El cardenal Luis Antonio Tagle, presidente de Caritas Internationalis, ha pedido que con motivo de la pandemia de COVID-19 los países ricos supriman las deudas a los países fuertemente sujetos por ellas. En una Misa celebrada el domingo en Roma y transmitida por streaming, el también prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos subrayó que ante la expansión del coronavirus por todo el mundo, la falta de recursos podría ser la «tumba» de los países pobres y de sus pueblos.
«Ahora nos damos cuenta de que no tenemos suficientes mascarillas, mientras que abundan las balas –afirmó el hasta diciembre arzobispo de Manila–. No tenemos suficientes respiradores, pero tenemos millones de pesos, dólares y euros para gastar en un avión que puede atacar a las personas».
De ahí el llamamiento a las naciones ricas del planeta para que perdonen los exorbitantes intereses de sus préstamos a esos países, a fin de que estén en condiciones de hacer frente a los problemas más urgentes causados por la pandemia. Este gesto permitiría a los que se encuentran «en la tumba de la deuda volver a encontrar la vida». Pero no es suficiente. Según el cardenal Tagle es necesario reorientar el gasto militar de los gobiernos hacia otros objetivos: educación, vivienda y alimentación. Esto garantizaría la verdadera seguridad.
Una cuestión pendiente 20 años después
20 años después del lanzamiento de la campaña mundial promovida con ocasión del Gran Jubileo de 2000, a la cual la Santa Sede y toda la Iglesia católica se habían adherido activamente junto con numerosas ONG, la cancelación de la deuda externa de los países altamente endeudados sigue siendo una cuestión pendiente. La derogación de la deuda de muchos países decidida a principios de esa década por las instituciones internacionales ha aliviado la situación de varias naciones pobres que han podido invertir más recursos en servicios como la educación y la salud pública.
Pero no todos se han beneficiado y esta medida no siempre ha sido decisiva ni siquiera en los países que se han beneficiado de ella, muchos de los cuales se encuentran ahora en una situación aún peor que en 2000. La crisis del coronavirus puede relanzar el problema de nuevo en términos aún más urgentes.
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