Acordaos, Oh Nuestra Señora del Monte Carmelo, del poder sin límites que vuestro Divino Hijo os ha concedido sobre su Corazón adorable, y del tesoro inagotable de consuelo que depositó en vuestro maternal corazón, para todas las necesidades y tribulaciones de todos los mortales.
Por ese vuestro poder y por esa vuestra bondad maternal, nunca ha sido rechazado quien ha acudido a Vos.
Animados de gran confianza, a Vos, Oh Madre, acudimos para conseguir, por vuestra poderosa mediación, el don de la salud, si conviene para mi alma. Deseo emplear mi vida, mi salud y mis fuerzas en cumplir la divina voluntad.
Amén
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