Bajo la misma concepción ética, se acepta la condena a muerte de los niños, en el mismo vientre de las madres, a los pobres desvalidos, enfermos, ancianos abandonados. Nuestra sociedad celebra al becerro de oro, se alejan de Dios.
"feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios" (Salmo 1).
Igual que ocurrió en tantas tiranías, igual que pasó en el imperio romano, el estado asume competencias que solo a Dios le corresponden y no tardará en someternos a sus principios ideológicos.
Repasemos el decálogo desde el amarás a Dios sobre todas las cosas al no codiciarás los bienes ajenos. El príncipe de las tinieblas está asentado en la sociedad. Una legislación no puede proponer la muerte como solución a los problemas. El estado debe ofrecer opciones para vivir con dignidad, dando una legislación adecuada de los cuidados paliativos.
Debe buscar el bien para todos, con una vinculación social que transmita siempre vida y ganas de vivir. Cuidar la familia, núcleo esencial donde cada persona crece, segura y protegida. Todos los seres somos iguales, al que sufre y está enfermo hay que atenderlos.
La eutanasia no es un progreso, claramente es una acto de inhumanidad, una ley que no cuenta con los expertos, ni siquiera debatida con ninguna asociación médica. La medicina consiste en curar, aliviar, acompañar en este proceso último, dando esperanza.
Que Dios nos ilumine, nos ayude a descubrir cómo Dios se está "comunicando" con nosotros y somos habitados por Él.
Sor María Pilar, O.P
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