cristo, habría tenido mil motivos para clamar una sangrienta venganza contra el Partido Comunista”, escribió.
Rezaba por Mao y su conversión al Padre Celestial
“Recé por el alma de Mao y su conversión. Soy cristiana, después de todo. El Padre Celestial, por su puro amor misericordioso, siempre le facilitaría una salida, pero de él dependía tomarla o no”, escribió.
“Soy cristiana, y mi interés político no reside en pedir su cabeza. A lo mejor el cielo le concede el perdón. En cualquier caso, como soldado de Cristo, tengo que seguir la voluntad del Padre Celestial, y lo que Él pide no es su insignificante cabeza”.
La tuberculosis iba minando su salud, pero no su voluntad, y su fe crecía por momentos. Cuando le fueron a administrar la medicación, se negó. “Como cristiana, mi vida pertenece a Dios, y estoy dispuesta a recibir medicamentos de manos de los misioneros que me bautizaron, pero no de los funcionarios del partido”.
Las cartas de sangre
En octubre de 1967 las autoridades le prohibieron recibir visitas de su familia, y decidió que la lucha contra el régimen continuaría con su propia sangre.
Aquel año, Lin comenzó a extraerse sangre de los brazos con la que escribió cientos de miles de palabras, componiendo cartas, notas, poemas y diarios en los que expresaba la importancia de la fe y escribía contra el gobierno. Durante 5 meses, redactó 137 páginas.
Nadie en China había osado mostrar semejante oposición al gobierno. Las autoridades no podían permitirse continuase su cruzada, y Lin comenzó a comprender la naturaleza de su encarcelamiento.
Condenada por la política, pero también por su fe
“Quiero aprender a someterme a la voluntad del Señor, y entregarle todos mis sufrimientos, mis esperanzas y mis sueños para que mi corazón y mi alma se conviertan en un templo sagrado en el que alabe al Señor”, escribió en una de las cartas a su madre. “Si es Su voluntad que muera como mártir, obedeceré de buen grado!”.
No tendría que esperar mucho. Acusaban a Lin como la principal implicada en la Banda Contrarrevolucionaria de las Juventudes Libres de China, de rumores y de conspiración contra el gobierno. Delitos que, en la mayoría de los casos, se pagaban con la muerte.
El 16 de abril de 1968, el Comité de Control Militar aprobó su sentencia de muerte. “La criminal contrarrevolucionaria Lin se ha negado a declararse culpable e hizo alarde de una actitud extremadamente despreciable”, rezaba el veredicto del Comité. “La sentencia de muerte ha de ejecutarse de inmediato”.
Pesaba menos de 30 kilos cuando la ejecutaron
La reclusa llegó al patíbulo desde el hospital, donde la habían llevado tras toser y escupir una ingente cantidad de sangre en unos de los brotes provocados por la tuberculosis. Pálida, enferma, débil y sin sangre, el doctor afirmó que no pesaba más de 30 kilos cuando se dirigía a cumplir su condena.
Lin Zhao fue ejecutada el mismo día de la sentencia. “Albergaba desde hace mucho tiempo la esperanza de transformar mi corazón más puro y mi joven sangre en un signo de exclamación dentro de la épica de luchar por la liberación de la humanidad”. “Las personas encuentran la felicidad en la vida de forma natural… ¡yo solo la encuentro en la muerte!”, escribió. “¡Lin Zhao no ve en el campo de ejecución otra cosa más que su lugar final de reposo!”.
Su historia y el libro Cartas de Sangre ha inspirado el estreno en 2020 de la película de la directora Yueh Liu "Five-Cent Life", que destaca el papel de la fe en su vida. A causa de la directora Yueh Liu "Five-Cent Life", que destaca el papel de la fe en su vida. A causa de la pandemia, su estreno está siendo muy escalonado y todavía no está disponible en español.
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