Jesús, tú eres el rostro joven de Dios;
Tú eres la savia nueva
que devolvió la juventud al mundo.
Jóvenes fueron los primeros que te siguieron;
tu Iglesia atrajo a multitud de jóvenes
que te ofrecieron lo mejor de su vida.
Nos ofreces una juventud inacabable
Contigo, más allá del tiempo.
Apiádate del cansancio
de nuestras comunidades,
de familias que se unieron;
devuélveles las risas,
el amor ilusionado y loco
de conversaciones fluidas;
el amor joven y comprometido por ti y tu Reino.
Que la súplica de María, tu madre,
la juventud que no ha gastado el pecado,
convierta en vino nuevo,
en alegría expansiva y bulliciosa,
de la comunión de unos esposos generosos,
la humilde agua de nuestros esfuerzos,
como personas de bondad que caminan
Unidos como Pueblo del Dios Altísimo.
Amén
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