Lectura del primer libro de las Crónicas (15,3-4.15-16;16,1-2):
En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.
Palabra de Dios
Salmo 26,R/. El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado
Santo Evangelio según san Lucas (11,27-28):
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Palabra del Señor
Compartimos:
Observe que Pablo habla de "fruto(s) del Espíritu". Los nueve frutos enumerados no son algo que producimos por nuestra cuenta; son los resultados y el fruto del Espíritu Santo que mora en nosotros. El carácter cristiano y la santidad son producidos por el Espíritu Santo y no por ninguna disciplina forzada practicada bajo la ley. Por eso Pablo afirma que cuando somos guiados por el Espíritu, no estamos bajo la ley. Sin embargo, no se trata de estar sin ley o de convertirnos en agentes de la anarquía; al contrario, cuando nos dejamos guiar por el Espíritu de Cristo, no necesitamos necesariamente leyes externas para hacer lo correcto y evitar el mal comportamiento; espontáneamente, inspirados por el Espíritu, hacemos lo correcto, o mejor dicho, las acciones correctas fluirán de nosotros. Cuando somos guiados por el Espíritu, podemos incluso quebrantar la ley en aras de mantener el espíritu de la misma y al servicio de las exigencias superiores del amor.
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