miércoles, 1 de julio de 2020

Director General de la Organización Mundial de la Salud

La figura de Tedros Adhanon se nos ha hecho familiar a medio mundo, sea cual sea la televisión que hayamos seguido. Nos anuncia con voz pausada y solemne, pero aun así siempre cercana, lo que el máximo organismo internacional que cuida de nuestra salud, la OMS, tiene que comunicar o recomendar acerca de la ­COVID-19. Su popularidad subió como la espuma. Pero tampoco faltó la polémica, que se encargó de empañar su brillo. El puesto que ocupa es demasiado importante, y cualquier palabra o decisión que tome no siempre gusta a todos. En el reciente enfrentamiento entre el presidente Trump y China, el estadounidense no dudó en acusar a la OMS y a su cabeza visible, Tedros Adhanon, de estar al servicio de China, retirando la financiación que EE. UU. daba al organismo. ­Tedros se limitó a comentar que lamentaba la decisión pero, como curtido diplomático, dejó caer discretas palabras de aprecio sobre cómo Trump estaba gestionando el coronavirus. Con posterioridad, EE. UU. acabó por retirarse de la OMS.

¿Quién y de dónde viene este hombre sereno y risueño, nada pretencioso, que encabeza uno de los organismos más importantes del globo? Tedros Adhanon Ghebreyesus nació en Asmara en 1965 –Eritrea se independizó de Etiopía en 1993–, aunque sus orígenes se encuentran en Tigray (Etiopía). En Asmara completó sus estudios hasta terminar la universidad. Los prosiguió después en Inglaterra, obteniendo un doctorado en Filosofía, en la especialidad de ­Salud Comunitaria, y un máster en ­Inmunología.

Cuando volvió a Etiopía, el panorama político era sombrío. El régimen comunista del DERG, presidido por Menguistu Haile Mariam, estaba al borde del colapso, acosado por las dos guerrillas de Eritrea y Tigray. Tedros pudo haberse alistado en el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés), el partido que conducía la guerrilla de Tigray, pero optó por trabajar bajo el DERG y poner a disposición de su pueblo los conocimientos sanitarios que había adquirido, gobernase quien gobernase. 

El DERG cayó en 1991. Diez años más tarde, Tedros, afiliado ahora al TPLF, fue nombrado director del departamento de Sanidad de Tigray. En 2003 pasó a ser viceministro de Sanidad, y de 2005 a 2012 ejerció como ministro. Emprendió entonces una reestructuración total del ministerio y una lucha sin cuartel contra las muchas enfermedades que afligían a la nación: la malaria, el sida, la mortandad infantil…, con resultados espectaculares. Respaldaban su trabajo instituciones como la Fundación Clinton y la de Bill y Melinda Gates.

En 2012, Tedros pasó a ser ministro de Asuntos Exteriores, puesto en el que permaneció hasta 2016. Él fue el hombre clave que, con su amigable diplomacia, salvó del fracaso la III Conferencia para la Financiación al Desarrollo, celebrada en Adís Abeba en 2015. También le tocó negociar con Egipto y Sudán el espinoso tema de la gran presa que Etiopía está construyendo sobre el Nilo, tema todavía hoy objeto de agria polémica.

En 2017 quedó vacante el puesto de director general de la OMS, lo que dio a Tedros la oportunidad de saltar al mundo internacional en un campo que le era familiar, la sanidad. Le permitía también la ocasión de evadirse de las arenas movedizas de la política nacional. Él era un miembro atípico del TPLF: no había luchado en la guerrilla contra el DERG y nunca sintonizó plenamente con el núcleo duro de su partido. Quedaba solo un año para que salieran a la luz la grave corrupción y la violación de los derechos humanos perpetradas por ese núcleo duro del TPLF. Las protestas y desórdenes generalizados de abril de 2018 los desalojaron del poder, dando paso a la era de Abiy ­Ahmed.

En una campaña tan reñida para alcanzar la dirección de la OMS como fue la de 2017, se miraron con microscopio de mil aumentos las vidas de cada candidato. Sin embargo, nada se achacó a Tedros en el campo de los derechos humanos, aun siendo como era miembro de un Gobierno que los violó flagrantemente. Los ataques se centraron, en cambio, en un detalle nimio de sus tiempos de ministro de Sanidad: el no haber admitido que hubiese brotes de cólera en Etiopía, cuando eso parecía ir contra la evidencia. En efecto, a lo que parecía cólera, él prefirió darle otro nombre, basado en el hecho de que la bacteria que lo causaba era distinta de la del cólera. 

Quienes conocen de cerca a Tedros ponen unánimemente de relieve su talante cordial y dialogante, al mismo tiempo que su claridad de ideas y su determinación para llevarlas adelante. Cuando llegó a la OMS, estableció de inmediato sus prioridades, la primera de las cuales fue garantizar la asistencia mínima sanitaria para todos. Y en esa línea ha trabajado en el tema del coronavirus: unificación de los esfuerzos a nivel mundial para poner los resultados a disposición de todos. Si fue demasiado precipitado en encomiar a China por su gestión de la pandemia, cuando no todo era tan encomiable, eso no debería invalidar todo lo que el mundo gana con Tedros al frente de la OMS.

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