domingo, 30 de mayo de 2021

Puso a los hombres en su lugar de hombres: por qué Juana de Arco nunca ha sido un icono feminista

Juana de Arco y las feministas

A bote pronto, causa asombro que las feministas no se hayan apropiado de la figura de Juana de Arco como estandarte para su causa. La generalísima del ejército de Carlos VII, mujer fuerte donde las haya -a pesar de medir sólo un metro y cincuenta y cinco centímetros- y con gran facilidad de palabra, sobre todo delante de esos señores en toga, con una valentía tan viril que nos deja atónitos, sigue incomodando a los conformistas de hoy como lo hacía con los de antaño. Si Christine de Pisan, a las que estas histéricas querían entronizar como la primera feminista, reconoció en la Doncella de Orleáns un instrumento de Dios, las feministas renuncian a Juana a pesar de que consiguiera la hazaña de unir bajo su bandera a los monárquicos y a los republicanos, a los creyentes y a los ateos.

Efectivamente, Juana es, entre la cohorte de santos, una anomalía. Una alborotadora para todos los tiempos. Pero si la observamos más de cerca, como hizo la Iglesia cuando la canonizó hace cien años, Juana era una mujer salida de la gleba, apegada a su patria, de fe y hábitos católicos. Un mujer sometida a su Señor Dios, al que sirvió primero.

Por Francia

Por una Francia libre, ¡encantador pleonasmo!, Juana entregó su vida. No lo hizo para demostrar que el feminismo es una corriente que surgió en la izquierda antipatriótica, internacionalista y comunista, la que ocasionó noventa millones de muertos durante el siglo pasado. Para esos ideólogos universalistas que imitan a la Iglesia católica, fue pan bendito afirmar que Juana fue víctima de la Iglesia, quemada por brujería; brujería que hoy se pone de relieve como emancipación de la mujer. Sin embargo, esta imagen fantasiosa no resiste un análisis de los hechos. La criada de Lorraine fue quemada viva por los ingleses, afirma Villon. Los ingleses, esos invasores que hacía siglos que codiciaban nuestro bello país. Extranjeros, en resumen, apoyados por traidores a la patria, como el obispo Cauchon. Tuvimos otros en el pasado. Nada nuevo bajo el sol.

Todos los santos han impulsado la igualdad universal y la dignidad de la raza humana; ninguno de ellos alentó la disolución de las naciones y de las identidades en un masa indistinta, en un galimatías al servicio de una entidad supranacional. Juana no es una excepción a la regla.

De las marcas del Reino, en Lorena, Dios hizo surgir una santa para ofrecérsela a Francia. Juana misma dijo que ella había "venido" a Francia guiada por su voz. Abandonó su tierra para salvar una que, evidentemente, no era la suya. Adquirió, si se nos permite este anacronismo, nuestra nacionalidad por el derecho de la sangre derramada, como los legionarios. Expulsar a los ingleses de Francia fue su misión y sabemos de memoria sus famosas palabras, que es difícil repetir hoy en día sin atraer la ira de la izquierda y, especialmente, de las feministas: "No sé si Dios ama a los ingleses, pero Él quiere que se reúnan con él". En estas pocas palabras, Juana reafirma que Dios, Creador de la Tierra, también delimitó sus territorios, que asignó a cada pueblo pues es su voluntad que cada uno se quede en su lugar. Respecto a saber si Dios ama a los ingleses, la duda es de rigor...

Y también está la espada que Juana desenterró de detrás de un altar en Santa Catalina de Fierbois, guiada por sus voces. La espada de Carlos Martel que detuvo a los árabes estuvo esperando en ese lugar, durante siete siglos, para que Juana detuviera a los ingleses. El plan de Dios para Francia se ha estado desplegando ante nuestros ojos durante milenios, lo que no ha sido óbice para que los infieles de todo tipo sigan siendo escépticos.

Por la pureza

También la virginidad irrita a susodichas feministas. Detrás de "mi cuerpo, mi elección" está la reivindicación de hacer lo que una quiera con su cuerpo haciendo pagar las consecuencias de sus actos a los demás y a la sociedad, que se callan. ¿Cómo asociar a la que reivindica insistentemente que "no ha matado nunca a nadie" con el derecho a matar a los niños en el vientre de sus madres?

Aunque Juana era virgen, era consciente de los peligros que acechaban a las mujeres, como demuestra el hecho que insistió en seguir llevando vestidos masculinos en las cárceles inglesas a fin de evitar ser violada. O cuando saltó desde una torre de Beaurevoir, prefiriendo poner en riesgo su vida antes que su virginidad. Sin embargo, hay otras santas que no pudieron evitar la infamia de ser violadas. La virginidad de Juana molestaba a sus acusadores del mismo modo que molesta a las feministas de hoy en día.

¡Cuántas propuestas difamatorias y escabrosas tuvo que soportar! Juana estaba acostumbrada al modo de hablar de sus compañeros de armas, junto a los que dormía en la guerra. Se desnudaba en medio de esos brutos, como los demás hombres, para curar sus heridas. "No me atrevo a solicitar a Juana a causa de la enorme bondad que veo en ella", afirmó Bertrand de Poulengy. Y Jean de Metz insistió: "Me sentía inflamado por las palabras de la Doncella y por un amor hacia ella, creo, divino". Así era para ellos, como para el resto de soldados. Resplandeciente de pureza en medio de tanta suciedad, Juana hacía que los hombres, por la gracia de Dios, fueran mejores.

Esta pureza que ella conservaba cuidadosamente la exigía de los hombres y, también, de las mujeres. La única vez que Juana golpeó con la hoja de su espada a alguien fue a una prostituta que atentaba con su comportamiento a la guerra santa que ella estaba llevando a cabo.

Su estado de virginidad correspondía a su estado de vida. Independientemente de si se es hombre o mujer, hay que consagrarse por entero al propio deber de estado; pero el servicio a Dios exige un sacrificio aún más grande. Así, a una pseudo vidente Juana le aconsejó que "volviera con su marido, se ocupara de su hogar y alimentara a sus hijos". Algo difícil de tragar para las feministas.

La virginidad reviste una carácter particular a los ojos de Dios porque la orden de las vírgenes cuenta, como mínimo, con dos generalas en sus ejércitos: la Virgen María a la cabeza de las legiones celestes y Santa Juana de Arco a la cabeza del ejército francés. La Edad Media había visto a otras mujeres guiando ejércitos: Blanca de Castilla, Juana de Bretaña, etc., pero eran nobles, estaban casadas y ninguna de ellas se mezcló con el grueso de la tropa. En cambio, la humilde hija de labradores, con la espalda de Carlos Martel envainada a un lado y el estandarte del ejército de Cristo en el otro, participaba en los asaltos, siempre la primera, gritando "Adelante" y exponiendo su cuerpo a los golpes y a las lanzas.

Por Dios

Lo que también molesta a las feministas, más que ninguna otra cosa, es que Juana sólo habla de la "voluntad de Dios", no de la suya. La fe de Juana contradice su interpretación de la historia. Es Cristo quien libera a las mujeres -y a los hombres- de la servidumbre en la que las religiones los encerraban en la Antigüedad. Es lo que Christine de Pisan decía, lo que Régine Pernoud destacó brillantemente. El estatuto de las mujeres en el Reino cristiano era muy distinto respecto a esa minoría perenne en la que la República del siglo XIX las encerraba. Dignitas auctoritas et potestas [La dignidad, la autoridad y la potestad] de las que gozaban las mujeres eran por Dios y para Dios. No había necesidad, por tanto, de reivindicar ningún derecho contra nadie. Y contra los hombres en primer lugar, retratados como eternos opresores de las mujeres según las feministas.

Lejos de la furia sedienta de sangre soñada por los burgueses de París, Juana lloraba desconsolada por los ingleses fallecidos en el campo de batalla, pero no porque hubieran muerto: ella les había pedido con amabilidad que abandonaran Francia, por lo tanto, peor para ellos; sin embargo, habían muerto sin el sacramento de la confesión.

"Servir primero a Jesús, María y a Dios". Es un olvido de sí misma que hoy, en este tiempo de individualismo, molesta. No había ego en Juana, sólo la noción de un servicio. Con una religiosidad extraordinaria, Juana rezaba todos los días desde su infancia, todo el tiempo, y antes de cada batalla se confesaba. Exigía lo mismo a sus soldados: el estado de gracia. Todos los domingos, Juana cambiaba su uniforme de batalla por el vestido más bello que tenía para ir a misa. Comulgaba siempre que podía, algo poco común en esa época. Incluso cuando fue excomulgada debido a su condena, sus innobles carceleros no pudieron negarle la Sagrada Comunión, que ella recibió unos instantes antes de subir a la pira. "No duraré un año", había predicho la Doncella. No ha habido ninguna otra mártir de 19 años que profetizara así su muerte y que se consumiera en medio de las llamas repitiendo el dulce nombre de Jesús.

"En tiempos afeminados", según la expresión de Santa Hildegarda de Bingen, Dios hace surgir a mujeres que ponen a los hombres en su lugar de hombres, como si se burlara. Y esto es, en definitiva, lo que las feministas no aceptan.

sábado, 29 de mayo de 2021

Preguntamos a Sor María Pilar

 Hna. ¿Que nos diría en esta época de pandemia?

-. Que es necesario tomar conciencia y responsabilidad para ser más reflexivos. A todos los creyentes les invito a vivir la fe con profundidad y ver todas la situaciones desde una clave evangélica. Es preciso un arrepentimiento verdadero de nuestras faltas, un mayor acercamiento a Dios, cumplir sus mandamientos, aceptar su voluntad y confiar en su benevolencia para que el virus desaparezca.

¿Qué es la fe para usted?

-.La fe cristiana es una pasión por  vivir y anunciar el mensaje de Jesús y una entrega por los demás. Es mantener la esperanza en medio de tanta incertidumbre. Es una confianza absoluta en la bondad y misericordia de Dios, es abandonarnos en sus divinas manos sabiendo que, ofreciéndonos a Él, lo que suceda en nuestras vidas será siempre lo necesario para el alma.

-.Estamos en una situación de crisis política, económica y espiritual, contemplar esta realidad produce angustia y miedo a una sociedad sin Dios. Con Dios, con fe, podemos aceptar sin angustia, sin miedo y con esperanza estos difíciles momentos.

¿Cómo la vive usted?

-.Nuestra vida consagrada y contemplativa nos permite mirarla más luminosamente en la confianza en Dios. Intento trabajar desde el Amor, con benevolencia, entregándome a los demás, escuchando sus angustias, enfermedades y ayudando en lo que pueda.

¿Qué mensaje de esperanza recibe de la Cruz de Cristo?

-.Vivimos constantemente entre la luz y la oscuridad, esto nos conduce a vivir mejor buscando el Rostro de Dios y del hombre de hoy que sufre y sigue gritando al Cielo pidiendo su misericordia.

-.Desde esta vida de oración y fraternidad  caminamos con la cruz, con todo el dolor humano como nos enseña la vida de Santo Domingo de Guzmán  en la bondad y compasión.

¿Qué sentido tiene el sufrimiento?

-.Las penalidades que podemos sufrir en esta vida, son redentoras y nos da una vida nueva. Sirve de purificación y nos hace ser mejor persona. Nos unifica en la pasión de dolor del género humano, nos hace profundizar en ese misterio de nosotros mismos. En la cruz hemos conocido el amor:" En que Él dio su vida por nosotros" (1 Jn 1,13).

La cruz, vivida como entrega a Dios para compensar el mal existente en el mundo, alcanza una dimensión espiritual y material que logra subsanar las consecuencias que el mal produce.

La vida contemplativa y de oración es imprescindible para ayudar a la humanidad a alcanzar la paz y el bienes necesarios.

                                                               


Santísima Trinidad: El dios cristiano

Nuestra fe no consiste, decía Francisco, en saberse el Credo y pronunciar que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nuestra fe es una experiencia de relación personal. Creemos en Dios, en Aquel que lo hizo todo por su Palabra, derramando su Espíritu y haciendo buenas y bellas todas las cosas. En la plenitud del tiempo, se mostró en su Hijo, nacido de mujer, de María Virgen.

Ha sido Jesucristo quien nos ha revelado el amor entrañable del Padre, y quien nos permite comprender hasta qué extremo hemos sido creados a imagen del Primogénito de Dios.

Jesús nos ha manifestado que nos ama con el amor con que Él es amado, con amor divino, y por esta relación gratuita y generosa, cada uno llegamos a convertirnos en hijos de Dios por adopción.

No es pretencioso llamar a Dios “Padre” y sentirse amigo de Jesús, ni lo es vivir sumergidos en la presencia del Espíritu Santo, habitados por la gracia y por el amor divino.

Un creyente se sabe amado de Dios, abrazado por su presencia, perteneciente a la familia divina. Conoce, a través de la mirada de Jesús, los designios de paz y de bendición que el Padre bueno tiene para él.

Creer en Dios es saberse creado por Él. Por un designio providente de amor hemos recibido la existencia, la fe y la gracia. Por el bautismo se nos ha injertado en la Vid verdadera, se nos ha plantado junto a la corriente saludable que mana en el santuario y así podemos participar de los tesoros de los méritos de todos los santos.

Creer en Dios es caminar siempre acompañado, sin miedo al futuro, reconociendo la Providencia amorosa en los acontecimientos. En la travesía de la vida, el creyente percibe los gestos de amor que le rodean, la bondad que habita en el corazón de cada ser humano y la belleza de la naturaleza.

Creer en Dios es saberse redimido, perdonado, llamado a colaborar con Él en las tareas de acrecentar la creación, haciendo el bien y mirando a cada persona como icono sagrado.

Creer en Dios es respirar su presencia, invocarlo confiado, tener la certeza de no estar solo ni ser desconocido, albergar la esperanza de que Él se dejará percibir, cuando quiera, y lo hará con amor.

Creer es una bendición, un privilegio y una gracia que se convierten en deseos de responder con fidelidad y agradecimiento. Y en necesidad misionera.

viernes, 28 de mayo de 2021

La Santísima Trinidad (Ciclo B)

Evangelio (Mt 28,16-20): En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

PALABRA DE DIOS

Compartir:

Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).

El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).

Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.

Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).

martes, 25 de mayo de 2021

Traslación de Sto. Domingo (24 de Mayo)

Esta memoria recuerda el traslado del cuerpo de Santo Domingo por orden del Papa Gregorio IX a su nuevo sepulcro en la actual Basílica de Santo Domingo en Bolonia

La memoria de la Traslación de Santo Domingo recuerda un acontecimiento sucedido unos años después de la muerte del fundador de la Orden de Predicadores cuando el Papa Gregorio IX ordena el traslado de los restos de Santo Domingo desde el primitivo enterramiento que había quedado a la intemperie, a un nuevo sepulcro en la Iglesia de San Nicolás de las Viñas en Bolonia, actual Basílica de Santo Domingo.

Doce años habían pasado desde la muerte de Santo Domingo. Dios había manifestado la santidad de su Siervo por multitud de milagros obrados en su sepulcro o debidos a la invocación de su nombre. Se veían sin cesar enfermos, alrededor de la losa que cubría sus restos, pasar allí el día y la noche, y volver glorificándolo por su curación. De las paredes próximas colgaban exvotos en recuerdo de los beneficios que de él habían recibido, y no se desmentían con el tiempo los signos de veneración popular.

Con todo, una nube cubría los ojos de los Hermanos, y mientras que el pueblo exaltaba a su Fundador, ellos, sus hijos, en vez de preocuparse por su memoria, parecían trabajar en oscurecer su brillo. No sólo dejaban su sepultura sin adomo, sino que, por temor a que se les acusara de buscar una ocasión de lucro en el culto que ya se le daba, arrancaban de los muros los exvotos. Algunos deploraban esta conducta, pero sin atreverse a contradecirla de plano. Se dio el caso de que, creciendo el número de los Hermanos, se vieron obligados a demoler la vieja iglesia de San Nicolás para edificar una nueva, y quedó el sepulcro del santo Patriarca al aire libre, expuesto a la lluvia y a todas las intemperies

Este espectáculo conmovió a algunos de ellos, que deliberaban entre sí sobre la manera de trasladar aquellas preciosas reliquias a un sepulcro más conveniente. Prepararon un nuevo sepulcro, más digno de su Padre, y enviaron a varios de ellos a visitar al soberano Pontífice para consultarle. Ocupaba el solio pontificio el anciano Hugolino Conti con el nombre de Gregorio IX. Recibió muy duramente a los enviados, y les reprochó haber descuidado por tanto tiempo el honor debido a su Patriarca. Les dijo: «Yo conocí en él a un hombre seguidor de la norma de vida de los Apóstoles, y no hay duda de que está asociado a la gloria que ellos tienen en el cielo» . Hasta quiso asistir en persona al traslado; mas, impedido por los deberes de su cargo, escribió al arzobispo de Rávena que fuese a Bolonia con sus sufragáneos para asistir a la ceremonia.

Era Pentecostés de 1233. Se había reunido Capítulo General de la Orden en Bolonia bajo la presidencia de Jordán de Sajonia, sucesor inmediato de Santo Domingo en el generalato.

Estaban en la ciudad el arzobispo de Rávena, obedeciendo a las órdenes del Papa, y los obispos de Bolonia, Brescia, Módena y Toumay. Habían acudido más de trescientos religiosos de todos los países. Se procedió entonces al traslado del cuerpo de Santo Domingo de Guzmán a su nuevo sepulcro en una capilla lateral de la basílica de Santo Domingo en Bolonia, donde permanece en nuestros días.

La herejía de Lutero», un libro revelador sobre la ReformaJosé Enrique Bustos: «Lutero quebró la Cristiandad y urdió una doctrina de nefastas consecuencias

José Enrique Bustos, durante muchos años profesor titular de Derecho Civil en la Universidad de Alcalá de Henares, de la que fue secretario general entre 1990 y 2002, es el autor de La herejía de Lutero (Libros Libres, 2021). Se trata de un ensayo que pretende esclarecer la naturaleza de la ruptura -ruptura, que no reforma- protestante y analizar sus efectos más notables a corto y a largo plazo. Conversamos con él sobre su reciente obra y sobre la (desafortunada) trascendencia histórica del heresiarca.

-¿Por qué se decide a escribir un libro sobre Lutero? ¿No es acaso un personaje demasiado investigado ya?

-Se ha escrito mucho sobre él, desde luego, y quizá eso sea un impedimento para publicar algo original y novedoso al respecto. En 2017, coincidiendo con el quinto centenario de la publicación de las 95 tesis, empecé a percibir una actitud muy obsequiosa hacia la figura de Lutero, actitud que a mí me desconcertaba, me hacía recelar, por todo lo que había aprendido sobre él en años anteriores. Fruto de este desconcierto, y también por cierta curiosidad intelectual, decidí estudiar más en profundidad al personaje. He ahí la génesis del libro.

-¿En qué ámbitos percibía esa obsequiosidad?

-En muchos. También, aunque parezca mentira, en ciertos ámbitos de la jerarquía católica o cercanos a ella. La verdad es que la leyenda rosa de Lutero ha cuajado en muchos sectores de la sociedad.

-¿En qué consiste esta leyenda rosa?

-Presenta a Lutero como una persona muy humilde que estaba consternada por los males que sacudían a la Iglesia de su tiempo y como un adelantado a su tiempo, como alguien que veía con nitidez lo que otros no alcanzaban a ver en absoluto. Claro, según este relato, el fenómeno protestante no habría sido una ruptura, sino una reforma; Lutero no habría sido un heresiarca, sino el único hombre fe que se habría atrevido a tomar el camino que debía tomarse para superar la crisis que afligía a la Iglesia.

-Y esto es falso...

-Es falso de toda falsedad. Lutero quebró -no reformó- la Cristiandad preexistente y urdió una doctrina cuyas nefandas consecuencias siguen percibiéndose aún hoy, quinientos años después.

-En el libro asegura que Lutero elaboró esta doctrina para -al menos en parte- justificar sus propios pecados...

-Así es. Para su desgracia, Lutero fue educado en un ambiente muy rígido. Su padre, que siempre lo sometió a una disciplina muy severa, le transmitió, además, la idea de un Dios que es más juez implacable que Padre. Quizá por todo esto desarrolló una obsesión casi patológica por las ideas de castigo, infierno y pecado. Le atemorizaba el pecado y lo veía en todas partes.

-Y, sin embargo, caía habitualmente en él...

-Efectivamente. Se consideraba incapaz de vivir la castidad y eso lo atormentaba: creía que, si continuaba pecando, acabaría en el infierno. En esta coyuntura, le quedaban dos opciones: o bien, como todos los pecadores normales, pedía perdón a Dios y se abandonaba a su gracia para superarlos, o bien cambiaba las normas a las que debía someterse. En contra de la humildad que algunos le atribuyen, optó por la segunda opción. Urdió un cristianismo a su medida.

-¿Cómo?

-Bueno, ahí está la tesis de la salvación por la sola fe, sin necesidad de obras concretas. Lo que vino a decir Lutero es que uno se salva creyendo, convenciéndose de que ya lo ha salvado Jesucristo. Con eso basta. Esto le sirvió para aliviar el tormento que había padecido: sus pecados ya no eran relevantes; sólo su fe en Dios importaba. Por supuesto, es una tesis irracional y carente de fundamento bíblico.

-De hecho, Lutero llegó a trocear la Biblia para que ésta no contradijese sus enseñanzas...

-Así es. En lugar de adecuar sus enseñanzas a la Biblia y al Magisterio, adecuaba la Biblia a sus enseñanzas y despreciaba el Magisterio. Lo vemos, por ejemplo, con la epístola de Santiago. En uno de sus pasajes, el apóstol dice que «la fe sin obras es fe muerta». Incómodo con semejante afirmación, Lutero decidió cuestionar la autenticidad de la epístola y la eliminó de su canon. Lo mismo hizo con unos ocho o diez libros del Antiguo Testamento.

-Eso nos hace dudar, claro, de su buena fe.

-Nos hace dudar de muchas cosas. Primero de su buena fe, claro. Se ve nítidamente que lo suyo no era una búsqueda de la verdad, sino la justificación intelectual de una teoría urdida por conveniencia personal. Segundo, de esa supuesta humildad que lo caracterizaba.

-Efectivamente, lo de trocear la Biblia a conveniencia implica darse mucha importancia a uno mismo.

-¡Naturalmente! En Lutero hay un adanismo muy semejante al que impera hoy. Contradice -y se cree legitimado para hacerlo- dogmas, ritos y normas que llevaban vigentes más de un milenio y medio. Todo el mundo está equivocado hasta que llega él para descubrir que las obras no sirven para nada, que el Papa es el Anticristo, que el Magisterio es innecesario, que uno debe interpretar la Biblia según su criterio… Si esto no es soberbia, que venga Dios y lo vea.

-Se refiere muchas veces a la revolución protestante, que fue revolución y no reforma, como germen de las demás revoluciones modernas, de las revoluciones posteriores.

-En buena medida. Lutero introduce un individualismo que atraviesa toda la filosofía moderna y que se encarna en las revoluciones burguesas. 

-¿Individualismo? ¿Por qué?

-Ten en cuenta que la propuesta de Lutero estriba en una relación inmediata -en el sentido de carente de intermediarios- entre el hombre y Dios. El individuo se entiende a solas con Dios, sin necesidad de sacerdotes, de intercesores, de sacramentos…

-Esto supone una quiebra de la comunidad, claro.

-¡Claro! El hombre, que puede entenderse directamente con Dios, ya no necesita nada de sus semejantes. Ni de la Iglesia, ni de la comunidad política. La única realidad que Lutero acepta del exterior es la Biblia, pero la Biblia interpretada por el propio individuo. Ahí está la tesis de la libre interpretación de los textos bíblicos.

-Dadas las teorías de Lutero, lo más lógico es que hubiera tantas sectas protestantes como protestantes mismos.

-¡Claro! Si cada uno interpreta los textos bíblicos -única fuente de autoridad- como le place… De hecho, hay muchísimas sectas protestantes. La cuestión es que Lutero nunca se tomó muy en serio la libre interpretación. Sólo se la concedía a sí mismo. Si la libre interpretación de los demás no coincidía con la suya, no dudaba en censurarlos y en desacreditarlos.

-De la libre interpretación de los textos bíblicos al relativismo tan sólo hay un paso, por cierto.

-¡Naturalmente! Pero la cuestión es un poco más profunda.

-Ahondemos en ella, pues.

-La concepción luterana de la naturaleza del hombre es pesimista; la considera devastada por el pecado original. Precisamente por esto, cree al hombre incapaz de descubrir la verdad y de hacer el bien. Si Lutero propugna la libre interpretación de los textos bíblicos y el libre examen, es precisamente porque desprecia la razón humana, a la que estima aniquilada por el pecado original. No hay una interpretación óptima de la Biblia y, si la hay, es indescifrable para el hombre. He ahí el fundamento último de la libre interpretación de las Escrituras.

-Y también el motivo por el que puede concebirse a Lutero como un precursor del relativismo moderno, ¿no?

-Efectivamente. No hay tal cosa como verdades morales (o filosóficas, o políticas, o teológicas) y, si las hay, a la razón humana le están irremediablemente vedadas. No olvides que Lutero se refería a la razón como «prostituta». Tales eran sus recelos hacia ella.

-Los efectos de que las acciones humanas no estén limitadas -y medidas- por una verdad, por un deber ser, son devastadores.

-Sin duda. ¡Y también en el ámbito político! Si no hay un bien y un mal objetivos -o si la razón no puede aprehenderlos-, si no hay formas justas e injustas de organización social, lo único que queda es la voluntad arbitraria del gobernante. Es él quien decide qué es justo y qué es injusto, qué es bueno y qué es malo. Su gobierno no tiene por qué adecuarse a un modelo que resulta incognoscible para la razón humana. A raíz de la ruptura luterana, la política degenera en voluntad de dominio.

-¿Hay algo de eso en el absolutismo monárquico?

-Sin duda. Como nadie puede conocer la voluntad de Dios para una comunidad de hombres concreta, la voluntad del monarca deviene en voluntad divina. Por supuesto, esto implica una ruptura con el orden medieval, en el que el monarca debía gobernar en aras del bien común y someterse a leyes -inmateriales- que lo trascendían.

-Esto es muy importante, porque sigue habiendo gente que asocia absolutismo monárquico con Edad Media.

-(Ríe) ¡Qué disparate! El absolutismo monárquico es un producto luterano, moderno. De todos modos, no es el único.

-Ah, ¿no?

-Si te fijas, la democracia moderna, entendida como fundamento de gobierno, es el otro reverso de una misma moneda.

-¿Por qué?

-Lo que cambia es quién -o cuántas personas- establece lo bueno y lo malo, pero permanece la sustancia, la idea de que el hombre no debe adecuarse a una verdad existente, sino construirla. Aunque sea cierto que ya no la establece un rey en la soledad de su palacio, tampoco hay demasiada diferencia entre eso y hacerlo en un parlamento. Hemos llegado a pensar que lo que sentencian las mayorías es bueno; es decir, hemos reconocido la voluntad mayoritaria como fuente de legitimidad. Esto es una aberración.

-Sobre todo, considerando la cantidad de leyes inicuas, injustas, que se han aprobado en los últimos años.

-Pensemos, por ejemplo, en la ley del aborto o en las leyes de género. ¿Son legítimas porque la mayoría lo diga?

-Claro.

La ideología de género, por cierto, también tiene un vínculo, siquiera difuso, con la herejía luterana.

-¿En qué sentido?

Primero, por el individualismo y su concepción irracional de la libertad: "Yo hago con mi cuerpo lo que quiero". Es pura autodeterminación. Sin embargo, también por ese poso de gnosticismo que subyacía en la herejía luterana. Para los gnósticos, hay una división entre alma y cuerpo; el alma está unida accidentalmente al cuerpo, que vendría a ser como la prisión de aquélla. Lutero también considera esta división. Para él, hay dos naturalezas en el hombre: la espiritual y la corporal.

-Y esto no es así.

-No, efectivamente. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo, una unidad sustancial de ambos. Lutero no comprendía esto, como tantas otras cosas.


lunes, 24 de mayo de 2021

Celebración de promesas en la Fraternidad Laical de Santo Domingo de Atocha

El pasado 8 de Mayo, en la Basílica de Atocha, realizaban sus promesas perpetuas como Laicos Dominicos Dña. Mari Cruz Riesco Navas, D. José María Vega del Olmo y Dña. Belén Sánchez Gil, quienes tras 4 años desde la promesa temporal han confirmado su vocación como Laicos Dominicos para toda la vida.

Fr. Iván Calvo, asistente de la Fraternidad presidió la celebración y recordaba cómo Belén, José Mª y Mari Cruz reconocían este período de discernimiento y crecimiento en la fraternidad hasta dar este paso como un tiempo de crecer en el AMOR.Durante su homilía les animó a, desde su vocación laical, continuar orando y estudiando para conocer y sentir como Cristo les ama; a que vivieran la experiencia fraterna como una escuela donde aprender a amar y perdonar en la pluralidad y diversidad; y por último que siguieran esa petición del Señor "Id y dar frutos", amar y predicar.  

Promesas laicos atocha 2021

En la acción de gracias, los profesos afirmaban: “con este paso nos comprometemos,como así lo quiso Santo Domingo, a predicar la Palabra de Dios, al encuentro con Dios por medio de la contemplación, conocer su mensaje a través del estudio, profundizando en nuestra fe, compartiendo en fraternidad las realidades de la vida diaria y dando testimonio de nuestra vida como verdaderos cristianos, basándonos en el Amor a Dios y siendo sensibles alas necesidades de los demás”.

La pandemia no impidió, que, con las medidas de prevención y seguridad adecuadas, se congregaran hermanos de las distintas fraternidades de Madrid para celebrar con alegría y en fraternidad el paso que estos hermanos dieron, confirmando su deseo de seguir a Cristo tras los pasos de Domingo. Les acompañaron también hermanos de los distintos grupos parroquiales de Ntra. Señora de Atocha, familiares, frailes y amigos. Un regalo coincidiendo además con este año jubilar en el que se conmemora el nacimiento a la vida eterna de Santo Domingo de Guzmán.

domingo, 23 de mayo de 2021

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro - Altar de la Cátedral

«Cuando venga el Paráclito, a quien yo les enviaré desde mi Padre» (Jn 15,26). Con estas palabras Jesús promete a los discípulos el Espíritu Santo, el don definitivo, el don de los dones. Habla de él usando una expresión particular, misteriosa: Paráclito. Acojamos hoy esta palabra, que no es fácil de traducir porque encierra varios significados. Paráclito quiere decir esencialmente dos cosas: Consolador y Abogado.

1. El Paráclito es el Consolador. Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, debido a la pandemia, buscamos consolaciones. Pero frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto, son consolaciones del momento. Jesús nos ofrece hoy la consolación del cielo, el Espíritu, la «fuente del mayor consuelo» (Secuencia); ¿Cuál es la diferencia? Las consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo, pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan de raíz. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y difícilmente en el del corazón. Porque sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón. El Espíritu Santo, el amor de Dios actúa así: «entra hasta el fondo del alma», pues como Espíritu obra en nuestro espíritu. Visita lo más íntimo del corazón como «dulce huésped del alma» (ibíd.). Es la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con quien está solo es ya consolar.

Hermana, hermano, si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo. Él, escribía san Buenaventura, «lleva mayor consolación donde hay mayor tribulación, no como hace el mundo que en la prosperidad consuela y adula, y en la adversidad se burla y condena» (Sermón en la octava de la Ascensión). Eso hace el mundo, eso hace sobre todo el espíritu enemigo, el diablo. Primero nos halaga y nos hace sentir invencibles ―los halagos del diablo que hacen crecer la vanidad―, después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Juega con nosotros. Hace todo lo posible para que caigamos, mientras que el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos. Miremos a los Apóstoles: estaban solos esa mañana, estaban solos y perdidos, tenían las puertas cerradas por el miedo, vivían en el temor y ante sus ojos estaban todas sus debilidades y sus fracasos, sus pecados; habían renegado a Jesucristo. Los años pasados con Jesús no los habían cambiado, seguían siendo los mismos. Después recibieron el Espíritu y todo cambió, los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo, ya no los temían porque tampoco temían a quienes les querían hacer daño. Se sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor recibido. Jesús les había profetizado: «el Espíritu […] dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio» (Jn 15,26-27).

Y demos un paso hacia adelante.También nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, es decir consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos forma a su consolación. ¿Cómo podemos hacerlo? No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía. Recordemos que la cercanía, la compasión y la ternura son el estilo de Dios, siempre. El Paráclito dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación. Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito! Es el tiempo de la libertad del corazón, en el Paráclito.

2. El Paráclito, además, es el Abogado. En el contexto histórico de Jesús, el abogado no desarrollaba sus funciones como hoy, más que hablar en lugar del imputado, normalmente estaba junto a él y le sugería al oído los argumentos para defenderse. Así hace el Paráclito, «el Espíritu de la Verdad» (v. 26), que no nos remplaza, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos. Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone, pero no se impone. El espíritu de la falsedad, el maligno, por el contrario, trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios. Intentemos ahora acoger tres sugerencias típicas del Paráclito, de nuestro Abogado. Son tres antídotos básicos contra sendas tentaciones, hoy muy extendidas.

El primer consejo del Espíritu Santo es “vive el presente”. El presente, no el pasado o el futuro. El Paráclito afirma la primacía del hoy contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por los temores del porvenir. El Espíritu nos recuerda la gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!

Asimismo, el Paráclito aconseja: “busca el todo”. El todo, no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad. El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad. Miremos a los Apóstoles. Eran muy distintos. Entre ellos, por ejemplo, estaba Mateo, publicano que había colaborado con los romanos, y Simón, llamado el Zelota, que se oponía a ellos. Había ideas políticas opuestas, visiones del mundo muy diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu aprendieron a no dar la primacía a sus puntos de vista humanos, sino al todo de Dios. Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en oposición, y por eso la convierte en ideologías. Hay que decir “no” a las ideologías y “sí” al todo.

Y finalmente, el tercer gran consejo: “Pon a Dios antes que tu yo”. Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras nuestras, sino humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo. Esto vale también para la Iglesia. No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto. Los “ismos” son ideologías que dividen, que separan. La Iglesia no es una organización humana ―es humana, pero no es sólo una organización humana―, la Iglesia es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción, con la gratuidad de la unción de la gracia, con la fuerza de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza cautivadora de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!

Espíritu Santo, Espíritu Paráclito, consuela nuestros corazones. Haznos misioneros de tu consolación, paráclitos de misericordia para el mundo. Abogado nuestro, dulce consejero del alma, haznos testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la Iglesia y la humanidad, apóstoles fundados sobre tu gracia, que todo lo crea y todo lo renueva. Amén.

El Espíritu Santo nos regala siete dones

Oración para pedir Fortaleza 

Dios mío, a veces me siento triste, deprimido, lleno de miedo. Siento que las circunstancias adversas me vencen y acaban conmigo. ¡Cómo necesito fuerzas para enfrentar la adversidad y poder salir victorioso!, ¡Cómo necesito tu ayuda para sobrevivir! Yo quiero vencer el mal para demostrar al mundo que, si tú estás conmigo, nada me vencerá. Espíritu Santo, hazme fuerte.

Oración para pedir Consejo al Espíritu Santo

Dios mío, no sé qué hacer. Me siento como un niño sin experiencia y me cuesta trabajo tomar decisiones, aún en las cosas pequeñas. Necesito un mapa que me muestre el camino, sobre todo el camino que Tú quieres para mí. Y junto a mí, hay personas que me aman o dependen de mí y que confían en mí. ¿Cómo no defraudarlos?, ¿cómo no llevarlas al precipicio? Espíritu Santo, llévame tú de tu mano, condúceme por el camino seguro y permíteme ser guía para los que confían en mí.

Oración para pedir Entendimiento 

Dios mío. La fe es regalo tuyo y herencia de mis mayores. Yo te conozco como se conoce a quien se ama. Y entre más te conozco, más te amo. No me interesa llegar a ser un especialista y poder explicar los vericuetos de tu inmensidad. Me interesa acercarme cada vez más a ti y entablar contigo un diálogo amoroso. Concédeme, Espíritu Santo, aprender a escucharte y gozar la intimidad de tu eterna amistad.

Oración para pedir Sabiduría al Espíritu Santo

Señor, es sabio, no el que conoce los misterios del universo y, además, sabe explicarlos; es sabio el que te conoce y sabe que lo amas, el que logra ver en este universo tu presencia amorosa y creadora, y se relaciona con tus creaturas como con hermanos, hijos de un mismo Padre. Es sabio el que lo sabe y el que lo vive. ¡Espíritu Santo, yo quiero ser sabio!

Oración para pedir Temor de Dios al Espíritu Santo

Dios mío, yo no te tengo miedo. ¿Cómo temerte si sé que me quieres mucho?; pero sí tengo miedo a hacer algo que te ofenda, precisamente porque te quiero mucho. Y ese temor me ayuda a ser prudente y a medir mis pasos. Espíritu Santo, yo quiero tenerte en cuenta en cada momento de mi vida.

Oración para pedir Piedad 

Dios mío yo quiero ser piadoso, porque la piedad no es otra cosa que el amor. Y yo quiero amarte sobre todas las cosas y con el mismo amor, amar a mis padres, a mis hermanos, a mi cónyuge, a mis hijos. Espíritu Santo, dame tu amor para poder amar con un amor divino.

Oración para pedir el don de Ciencia 

Dios mío, quiero aprender a discernir, tener una justa jerarquía de valores, darle a cada cosa su lugar, no hacerme ídolos, no poner nada ni a nadie en tu lugar. Espíritu Santo, te pido esto porque sé que así podré amarte mejor.

sábado, 22 de mayo de 2021

¡Ven, Espíritu Divino!


(Secuencia de Pentecostés)


El himno mas antiguo al ES


Ven, Espíritu Divino

manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,

divina luz y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre,

si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado,

cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,

sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde

calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito,

guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,

según la fe de tus siervos;

por tu bondad y tu gracia,

dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse

y danos tu gozo eterno. Amén.

viernes, 21 de mayo de 2021

El Espíritu Santo estuvo presente durante la vida de Jesús en la tierra.

El Espíritu Santo estuvo presente durante cada etapa de la vida de Cristo. Cuando el ángel apareció a María, la madre de Jesús, él declaró: “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35)

Luego, en el bautizo de Jesús, el cual marcó el comienzo de su ministerio público, el Espíritu Santo estaba presente y, en esta ocasión, podía ser visto en forma material. “Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre El.” (Mateo 3:16). Durante su ministerio, Jesús enseñó acerca del Espíritu Santo y tenía una relación con Él. Además, Él encomendó a Sus discípulos a recibirlo en sus vidas. 

El Espíritu Santo obra en las vidas de los creyentes

Jesús pone mucho énfasis en el Espíritu Santo. Él fue objeto de oraciones intensas: “Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros.” (Juan 14:16-17). El Señor menciona dos puntos: el Espíritu Santo ya era real y estaba por venir. En ese momento, el espíritu permaneció con los discípulos, pero les faltaba tenerlo en ellos. Si el Espíritu de Dios fue tan importante en la vida de Jesús, ¡cuanto más lo es para la vida de los creyentes!

El Espíritu Santo es una figura importante a través de la Biblia. En Génesis 1:2 lo vemos moviéndose en la superficie de las aguas y en Apocalipsis 22:17, Él y la novia lloran con una sola voz. Desde el principio hasta el final, el Espíritu Santo siempre ha estado activo: en el principio, la creación y al final de la historia, con tendencia a nosotros. Él nos consuela, nos ayuda, nos orienta, nos recuerda, nos enseña, viene a nuestro lado, nos da consejo e intercede y aboga por nosotros. No hay un área de la vida en la que el creyente no necesite la ayuda del Espíritu Santo. 

“Sin una vida llena del Espíritu Santo, es imposible construir el cuerpo de Cristo”

Un evangelio que no tenga énfasis en el Espíritu Santo es incompleto. En ciertos momentos, cuando hay una manifestación especial de Dios, el Nuevo Testamento declara empáticamente que los partidarios estaban llenos del Espíritu Santo. Muchos tuvieron esta experiencia: Juan el bautista estaba lleno del Espíritu en el vientre de su madre (Lucas 1:15); Elisabet, cuando María la saludo (Lucas 1:41); y Zacarías, padre de Juan el Bautista, cuando el profesó (Lucas 1:67). Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue conducido por el mismo Espíritu al desierto (Lucas 4:1). Los discípulos que estaban repletos del espíritu en la habitación superior, y Pedro, lleno del espíritu se levantó a predicar el día del Pentecostés (Hechos 2:14). El joven Esteban, lleno del Espíritu, vio la gloria de Dios cuando fue petrificado (Hechos 7:55-56); y Pablo, inspirado por el Espíritu, negó a un hechicero (Hechos 13:9-11).

No queda duda de que en la iglesia tener una vida llena del Espíritu Santo debería ser una norma. Estar lleno del Espíritu Santo fue incluso un requerimiento para servir en la iglesia. Sin una vida llena del Espíritu Santo, es imposible construir el cuerpo de Cristo, y terminamos limitando las obras de Dios en nuestras vidas.

El Espíritu Santo obra en el mundo a través de la evangelización.

Refiriéndome al Espíritu Santo, Jesús afirmó en Juan 16:8 “Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” El Señor usó el término legal “condenar” para resaltar que, incluso si los hombres señalan un error, es el Espíritu quien trae condena por el pecado. Él muestra la ofensa, revela la tontería del pecado, señala las consecuencias, convence de culpa y orienta al pecador hacia el arrepentimiento. Él es el aliado más grande de la iglesia en los esfuerzos de evangelización. Sin la ayuda del Espíritu Santo, la tarea evangelista de la iglesia fallaría.

El énfasis en el Espíritu Santo no viene de ninguna organización religiosa en particular, sino del mismo Cristo. Cuando los discípulos preguntaron al Señor acerca del futuro, la respuesta de Cristo fue empática: “Y Él les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.  ” (Hechos 1:7-8).

“Para recibir el poder de Dios uno no necesita una fórmula religiosa sino una relación con una persona”

En Hechos 1:7, Jesús señala lo que los discípulos no saben, pero en el versículo 8, el énfasis se concentra en lo que tienen que saber. Con la palabra adversaria “Pero”, Jesús trae la atención de los discípulos a la preocupación de primaria de mano: ellos “recibirían poder”. Sin embargo, esto depende de la llegada del Espíritu Santo. Quizás no conocen a esta persona de la Trinidad muy bien, pero la idea de decidir poder debe haber llamado su atención. Por tres años, estos hombres habían presenciado manifestaciones continuas del poder de Dios a través de Jesús, y ahora las puertas se abrían para que tuvieran acceso a este poder que habían admirado tanto.

Para recibir el poder de Dios, uno no necesita tener una fórmula religiosa, sino una relación con una persona. Cuando un granjero tiene éxito con sus cosechas, su deseo es recibir su fruto, pero su relación es con la planta. Es a la planta a quien el granjero riega, poda y cuida, aunque esté esperando la fruta. Él sabe que, sin la planta, no habrá fruto. El discípulo también deseo el fruto del Espíritu Santo, pero para eso, era necesario que se refirieran a él como una persona. Antes de ver la manifestación divina, el creyente aprenderá a amar, servir, adorar y respetar al espíritu. Esperar en Él y formar una relación con ÉL.

miércoles, 19 de mayo de 2021

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

 Patio de San Dámaso

Catequesis 34.  

Distracciones, sequedad, acedia

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Siguiendo las líneas del Catecismo, en esta catequesis nos referimos a la experiencia vivida de la oración, tratando de mostrar algunas dificultades muy comunes, que deben ser identificadas y superadas.  Rezar no es fácil: hay muchas dificultades que vienen en la oración. Es necesario conocerlas, identificarlas y superarlas.

El primer problema que se presenta a quien reza es la distracción (cfr. CIC, 2729). Tú empiezas a rezar y después la mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está ahí… la distracción de la oración. La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este continuo remolino de imágenes y de ilusiones en perenne movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno dar seguimiento a esta inclinación desordenada.

La lucha por conquistar y mantener la concentración no se refiere solo a la oración. Si no se alcanza un grado de concentración suficiente no se puede estudiar con provecho y tampoco se puede trabajar bien. Los atletas saben que las competiciones no se ganan solo con el entrenamiento físico sino también con la disciplina mental: sobre todo con la capacidad de estar concentrados y de mantener despierta la atención.

Las distracciones no son culpables, pero deben ser combatidas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que a menudo se olvida, pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama “vigilancia”. Y Jesús lo dice mucho: “Vigilad. Rezad”. El Catecismo la cita explícitamente en su instrucción sobre la oración (cfr. n. 2730). A menudo Jesús recuerda a los discípulos el deber de una vida sobria, guiada por el pensamiento de que antes o después Él volverá, como un novio de la boda o un amo de un viaje. Pero no conociendo el día y ni la hora de su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no se deben perder con distracciones. En un instante que no conocemos resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre laboriosos, aún concentrados en lo que realmente importa. No se han dispersado siguiendo todas las atracciones que les venían a la mente, sino que han tratado de caminar por el camino correcto, haciendo el bien y haciendo el proprio trabajo. Esta es la distracción: que la imaginación da vueltas, vueltas, vueltas… Santa Teresa llamaba a esta imaginación que da vueltas, vueltas en la oración, “la loca de la casa”: es una como una loca que te hace dar vueltas, vueltas… Tenemos que pararla y enjaularla, con la atención

Un discurso diferente se merece el tiempo de la aridez. El Catecismo lo describe de esta manera: «El corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro» (n. 2731). La aridez nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y el Sábado Santo, todo el día: Jesús no está, está en la tumba; Jesús está muerto: estamos solos. Y este es el pensamiento-madre de la aridez.  A menudo no sabemos cuáles son las razones de la aridez: puede depender de nosotros mismos, pero también de Dios, que permite ciertas situaciones de la vida exterior o interior. O, a veces, puede ser un dolor de cabeza o un dolor de hígado que te impide entrar en la oración. A menudo no sabemos bien la razón. Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como un continuo alternarse de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos. “¿Cómo estás?” – “Hoy estoy decaído”. Muchas veces estamos “decaídos”, es decir no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises... ¡y los hay, muchos, en la vida! Pero el peligro está en tener el corazón gris: cuando este “estar decaído” llega al corazón y lo enferma… y hay gente que vive con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir la consolación con el corazón gris! O no se puede llevar adelante una aridez espiritual con el corazón gris. El corazón debe estar abierto y luminoso, para que entre la luz del Señor. Y si no entra, es necesario esperarla con esperanza. Pero no cerrarla en el gris.

Después, algo diferente es la acedia, otro defecto, otro vicio, que es una auténtica tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana. La acedia es «una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón» (CIC, 2733). Es uno de los siete “pecados capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma.

¿Qué hacer entonces en esta sucesión de entusiasmos y abatimientos? Se debe aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en el ser capaces de perseverar en tiempos difíciles: camina, camina, camina… Y si estás cansado, detente un poco y vuelve a caminar. Pero con perseverancia. Recordemos la parábola de san Francisco sobre la perfecta leticia: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la habilidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocido, incluso cuando se es maltratado, incluso cuando todo ha perdido el sabor de los comienzos. Todos los santos han pasado por este “valle oscuro” y no nos escandalicemos si, leyendo sus diarios, escuchamos el relato de noches de oración apática, vivida sin gusto. Es necesario aprender a decir: “También si Tú, Dios mío, parece que haces de todo para que yo deje de creer en Ti, yo sin embargo sigo rezándote”. ¡Los creyentes no apagan nunca la oración! Esta a veces puede parecerse a la de Job, el cual no acepta que Dios lo trate injustamente, protesta y lo llama a juicio. Pero, muchas veces, también protestar delante de Dios es una forma de rezar o, como decía esa viejecita, “enfadarse con Dios es una forma de rezar, también”, porque muchas veces el hijo se enfada con el padre: es una forma de relación con el padre; porque lo reconoce “padre”, se enfada…

Y también nosotros, que somos mucho menos santos y pacientes que Job, sabemos que finalmente, al concluir este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al Cielo gritos mudos y muchos “¿por qué?”, Dios nos responderá. No olvidar la oración del “¿por qué?”: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no entender las cosas y los psicólogos la llaman “la edad del por qué”, porque el niño pregunta al padre: “Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?” Pero estemos atentos: el niño no escucha la respuesta del padre. El padre empieza a responder y el niño llega con otro por qué. Solamente quiere atraer sobre sí la mirada del padre; y cuando nosotros nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir por qué, estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida. Pero sí, tened la valentía de decir a Dios: “Pero ¿por qué…?” Porque a veces, enfadarse un poco hace bien, porque nos hace despertar esta relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que nosotros debemos tener con Dios. Y también nuestras expresiones más duras y más amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. En estos días de preparación a la Solemnidad de Pentecostés, pidamos al Señor que nos envíe los dones del Espíritu Santo para poder perseverar en nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Queridos hermanos y hermanas:

Reflexionamos hoy sobre algunas de las dificultades más comunes que pueden surgir en la vida de oración. La persona que reza experimenta con frecuencia la presencia de ciertos obstáculos y ciertas tentaciones que impiden el encuentro con el Señor, y que tiene que identificar y combatir con humildad y perseverancia. El Catecismo de la Iglesia Católica menciona, por ejemplo, la distracción, la sequedad y la acedia. Hay otros más, pero menciona estos tres.  

El primer problema que se presenta en la oración son las distracciones. En efecto, todos experimentamos —no sólo en la oración, sino en cualquier actividad que realicemos—, que no es fácil concentrarse y estar atentos. Pero en el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que puede ayudarnos: la vigilancia. En la oración, cuando caemos en la cuenta de nuestras distracciones, lo que nos ayuda a combatirlas es ofrecer con humildad el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él.

Otra dificultad es la sequedad, que puede depender de nosotros mismos o también de Dios, que permite ciertas situaciones exteriores o interiores. Es el tiempo de la desolación y de la fe más pura, porque se mantiene firme junto a Jesús. Por último, otra de las dificultades de la oración es la acedia, que está provocada por la pereza, el relajamiento de la ascesis, la falta de vigilancia y la negligencia del corazón. Ante todas estas dificultades no tenemos que desanimarnos, sino seguir rezando con humildad y confianza.

lunes, 17 de mayo de 2021

Fray Dailos José Melo ordenado sacerdote

Fray Dailos José Melo González O.P. fue ordenado sacerdote este pasado 8 de mayo, en la Basílica de Nuestra Señora de Candelaria. La celebración fue presidida por el obispo Nivariense. Un día más tarde, Melo celebró su primera Eucaristía como presbítero en el Monasterio de Santa Catalina de Siena, en La Laguna. Ambas celebraciones se pueden volver a ver a través del canal de Youtube “Basílica de Candelaria”.

Ordenacion dailos melo 2Al término de la ordenación, el prior provincial de los dominicos en la provincia de Hispania, fray Jesús Díaz Sariego realizó una acción de gracias a Dios por “habernos regalado un sacerdote más en la Iglesia para el mundo”. En su intervención hizo referencia a muchas personas que han sido importantes en la vocación de Dailos, como su familia, obispo, comunidad y, de un modo especial, a las hermanas contemplativas de Santa Catalina. “No excluyas nunca a nadie de la mesa del Señor”, expresó Sariego. “En la no exclusión de la mesa, está Dios con toda su gracia y con toda plenitud”.

Posteriormente, Dailos José Melo también quiso pronunciar unas palabras de agradecimiento por este día tan señalado. “De mi corazón, solo me brota una palabra, gracias. Gracias por tanto bien que he recibido sin merecerlo. Este día es el fruto de tantas oraciones, y de tantas personas que la providencia puso en mi camino para confirmar mi vocación. Doy gracias a Dios porque todo lo he recibido de él, sin merecerlo”.

Melo también agradeció a la Virgen María por su cariño y paciencia. Asimismo, expresó que le debe mucho a Santo Domingo en el seguimiento de Jesucristo. Seguidamente, Melo dio gracias a Dios pos su familia. “Gracias a ellos soy quien soy. Con mi madre y mis hermanas aprendí lo que es el amor, la entrega, la donación total, el agradecimiento y tantos otros valores”.

Posteriormente, Melo dio gracias a monseñor Álvarez por haberlo ordenado sacerdote y por el acompañamiento de estos años. Además, tuvo unas palabras cariñosas hacia la Orden de Predicadores, hacia los frailes de Candelaria y de una forma especial, hacia las hermanas del Monasterio de Santa Catalina de Siena, tan importantes a lo largo de la vocación de este joven natural de Santa Cruz de Tenerife.

Doy gracias a Dios porque todo lo he recibido de él, sin merecerlo

Melo no se quiso olvidar de varias personas de las que se ha servido Dios durante todo este tiempo. En este sentido, citó a su profesora de Religión del instituto, al sacerdote Mauricio González, sus padrinos de ordenación, sacerdotes, seminaristas y amigos. Asimismo, agradeció a la parroquia de Santa Ana, al coro del Orfeón La Laguna y a todos los que, de forma presencial o telemática, siguieron la celebración.

CAMBIO Y SUFICIENTE CAPACIDAD DE REPRÍS

Me gusta prevenir, imaginar situaciones para tener la mejor reacción, pero la crisis del coronavirus me ha hecho ver que la previsión en nuestra vida solo es buena en cierta medida. Ahora, o vivimos el día a día sin más afán que estar en manos del Señor y arriesgamos en humanidad para con los otros o algo no estaremos haciendo bien.

Tenía miedo de llegar a aburrir la palabra “cambio”, igual como aburrí la palabra “reestructuración” en la vida religiosa. Ya no hay peligro, el cambio ha llegado, para bien y para mal ya nada será igual, y el mundo, la Iglesia, los parámetros, la vida misma han cambiado… es como si el planeta hubiera gritado ¡basta!

Unos lo han comprendido y han cepillado su humanidad, otros han seguido siendo verdaderos creyentes, y otros, aún creen que todo sigue igual. ¡Pues no! Ya no es necesario hablar de cambio, éste está hecho, y la vida religiosa tendrá que asumirlo. Algunos ilusos siguen en la misma dirección y continúan con los mismos planes, pero lo de antes ha pasado…, en Jesús todo es nuevo, y ahora tenemos una buena oportunidad de transmitir esa humanidad plena que Jesús nos muestra.

Me da la impresión de que hasta será más fácil con tanta gente volcada en la oración, en estos últimos tiempos virtual pero real en el corazón. Tantas periferias ampliadas y ¿nos seguimos preguntando qué desea el Señor de nosotros? Lo sabemos de sobra: arriesgar la vida. Y eso significa innovar, romper los esquemas, los calendarios y las preguntas preparadas con antelación para la prospectiva… es escuchar al Espíritu y dejar primar lo necesario, sin aferrarse a seguridades y a presupuestos; con alegría y convicción.

Vivir, rezar, ser hermanos, y dejar soplar al Espíritu. Fuera los que quieren poner puertas al campo, han sido todas arrancadas y no hay que reconstruirlas, hay que trabajar la fe. Suena tópico, pero es ahora cuando se ve quién está a la altura y quién tiene suficiente capacidad de reprís para lidiar con el momento actual para asumir este nuevo mundo, este 

cambio tan brutal. El mundo ya no será el mismo y la vida religiosa menos. ¿Al lado de quién queremos estar? ¿De las familias, de los jóvenes, de los trabajadores, de los sintecho, de los menas…?

Sor Gemma Morató, O.P

domingo, 16 de mayo de 2021

REGINA COELI DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. La página evangélica (Mc 16,15-20) – la conclusión del Evangelio de Marcos – nos presenta el último encuentro del Resucitado con los discípulos antes de subir a la derecha del Padre. Normalmente, lo sabemos, las escenas de despedidas son tristes, causan en quien se queda un sentimiento de pérdida, de abandono; sin embargo esto no les sucede a los discípulos. No obstante la separación del Señor, no se muestran desconsolados, es más, están alegres y preparados para partir como misioneros en el mundo.

¿Por qué los discípulos no están tristes? ¿Por qué nosotros también debemos alegrarnos al ver a Jesús que asciende al cielo?

La ascensión completa la misión de Jesús en medio de nosotros. De hecho, si es por nosotros que Jesús bajó del cielo, también es por nosotros que asciende. Después de haber descendido en nuestra humanidad y haberla redimido – Dios, el Hijo de Dios, desciende y se hace hombre, toma nuestra humanidad y la redime – ahora asciende al cielo llevando consigo nuestra carne. Es el primer hombre que entra en el cielo, porque Jesús es hombre, verdadero hombre, es Dios, verdadero Dios; nuestra carne está en el cielo y esto nos da alegría. A la derecha del Padre se sienta ya un cuerpo humano, por primera vez, el cuerpo de Jesús, y en este misterio cada uno de nosotros contempla el propio destino futuro. No se trata de un abandono, Jesús permanece para siempre con los discípulos, con nosotros.

Permanece en la oración, porque Él, como hombre, reza al Padre, y como Dios, hombre y Dios, le hace ver las llagas, las llagas con las cuales nos ha redimido. La oración de Jesús está ahí, con nuestra carne: es uno de nosotros, Dios hombre, y reza por nosotros. Y esto nos debe dar una seguridad, es más, una alegría, ¡una gran alegría! Y el segundo motivo de alegría es la promesa de Jesús. Él nos ha dicho: “Os enviaré el Espíritu Santo”. Y ahí, con el Espíritu Santo, se hace ese mandamiento que Él da precisamente en la despedida: “Id por el mundo, anunciad el Evangelio”. Y será la fuerza del Espíritu Santo que nos lleva allá en el mundo, a llevar el Evangelio. Es el Espíritu Santo de ese día, que Jesús ha prometido, y entonces nueve días después vendrá en la fiesta de Pentecostés. Precisamente es el Espíritu Santo que ha hecho posible que todos nosotros seamos hoy así. ¡Una gran alegría! Jesús se ha ido al cielo: el primer hombre delante del Padre. Se fue con sus llagas, que han sido el precio de nuestra salvación, y reza por nosotros. Y después nos envía el Espíritu Santo, nos promete el Espíritu Santo, para ir a evangelizar. Por esto la alegría de hoy, por esto la alegría de este día de la Ascensión.

Hermanos y hermanas, en esta fiesta de la Ascensión, mientras contemplamos el Cielo, donde Cristo ha ascendido y se sienta a la derecha del Padre, pidamos a María, Reina del Cielo, que nos ayude a ser en el mundo testigos valientes del Resucitado en las situaciones concretas de la vida.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Sigo con gran preocupación lo que está sucediendo en Tierra Santa. En estos días, violentos enfrentamientos armados entre la Franja de Gaza e Israel han prevalecido y se corre el riesgo de que degeneren en una espiral de muerte y destrucción. Numerosas personas han resultado heridas, y muchos inocentes han muerto. Entre ellos también hay niños, y esto es terrible e inaceptable. Su muerte es signo de que no se quiere construir el futuro, sino que se quiere destruir.

Además, el creciente odio y violencia que está afectando a varias ciudades de Israel es una herida grave a la fraternidad y a la convivencia pacífica entre los ciudadanos, que será difícil de curar sino se abre de inmediato al diálogo. Me pregunto: ¿el odio y la venganza dónde llevarán? ¿Realmente pensamos construir la paz destruyendo al otro? “En el nombre de Dios que ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos” (cfr. Documento Fraternidad Humana) hago un llamamiento a la calma y, a quien tenga la responsabilidad, de hacer que cese el estruendo de las armas y de recorrer los caminos de la paz, también con la ayuda de la Comunidad Internacional.

Rezamos incesantemente para que israelíes y palestinos puedan encontrar el camino del diálogo y del perdón, para ser pacientes constructores de paz y de justicia, abriéndose, paso a paso, a una esperanza común, a una convivencia entre hermanos.

Rezamos por las víctimas, en particular por los niños; rezamos por la paz a la Reina de la paz. Dios te salve María…

Hoy empieza la “Semana Laudato si’”, para educarnos cada vez más a escuchar el grito de la Tierra y el grito de los pobres. Doy las gracias al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Movimiento Católico Mundial por el Clima, Caritas Internationalis y las numerosas organizaciones adheridas, e invito a todos a participar.

Saludo a los peregrinos de diferentes países que ayer, aquí en Roma en San Juan de Letrán, participaron en la beatificación del sacerdote Francisco María de la Cruz, fundador de los religiosos Salvatorianos y de las religiosas Salvatorianas. Él fue incansable anunciador del Evangelio, utilizando cualquier medio que la caridad de Cristo le inspiraba. Su celo apostólico sea de ejemplo y de guía a los que en la Iglesia son llamados a llevar la palabra y el amor de Jesús a cada ambiente. ¡Un aplauso al nuevo beato! Está el icono aquí delante…

Os saludo cordialmente a todos vosotros, procedentes de Roma, de Italia y de otros países, en particular, al Grupo AGESCI-Lupetti de la parroquia San Gregorio Magno en Roma; y al Seminario Redemptoris Mater de la diócesis de Florencia

Os deseo a todos un feliz domingo, también a los chicos de la Inmaculada, que son buenos. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!