El 23 de marzo puede ser considerado como una fecha clave. Aquel día, la fracción liderada por Ibrahim Bakura asaltó un cuartel militar chadiano en la península de Bohoma, en el lago Chad. 98 soldados murieron y las más de ocho horas de intenso combate entre pantanos que los terroristas mantuvieron demostró su gran preparación y capacidad acción, que incluyó equipos anfibios de combate, acertada planificación y un trabajo muy meticuloso de la inteligencia. Nunca antes la organización terrorista había lanzado una operación como esa.
Aquel mismo día, la fracción que sigue al mando de Abubakar Shekau atacó una unidad del ejército nigeriano en Konduga, en el estado de Borno, donde se registraron unas cien bajas.
La respuesta del ejército chadiano no se hizo esperar. El 31 de marzo lanzó una contraofensiva, bajo el nombre de Colère de Bohoma, que concluyó con la muerte de 1.000 milicianos, según fuentes oficiales. Además, el Gobierno chadiano declaró los departamentos cercanos al lago como zona de guerra para favorecer las acciones militares.
Los cuatro países que bordean el lago Chad (Níger, Nigeria, Camerún y Chad) más Benín establecieron en 2012 la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF) para combatir a Boko Haram. Pero Chad, cuyas fuerzas armadas tienen un nivel relativamente superior a las del resto de los países, siempre se ha mostrado molesto con el compromiso de los otros Estados y expresó abiertamente su frustración tras el ataque a Bohoma. Después de insinuar que las otras tropas no habían cumplido con su misión de sellar las fronteras del lago, Chad anunció que su Ejército no volvería a participar en operaciones que se desarrollasen fuera de su territorio. Pocos días después dio marcha atrás.
Colère de Bohoma tuvo varias consecuencias directas. La primera fue la rendición de combatientes de Boko Haram de bajo o medio rango. Esto plantea la idoneidad de los programas de Desarme, Desmovilización, Rehabilitación y Reintegración (DDRR) de exmilicianos. Hasta ahora han sido pocas las experiencias en este campo en la zona. Existe algún programa en el Extremo Norte de Camerún y algo también en Nigeria, pero todavía no se han podido sacar lecciones aprendidas de ellos que realmente puedan establecer un método claro que ayude a estas personas y que dé respuestas a las quejas y descontentos que les llevaron a unirse al grupo terrorista. Una mejor planificación y claridad de las políticas de DDRR podrían animar a más guerrilleros a unirse a ellas.
Una segunda secuela de la acción militar ha sido el bloqueo al acceso a importantes suministros esenciales para el grupo y sus seguidores, lo que ha repercutido en el ánimo de muchos de sus miembros al empeorarse sus condiciones de vida. Esto también ha facilitado que algunos de los extremistas se desenganchasen de la organización. Pero también ha perjudicado a las poblaciones locales que se ven privadas de esos bienes, lo que puede aumentar su descontento.
Diversos analistas vieron esta operación como un punto de inflexión en el avance de Boko Haram y el apoyo que recibía de parte de la población y se precipitaron a profetizar el inicio de su caída. Idea que caló bien en la maquinaria propagandística de los Estados de la zona.
Sin embargo, en las últimas semanas, los terroristas han atacado posiciones militares y civiles en Nigeria, Níger y Camerún. Como resultado, 23.000 personas han tenido que abandonar sus hogares en el noroeste de Nigeria y buscar refugio en Níger. Los estados de Katsina, Sokoto y Zamfara han sido los más afectados. Mientras que unos 19.000 nigerinos se han visto obligados a huir de las zonas cercanas a Diffa, informa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En su mayoría se trata de mujeres y niños que han cruzado las fronteras a pesar de estar cerradas a causa de la pandemia de covid19.
Una contraofensiva de las Fuerzas Armadas nigerinas como respuesta al ataque a Diffa causó la muerte de 75 miembros del grupo islamista, anunció el Gobierno de Niamey el pasado miércoles 13 de mayo.
Es verdad que estas victorias sobre los terroristas son alentadoras, pero no se pueden precipitar los cantos de victoria. No será fácil derrotar a Boko Haram. Tiene capacidad y medios para seguir en la lucha por muchos años más.
No basta la fuerza militar para terminar con el grupo terrorista, como la mayoría de los países de la zona se empecinan en mantener. Una de las estrategias para precipitar su fin pasa por convencer a la población local de que cese de apoyar al grupo terrorista. Para ello se necesita presentar alternativas económicas y sociales a las personas que viven en los territorios en los que actúa, cosa que hasta ahora los gobiernos no parecen dispuestos a ofrecer. También es fundamental facilitar la reintegración y reinserción de los excombatientes. Otro punto en el que los Ejecutivos regionales presentan grandes carencias.
Todavía queda mucho camino, sufrimiento, muerte y destrucción por recorrer antes de que podamos ver la derrota final de Boko Haram.
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