Primer día de abril. 09:00 horas. La campaña municipal contra el frío 2015-2016 ha tocado a su fin. La entrada al Albergue San Martín de Porres está llena de personas que a partir de hoy tendrán que dormir en la calle. Aunque el frío no se ha acabado, y ahora toca el mes de las lluvias, como dice el sabio refranero popular. Cientos de personas acuden al centro de los dominicos en busca de un techo. 50 años lleva trabajando la Fundación San Martín de Porres por los últimos. No solo aportándoles una cama y comida caliente, sino preparando a estas personas para que puedan insertarse en el mercado laboral y recuperar su autonomía. Una atención integral a la que solo los servicios sociales no pueden hacer frente y necesitan de instituciones como esta para devolver la dignidad perdida a quienes por diferentes causas han acabado durmiendo a la intemperie.
“Tenemos 62 plazas en el albergue, 54 en pisos y 17 nuevos pisos en marcha”, explica el fraile Antonio Rodríguez, director del centro desde hace 20 años. De hecho, este primer día de mes también trae una ‘Buena Nueva’, Antonio entregará a una madre soltera las llaves de su nueva casa. Y esto siempre es una buena noticia, porque han sufrido de primera mano el drama de los continuos desahucios de los últimos años. “Los perfiles han cambiado, pero la mayoría de los usuarios son varones. Son personas que no necesitan una atención puntual, sino un acompañamiento, porque no solo tienen problemas económicos, también dificultades para reinsertarse”, indica el dominico. Es por esto que en 2007 apostaron firmemente por un servicio completo de empleo, que se divide en tres programas: prelaboral, orientación y Empleo con Apoyo. En total, 350 personas se sirven de ellos en la actualidad.
reportaje albergue san martin porres madridVarias personas hacen cola para solicitar la admisión al albergue
“Durante la crisis nos desbordamos. Era una vergüenza tenerle que decir a la gente que iba a estar ocho o nueve meses en lista de espera para poder dormir en el albergue”, dice David Ugalde, trabajador social del centro. En los cinco años que lleva en San Martín de Porres, se han vivido épocas muy complicadas por el azote de la crisis, sin embargo, ahora consiguen acoger a quienes les necesitan en un mes o mes y medio como tarde. Tan bueno es el trabajo que realiza el centro, vertebrado por la Fundación, que cada seis meses vienen representantes de asuntos sociales del Gobierno de Corea del Sur para tomar su modo de acción como ejemplo. También lo han hecho diplomáticos mexicanos, cuentan desde la Fundación. De hecho, las cifras hablan por sí solas: su tasa de inserción laboral es un 300% superior a la de la media de este tipo de centros en la Comunidad de Madrid.
DEVOLVER LA DIGNIDAD
Sandra González es la educadora social encargada del taller prelaboral, en el que ofrece formación previa para la búsqueda de empleo y trabaja en la motivación de los futuros trabajadores: “Intentamos mejorar su comunicación, las relaciones personales, la flexibilidad y la confianza en sus posibilidades”. Por su parte, Paloma Solís es la pre- paradora laboral. A su cargo está el programa de orientación e intermediación, dirigido a personas sin hogar del albergue que no tienen la autonomía suficiente para buscar un empleo por ellos mismos. También el programa Empleo con Apoyo: “Les ayudamos a mantener el empleo una vez lo han conseguido, porque detectamos que solían perder muy rápido el trabajo y no sabíamos el motivo real”, explica. La empresa permite que una persona externa acompañe al trabajador para que mejore su rendimiento y el trato con los compañeros; de hecho, cuando las empresas detectan un conflicto les llaman a ellos para que ayuden al empleado a resolverlo. Este programa consiguió empleo a 110 personas en 2015. De media, en tres o seis meses ya acceden a un puesto y se les acompaña por un total de un año. Además, el servicio cuenta con una bolsa de empleo y desarrollan otros programas con entidades bancarias.
Para mejorar la formación de los usuarios del servicio de empleo, se imparten diversos talleres. Emily, por ejemplo, es una joven californiana que da clases de inglés. Ella disfruta de una beca en España desde septiembre y contactó con el centro porque “quería hacer algo para ayudar a gente que no tiene tantas oportunidades”. Una media de cinco alumnos aprenden inglés básico con la joven judía. Y es que en San Martín de Porres caben todas las confesiones. Los usuarios saben que es un centro de la Familia Dominica, pero no tienen que ir a misa para compensar todo lo que reciben, ni mucho menos: “Los que acuden a misa es porque quieren. Varios de ellos lo hacen, pero también hay muchos inmigrantes musulmanes. Y ojalá tuviéramos un sitio apropiado para que ellos también pudieran rezar”, dice Antonio Rodríguez, que lleva más de dos décadas dedicado a los marginados.
“Gracias a los dominicos conseguí trabajo”
Ha pasado por todos los recursos de San Martín de Porres. el 1 de agosto de 2012, Luis (56 años) cruzó la puerta para quedarse en el albergue: “estuve primero en una habitación de seis personas, luego en otra de dos y, después, estuve en pisos de la fundación”. Ahora tiene una habitación alquilada en San Blas, junto a su hermano. Luis salió de prisión en 2008, estaba en Segovia y tomó rumbo hacia Madrid. Antes de llegar al centro de los dominicos estuvo viviendo de alquiler, puesto que realizó un curso de jardinería por el que cobraba, pero cuando este acabó se vio en la calle. “Los dominicos me han ayudado mucho. Trabajé para Urbaser en Madrid Río tres meses. Me ayudaron ellos a conseguir el empleo. Me vino Dios a ver, porque era el tiempo que me faltaba para cotizar y poder optar a la paga de mayores de 55 años. Ahora ya no busco empleo porque nadie va a contratar a una persona de mi edad”, explica. Ahora, pese a que ya no es usuario del albergue, acude cada mañana al centro de día: “Aquí puedo mirar el correo electrónico y hacer manualidades, así no estoy sin hacer nada”. Además, “ellos me ayudan a gestionar mi dinero para poder llegar a fin de mes”, recalca.
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