Hay horizontes perdidos donde tan solo llega el amor. Madrid y Camboya están separadas por más de 10.000 kilómetros. Y ahora, con la crisis sanitaria del COVID-19, por mucho más. Sin embargo, las distancias se hacen infinitamente más cortas cuando hay personas dispuestas a dar la vida por quien solo necesita una sonrisa...
La ONG Por la sonrisa de un niño (PSE) realiza su acción social en Camboya, donde cuenta con diferentes centros, primordialmente educativos, situados en las principales provincias del país. La misión central es una: sacar a los niños de la extrema miseria, «conduciéndoles hacia un oficio cualificado, digno y correctamente remunerado». Un futuro, como nos cuenta para Alfa y Omega el coordinador general de PSE en España, Pablo Alonso, centrado en «ayudar a niños y sus familias, que se encuentren en situación de riesgo, maltrato, abandono, desnutrición, pobreza o explotación».
«Niños trabajaban hasta quince horas al día en un basurero por un solo dólar»
Durante este tiempo de pandemia, con el corazón del mundo afectado de una manera especial por el coronavirus, desde PSE han lanzado el reto Phnom Penh Express. Una aventura mediante la cual están recorriendo virtualmente la distancia que separa Madrid de Camboya con el objetivo de recaudar fondos y distribuir alimentos a las familias más vulnerables. Iniciativa a la que se han sumado la Fundación La Caixa y la plataforma de micromecenazgo migranodearena.org.
«Gracias a asociaciones como la nuestra y a otros centros educativos, ahora sí que existe la posibilidad de un futuro digno para los niños de Camboya», revela Alonso, mientras cuanta cómo «antes muchos niños trabajaban hasta 15 horas al día en un basurero por un solo dólar»... En estos momentos, «el Gobierno ha cerrado los basureros, donde los niños recolectaban material para reciclar; pero existe mucha pobreza, y lo que hacen ahora es recogerlo por las calles».
«Estamos en torno a 4.000 niños que ya están en el mercado laboral»
Un paisaje desolador que cambia la mirada cuando posa sus manos en asociaciones como Por la sonrisa de un niño. «Nosotros tenemos escolarizados a 6.500 niños cada año. Empezamos con algunos desde los 3 o 4 años, y están con nosotros hasta que terminan sus estudios, con más de 20». Una labor, sin embargo, que no termina ahí… «Después los acompañamos y ayudamos a incorporarse al mercado laboral. Hacemos seguimiento de cada uno de ellos. No los soltamos nunca. Y les enseñamos a que, después, ellos vuelvan a nosotros y hagan lo mismo con otros niños que lo necesitan».
A día de hoy, continúa, «estamos en torno a 4.000 que ya están en el mercado laboral». Un número que Pablo remarca con un orgullo agridulce, porque sabe que detrás del mérito de cada uno de los que forman la asociación, hay muchas vidas inocentes que han sufrido el dolor y la desesperación del hambre y la pobreza.
Pero gracias a corazones generosos, como el del coordinador general, sigue volando alto el anhelo de creer: «De todos los que se han graduado con nosotros, el 98 % está trabajando actualmente en un trabajo digno. Y estamos muy contentos, la verdad». Y sí, revela con alegría, «es posible la esperanza para la mirada de un niño en Camboya».
El reto de toda una vida
El reto, este año virtual y que se encuentra en la última semana, «se está desarrollando muy bien». El objetivo es llegar a los 45.000 euros, una cifra que, en la voz de Pablo, todavía es posible. «Ahora, en Camboya, con la emergencia social, se han cerrado las fronteras. Tenemos en torno a unas 3.600 familias y, de esas, unas 1.600 han tenido mucho impacto con la crisis sanitaria y el cierre de fronteras». Por ello, «estamos ayudando ahora a esas 1.600 familias con el alquiler, la compensación de arroz anual, comida mensual, etc. Y ese es el dinero que estamos buscando para el mes que viene. Son los 45.000 euros que nos cuesta mantener a dichas familias al mes».
Por ahora han recaudado 31.000 euros, «¡pero nos queda una semana aún!», apunta ilusionado Alonso. «Y pensamos que lo vamos a conseguir, y vamos a echar mucho esfuerzo para llegar a alcanzarlo».
Nada es imposible para el que cree. Y cuando es la mirada de un niño quien anhela una sonrisa, mucho más. Un mundo sostenible es posible. Solo hace falta abrir los ojos, y mirar, y contemplar, porque la escultura más perfecta solo se puede apreciar en la sonrisa inocente de un niño…
Carlos González García
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