domingo, 13 de septiembre de 2020

Educado en el ateísmo, se bautizó después de rebelarse contra «una vida absurda y disoluta»

Francisco Paolo Yang, un joven chino de 27 años, es católico desde hace menos de dos semanas. Fue educado en el ateísmo, lo que le condujo a una vida «totalmente laicista y hedonista» y «sin grandes aspiraciones». Su camino de conversión comenzó un 5 de septiembre con el estudio de la filosofía. Este es su testimonio

Nací en 1993 en una simple familia de Anhui y crecí en un ambiente ateo. En los primeros años de universidad, era totalmente laicista y hedonista, sin grandes aspiraciones, y llevaba una vida absurda y disoluta. El 5 de septiembre, improvisadamente y sin ningún preaviso, de forma fulminante, decidí que no quería vivir sin un objetivo específico. Ahora, mirando para atrás, sin ninguna duda entiendo que era la gracia de Dios que me agarró.

Así que comencé a estudiar filosofía por mi cuenta, tratando de descubrir qué es la sabiduría. Las primeras cosas con las cuales entré en contacto fue la filosofía moderna occidental, pero que se reveló hecha de especulaciones pobres, un racionalismo abstracto, que nada tiene que ver con la vida real. No era aquello lo que deseaba mi corazón, entonces me dirigí hacia el conocido como «conocimiento de la vida», o sea la filosofía china, en particular la filosofía confuciana. Dios, a menudo, nos conduce a recorrer un camino tortuoso para que podamos realmente sentir su Divina Providencia omnipotente.

Lo que más me apasionó entre las filosofías confucianas fue el estudio de Zhu Zi. Es justo a través de él que conocí a santo Tomás de Aquino y, gracias a este último, la Verdad divina y la Santa Iglesia. Además, el respeto que el catolicismo muestra hacia la tradición y los santos, su profundo compromiso crítico hacia la modernidad, el ejemplo de misericordia dado por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI… todo esto estaba en perfecta sintonía con mis experiencias. Lo que había estudiado con anterioridad, me preparó para la gracia de la fe que Dios nos dona y para la llamada a la conversión a Él.

Confusión

Al inicio, no lograba entender esto y trataba de fundir la tradición del catolicismo con la tradición china a través de mis esfuerzos. Tales intentos me provocaron sufrimientos y, al final, se revelaron vanos. Pese a los puntos comunes entre las dos tradiciones, hay diferencias básicas insuperables que, una vez aplicadas a la vida cotidiana, nos podrían poner en contradicción, generando confusión.

Solamente al final, logré entender que lo que me pide hacer el Señor no es integrar o fundir estos dos sistemas, sino más bien, obedecerle a Él; no obligarme, según mi voluntad personal, a una transformación total, sino aprender a ser humilde dejando que sea Dios quien me conduzca por este bosque que es la vida.

A pesar de ello, las dificultades espirituales tienen igualmente su lado positivo. Pueden ser entendidas como una prueba para el hombre moderno, nacido en otra tradición, que se quiere acercar a Dios.

Revelación cotidiana

Posteriormente, sucedieron algunos acontecimientos en el campo de la amistad y de la familia a través de los cuales el Señor se me reveló aún más. Es el conocimiento de este Dios que se anonadó por amor como el hombre profundiza en el propio conocimiento del prójimo, amándolo. Dios se revela en los contactos y en las relaciones entre las personas, haciendo así que el hombre construya relaciones en las que está presente Él.

Luego, siguió nuevamente una larga espera: no me sentía dispuesto y estaba siempre indeciso, así que dejé de lado la cuestión. Sin embargo, el Señor de nuevo puso en movimiento mi vida a través de una persona concreta. Conocí a un hermano con el que iniciamos un grupo de lectura compartida, donde leímos juntos el libro Catolicismo de Henri De Lubac. Gracias a esta experiencia, adquirí un conocimiento más profundo acerca de la comunión en Dios y finalmente recibí el bautismo en la solemnidad de la Asunción de María. Después de una larga reflexión y haber discutido con mi padre espiritual y los amigos, decidí tener como nombre de bautismo el de Francisco Paolo.

¿Por qué Francisco Paolo?

Francisco es el nombre de la Orden franciscana y de san Francisco de Asís, hacia los que tengo un sentimiento particular. Cuando leía la Biografía de San Francisco, escrita por G.K. Chesterton, su carisma me conmovió profundamente. Si bien fue santo Tomás de Aquino quien me hizo entrar en contacto con la verdad del catolicismo, mi teólogo preferido en cambio es san Buenaventura. Además, la pobreza espiritual de la orden franciscana es a su vez el carisma que persigo en mi vida cotidiana –es necesario que el hombre se vacíe, para que el Espíritu Santo pueda entrar en nosotros–.

Por otro lado, en cuanto hombre moderno, a través del Medioevo, quisiera llegar directamente a la época de los apóstoles, viviendo en esta tradición viva. Por esto elegí Paolo como segundo nombre. Desde el punto de vista de mi temperamento, quizás en verdad estoy más cerca de Juan, pero los modos apasionados de Paolo desarrollan una función complementaria. De todos modos, ruego para que la pasión misionera de Paolo pueda encenderme, ayudándome a proclamar el Evangelio de Cristo en tierra china, según mis posibilidades.

¡A perenne gloria del Señor!

Francisco Paolo Yang

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