jueves, 14 de abril de 2022

Lecturas del Jueves Santo

Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

Salmo 115,R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.» Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

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Este gesto nos recuerda que también nosotros debemos ponernos al servicio de todos. Pero tengamos presente que el lavatorio (el servicio) es un gesto que nos dignifica, nos cura de las heridas y nos recuerda cuál debe ser nuestro servicio hacia los demás. Servir es reinar, es decir da categoría a la persona, la hace respetable ante los demás, la exalta ante los demás y su memoria dura por siempre. Por eso al final de nuestra vida seremos reconocidos y premiados por el servicio que hayamos dado a los demás.

Las lecturas del Jueves Santo se pueden resumir en estos dos verbos: “comprender y hacer”: el Pueblo de Israel debe comprender el significado de la salida de Egipto expresado en el rito de la comida pascual para obrar en consecuencia; la comunidad de Corinto debe comprender “el memorial” de la Cena del Señor para no caer en contradicción entre su fe y su conducta; los discípulos deben comprender el significado del lavatorio para hacer entre ellos lo mismo que hizo Jesús con ellos.

Jesús hizo una sola petición: “Si yo el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 13). Desde ese momento la Mesa del Altar se convierte en hospital, en cárcel, en cama maloliente, en pobre con llagas, en enfermo contagioso… y nosotros sus servidores. La Eucaristía siempre será “el memorial” de la vida del Señor, de sus palabras y sus gestos; y el compromiso permanente de servicio a los demás; vivimos para servir y una vida gastada en servir a los demás es una vida que merece la pena. El Señor ya nos dijo: “en esto conocerán que sois discípulos míos, si os amáis los unos a los otros”.

El amor es la voluntad de sacrificarse a sí mismo por los demás como lo hizo Cristo, sin cálculos ni medida. El amor verdadero siempre es gratuito y siempre está disponible: se da prontamente y totalmente. El amor es la fuerza que renueva el mundo y lo transforma. Y al contrario, una vida sin amor es frustración y  muerte.

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