lunes, 5 de diciembre de 2022

Las cosas de comer

Hace poco me preguntaron cuáles podrían ser los siguientes pasos de la narrativa literaria afroespañola emergente y decidí hacer una analogía con la gastronomía. A priori, parece un área muy alejada de las letras, sin embargo, está sentando unas bases interesantísimas que quienes escribimos podríamos emular por exitosas y rompedoras.

Comienzo con Mayra Adam Chale, quien empezó a cocinar delante de una cámara y a compartirlo en redes sociales a raíz de que su hijo le pidiera que le hiciera pollo con salsa de cacahuete y de que sus amistades le preguntaran cómo se hacía la comida del país de sus padres, Guinea Ecuatorial. Ese fue el punto de partida para que creara Mi cocina africana, un canal de YouTube y un perfil en Instagram que resumen todo lo que para mí es bueno a la hora de contar.

De entrada, sus vídeos recogen un legado comunitario, transmitido de generación en generación, en el que las dosis exactas de sal o de aceite no existen, pero sí la ritualidad asociada a la preparación. Cada nueva entrada amplifica los saberes que le llegaron de sus abuelas y de sus bisabuelas y los lleva mucho más lejos. Con todo, Mayra no muestra únicamente lo que ha aprendido y degustado en su entorno sino que, a medida que ha ido avanzando en su labor de registro gastronómico, le ha ido sumando elementos: pone la música que sonaba en su casa y, en ocasiones, hasta baila katja (una danza del pueblo bööbe). Sin pretenderlo, o quizá sí, cruza artes y saberes. Por otro lado, no se conforma con lo absorbido en el núcleo familiar, investiga y da a conocer otras recetas africanas, dotando a su contenido de una dimensión continental.

Hay más. En la obra de Agnes Essonti, fotógrafa barcelonesa de ascendencia camerunesa y andaluza, también tiene mucha presencia la comida. Con su trabajo, nos invita a que construyamos nuestra identidad y a que nos conectemos con nuestra ancestralidad y nuestra tierra de origen a través de los alimentos. Tiene mucho sentido, puesto que si hay algo que puede transportarnos en milésimas de segundo en el espacio y en el tiempo son los olores y los sabores. Y el hecho de que aquí algunos de ellos ni siquiera se conozcan está dando una información acerca de lo que muchas personas hemos considerado «normal» en nuestros hogares y otras han tildado de «exótico». Así mismo, nos anima a narrarnos más allá del trauma o la violencia, o solo desde el racismo o el antirracismo, como comentaba Essonti recientemente en una entrevista. Su propuesta es rotunda: prefiere mostrar nuestra diversidad, nuestra riqueza y nuestra alegría de vivir y, sin duda, lo está haciendo de una manera muy bella, con sus bodegones y sus autorretratos tomados mientras cocina, orgullosa y disfrutando.

Y para concluir, me gustaría citar a Louise Basse, cofundadora y directora ejecutiva de Mom Koumba, la primera marca de salsas africanas elaboradas en Europa. En su web pueden encontrarse botes de doro wat etíope, de maffe o yassa –ambas salsas senegalesas– o de la sakay malgache, así como un libro de recetas para poder usarlas del modo más típico o incorporándolas a platos más conocidos en estas latitudes como los mejillones a la marinera o la pizza. De Mom Koumba me quedo con lo rico que está todo, sí, pero además con el salto que supone la iniciativa empresarial. Desde Murcia, vende y envía su producto sin depender de intermediarios.

Aplicado al ámbito literario, creo que podríamos pensar en editoriales propias. Eso serviría para favorecer la publicación de la narrativa generada por personas africanas y afrodescendientes sin atender a los criterios de un mercado que dicta modas de las que generalmente estamos fuera, independien­temente del género que escribamosr

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