Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,33;5,12.27-33;12,2):
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios
Salmo 66 R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,que todos los pueblos te alaben
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,7-15):
Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios
Santo Evangelio según san Mateo (20,20-28):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.» Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.» Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Palabra del Señor
compartimos:
Se podrían decir muchas cosas de Santiago. Mirando las lecturas de hoy, quizá podríamos condensarlas en dos palabras: “barro” y “aliento”. Son dos palabras que pueden describir a todo ser humano, desde el relato de la Creación, en Génesis 2: el ser humano es formado del “barro” (símbolo de la fragilidad), y sobre ese barro, Dios sopla su “aliento” (símbolo de la vida, y sinónimo de “espíritu”).
En Santiago vemos una manera de concretar ese ser “barro y aliento”. Por un lado, aunque había oído a Jesús hablar de ser los últimos, de servir… pervive en él el anhelo de dominar, de ser uno de los primeros en el nuevo Reino que anuncia el Maestro, de sentarse a su derecha o a su izquierda, junto a su hermano. Jesús no escogió hombres perfectos, sino seres de “barro”, que tuvieron que hacer su camino de aprendizaje. Y desde ese barro, avanzado ya el camino, le vemos, tras la Pascua, predicando con valentía: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres…”. Una muestra del “aliento” de Dios, que con el nuevo envío del Resucitado se hace en ellos fuerza del Espíritu Santo.
“Barro y aliento”: esa es la vida de los santos, porque puede ser la vida de toda persona. “Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan (…) llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”. Así también puede ser tu vida, si, como Santiago, como María… dejas que en tu barro sople el Señor el aliento de su Espíritu. ¿Te atreves?
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