Estamos
ofreciendo todos los martes en la Iglesia conventual un espacio de oración y de
espiritualidad para todos.
El Concilio
Vaticano II nos recuerda que la dignidad suprema del ser humano es su vocación
el diálogo con Dios (Cf. GS 19).
La
comunicación con Dios es esencial para sabernos amados e hijos del Amor,
entregado por nosotros.
Nuestra sociedad materialista, descristianizada y desorientada, está en búsqueda con la
necesidad de encontrar testigos que le haga visible la verdad, el bien y la
belleza de la vida de Dios.
Dios tiene
tiempo para todos, la respuesta digna del hombre, es de dar tiempo a Dios y
escuchar los gritos de la humanidad que sufre y llora, solidarizándose con la crisis actual de valores humanos y
espirituales.
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