Bajo la sangre de la herida del costado
Jesús, Rey de Reyes, Luz de Luz.
Pasamos por momentos muy difíciles en los que nada parece tener sentido;
no entendemos, no sabemos cómo actuar ante el dolor propio y ajeno…
Las vicisitudes de una enfermedad cruel y terrible nos tienen atemorizados.
Tú aseguraste que no te separarías jamás de nosotros en la tribulación;
y ahora, Señor Jesús, te necesitamos, te buscamos, te anhelamos con total prontitud.
Ven, Jesús: consuélanos, cura nuestras heridas,
lleva hacia Ti a todas las almas fallecidas por la enfermedad.
Consuela a las familias rotas de dolor por los fallecimientos
y rompe el poder diabólico de esta enfermedad extraña que sesga vidas.
En Tu nombre, y con tu Sangre bendita, empapa España, al mundo entero y riega con ella cada herida.
Que esa Sangre Santa brotada de la herida de tu costado rocíe toda una humanidad en sus momentos más oscuros.
Que el Poder de Tu Sangre acabe, arrase y destruya el terrible virus que nos acecha.
Y sobre todo, Señor, ayúdanos a correr de nuevo hacia Ti.
Te pido perdón por haberte ignorado, arrinconado y abandonado por tanto tiempo…
El hombre te olvidó: ¡perdónanos, Señor! Mira con piedad nuestras heridas y socorre a esta humanidad sufriente.
Que no quede ninguna persona de nuestro mundo sin ser empapada con la Sangre de tu Costado
para nuestra protección y sanación.
Amén.
María Vallejo-Nágera
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