La maternidad de María se ha hecho realidad,
en su regazo acoge al Hijo de Dios.
Con dulzura su manto tiende revelando la grandeza que reposa ahora en su pecho.
La mirada tranquila, acogedora, nos transmite paz y serenidad.
Danos, María, un corazón agradecido que sepa siempre ver a Dios,
danos el amor de una madre que por su hijo todo dá.
Danos un alma de niño cuyos ojos nos anuncian la presencia continua de Dios.
Acógenos en tu manto, danos tu protección.
Madre nuestra, Madre de la humanidad,
camina a nuestro lado sembrando siempre la verdad.
Llévanos de la mano y danos tu bendición.
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