Muchos médicos católicos llevan semanas haciendo un esfuerzo sobrehumano atendiendo enfermos y luchando contra el coronavirus. Bastantes han llegado al agotamiento físico y también psicológico, y no son pocos los que han acabado contagiados.
Ha sido una Cuaresma intensa para ellos, un momento verdaderamente de preparación de la Pasión y Resurrección de Cristo, de oración y de entrega hasta el extremo. Así lo ha vivido, por ejemplo, el doctor Stefano Rusconi, médico en el Hospital Sacco de Milán, que en una entrevista con Credere confiesa que en toda esta vorágine “extraño la misa diaria, pero tenemos la Palabra de Dios y la gran arma del Rosario”.
El alimento espiritual para conseguir fuerza en el hospital
Este doctor conoce muy bien su trabajo contra el coronavirus y de la importancia de protegerse para evitar el contagio, pero considera que aún más importante es el alimento espiritual, básico en su vida.
Con más de 30 años de experiencia como médico, a sus 57 años Rusconi está casado, es padre de dos hijas y además de su profesión cómo medico es profesor asociado de Enfermedades Infecciosas en la Universidad de Milán.
Especializado en la lucha contra el VIH-SIDA, fundó junto a varios compañeros y al misionero Alessandro Sacchi una asociación en Guinea Bissau para la lucha contra esta enfermedad. Además, ha realizado otras misiones en Tanzania y Uganda. Ahora su misión más urgente está en su propio país, y lo está viviendo combinando sus conocimientos médicos y la fuerza de la fe.
Una Cuaresma en la trinchera
El doctor Rusconi habla de esta Cuaresma vivida en la “trinchera”. Explica que esta pandemia es “una prueba que puede hacernos dudar. Y el hecho de que haya ocurrido en Cuaresma le da más significado. Echo mucho de menos la misa diaria, es algo que me hace sufrir. Pero es una privación a la que me enfrento siguiendo las indicaciones del arzobispo. Si no podemos ir a misa, como fieles podemos recurrir a la Palabra de Dios”.
Además, pide no olvidarse de “la gran arma del Rosario: hay quienes piensan que es una oración antigua, pero no es así en absoluto. Además, el Rosario está hecho a medida para los fieles laicos: ¡se puede recitar realmente en cualquier lugar, incluso en el coche! Dicho esto, creo que nuestra fe, en un periodo como este, debería llevar a un nivel superior”.
Un "ayuno" de Eucaristía que no sea estéril
En su opinión, “vivimos una paradoja: por un lado, se nos pide que alimentemos aún más la fe en este momento, pero por otro lado no podemos acercarnos a la Eucaristía. Por lo tanto, experimentamos un ayuno que tiene un significado particular y que no debe ser estéril y vacío, no debe inmovilizarnos sino que por el contrario debe alentarnos a seguir gastándonos, como creyentes, en el servicio a los demás”.
Del mismo modo, el doctor Rusconi considera que “el trabajo del cristiano no es juzgar, sino escuchar. Dios no quiere epidemias: si suceden, son el resultado de un comportamiento humano sin sentido, como en el caso de Covid-19”.
El papel de los católicos en esta pandemia
Dado lo que ha experimentado en estas últimas semanas, este médico que trabaja en Milán afirma que sigue “viendo a muchas personas que practican una gran disponibilidad para escuchar y consolar a los familiares de los enfermos. Hay tanta necesidad de ‘hombros’ para llorar…: pienso en aquellos que llevan a su abuelo a Urgencias porque está enfermo, aunque llegan andando, y lo ve regresar después en un ataúd. La necesidad de escuchar es enorme.
Por ello, afirma que “como creyentes, por lo tanto, creo que debemos aumentar todo lo que expresa solidaridad y escuchar a los necesitados. Creo que como nunca antes, como Iglesia, como creyentes, deberíamos poner en marcha iniciativas de solidaridad, centros de escucha virtuales, para ayudar a quienes viven en soledad, desde los ancianos hasta los jóvenes acorazados en sus hogares. Y también, -¿por qué no?- aumentar el número de misas transmitidas por televisión".
Lecciones a extraer
Como médico también habla también de la difícil gestión del estrés en una situación de tanta muerte así como de la relación con tantos compañeros. Pero en todo, cree el doctor Rusconi, ve lecciones positivas que se pueden extraer.
“Lo primero que estoy experimentando es la belleza de trabajar juntos como un equipo: recompensas colaborativas. Incluso si no oculto la fatiga, en general trabajamos bien juntos en los objetivos comunes, principalmente la salud de nuestros pacientes”, afirma en primer lugar.
En un plano más general, esté medico afirma también que en “una situación extraña como la que estamos experimentando, forzados a prescindir de muchas cosas y renunciar a muchos hábitos consolidados, podemos redescubrir los afectos y lo que realmente importa en la vida. Este es el momento para podar muchas ‘ramas secas’, cosas inútiles para exhibir, que estaban en nuestra vida pero de las cuales hemos entendido su escasa importancia. Por el contrario, quedarse en casa puede hacernos apreciar las relaciones con la mujer y los hijos”.
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