Dice el dicho popular que «hasta san Antón, Pascuas son». Pero en el Convento de Atocha, este año, se ha alargado, aún, un poquito más. El pasado domingo 20 de enero se celebró, con toda solemnidad y por iniciativa de la comunidad de frailes, al Santo Niño de Atocha. En la eucaristía de la tarde del domingo, y presidida por el prior de la comunidad, Fr. Juan José de León Lastra, la solemnidad de ese día tuvo su punto álgido. En la predicación el prior destacó, entre otras cosas, la figura del «niño» que nos remite a inocencia, a debilidad; así como la importancia que tiene el nombre en tanto que nos da identidad. Tampoco quiso pasar por alto el vínculo histórico que tiene la predicación dominicana con la devoción al «Dulce Nombre de Jesús». Y como de «dulce» va la cosa, al final de la celebración hubo reparto de figuritas de mazapán: «el dulce del Niño de Atocha».
Esta entrañable advocación al Santo Niño de Atocha tiene su origen en América, concretamente en México. La imagen que se venera en la Basílica de Ntra. Sra. de Atocha está envuelta entre la historia y la leyenda; entre la devoción popular y la enorme trayectoria histórica que tiene la Orden de Predicadores, como hemos mencionado, en propagar el «Dulce Nombre de Jesús». Con la solemnidad del Santo Niño de Atocha, que esperamos tenga continuidad en el tiempo, se ha querido poner de manifiesto lo que San Pablo nos exhorta a predicar: «Al nombre de Jesús, toda rodilla se doble: en el cielo, en la tierra, en el abismo. Y toda lengua proclame, Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10-11).
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