La cuaresma es el tiempo de preparación de la Pascua del Señor, es decir, de la celebración de la Muerte y Resurrección del Señor. Y como en esos días santos se celebran los bautizos y se reconcilian los penitentes, es el tiempo en el que los que se van a bautizar se preparan más intensamente y el tiempo de renovar nuestro bautismo con la penitencia. Por eso es el tiempo de imitar a Jesús que durante cuarenta días hizo penitencia por nosotros ayunando y orando en el desierto. De la muerte y resurrección del Señor brota el don del Espíritu Santo que nos hace vivir la vida verdadera,por eso estos días nos esforzamos en contemplar la Pasión del Señor para poder gozar durante el tiempo Pascual con más intensidad la alegría de la resurrección y la vida nueva que nos ha obtenido nuestro Señor.De los temas que van unidos a la cuaresma destacamos:
DESIERTO, o sea, privación de lo superfluo, y soledad, oración y lucha contra las tentaciones. Así nos encontramos con nosotros mismos con toda sinceridad y verdad. Hay que buscar ratos de desierto en medio de la baraúnda en la que vivimos.
BAUTISMO Y CONFESIÓN DE LOS PECADOS. Buscamos ser capaces de acoger la MISERICORDIA de Dios y el perdón de los pecados en los sacramentos. Puesto que ya fuimos bautizados, el perdón nos llega por la segunda tabla de salvación que es el sacramento de la Penitencia, para el que debemos prepararnos bien en este tiempo.
QUÉ HACER
Dice el Papa: La Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
ORACIÓN Y ACERCAMIENTO A LA PALABRA DE DIOS.
Orar es hablar y escuchar a Dios. Hay que empezar por escuchar. De la escucha de la Palabra de Dios brotará nuestra oración en palabras y obras. La cuaresma es tiempo de dedicarse intensamente a meditar la Palabra de Dios. Puede ayudar mucho el ejercicio de la Lectio Divina, en privado y en comunidad.
CONTEMPLACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR.
El Viacrucis, las Siete Palabras, los misterios dolorosos del Rosario, la lectura de los relatos de la Pasión o de algún libro que la explique, nos ayudarán mucho a contemplar el infinito amor del Señor que se ha manifestado en su entrega por nosotros.. Al principio de la cuaresma será bueno dedicar un rato a ver qué ejercicios de piedad vamos a realizar, comprometiéndonos a llevarlos adelante con asiduidad. Dice el Papa: El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
LIMOSNA.
La limosna no tiene que ser sólo de dinero, tiene que ser de tiempo, de escucha, de acogida, de misericordia total con los demás. Tenemos que desprendernos de lo que nos carga e impide acercarnos con alegría a los otros. Tenemos que eliminar prejuicios y buscar en su verdad necesitada de misericordia a todos nuestros hermanos.
Dice Francisco: El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de
mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?
AYUNO. Dice el Papa: El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
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