Concretamente, el arzobispo toledano resalta que los partidos políticos «casi nunca» han señalado qué significa España en la realidad de la unión política, económica, social y de relaciones entre europeos, «en esta Europa que comparte espacios y vida con muchas otras partes del mundo». «No nos hablan nuestros elegibles ni de la etapa completamente nueva de la historia de Europa que estamos contemplando, ni del desvanecimiento cada vez más evidente del interés por la realidad histórica en que vive el Viejo Continente», subraya.
«¿No merece la pena que nos hubieran hablado, por ejemplo, de cómo vivir con tantos hombres y mujeres que vienen a Europa para quedarse, que llegan de tantos modos, algunos tan peligrosos, ni cómo convivir con el que es diferente por cultura y costumbres?», se pregunta. «Solo escuchamos en los medios juicios ideológicos y, eso sí, hablar de la bondad de los candidatos que presentan sus partidos no sabemos para qué. Nadie o muy pocos desarrollan una reflexión que indique por qué formar parte de Europa es importante, por ejemplo, para formar una familia, o por qué establecer relaciones duraderas entre hombre y mujer y no esos compromisos que duran un mes, tres meses o un año, a los que se está acostumbrando nuestra sociedad», argumenta.
Tampoco hablan, añade, de cómo educar a los hijos. «Ni siquiera nos dicen qué sentido tiene comprometerse por el bien común». «¿No están un tanto desorientados cuando en verdad nos interesa que haya seguridad existencial para que no muera la enseñanza y la capacidad de encuentro, de diálogo y de iniciativa a todos los niveles, que sí buscaron los iniciadores de este proyecto de Unión Europea?», se pregunta.
«La fe, sin embargo, lleva al creyente a ver en el otro un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres. Imaginen ustedes la importancia de este aspecto para la vida de Europa», añade.
El laicismo excluyente, otro «problema»
Bajo su punto de vista, otro de los «problemas» de Europa es el «laicismo excluyente», que no hay que confundir con una sana laicidad. «Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios», propone.
«Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación», apunta, para señalar, citando a Benedicto XVI, que «es precisamente el olvido de Dios lo que sumerge a las sociedades humanas en una forma de relativismo que genera ineludiblemente la violencia».
«¿Han escuchado ustedes en los candidatos hablar de algo de esto? Desgraciadamente, todo se queda tantas veces en insultos y en comparaciones de las bondades o maldades de populismo de izquierda o de derecha», lamenta el arzobispo de Toledo.
Es por lo que asegura que, si en el horizonte de Europa no existe el poder creer en Dios, el «malestar general» continuará y los problemas «renacerán una y otra vez». «¿Seremos capaces de superar el impasse de una Europa sin alma, lejos de su raíz cristiana?», concluye.
Arzobispado de Toledo
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