«Te ruego, Señor,
que me hagas gustar por el amor
lo que gusto por el conocimiento.
Hazme percibir a través del afecto
lo que percibo a través del intelecto.
Atráeme por entero, Señor, a tu amor.
Todo lo que soy es tuyo por condición;
haz que lo sea también por amor.
Delante de ti, Señor, está mi corazón:
quiere, pero por sí mismo no puede;
haz Tú lo que él no puede.
Acógeme en la habitación de tu Amor.
Te pido, te busco y te llamo:
Tú que me haces pedir, haz que lo reciba;
Tú que me haces buscar, haz que encuentre;
Tú que enseñas a llamar, abre al que llama a la puerta»
San Anselmo de Canterbury (1033-1109),
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