viernes, 1 de abril de 2022

Viernes de la 4ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de la Sabiduría (2,1a.12-22):

Se decían los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes.

Nos considera moneda falsa y nos esquiva como a impuros. Proclama dichoso el destino de los justos, y presume de tener por padre a Dios. Veamos si es verdad Jo que dice, comprobando cómo es su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos. Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia. Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues, según dice, Dios lo salvará». Así discurren, pero se equivocan, pues los ciega su maldad. Desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad, ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Palabra de Dios

Salmo 33,R/. El Señor está cerca de los atribulados

Santo Evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):

EN aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado». Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor

Compartimos:

El gran mediador entre Dios y los hombres, por el que obtenemos definitivamente el perdón de nuestros pecados es Jesús. Creer a Moisés implica aceptar a Jesús, del que Moisés y todos los demás profetas hasta Juan eran sólo una pálida figura. Eran, en realidad, testigos de su venida, de modo que escuchándolos a ellos de corazón no podemos sino aceptar a Cristo. Rechazar a Cristo revela una casi incomprensible ceguera en los que se consideran devotos cumplidores de las Escrituras.

Esa ceguera no es exclusiva de los fariseos o de los judíos: amenaza siempre al creyente y, por tanto, también a nosotros. El tiempo de Cuaresma nos invita con intensidad creciente a revisar nuestra vida, a hacernos conscientes de los ídolos que nos tientan, de los intereses indebidos que nos apartan del camino de la fe verdadera, nos ciegan para la escucha auténtica de la Palabra, nos impiden dar gloria a Dios, al que a veces usamos para glorificarnos a nosotros mismos. Todos estamos inclinados a formas sutiles de idolatría, de orgullo y vanagloria, que nos impiden aceptar de verdad a Jesús, por muchos actos religiosos que realicemos a diario. Intensificar la oración, a la que nos llama la Cuaresma, significa también purificar nuestros oídos y nuestro corazón para acoger sin condiciones la Palabra que Dios nos dirige cotidianamente, esa Palabra encarnada en Jesús, el mediador entre Dios y los hombres, y por, con y en el que nosotros mismos nos vamos convirtiendo en testigos y mediadores de la misericordia de Dios para nuestros hermanos, expresión, aunque imperfecta, de ese “arrepentimiento” de Dios, que renuncia al justo castigo y lo transforma en perdón y vida nueva.  

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