Las relaciones entre la razón y la fe han de quedar bien fijadas. Ambas son dos caminos para el acceso a la única verdad, que siempre será que el intelecto humano se adecúe con la realidad de las cosas, sea la realidad mundana o la superior realidad divina. El camino de la razón es un camino ascendente, mediantes las fuerzas y facultades naturales del hombre.
El camino de la fe, en cambio, es un camino descendente,
porque proviene de la revelación divina, que Santo Tomás entiende como
irradiación de la ciencia divina hasta el ser humano por medio, generalmente,
de mediadores (ángeles, los apóstoles, la jerarquía de la Iglesia, etc).
Santo Tomas representa, la síntesis más perfecta de las
relaciones entre razón y fe, tal como las ha ido modelando la tradición de la
Iglesia. Así lo reconocería más adelante el magisterio en numerosas ocasiones,
destacando la eficacia de la teología tomista en el combate contra todo tipo de
errores. Sin embargo, y aunque en momentos determinante de la historia de la
Iglesia esta síntesis ha sido dominante en el panorama eclesial, la verdad es
que el pensamiento del doctor Aquinate acabaría perdiendo la batalla.
Contemporáneamente a
Santo Tomas, la escuela franciscana estaba desarrollando una orientación, que
terminaría triunfando, donde no se veía tan clara esta síntesis entre razón y
fe. El asunto vendría por la defensa de estos de la primacía de la voluntad
sobre el intelecto en Dios, entre otras cosas, lo que poco a poco conduciría
hacia el nominalismo de Ockham, el luteranismo, el relativismo, la filosofía
crítica, el idealismo.
La fe se ha visto sumida en una crisis sin parangón en la
historia. Esta crisis se ha hecho notar en la teología de las últimas décadas,
que ha dejado de ser, en la mayoría de los casos, una verdadera doctrina
sagrada, para pasar a ser una colección de novedades y originalidades al
servicio de las tendencias del momento. Las intervenciones del magisterio han
intentado salir al paso, pero lo han hecho lento y con escasa eficacia.
La razón aportaría a la fe la dimensión universal, sustituida
muchas veces por ideología globalista, pudiendo así retomarse el anuncio del
Evangelio a todas la naciones. Permitiría respetar mejor eso que el Vaticano II
llamaba "la justa autonomía de la realidad terrena", reconociendo, que
las ciencias particulares tiene una competencia propia a la hora de investigar
la realidad creada, descubriendo en ella las leyes puestas por el Creador.
La Iglesia tiene una competencia específica, como aquellas
relacionadas con la moral pública: economía, política, defensa de la vida.
En su famoso discurso en Ratisbona, el papa Benedicto XVI, que no menciona explícitamente la figura de Santo Tomás, ponía como punto de partida de su reflexión sobre la razón y la fe la frase: "No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios" es una expresión muy concreta de lo que deseo expresar entre razón y fe, fundamentada por los Padres, edificada sólidamente por Santo Tomas y que todavía permanece, aunque gravemente dañada por la modernidad. Es la síntesis armónica y ordenada que desde los últimos dos siglos de la Iglesia nos invita a reconstruir para bien suyo y del mundo.
MM. Dominicas
Sor María Pilar. O.P
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