viernes, 5 de septiembre de 2025

Viernes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,15-20):

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios


Salmo 99,R/. Entrad en la presencia del Señor con vítores


 Santo Evangelio según san Lucas (5,33-39):

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»

Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»

Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo.»»

Palabra del Señor


Compartimos:

El Reino es una fiesta. Esto lo deberíamos llevar grabado en el corazón todos los cristianos, todos los que creemos en Jesús. Es una fiesta hecha de fraternidad, de encuentro, de justicia, de perdón, de misericordia. Es una fiesta en la que nos comprometemos a construir desde ya un mundo nuevo. Es cierto que lo que vemos/vivimos  ahora no es todavía ese mundo nuevo. Pero ya lo estamos construyendo. Ya lo sentimos aquí. Cada vez que celebramos la Eucaristía, que escuchamos la palabra, que compartimos el pan, estamos ya viviendo esa nueva realidad.


Conviene que no olvidemos este aspecto de nuestra fe porque son muchos y han sido muchos siglos los que la fe cristiana ha sido presentada de una forma negativa. En realidad, parecía que Dios fuese más una amenaza que un padre de misericordia y perdón. Ciertamente se hablaba de perdón. Ahí esta el sacramento de la confesión. Pero hasta este mismo sacramento estaba cubierto por un velo morado. En él daba la impresión de que lo más importante eran nuestros pecados, sentirnos culpables, muy culpables, porque quizá así lograríamos alcanzar el perdón. Era necesario reconocernos culpables. Pero también cumplir la penitencia, que era como el castigo necesario. Sin cumplir la penitencia, no se alcanzaba el perdón de Dios, que así se entendía que era un perdón con condiciones.


Y por el camino se nos olvidó hablar del gozo de la resurrección, del regalo de la vida, de un Padre de amor infinito y misericordia infinita, que acoge y perdona sin condiciones y sin medida. Y esto es mucho más verdad que lo anterior.


Así se entiende que Jesús dijera a los fariseos y escribas que los suyos no tenían ninguna razón para ayunar ni para vivir cabizbajos y siempre oprimidos por la culpa pasada (que parece que por mucho que Dios nos perdone nunca se nos termina de quitar de encima). El Reino es el vino nuevo y nos invita a vivir de una vida nueva. No hay razón para ayunar porque el novio está con nosotros. Quizá habrá días en que nos toque ayunar pero será porque nos tocará, con gozo y alegría, compartir el pan con el hermano hambriento.

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