martes, 30 de septiembre de 2025

Martes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario,San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Zacarías (8,20-23):

Así dice el Señor de los Ejércitos: Todavía vendrán pueblos y habitantes de grandes ciudades, y los de una ciudad irán a otra diciendo: «Vayamos a implorar al Señor, a consultar al Señor de los Ejércitos. – Yo también voy contigo.» Y vendrán pueblos incontables y numerosas naciones a consultar al Señor de los Ejércitos en Jerusalén y a implorar su protección. Así dice el Señor de los Ejércitos: Aquel día diez hombres de cada lengua extranjera agarrarán a un judío por la orla del manto, diciendo: «Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros.»

Palabra de Dios


Salmo 86,R/. Dios está con nosotros


Santo Evangelio según san Lucas (9,51-56):

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»

Él se volvió y les regañó y dijo: «No sabéis de que espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»

Y se marcharon a otra aldea.

Palabra del Señor


Compartimos:

Después de un verano de incendios aterradores en España, lo último que querríamos escuchar es esta palabra. Los discípulos del relato del evangelio de hoy preguntan si pedir fuego para consumir a los enemigos. La verdad es que la propuesta es muy tentadora en momentos políticos difíciles… e incluso en situaciones cotidianas de peleas familiares o de vecinos. Sería tan fácil emprenderla a golpes contra quienes nos molestan. Más difícil es mantener la calma y seguir nuestro camino sin que esos ataques nos paralicen. Al fin y al cabo, la venganza no soluciona el conflicto; puede, a lo más, alcanzar una paz resentida y a punto de estallar en cualquier momento.


Dicen que san Jerónimo, cuya fiesta celebramos hoy, era un hombre de carácter fuerte e incluso huraño. Un hombre de fuego, con pasión por la Palabra de Cristo. No se sabe, sin embargo, que fuera violento físicamente. Lo que sí dejó fue el gran tesoro de acceso a la Escritura y aseguró que el desconocerla es desconocer a Cristo. Y el Cristo que se nos presenta hoy, no recibido, no aceptado, no reconocido, no pide fuego que consuma al enemigo, sino fuego que haga arder el corazón en caridad y difunda paz. Porque la decisión es “ir a Jerusalén”. Mantener el camino firme hacia la ciudad de Dios, pase lo que pase y sean cuales sean las circunstancias alrededor, se mantiene la paz, no se recurre al fuego vengativo, se sigue el camino por el que llama Dios.


Tener firmeza y suavidad al mismo tiempo puede requerir un equilibrio difícil. Irrita y frustra la maldad, la tontería, la corrupción o la injusticia de alrededor, y seguramente Jerónimo bramaría contra ella. Pero el fuego tiene que ir dirigido a seguir la obra de Dios. Jesús regaña a sus discípulos simplemente por la pregunta. Y nos pone a todos un “deténte” para no caer en la tentación de revanchas, golpes o parálisis. Seguir adelante en el bien, con la determinación de Cristo de ir a Jerusalén, a la casa de Dios.

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