La memoria colectiva de nuestro país tiene una deuda. Debe un hueco al diplomático Ángel Sanz Briz, conocido como el Ángel de Budapest, que salvó en 1944 a más de 5.000 judíos en la Hungría ocupada por los nazis y a quien el Centro Sefarad-Israel acaba de homenajear en el 40 aniversario de su muerte.
La intervención del joven diplomático español –solo tenía 34 años cuando se ocupó de la legación española en Budapest– estuvo motivada por el drama que vivían los judíos. Era consciente de que cientos de miles estaban siendo deportados y enviados a campos de concentración. Así, se las apañó para conseguir una autorización del propio Gobierno húngaro para proteger a 200 judíos de origen sefardita. Luego ampliaría su ayuda a aquellos que acreditaran tener algún familiar en España. 200 autorizaciones que convertiría en miles de personas a través de pasaportes y cartas de protección familiares.
Pero, además, les dio cobijo en cinco edificios que, al estar alquilados por la embajada, convirtió en territorio español. Proveía a los que allí se refugiaban de alimentos, medicamentos... e incluso iba en persona a rescatar a los detenidos por los nazis que entraban sin permiso en estas viviendas.
Eva Leitman Boher era un bebé cuando llegó con su madre, su hermano y su abuelo a una de estas casas. No era descendiente de sefardita, pero su abuela llevaba viviendo desde 1939 en Tánger, entonces territorio español. Fueron las postales y las cartas que les envió la llave para que Sanz Briz los pudiera proteger. Ahora, en Madrid, acude a colegios para contar su historia acompañada de los hijos de su salvador. «Su figura no se conoce lo que se debería. Se conoce a Schindler, pero el Ángel de Budapest salvó a muchas más personas», explica a Alfa y Omega. Su hija, Ángela Sanz Briz, reconoce, también a este semanario, que era un hombre de una «gran talla humana», con «grandes principios». «Siempre nos decía que había sido lo más importante que había hecho en su vida», añade.
Basta el ejemplo del título de Justo entre las Naciones, que Israel le concedió en 1966. Fue uno de los primeros, pero no lo aceptó porque así se lo pidieron las autoridades españolas. Nadie se enteró, ni siquiera su familia, hasta que, tras el establecimiento de relaciones entre España e Israel, se reactivó. En 1991 se lo otorgaron con honores a título póstumo.
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