viernes, 9 de agosto de 2019

Cristianos filipinos defienden a sus obispos acusados de «desestabilizar el Gobierno»

Con casi un 90 % de cristianos, la presencia social de la Iglesia es muy importante en Filipinas. Sin embargo, su oposición a la guerra sucia contra la droga, que ya se ha cobrado 27.000 vidas según la ONU, les ha puesto en el ojo del huracán

Los cristianos de Filipinas rompen su silencio ante la persecución a sus obispos. A través de una manifestación a la que acudieron más de 3.000 personas, han mostrado su apoyo a los líderes de la Iglesia acusados de conspirar para derrocar al presidente Rodrigo Duterte.

Celebrada en la diócesis de Lingayen-Dagupan, la protesta ha reunido a trabajadores y estudiantes para enviar un mensaje de apoyo al arzobispo Sócrates Villegas y otros obispos acusados de participar en un complot para «desestabilizar el Gobierno»: Honesto Ongtioco de Cubao, Pablo Virgilio David de Kalookan, y el obispo jubilado Teodoro Bacani Jr.

Antes de la marcha, el obispo auxiliar Fidelis Layog ha celebrado una misa frente a la iglesia de San Juan Evangelista en la ciudad de Dagupan. En ella, ha llamado a los católicos a defender la inocencia de los prelados, «no solo por ellos sino también por todos aquellos que son perseguidos y sus derechos humanos son destrozados». Durante la celebración, la Policía realizó varias cargas, aunque finalmente dejaron que la misa continuara con normalidad.

Por su parte, la archidiócesis de Lingayen-Dagupan declara en un comunicado acompañar «fervientemente al arzobispo Villegas y a los otros obispos perseguidos y falsamente acusados de rebelión».

Un intento de acallar a la oposición

Estos obispos no son los únicos sobre quienes recaen acusaciones. También los sacerdotes Flaviano Villanueva, Robert Reyes, el jesuita Albert Alejo y el hermano de La Salle Armin Luistro están acusados, junto a otras 36 personas, de difundir vídeos en los que, según la versión del Gobierno, insinúan que Duterte y su familia están implicados en un delito de tráfico ilegal de drogas.

Según informa la Agencia EFE, estos vídeos en realidad son autoría del joven filipino Peter Joemel Advincula, quien aparecía en ellos encapuchado bajo el sobrenombre de Bikoy. Y, aunque el activista asegura haber actuado en solitario, el Departamento de Justicia seguirá investigando a lo largo de esta semana la larga lista de detenidos.

Diferentes organizaciones de defensa de los derechos humanos consideran que estas denuncias masivas son otro intento del gobierno de Duterte de acallar a sus críticos y aplastar a la oposición, que quedó muy debilitada en las elecciones de mayo.

«Este caso ilustra cómo se pueden imponer arbitrariamente leyes draconianas como la sedición para silenciar a los críticos del gobierno», ha denunciado Amnistía Internacional.

Guerra sucia contra la droga

Con casi un 90 % de cristianos –83,6 millones de católicos y 10 millones de protestantes en un país de 105 millones de habitantes–, Filipinas es el país más cristiano y católico de Asia. La presencia social de la Iglesia es muy importante, y su oposición a los asesinatos extrajudiciales de Duterte a consumidores y traficantes de drogas les han puesto en el ojo del huracán.

Amnistía Internacional ha solicitado a las Naciones Unidas que realicen una investigación sobre las 27.000 muertes que se han producido en Filipinas relacionadas con la guerra contra la droga. «Esta política puede suponer crímenes contra la humanidad, la gran cantidad de asesinatos extrajudiciales es especialmente preocupante porque parece indicar que no hay fin a la guerra sucia contra la droga en Filipinas», dice Nicholas Bequelin, director regional de Amnistía Internacional en el sudeste asiático

Por su parte, Butch Olano, director de Amnistía Internacional en Filipinas, ha pedido a la comunidad internacional que use «todas las herramientas políticas y diplomáticas para que Filipinas deje de cometer estos crímenes inmediatamente». «Hemos hablado con las familias de las víctimas y nos han preguntado “¿Por qué los están matando como animales? Ellos solo matan, matan y matan y nosotros queremos justicia”», concluye Olano.

Rodrigo Moreno Quicios

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