sábado, 7 de diciembre de 2024

Sábado de la I semana de Adviento, San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (30,19-21.23-26):

Esto dice el Señor, el Santo de Israel:

«Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,

no tendrás que llorar,

se apiadará de ti al oír tu gemido:

apenas te oiga, te responderá.

Aunque el Señor te diera

el pan de la angustia y el agua de la opresión

ya no se esconderá tu Maestro,

tus ojos verán a tu Maestro.

Si te desvías a la derecha o a la izquierda,

tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”.

Te dará lluvia para la semilla

que siembras en el campo,

y el grano cosechado en el campo

será abundante y suculento;

aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas;

los bueyes y asnos que trabajan en el campo

comerán forraje fermentado,

aventado con pala y con rastrillo.

En toda alta montaña,

en toda colina elevada

habrá canales y cauces de agua

el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.

La luz de la luna será como la luz del sol,

y la luz del sol será siete veces mayor,

como la luz de siete días,

cuando el Señor vende la herida de su pueblo

y cure las llagas de sus golpes».

Palabra de Dios

Salmo 146,R/. Dichosos los que esperan en el Señor

Santo Evangelio según san Mateo (9,35–10,1.6-8):

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

Entonces dice a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Palabra de Dios

Compartimos:

Las lecturas de hoy nos presentan un mensaje cargado de esperanza y de misión, recordándonos que el Adviento es un tiempo de preparación para la restauración plena que Dios quiere traer a nuestras vidas y a toda la humanidad. En este contexto, la proclamación del Año Jubilar nos ofrece una clave adicional: estamos llamados a acoger la gracia de Dios como un don gratuito que restaura, sana y libera, para luego compartirla generosamente con los demás.


En la primera lectura, Isaías (30,19-21.23-26) nos habla de un Dios que escucha el clamor de su pueblo y que, como un Maestro cercano, guía y consuela. Aunque el pueblo haya experimentado momentos de angustia y opresión, se les promete un futuro lleno de luz, abundancia y sanación. Este pasaje nos invita a confiar en el Señor incluso en medio de nuestras dificultades, sabiendo que Él siempre está atento a nuestro sufrimiento y dispuesto a intervenir en nuestro favor. Es especialmente significativa la imagen del Maestro que camina con nosotros, indicándonos el camino: “Este es el camino, camina por él”. En este tiempo de Adviento Dios nos llama a sintonizar nuestros oídos con su voz y a seguirlo con confianza, dejando atrás los miedos y las incertidumbres.


El pasaje también describe un futuro en el que las heridas serán vendadas, las llagas curadas y la creación entera será renovada con abundancia y plenitud. Esto nos recuerda que el Jubileo no es solo un tiempo de renovación espiritual, sino también de justicia, reconciliación y cuidado por los demás y por la creación. ¿Estamos permitiendo que Dios sane nuestras heridas? ¿Estamos siendo instrumentos de su paz y de su abundancia para quienes nos rodean?


En el Evangelio (Mateo 9,35–10,1.6-8), Jesús recorre las ciudades y aldeas proclamando el Reino y curando a los enfermos, movido por la compasión hacia un pueblo extenuado y abandonado, “como ovejas sin pastor”. Su mirada compasiva no se queda en un sentimiento pasivo, sino que lo impulsa a actuar: llama a sus discípulos, les da autoridad y los envía con una misión concreta: proclamar que el Reino ha llegado y acompañar esa proclamación con gestos concretos de sanación y liberación.


Aquí se nos presenta un llamado directo a todos los discípulos de Jesús, especialmente en este tiempo de Jubileo: la misión no es opcional, es parte esencial de nuestra respuesta al don que hemos recibido. “Gratis habéis recibido, dad gratis”. El amor de Dios, su gracia y su misericordia no son algo que podamos guardar para nosotros mismos; son un regalo que debe compartirse con generosidad. Jesús nos invita a ser sus colaboradores en la gran mies, a ser instrumentos de su compasión para un mundo herido y necesitado.


El Adviento y el Año Jubilar se convierten así en un llamado doble: primero, a permitir que Dios sane, restaure y transforme nuestras vidas; y segundo, a salir al encuentro de los demás, anunciando con nuestras palabras y acciones que el Reino está cerca. En un mundo lleno de desigualdad, enfermedad y desesperanza, se nos pide que llevemos luz donde hay oscuridad, que proclamemos esperanza donde hay desolación y que demos gratuitamente lo que gratuitamente hemos recibido.


Que este tiempo de espera activa nos impulse a vivir con el oído atento a la voz del Maestro, los pies dispuestos a caminar por el sendero que nos marca y las manos abiertas para sanar, consolar y compartir. Así, nuestra vida se convertirá en un testimonio vivo de que el Señor está cerca, vendando heridas y proclamando un tiempo nuevo de gracia, justicia y plenitud. ¡Que nuestra existencia sea anuncio y testimonio del Reino de Dios, que ya está entre nosotros!

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