En un momento de sufrimiento como fue la crucifixión, Jesucristo nos entregó a la Virgen María como Madre y, desde entonces, Juan la recibió en su casa. También en un momento de dolor, como es la actual pandemia del coronavirus –que ya ha causado más de 250.000 muertos en todo el mundo–, el Papa Francisco ha querido emular a Cristo y ha pedido a los fieles que nos agarremos a María a través del rosario. «En este mes, es tradición rezar el rosario en casa, con la familia». Además, «las restricciones de la pandemia nos han obligado a valorizar esta dimensión doméstica, también desde un punto de vista espiritual». Por ello, «he pensado proponerles a todos que redescubramos las belleza de rezar el rosario en casa durante el mes de mayo», ha escrito el Pontífice en una carta dirigida a todos los fieles.
Recogiendo el guante del Papa, las familias españolas han estrenado este mes rosario en mano. Algunas de ellas incluso han ido un paso más allá y escenifican con sus propias vidas –de forma involuntaria pero consciente– los misterios del rosario, en este caso los misterios gozosos. Son la visitación, la encarnación, el nacimiento o la presentación en el templo del siglo XXI, que ha llevado literalmente a sus protagonistas a identificarse más, si cabe, con esta oración mariana y a poner en valor la dimensión doméstica del rezo del rosario, tal y como pide Francisco en su carta.
Primer misterio: la encarnación del hijo de Leticia Pérez y de Álvaro Hernández
En este peculiar rosario del siglo XXI, Leticia Pérez hace las veces de María y su marido, Álvaro Hernández, las de san José. La encarnación no se produce en Nazaret sino en Valencia, un 9 de abril de 2020, en el vigésimo sexto día de confinamiento nacional y «día de nuestro aniversario de bodas». «Tenía alguna sospecha de que pudiera estar embarazada, pero achacaba el desajuste a los cambios que estamos viviendo estos días ante el confinamiento».
A la natural alegría que surge cuando uno es consciente de que va a ser padre, en este caso por tercera vez, a Leticia le sobrevino también «un poquito más de agobio de lo normal». Con el coronavirus campando a sus anchas, «me preocupaba que me pudiera infectar y que se lo pudiera terminar pasando al bebé», confiesa.
Por eso, esta joven madre valenciana de 29 años se agarra en su oración diaria a la frase evangélica: «“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. Estos días acudo al Señor para darle gracias porque todos estamos bien y, sobre todo, a que me alivie un poco, porque además, en mi caso, el cansancio en cada embarazo se hace muy evidente. Recurro mucho a esta frase».
También recurre al rezo del rosario, en el que «después de tres embarazos me identifico mucho con la encarnación de la Virgen». Y, «al igual que María, noto la fuerza con la que me invade Dios con aquella nueva vida que ha puesto en mi interior. Eso me da paz y me abandono en Él».
Segundo misterio: la visitación de María a las parturientas
La visitación del siglo XXI la protagoniza María Suárez de Lezo, que compatibiliza su labor de comadrona en un hospital con las visitas a domicilio de parturientas que realiza como miembro del equipo Llama a la comadrona.
La comparación con la Madre de Dios le parece un tanto exagerada. «Ya me gustaría a mí parecerme a la Virgen», asegura. Pero «sí que es cierto que, al enterarse de que su prima santa Isabel estaba embarazada de seis meses, la Virgen María se enfrentó a un viaje complicado, repleto seguro de dificultades, para ir a ayudarla. Para nosotras, con el coronavirus invadiéndolo todo, la cotidianidad también se presenta como un reto lleno de dificultades a la hora de atender a las mujeres embarazadas», matiza.
Las dificultades son tantas, y tan reales, que la propia María, que está casada y tiene cuatro hijos, acabó infectada por el virus junto a toda su familia. En su caso los síntomas han sido leves, pero su labor de comadrona le ha permitido mirar de frente al COVID-19 y, por eso, «le pido a Dios que sobre todo cuide a mis padres, que les quiero volver a ver». Además, «le pido que siga a nuestro lado y que nos ayude a ayudar de la mejor forma posible a todas aquellas mujeres que se enfrentan al momento del parto» en estas circunstancias.
Su labor siempre ha sido importante, concluye, «pero hoy más que nunca»: «Somos un apoyo para todas aquellas mujeres que van a dar a luz. Es más, somos el único apoyo, porque ni su madre va a poder acudir a ayudarla en el posparto ni su familia va a poder conocer al bebé. Vienen con muchísimo miedo y desconocimiento y nosotras estamos, como estuvo la Virgen con Isabel, para ayudarlas en todo lo que podamos».
Tercer misterio: el nacimiento del hijo de Macarena y Frederik
Mientras al Niño Jesús le tocó nacer en un establo, el pequeño William pudo hacerlo en un hospital. Sin embargo, tanto uno como otro tan solo recibieron la visita de unos auténticos desconocidos. Los primeros que llegaron al portal de Belén fueron los pastores. En el caso de William, recibió la visita de los enfermeros y los doctores. No podía ser de otro modo, estaban restringidas las visitas a causa del coronavirus y el confinamiento mantenía a sus tíos, abuelos y demás familiares en casa.
No es así como lo habían planificado Macarena Gardeazábal y Frederik Endsjö, sus padres, que esperaban «poder ingresar juntos en el hospital tras el parto, recibir la visita de nuestras familias y amigos y luego poder bautizar al niño». Pero el coronavirus se empeñó en llegar a España y a Macarena le empezó a crecer el miedo. «Temíamos que se contagiaran el recién nacido o mi marido, que es asmático y no sabíamos cómo le podría afectar».
Ante tales circunstancias, «me abandoné en el Señor. Estaba convencida de que Él siempre iba a enviarnos lo mejor para nosotros. Y, al final, así fue», asegura Macarena. «Es cierto que mi marido solo pudo estar en el parto y que los días de ingreso estuve sola, pero eso me permitió identificarme mínimamente con la soledad que están sufriendo los enfermos del coronavirus y así rezar por ellos». La soledad hospitalaria tras el parto también le hizo identificarse «con la soledad que pudo sentir la Virgen al dar a luz al Niño Jesús», pero esto, sobre todo lo hace cuando enhebra el tercer misterio gozoso.
Cuarto misterio: la presentación de la hija de Marta y Miguel en el templo
La presentación en el templo de Rocío, es decir, su Bautismo, se produjo el mismo día que el presidente del Gobierno anunció el Estado de alarma y unas pocas horas antes de que entrara en vigor el confinamiento nacional.
El plan original «era bautizar a Rocío a las pocas semanas de nacer, como hicimos con nuestra primera hija», y «celebrarlo con toda nuestra familia». De hecho, «antes del nacimiento ya teníamos reservada la iglesia y el sitio para celebrarlo, una horchatería muy mona en medio de la huerta valenciana», explica Marta Bodes.
Sin embargo, ante la rápida expansión del coronavirus y «viendo que en Italia habían cerrado las iglesias», Marta y su marido, Miguel Ángel Benavent, decidieron adelantar el Bautismo «y hacerlo de forma exprés: el jueves hablamos con el sacerdote de nuestra parroquia y el sábado 14 de marzo, por la tarde, tuvo lugar la celebración solo con los padrinos. No vino nadie más por precaución». Para Bodes, que es profesora de Educación Primaria, «fue todo providencial, pues al día siguiente cerraron las iglesias y ya no hubiésemos podido bautizarla».
Ante circunstancias tan extraordinarias, Marta y Miguel Ángel afrontaron el día con «sentimientos encontrados. Por un lado, la pena de no estar en un sacramento tan importante con los que más quieres pero, por otro, la alegría de saber que ya estaba bautizada ante la incertidumbre de lo que iba a suceder».
Tras la alegría de Marta se entrevé una profunda fe, por la que da «gracias» al Señor y que le lleva a identificarse, de alguna manera, con el cuarto misterio gozoso del rosario: «Me ayuda pensar que en el momento del Bautismo ponemos en las manos de Dios a nuestra hija para que la cuide, como hizo la Virgen en su día con Jesús».
Quinto misterio: el niño perdido y hallado durante el primer paseo del desconfinamiento
El quinto misterio gozoso habla del Niño perdido y hallado en el templo. Como madre, Marta Cuevas entiende «la angustia que tuvieron que sentir María y José al perder al Niño Jesús». Sin embargo, perder a un niño no fue su primera preocupación ni la de su marido, Tono Martín, de cara a la primera salida a la calle con sus tres hijos después de más de 40 días enclaustrados en casa.
«Cuando se anunció que los niños podrían salir a la calle, la verdad es que sentimos alivio. Llevábamos demasiado tiempo en casa y los niños –Álvaro, Isabel y Pablo– ya necesitaban salir a dar un paseo. Aunque también nos invadió la preocupación ante un posible contagio y que todo el esfuerzo que habíamos hecho hasta ahora hubiera sido en balde», asegura Cuevas. «Lo que hicimos fue ponernos en las manos del Señor» y, entonces, cruzaron el umbral de la puerta con expectación. Solo después de varios días de paseo y de los consiguientes gritos para que Álvaro e Isabel no se alejaran tanto y frenaran a tiempo antes de cada paso de cebra, aceptaron representar a María y José en el santo rosario del siglo XXI.
José Calderero de Aldecoa
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