Más de 70 años lleva haciendo estragos el comunismo en China desde que en 1949 Mao Tse Tung instaurara el régimen que todavía hoy sigue activo y continua persiguiendo a los católicos, pese al acuerdo firmado y renovado recientemente entre la Santa Sede y el país asiático para el nombramiento de obispos.
Pese a que se quiere vender la “apertura” de China la realidad es que esta dictadura sigue controlando a su población y también las informaciones sobre la vulneración de los derechos humanos que se cometen, entre ellos la libertad religiosa. Lo hacen ahora y lo llevan haciendo décadas.
Una de las personas que mejor pudo relatar los horrores que se cometían en China en nombre del comunismo fue el católico Harry Wu (1937-2016), detenido y enviado a un campo de trabajo, un laogai, durante 19 años. Estuvo en ellos desde los 19 a los 37 años pasando por doce campos diferentes sobreviviendo a palizas, torturas y hambrunas mientras presenciaba la muerte de sus compañeros debido a la brutalidad de los guardias, la enfermedad, el hambre y el suicidio.
Wu logró llegar a Estados Unidos y gracias a él el mundo ha podido conocer los “laogai”, los “gulag” chinos. En estos campos de la China Popular, bautizados por el régimen como laogai –que en chino significa "reeducación mediante el trabajo"–, el número de reclusos superó los 50 millones. Casi la mitad, unos 25 millones, perecieron en ellos víctima del hambre, las enfermedades, el trabajo agotador, las condiciones infrahumanas de vida y las ejecuciones.
Para hacerse una idea de los laogai, por los gulag soviéticos pasaron unos 14 millones de personas de las que murieron en ellos o a consecuencia de su estancia allí más de un millón y medio.
Este católico logró sobrevivir y pudo relatar al detalle en numerosos medios de comunicación lo que allí se vivía. Fue investigador en el Instituto Hoover y testificó ante varios comités del Congreso de los Estados Unidos, así como ante los parlamentos británico, francés, alemán, australiano y de la Unión Europea. Además, fue director de la Laogai Research Foundation, comprometida con la documentación del sistema de Laogai. Continuó su activismo hasta su muerte a los 79 años.
Harry Wu nació en China en una familia de clase media. A los 19 años, llevó una vida activa como estudiante en el Beijing Geology College. Le encantaban los deportes, era capitán del equipo de béisbol de su escuela, tenía una novia estable y le encantaba jugar al ajedrez. Sin embargo, un día de clase en 1960, se trató el tema de la invasión de Hungría por parte de la Unión Soviética en 1956, y su vida cambió para siempre.
Le preguntaron su opinión, y aunque él y su familia tenían la costumbre de no ser políticos, condenó la invasión como brutal y totalitaria. Varias semanas después, la policía llegó a la puerta de su casa y lo arrestó. Desconcertado por el motivo de su encarcelamiento, un guardia explicó que su terquedad le había merecido una sentencia de por vida. Una confesión por sus "crímenes" contra el estado fue presentada en su nombre antes de que comenzara su juicio simulado. La filosofía del sistema de Laogai es "reformar el pensamiento mediante trabajos forzados".
Wu pasó los siguientes 19 años, hasta 1979, en prisión. Sufrió todas las brutalidades de la vida en prisión comunista. Una vez una tremenda paliza casi acabó con su vida, y en otra ocasión estuvo a punto de suicidarse mientras estaba encerrado solo en una celda diminuta de menos de 2x1 metros. En medio de su desesperación se seguía preguntando: “¿Por qué yo? Todo lo que quería era una vida normal".
Pero una vez que logró salir de China no se conformó con su libertad sino que luchó por la libertad de todos los chinos y se jugó la vida nuevamente por ello. Wu tuvo el coraje de volver varias veces a su tierra natal con el fin de investigar, grabar en video y documentar el sistema de los más de 1.100 Laogai repartidos por el país.
"El gobierno chino controla por completo los campos de trabajo, el ejército y la economía", señaló Wu años antes de que se aprobara el actual acuerdo entre el Vaticano y el Partido Comunista Chino. “La Iglesia [visible] también está controlada por el partido. Estos sacerdotes son pagados por el gobierno. La verdadera Iglesia Católica es clandestina”.
Los sacerdotes católicos de la Iglesia clandestina han sido un objetivo favorito de la persecución. Un sacerdote chino que conoció recibió una sentencia de 35 años en el sistema de Laogai (aunque pudo escapar a Nueva York). El sacerdote fue puesto en régimen de aislamiento minúscula durante dos semanas. El suelo estaba cubierto de agua, por lo que no podía dormir. El sacerdote explicó que se vio obligado a soportar tales sufrimientos porque era un sacerdote católico leal al Santo Padre. Wu también mencionó que el obispo católico de su ciudad natal pasó 32 años en prisión porque, como el propio Wu, fue etiquetado como un contrarrevolucionario.
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