lunes, 15 de junio de 2020

La misionera degollada fue víctima de un grupo de saqueadores

"Dejó escrito que si moría en África la enterrasen allí", dice el hermano de Nieves Sancho
Blanca Nieves Sancho Lope, la misionera española de 77 años asesinada el domingo en la República Centroafricana, fue degollada pero no decapitada. Es la información de la que dispone su familia y que transmite por teléfono a EL MUNDO su hermano Juan Antonio Sancho, quien maneja la teoría de que Sor Inés -el nombre que adoptó como religiosa- debió de ser víctima de un grupo de saqueadores que asaltaron su casa, ubicada en una aldea de la ciudad de Nola y cercana a la frontera con Camerún.

Ha sido la madre general de las Hijas de Jesús de Massac, congregación francesa a la que pertenecía Nieves Sancho y en la que ingresó son sólo 12 años, la que ha explicado a la familia los pormenores de su muerte. «Nieves había ido muy temprano a preparar la eucaristía», dice su hermano Juan Antonio. «Después, como todos los domingos, comen en grupo tras la santa misa; cada uno pone lo que puede llevar o tiene. Por la tarde había quedado en ayudar a una familia a cargar unos enseres en un vehículo. Al finalizar la comida dijo que se retiraba para descansar un rato en su casa, que dista como un kilómetro de allí. A partir de ahí, se desconoce qué pasó».

Según el relato de lo sucedido que ha llegado a Juan Antonio, sobre las cinco de la tarde, el hombre que vive al lado de ella «y que hace como de guardián y protector», encontró la puerta de Nieves abierta y el interior totalmente revuelto. «Comenzó a buscarla en los alrededores. En la parte de atrás tenían un huerto y animales, que parece que han desaparecido. Al no encontrarla, fue al centro de la población y vio a la familia con la que Nieves había quedado. En vista de que no aparecía se organizaron patrullas en el pueblo. Hasta las diez de la noche no la localizan, lo hacen en la selva, a poca distancia de su casa, escondida entre los matorrales», cuenta el hermano. «No sabemos si al llegar a su casa se encontró a gente robando y se escondió... Es lo que suelen hacer cuando hay un grupo de saqueadores, algo habitual en la zona, tienen sitios en la selva donde se esconden, dejan pasar el problema y vuelven a su casa. O bien se topó con ellos dentro de su casa».

Nieves Sancho recibió sepultura el martes en la ciudad de Berbérati, a 150 kilómetros de Nola. La familia, explica su hermano, no ha intentado repatriar el cadáver porque ella les había manifestado su deseo de «morir y enterrarse en África». Justo el verano pasado, durante su última visita a Europa -se reunieron con Nieves en Toulouse-, firmó un documento en el que dejaba constancia que si fallecía en África quería recibir sepultura allí. «Cuando estuvimos con ella en julio en Toulouse nos dijo que su vida aquí realmente no tenía sentido: "Las aglomeraciones y todo este sistema vuestro es tan distinto y se aparta tanto de lo que es la realidad, de lo que yo vivo día a día...". A ella, esto, aparte de no llenarle y no interesarle, le suponía un estrés. Cuando se despedía, al coger el avión, rebosaba de alegría de volver para allá».

Nieves Sancho llevaba 23 años en la República Centroafricana, país inmerso en una guerra civil desde 2012. Nació en la pequeña localidad burgalesa de Avellanosa de Muño, en Burgos, y era la segunda de cinco hermanos. Con 12 años sus padres la enviaron a Francia para que ingresara en la congregación de las hijas de Jesús de Massac, a la que también se unió después una de sus hermanas, Elisenda, quien no continuó el camino religioso. «Nada más profesar en la congregación, estuvo en un orfanato en Toulouse. Luego se vino a la barriada murciana de San Basilio con otras religiosas. Cuando el barrio se modernizó y se acabó con la pobreza volvió a Massac, pidió ir a las misiones y la enviaron a la República Centroafricana».

Allí, Nieves tenía un huerto, criaba conejos y gallinas, enseñaba a coser a las mujeres de la aldea y ayudaba a cualquiera que se lo pedía. «Era muy pequeñita, muy delgada, un saco de huesos y piel, pero tenía mucha energía y mucho arranque», la recuerda una de sus sobrinas, María Jesús. «Esperabas que algún día te llamaran y te dijeran había muerto de malaria porque cada vez que venía estaba con fiebre. Pero nunca de esta forma tan cruel. Una persona que ha dado toda su vida allí...».

El asesinato de Nieves Sancho es el segundo de un religioso español en una semana tras la muerte en Burkina Faso del misionero salesiano Fernando Hernández, de 60 años, asesinado por un cocinero que había sido despedido de la misión.

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