El obispo de Bilbao, Mario Iceta y su auxiliar, Joseba Segura, han escrito su primera carta pastoral conjunta «en estos momentos de extrema dureza» con la que quieren dirigir «unas palabras de ánimo y esperanza». Esta situación, dicen en su texto, «revela la vulnerabilidad de la propia condición humana y también la fragilidad de nuestras estructuras sociales y económicas, pero también muestra cómo el ser humano se crece ante las dificultades y es capaz de entregarse decididamente al servicio de los demás con gran creatividad, solidaridad y capacidad de sacrificio, venciendo y superando los problemas y desafíos que le atenazan».
Los prelados agradecen la tarea que, desde las comunidades cristianas, sacerdotes, diáconos, miembros de vida consagrada y laicos, se está realizando «para seguir muy de cerca la situación de los fieles y atenderles en sus necesidades materiales y espirituales» y en estos duros momentos los obispos quieren dirigir una palabra particular «de aliento y ánimo» a las personas mayores y a quienes viven en residencias, «entre ellos, a nuestros sacerdotes mayores. No os sintáis solos ni os dejéis vencer por el miedo, la angustia o la sensación de inseguridad. A pesar de las dificultades presentes y las evidentes limitaciones en muchos campos, estamos procurando poner los medios a nuestro alcance para atenderos lo mejor posible. Queremos agradecer el desgaste de vuestras vidas en favor nuestro y ahora queremos mostraros nuestro afecto y reconocimiento con el cuidado y la atención que merecéis».
Los obispos en su carta ponen en valor la labor de los diversos organismos diocesanos «que siguen trabajando de modo diferente pero activo», así como el de otros organismos y asociaciones públicas y privadas de fieles que «contribuyen en la medida que pueden a aliviar esta situación».
Agradecimiento a los profesionales de la salud
Los obispos señalan que, merecen especial atención los equipos de pastoral de la salud y los presbíteros «que estos días se desviven para atender a los enfermos, familiares y profesionales sanitarios, tanto en el ámbito hospitalario, como en residencias y domicilios. De modo particular, la unción de los enfermos, la oración constante y atención a los moribundos, los fallecidos y sus familias, constituyen un torrente de gracia, consuelo y esperanza para ellos». En su texto no se olvidan de los monasterios de vida contemplativa «constituyen el pulmón espiritual de la diócesis».
Envían su «agradecimiento profundo» a los profesionales sanitarios, voluntarios, bomberos, cuerpos y fuerzas de seguridad, servicios públicos, personas, asociaciones e instituciones volcadas en atender a los enfermos, a sus familias y a la población en general. El agradecimiento también para quienes desde su responsabilidad política, económica, empresarial, laboral y social procuran hacer frente a esta situación, mediante la adopción de medidas que ayuden a todos a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias familiares, económicas, laborales y sociales. También reconocen la labor de los medios de comunicación en su tarea informativa y a todas las entidades y personas que posibilitan el abastecimiento y suministro de los servicios necesarios.
«Dios nunca abandona»
También oran por los difuntos «profesando nuestra fe en la comunión de los santos y en la vida eterna. Es duro ver partir a nuestros seres queridos sin haberles podido acompañar ofreciendo el consuelo personal y familiar que hubiéramos deseado. Cada día estamos celebrando la Eucaristía por quienes fallecen y sus familiares. Aunque no hayáis podido organizar la misa exequial, nosotros la celebramos cada día por vosotros. Dios nunca nos abandona».
En la carta pastoral agradecen de forma particular a las familias «que en tiempo de crisis se revelan como espacio humano primordial y fundamental, donde siempre encontramos cobijo, consuelo y protección y donde aprendemos a servir generosamente a los demás. Las consecuencias familiares, sociales y económicas de esta alarma sanitaria están ya ante nosotros en forma de crisis económica y social, constituyendo un nuevo desafío que debemos afrontar con magnanimidad y generosidad».
Los obispos de Bilbao despiden su carta refiriéndose a la Semana Santa «queremos disponernos a participar profundamente en el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Lo haremos desde nuestros hogares, como Iglesia doméstica que se reúne en familia, sabiendo que Dios se presenta en medio de nosotros, aunque estemos con las puertas cerradas, para mostrarnos sus manos y costado, y traernos la paz y el don del Espíritu».
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