sábado, 6 de septiembre de 2025

Sábado de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,21-23):

Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones; ahora, en cambio, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia. La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis. En el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo, fui nombrado su ministro.

Palabra de Dios


Salmo 53,R/. Dios es mi auxilio


Santo Evangelio según san Lucas (6,1-5):

Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.

Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»

Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»

Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Hace muchos años leí una frase que si mal no recuerdo la había escrito un místico ruso de principios del siglo pasado. Tampoco me acuerdo de las palabras textuales pero sí del contenido, que me pareció muy cierto. Venía a decir que el pan material que necesita mi hermano hambriento es la realidad más espiritual que puedo imaginar. Me ayuda esta frase a explicar y entender el Evangelio de hoy.


Los discípulos tienen hambre. Es una necesidad bien simple. Muy material. Pero absolutamente necesaria para la vida. Sin comida no hay vida. Así de sencillo. Frente a esa urgencia no hay norma que valga.


Pero los fariseos están en otra onda. Para empezar, probablemente ellos no sentían hambre. Desde esa posición, más cómoda que la de los que tienen hambre, miran y juzgan a los discípulos que se están saltando las normas. Porque en sábado no está permitido trabajar y parece ser que en sus precisiones rigoristas de la ley, frotar las espigas para sacar el grano limpio y comerlo ya era trabajar. De ahí a la condena por incumplir la ley no va nada.


Esto pasaba en tiempos de Jesús pero, seamos realistas, no hace mucho –uno o dos siglos– los párrocos del mundo rural perseguían y acusaban a los labradores que en domingo iban a cuidar sus campos. Daba lo mismo que la cosecha se perdiera y que el hambre amenazase a la familia. Lo importante era cumplir la ley de “santificar las fiestas”.


Menos mal que Jesús tiene claro que las normas están para servir al hombre y no al revés. Menos mal que Jesús sabe que en el reino lo más importante, lo más urgente, lo más espiritual, es atender la necesidad del hermano que tiene hambre. A todos los que se sienten encantados de refugiarse en la mística, en la contemplación pura, en el silencio meditativo, conviene recordarle que no hay nada más espiritual que el pan que necesita mi hermano para satisfacer su hambre.

viernes, 5 de septiembre de 2025

La renovación de votos en la Orden de Predicadores

Durante la misa conventual, presidida por fray Juan Carlos González del Cerro, los jóvenes reafirmaron su compromiso de vivir según el carisma de la Orden de Predicadores


El lunes primero de septiembre, un grupo de frailes estudiantes renovó sus votos religiosos en el Real Convento de Predicadores de Valencia. Ante el delegado del Prior Provincial, fray Juan Carlos González del Cerro, subprior in capite y maestro de estudiantes, seis miembros de la comunidad prometieron nuevamente vivir según el estilo de vida de los frailes predicadores, durante la habitual misa conventual vespertina.


Fray César de Camps Peña y fray Alejandro Pérez Castellanos renovaron por un año, mientras que fray Diego Jesús Rodríguez Hernández, fray Florent Oke, fray Liberato Bee Bee Mayie y fray Lázaro Yoerlis Morales González lo hicieron por dos años. En la celebración, fray Juan Carlos mencionó la festividad de Ntra. Sra. De los Ángeles del Puig, señalada en el calendario diocesano de Valencia, y destacó la importancia de que el fraile predicador permita que la Palabra influya en su vida para poder transmitirla.

La renovación de los votos religiosos es un acto litúrgico en el cual los frailes, tras el período inicial de formación (noviciado), reafirman su compromiso de vivir según los consejos evangélicos —especialmente obediencia, pobreza y castidad— tal como lo establece la Orden de Predicadores. En esta etapa, los votos se renuevan de forma temporal por un año, dos años u otro plazo según lo dispuesto por las Constituciones de la Orden. Lejos de ser un mero trámite, este momento simbólico refuerza la entrega diaria a la misión apostólica y comunitaria, recordando al religioso su vocación permanente a seguir a Cristo, en fidelidad a Santo Domingo y al espíritu dominicano.


Fray Diego Jesús Rodríguez, O.P.


Viernes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,15-20):

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios


Salmo 99,R/. Entrad en la presencia del Señor con vítores


 Santo Evangelio según san Lucas (5,33-39):

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»

Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»

Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo.»»

Palabra del Señor


Compartimos:

El Reino es una fiesta. Esto lo deberíamos llevar grabado en el corazón todos los cristianos, todos los que creemos en Jesús. Es una fiesta hecha de fraternidad, de encuentro, de justicia, de perdón, de misericordia. Es una fiesta en la que nos comprometemos a construir desde ya un mundo nuevo. Es cierto que lo que vemos/vivimos  ahora no es todavía ese mundo nuevo. Pero ya lo estamos construyendo. Ya lo sentimos aquí. Cada vez que celebramos la Eucaristía, que escuchamos la palabra, que compartimos el pan, estamos ya viviendo esa nueva realidad.


Conviene que no olvidemos este aspecto de nuestra fe porque son muchos y han sido muchos siglos los que la fe cristiana ha sido presentada de una forma negativa. En realidad, parecía que Dios fuese más una amenaza que un padre de misericordia y perdón. Ciertamente se hablaba de perdón. Ahí esta el sacramento de la confesión. Pero hasta este mismo sacramento estaba cubierto por un velo morado. En él daba la impresión de que lo más importante eran nuestros pecados, sentirnos culpables, muy culpables, porque quizá así lograríamos alcanzar el perdón. Era necesario reconocernos culpables. Pero también cumplir la penitencia, que era como el castigo necesario. Sin cumplir la penitencia, no se alcanzaba el perdón de Dios, que así se entendía que era un perdón con condiciones.


Y por el camino se nos olvidó hablar del gozo de la resurrección, del regalo de la vida, de un Padre de amor infinito y misericordia infinita, que acoge y perdona sin condiciones y sin medida. Y esto es mucho más verdad que lo anterior.


Así se entiende que Jesús dijera a los fariseos y escribas que los suyos no tenían ninguna razón para ayunar ni para vivir cabizbajos y siempre oprimidos por la culpa pasada (que parece que por mucho que Dios nos perdone nunca se nos termina de quitar de encima). El Reino es el vino nuevo y nos invita a vivir de una vida nueva. No hay razón para ayunar porque el novio está con nosotros. Quizá habrá días en que nos toque ayunar pero será porque nos tocará, con gozo y alegría, compartir el pan con el hermano hambriento.

jueves, 4 de septiembre de 2025

Jueves de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,9-14):

Desde que nos enteramos de vuestra conducta, no dejamos de rezar a Dios por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual. De esta manera, vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificaréis en toda clase de obras buenas y aumentará vuestro conocimiento de Dios. El poder de su gloria os dará fuerza para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias al Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Palabra de Dios


Salmo 97,R/. El Señor da a conocer su victoria


Santo Evangelio según san Lucas (5,1-11):

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»

Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor


Compartimos:

¡Aún dicen que el pescado es caro! es una cuadro pintado por el artista español Joaquín Sorolla en el año 1894. Retrata a un pescador herido que es atendido por un compañero. Nos hace pensar en los peligros del mar y en cómo los pescadores arriesgan su vida en él. Porque el mar no es solo la visión beatífica del mar en calma en un amanecer. El mar es también el momento de la tormenta, de las olas que suben por encima de los barcos y que tantas veces han dado con ellos, y con su tripulación, en el fondo del mar. El mar no es para tomárselo a broma.


Unos cuantos de los discípulos de Jesús eran pescadores en el mar de Galilea. Es un lago grande pero que también tiene auténticas tormentas que, es de suponer, ponían en peligro las barquillas que en aquellos tiempos podían usar los pescadores. Allí habían estado toda la noche bregando y no habían conseguido nada. Pero a la indicación de Jesús, volvieron a echar las redes.


Sin duda, que el evangelista nos está hablando de otras redes y otra pesca. Sin duda, que está hablando del trabajo de los misioneros, de los que después de la resurrección fueron, y van, por los caminos del mundo anunciando con sus palabras y con sus hechos, el reino. No siempre se pesca. Ni siquiera siempre consiguen que les escuchen (así le sucedió a Pablo en Atenas, Hechos 17,16-34). Pero ellos no cejan porque se sienten llamados a esa misión: anunciar el reino de Dios, el amor y la misericordia de Dios para todos los hombres y mujeres, sin excepción, sin excluir a nadie. Y siguen echando la red, anunciando el reino, en el nombre de Jesús.


Pero misioneros no son solo los que van a países lejanos, dejando su tierra. Misioneros somos todos porque todos estamos llamados a dar testimonio del Dios de Jesús. También aquí y ahora, en nuestras oficinas, en nuestras familias, con los vecinos y amigos. A veces será sin palabras, solo con nuestra forma de actuar como personas honestas y siempre atentas a las necesidades de los demás. Como Dios mismo haría en nuestro lugar.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿QUÉ DA SABOR A MI VIDA?

Por Luis Alberto Gonzalo Díez 

Esta es la pregunta que tarde o temprano toda persona se hace. La sucesión de acontecimientos, a veces, nos mantiene entretenidos, “sin tiempo”, para pensar la respuesta. Sin embargo, todos nos preguntamos qué es necesario y sustancial; y qué opinable, circunstancial y, por tanto, prescindible.


De esta primera distinción, se desprenden actitudes diferentes. Bien el interés y el cuidado, para sostener lo sustancial; bien el desinterés ante lo que no tiene durabilidad. Y creo que esta “inocente” diferencia nos puede ayudar en una cuestión importante que, además, quiebra no pocas veces la esperanza. A la pregunta por la insatisfacción de algunas personas ante la vida comunitaria, quizá la respuesta sea tan sencilla como reconocer que la forma comunitaria que se les propone no “toca” su opción fundamental, lo crucial de la vida y, en consecuencia, se sitúa en el apartado de lo circunstancial, opinable y, por supuesto, no transcendente.


Probablemente, no tengamos que insistir en la fuerza que contagia ver a los discípulos y discípulas entusiasmados con la propuesta de Jesús. Sin duda, es una experiencia única. Nos ayuda a entender qué es imprescindible, aquello que jamás puede desaparecer. Otra cosa muy diferente son las formas que aportamos para el desarrollo de ese seguimiento. Ahí aparecen infinidad de estilos, muchos de ellos incompatibles que, sin embargo, a quien los sugiere (o impone) le dan la seguridad suficiente como para decirse, cada noche, que está en el buen camino. En las formas, definitivamente, está la dificultad. Porque son tiempos que manifiestan que no hay tantos hombres (y mujeres) generosos y libres, maestros de comunión. Proliferan, por contra, los copistas de guiones rápidos, sin camino propio, con esquemas que extrapolan, sin pudor, de un lugar a otro, pensando que cualquier cosa vale y que, al final, lo único importante es aparentar estar juntos. Esta mediocridad trae mucho sufrimiento y desafección: el peso sin vida que algunas personas experimentan en la sucesión de minutos en su comunidad o sufrimiento; y el desinterés, sin palabras y sin protestas, que otros y otras manifiestan ante cualquier propuesta que solo en apariencia aglutina o reúne.


¿Qué es lo que da sabor a la vida? Vivir la vida que quieres y querer la vida que vives. Y, ahí no hay error ni distracción, ni egoísmo ni falta de verdad. Es la formación, o ese lento dejarse hacer por el Espíritu, la que va “informándote” de aquellos lugares verdes que están en tu vida y que ningún acontecimiento, externo o interno, te podrá robar. Por eso es imprescindible que toda persona trabaje, y descubra el sentido de su vida, aquello que le da un sabor inconfundible y real, aquel acento que hace de su existencia algo original y libre; evangélico y nuevo… Aquello que hace de su identidad una vocación de Dios.


Ese es el sabor, y compartir vida ha de ser un lugar donde el color personal de la existencia, lejos de desaparecer, crezca y fructifique. El sitio creíble y concreto donde nadie tiene que dejar de ser él mismo, ella misma, para ser otra cosa… La comunidad no muere por su debilidad física o numérica, muere cuando los integrantes tiran la toalla y optan por una vida anodina que han dejado de protagonizar conformándose con saber “qué toca”, o tejiendo el tiempo con propuestas externas a sí mismo, o misma, tengan estas propuestas conexión con la vida o simplemente sean un ejercicio de rutina sincronizada para sostener apariencia de funcionamiento.


La paradoja es que internamente todos buscamos experiencias con sabor que pongan color a la existencia y, a la vez, podemos dejar que la inercia diga cómo hemos de buscarlo. Y esto es imposible. Hay una cuestión que considero evidente y es que no está en crisis la comunidad; está en una profunda crisis algunas realizaciones que denominamos comunidad. No está en crisis la búsqueda de Dios que sigue dando vida a los carismas, y carisma a las vidas; pero los moldes están obsoletos, cargados y cansados, confusos, desorientados y guiados sin creatividad que buscan “en el baúl de los recuerdos” argumentos para sostener la convivencia de hombres y mujeres que, sin embargo, ya no se identifican con el pasado. La propuesta comunitaria es transgresora y da sabor a la vida… sobre todo, cuando lo tiene todo en común y, en ella, ha crecido la verdad y la confianza. También, para decir esto no me ayuda, no me sirve o me confunde. Evidentemente, el silencio no da sabor a la vida.

Miércoles de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,1-8):

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios. Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.

Palabra de Dios


Salmo 51,R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás


Santo Evangelio según san Lucas (4,38-44):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.

De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»

Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.

Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»

Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor


Compartimos:

Jesús no es un milagrero ni un curandero. Su misión es anunciar el reino de Dios. Y eso incluye hablar, predicar, catequizar pero también incluye necesariamente atender, cuidar, servir, querer, perdonar, crear fraternidad, hacer justicia, estar cerca de los pobres…


Lo digo porque para algunos lo principal y casi exclusivo de la Iglesia y de la fe es la línea vertical, la relación directa de cada persona con Dios. Esto se ve en las personas, muy católicas ellas, sacerdotes incluso, para las que instituciones de la Iglesia como Caritas, son entendidas como una especie de ONG pero que no es esencial en absoluto para la Iglesia ni para la vida de la comunidad cristiana. Para ellos, lo fundamental es la oración y sobre todo la liturgia, entendida como ese momento íntimo donde parece que se hace posible el encuentro del alma con Dios.


Pero la realidad es que Jesús plantea las cosas de un modo diferente, diametralmente opuesto. La relación con Dios no es directa sino que pasa necesariamente por el hermano. Y, creo que se puede decir sin miedo, por el hermano más pobre y necesitado. La liturgia, la oración es siempre comunitaria y necesita estar abierta a la presencia no solo del resto de la comunidad cristiana sino de la humanidad entera porque todos somos hijos e hijas de Dios.


Por eso, Caritas no es un apéndice del que se pudiera prescindir en la Iglesia sin mayor problema. Es parte fundamental del anuncio evangelizador. Cuando digo Caritas, me refiero también a tantas iniciativas y asociaciones de cristianos que se dirigen a atender a los más necesitados sean o no sean cristianos. Porque el amor de Dios es universal y no atiende a fronteras de ningún tipo.


El texto evangélico de hoy nos debe ayudar a no quedarnos en las exposiciones místicas, en la contemplación, que no tiene sentido sino no está imbuida de lo que es verdaderamente urgente: atender a los hermanos. Y si la necesidad es urgente, hasta la oración hay que dejarla. Porque el hermano siempre tiene preferencia.

martes, 2 de septiembre de 2025

Martes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5,1-6.9-11):

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él. Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis.

Palabra de Dios


Salmo 26,R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida


Santo Evangelio según san Lucas (4,31-37):

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.

Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»

El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.

Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

Palabra del Señor


Compartimos:

Da la impresión de que aquella gente de Cafarnaún no había visto a nadie hablar y actuar con autoridad. Pero seguro que no era así. Está claro que habían visto a mucha gente actuar con autoridad. Seguro que tenían un responsable de la sinagoga. Seguro que había alguien que, quizá con otro nombre, actuaba como alcalde de la ciudad. Seguro que a Cafarnaún habían llegado los recaudadores de impuestos. Seguro que por allí habrían pasado los legionarios romanos. Seguro que en sus familias habría algún mayor que ejercía la autoridad. Claro que sabían lo que era la autoridad y la gente que tenía autoridad.


Entonces, ¿qué es lo que ven diferente en Jesús? Aquí se nos puede venir a la memoria aquello que dice el mismo Jesús en otra parte: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). Y así podemos entender mejor cómo ejercía la autoridad Jesús: no como el que domina y oprime, sino como el que sirve, atiende, cuida y libera. Eso fue lo que sorprendió a los oyentes de Jesús. Lo más seguro es que era la primera vez en su vida que veían a alguien que tenía autoridad pero que la utilizaba para servir, para liberar, para crear esperanza, para ayudar a las personas a crecer.


El primer ejemplo está en el hombre poseído por el demonio inmundo. Hasta éste reconoce esa diferente manera de ejercer la autoridad. Y no tiene más remedio que salir corriendo. Como no podía ser de otro modo, la noticia iba de boca en boca por toda la comarca: “Hay un hombre diferente. Habla de Dios pero no para oprimir sino para liberar.”


Con el ejemplo de Jesús ya tenemos suficiente los cristianos para saber cómo tenemos que ejercer nuestra autoridad: no como el que impone sino como el que sirve. Hasta dar la vida, como hizo Jesús.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Lunes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-18):

No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios


Salmo responsorial Sal 95,1.3.4-5.11-12a.12b-13


 Santo Evangelio según san Lucas (4,16-30):

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.

Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»

Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo» y’ «haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».»

Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor


Compartimos:

Está claro que Jesús sabe lo que hace y lo que quiere hacer de su vida. Está claro cuando el evangelista pone en sus labios el texto del profeta Isaías y hace que Jesús lo comente con lo que podríamos decir que es la homilía más corta de la historia: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.


Los que no lo tienen nada claro son los que le escuchan. Ciertamente se admiran de lo que dice Jesús. Lo aprueban y se alegran. Pero luego van a lo suyo. Es decir, quieren arrimar el ascua a su sardina, como, de alguna manera, queremos hacer todos. Dicho en otras palabras, quieren un profeta que anuncie la palabra de Dios pero que también, sobre todo, les solucione los problemas prácticos: que cure a los enfermos del pueblo como ha hecho en otras partes, que mejore las cosechas, etc. Y como Jesús no va por esos caminos, terminan por desautorizarle. No puede ser profeta porque no nos cura, porque no soluciona nuestros problemas. Esa es la verdadera razón del rechazo. Pero lo que dicen no es eso sino que Jesús no puede ser profeta porque es el “hijo de José”, porque le conocen de toda la vida, porque ya saben de sus manías y las de su familia, etc.


Pasa que los habitantes de Nazaret, quizá como nosotros mismos tantas veces, no buscamos a un Dios que nos abra camino de esperanza, que nos acompañe en el esfuerzo por crecer como personas libres y responsables. Preferimos un Dios que nos ayude a aprobar los exámenes, que nos cure de nuestros males, que nos solucione los problemas prácticos que nos encontramos en el día a día (¿no es eso lo que tantas veces llevamos a la oración y pedimos a Dios?). Preferimos un Dios al que podamos manipular, que sirva a nuestros intereses a corto plazo, que nos haga los favores que queremos que nos haga. Pero nada más. Luego preferimos que no moleste, que nos deje vivir nuestra vida sin darnos la vara.


El Dios de Jesús no es así. Es libre y nos enseña a ser libres. Nos quiere ayudar a crecer como personas, a hacernos responsables de nuestras vidas, a lidiar como adultos con nuestros problemas.