Perdóname mis pecados voluntarios y también involuntarios, cometidos con conciencia o bien por ignorancia; perdona los pecados de mi juventud, los cometidos a raíz de falsa doctrina, los que son fruto del miedo y de la desesperación.
Si en balde he invocado tu nombre, si en mi pensamiento lo he blasfemado, si he reprochado a alguien, si en mi ira he agraviado, si a alguien he contrariado y me he encolerizado, o bien si he mentido o me he entregado a la vagancia.
Si he rechazado al pobre cuando a mí recurría, si he ocasionado pena a mi prójimo, si he juzgado a alguien, si me he envanecido o bien me he enorgullecido, si la ira me ha dominado y si a lo largo de la oración mi psique se inclinaba a las malicias de este planeta.
Asimismo, tanto si mi imaginación se ha complacido en pensamientos impuros, como si me he entregado a la gula o bien a la embriaguez; si me he reído en demasía o bien pensado mal, si he codiciado lo ajeno o bien he pronunciado malas palabras, o me he burlado de las faltas de mi prójimo cuando las mías son incontables; si he descuidado la oración, o si he cometido cualquier otro pecado que todavía no recuerdo.
Todo esto y todavía más he hecho y lo confieso. Creador mío y Señor mío, ten piedad de mí tu impropio y humilde siervo y remite, excusa y exculpa mis pecados por el hecho de que eres bueno y amas al hombre, a fin de que impuro pecador pueda reposar y disfrutar de un sueño sosegado; adoraré, alabaré y gloriaré tu nombre, con el Padre y su Hijo Unigénito, ahora y siempre, y en toda circunstancia. Amén.
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